El abogado Luis Mariano Rendón Escobar, 48 años, es padre de una hija. Ciclista urbano, coordina una organización comunitaria, Acción Ecológica, convocante y catalizadora de marchas con participación de decenas de miles de ciudadanos. Rendón ingresó a las Juventudes Comunistas en 1983 y fue dirigente estudiantil en las movilizaciones contra la dictadura militar. Durante la […]
El abogado Luis Mariano Rendón Escobar, 48 años, es padre de una hija. Ciclista urbano, coordina una organización comunitaria, Acción Ecológica, convocante y catalizadora de marchas con participación de decenas de miles de ciudadanos.
Rendón ingresó a las Juventudes Comunistas en 1983 y fue dirigente estudiantil en las movilizaciones contra la dictadura militar. Durante la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988, era secretario general de la Federación de Estudiantes de Chile.
Junto con el retorno a la democracia en Chile, se produjo el derrumbe del «campo socialista», que también tuvo efecto sobre el Partido Comunista de nuestro país. Buena parte de la generación de dirigentes universitarios de las JJ.CC. emigró y conformó junto a otros ex militantes el Partido Democrático de Izquierda (PDI). Luego de su disolución, algunos ingresaron al PPD, otros al PS y Rendón siguió el camino ecologista, aunque también tomó parte en la Fuerza Social y Democrática, fallido intento por levantar una alternativa de Izquierda.
Participó en el Instituto de Ecología Política y fue electo coordinador de la Red Nacional de Coordinación Ecológica (Renace). Luego de algunas diferencias sobre cómo construir el movimiento, creó con otros la agrupación Acción Ecológica, que hace una década intenta fortalecer una nueva cultura política a partir de esas ideas.
¿Qué viene después de las marchas?
«Estamos trabajando con organizaciones sociales, como agrupaciones de trabajadores, federaciones de estudiantes, organizaciones territoriales como la Red Ciudadana por Ñuñoa, la Red Ciudadana por La Reina, juntas de vecinos, uniones comunales, para crear una plataforma en defensa de la Patagonia. Buscamos crear una base amplia para levantar la demanda de cambios, que tiene que ver con detener HidroAysén y también las otras represas en la Patagonia. Hay otro proyecto, Energía Austral, que contempla tres represas más y que inunda incluso una superficie mayor que HidroAysén.
Más allá de estas demandas apuntamos a cambios políticos, que tienen que ver con una descentralización del poder en un país altamente concentrado en lo económico y también en lo político. El Estado centralista está en crisis y hay demostraciones de ello, como la rebelión en Magallanes cuando se intentó reducir el subsidio del gas».
¿En qué se diferencia esta coordinación de otras formas de movilización?
«La coordinación con las organizaciones sociales tiene como objetivo levantar demandas ciudadanas de sustentabilidad y democracia para Chile, al mismo tiempo aspira a ser una instancia capaz de convocar a nuevas movilizaciones nacionales. Estamos visualizando acciones en torno a la fecha en que el gobierno central debe decidir sobre HidroAysén. Corresponde pronunciarse al Consejo de Ministros y ésta es, en última instancia, una decisión del presidente de la República: los ministros no van a votar lo que a ellos les parezca. Hay que arrinconar al gobierno con la movilización ciudadana, para que entienda que si se llega a aprobar HidroAysén la reacción será importante. No hay que descartar la convocatoria a un paro nacional. Sería necesario si el gobierno intenta violentar la voluntad popular».
Un proyecto de sociedad
¿Estos cambios se puedan lograr con la actual Constitución?
«Algunas de estas reformas no implican modificar la Constitución. La autorización para la elección directa de los consejeros regionales ya fue aprobada. Pero los diputados tienen detenida la ley orgánica constitucional que viabilizaría esa reforma, porque saben que un cuerpo de consejeros regionales les quitará poder.
Sólo la presión ciudadana puede lograr que el Congreso Nacional apruebe una ley orgánica que permita las modificaciones constitucionales requeridas para democratizar los gobiernos regionales.
Nosotros no sólo reaccionamos a lo que no nos gusta. Somos portadores de un proyecto de sociedad y con él, estamos llegando a sindicatos, universidades u organizaciones territoriales que nos piden conversar acerca de nuestro proyecto. Nos relacionamos con actores sociales y políticos para que asuman nuevos paradigmas de sociedad que en nuestro país no existen, aunque en otras partes ya hace tiempo están planteados».
¿Tienen una alternativa a este modelo de desarrollo energético?
«Nuestra propuesta tiene que ver con un proyecto global; porque en realidad el uso de nuevas formas de energía está vinculado a un tipo de sociedad y un tipo de civilización que parte de valores distintos de los que hoy prevalecen. Nuestro valor básico es la simplicidad en las formas de vida, en oposición al consumismo y derroche actual. Si quisiéramos multiplicar el modo de vida norteamericano para más de siete mil millones de habitantes del planeta, la Tierra no resistiría.
A partir de estos valores distintos surge un proyecto diferente, con políticas, proyectos, nuevos sistemas de transporte por ejemplo, que nos llevan a privilegiar la bicicleta como símbolo de este nuevo tipo de sociedad en oposición al automóvil, emblema de la sociedad industrial en crisis. Nuestra propuesta tiene que ver con límites. La pregunta fundamental del ecologismo es cuánta acumulación de riqueza necesitamos para estar bien. El modelo actual plantea un crecimiento ilimitado. Hay que poner fin a este derroche y volver a formas de vida más sencillas, más resistentes a la crisis actual y a las que vendrán.
Algunos dicen que Chile debe tratar de llegar al nivel del sur de Europa, con 21 mil dólares de ingreso per cápita. Es algo posible si consideramos que estamos en 15 mil dólares. Con este nivel de ingreso y una buena distribución de la riqueza, habríamos llegado hace tiempo a terminar con la pobreza. Pero no podemos seguir creciendo porque la naturaleza tiene límites. Lo que tenemos que hacer es distribuir mejor el ingreso y usar de manera más sensata los dones de la Tierra.
Algunos dicen que nuestra propuesta detiene la historia, la creatividad, el avance tecnológico y la ciencia. No, todo eso continúa, pero no necesariamente para acumular más riqueza.
Eso tiene que ver también con la propuesta de reducción de la jornada de trabajo y con temas como la renta ciudadana. Una sociedad aceptable sería aquella en que la gente se contente con un ingreso ético familiar que alcance para cubrir sus necesidades básicas; complementado con servicios públicos adecuados a sus necesidades».
Agotamiento de los partidos
¿Hay un cambio en las conductas políticas de la sociedad chilena?
«Hay un agotamiento del horizonte utópico de los partidos políticos con representación parlamentaria, incluyendo a la derecha, la Concertación y el Partido Comunista. Ese agotamiento se expresa en falta de ideas. Los movimientos sociales han crecido en Chile porque tienen horizonte utópico y las fuerzas políticas entregan su mensaje al interior de los movimientos sociales, para inspirarlos.
Creemos que están surgiendo esos actores y, humildemente, queremos jugar un rol en generar una nueva cultura política que logre seducir nuevamente a los movimientos sociales. Para nosotros es muy importante la confluencia, en torno al rechazo a HidroAysén o a las demandas por una mejor educación. Pero no debe ser simplemente una marcha, sino un movimiento concordante con ese proyecto de sociedad; que desde el territorio impulse nuevas formas de vida y consumo compatibles con la sustentabilidad del país».
¿Estas formas de expresión política suponen la existencia de nuevas organizaciones políticas?
«No tengo claro cuáles serán las formas específicas que se pueden asumir, ni sé si tendrán la estructura de un partido, movimiento o una combinación de ambos, con vasos comunicantes y autonomía relativa entre partidos y movimientos sociales. De cualquier manera, necesitamos generar espacios de participación inspirados en estas ideas, que abran paso a una nueva cultura política basada en el ecologismo, pero vinculada con otras expresiones culturales como la lucha de los pueblos originarios, el pacifismo o el movimiento feminista».
En la disyuntiva derecha e Izquierda, ¿en qué polo se sitúa?
«Tuve un rompimiento con la cultura de Izquierda, porque entendía que allí había patrones que impedían el surgimiento de una nueva visión política. La Izquierda ha sido una expresión del industrialismo, como reacción al liberalismo. La utopía marxista cree que el desarrollo de las fuerzas productivas logrará la felicidad de los seres humanos. Pero ese análisis no tomó en cuenta los límites de la Tierra. Este hecho hace que esa Izquierda no pueda dar respuesta a las necesidades de la sociedad actual.
Tenemos una propuesta de sociedad a la que no le ponemos ninguna de esas etiquetas del pasado. Si alguien que cree que con nuestras ideas es de Izquierda, que lo diga y si otro dice que es de centro, también. Que cada cual le ponga la etiqueta que le convenga».
¿Cómo financian sus actividades?
«Con nuestro bolsillo. Somos voluntarios, no vivimos de esto. Eso nos da mucha libertad. Como los campesinos guerrilleros, nos ganamos la vida cultivando la tierra, y cuando podemos nos juntamos para luchar por las ideas que nos inspiran. Eso tiene limitaciones evidentes y cuando la situación se torna más álgida, requiere dedicación de tiempo completo. Hemos podido mantener esta libertad gracias a nuestra sencillez, lo que viene a ser un poco lo mismo que planteamos como proyecto de sociedad».
Una característica de estos movimientos es la irregularidad con que se manifiestan.
«La constancia debe darse por la emergencia de nuevos movimientos sociales y políticos, que no sean solamente expresiones aisladas de la lucha reivindicativa de grupos parciales sino que estén integrados en un programa de transformación que apunte a levantar un nuevo proyecto de sociedad».
¿Cómo se vincula el movimiento ambientalista con otras expresiones de descontento, como los consumidores o los estudiantes?
«Hay puentes importantes que tender. La concentración del poder económico y político es uno de los grandes desafíos que el nuevo movimiento tiene que abordar, como la regulación de los mercados y reponer la necesidad de políticas de Estado. Curiosamente, el gobierno de Piñera ha tenido que decir que desarrollará una política energética que no hubo durante veinte años de gobiernos de la Concertación. La regulación, por su parte, es coherente con nuestro movimiento, porque permite a la gente vivir más tranquila. Paralelamente tenemos que enfrentar la cultura consumista, porque está la tentación de tener cada vez más bienes de última generación. Hay que levantar una resistencia cultural al consumismo.
Producto del robo que los grandes grupos económicos hacen, la gente ya no puede vivir tranquila; está agobiada por las deudas y obligada a trabajar más. No bastan ocho horas diarias de trabajo. Este sistema extrema el productivismo, contra eso estamos luchando
Publicado en «Punto Final», edición Nº 736, 17 de junio, 2011)