La condecoración otorgada por el PC a su ex Secretario General, Luis Corvalán -en el contexto de la conmemoración del 98° aniversario de la fundación del Partido Obrero Socialista-, viene a ser la coronación simbólica del giro a la derecha de dicho partido. ¿Quién si no Corvalán representa mejor las fantasías frentepopulistas del PC, la […]
La condecoración otorgada por el PC a su ex Secretario General, Luis Corvalán -en el contexto de la conmemoración del 98° aniversario de la fundación del Partido Obrero Socialista-, viene a ser la coronación simbólica del giro a la derecha de dicho partido. ¿Quién si no Corvalán representa mejor las fantasías frentepopulistas del PC, la creencia en la existencia de una burguesía democrática? Sin embargo, el intento de resucitar el frentepopulismo después del apoyo de la burguesía «democrática» al golpe militar de 1973 y de la consolidación de la institucionalidad dictatorial por esa misma burguesía «democrática» entre 1990 y el 2010, sólo puede darse hoy -seguimos al Marx del 18 Brumario- como parodia histórica. Si Corvalán fue el actor dramático de una tragedia, Teillier es el bufón de una comedia.
Después del triunfo de Sebastián Piñera el 17 de enero, el PC ha continuado su política de acercamiento a la Concertación, política que denominan de «Convergencia Democrática». Con la presencia de tres diputados del PC, producto del pacto electoral con la Concertación que les permitió acceder al sistema de reparto de cupos que administra la elite binominal, el escenario principal de esa «convergencia» política ha sido el Parlamento, espacio privilegiado de la política actual del PC a partir del 11 marzo. La agenda política PC se ha subordinado a la agenda política concertacionista, como lo demuestra el alineamiento de sus parlamentarios con las posturas concertacionistas en todas las votaciones políticas de la Cámara de Diputados, así como en el apoyo a la presentación de una acusación constitucional contra autoridades políticas de la III Región.
La idea de «convergencia» es sólo un saludo a la bandera, pues la Concertación no se ha movido un milímetro de sus posturas neoliberales. Lo que en realidad existe en un giro a la derecha del PC, que lo ha acercado a las posturas concertacionistas, particularmente del PS, mientras renuncia a una política independiente de izquierda. Dicho giro a la derecha es a la vez político e ideológico y se expresa nítidamente en el lema elegido por el PC para la celebración del 98° aniversario del POS: «98 años de lucha por la democracia». Este desplazamiento hacia la «democracia» en lugar del «socialismo» nos recuerda el giro a la derecha del PS en la llamada «renovación socialista», con su «revalorización» de la democracia burguesa.
Que lo anterior no es un exceso de puntillismo del análisis político-filológico lo confirman dos hechos relacionados: la eliminación de la declaración de principios del PC legal de toda referencia a la sociedad socialista como objetivo histórico y la reemergencia de Corvalán como referente ideológico dentro del partido.
La eliminación del «socialismo» de la declaración de principios del PC fue explicada por Teillier como una exigencia del Partido de los Trabajadores (PT), partido con el cual el PC se fusionó para conservar su legalidad luego de no obtener el 5% requerido por la ley electoral pinochetista. Lo que no explica Teillier es que el PT fue formado por militantes comunistas, como César Quiroz, bajo instrucciones del propio PC con el objetivo ex profeso de mantener la legalidad del partido. Todo parece indicar, por el contrario, que la idea es facilitar el acercamiento con los partidos de la Concertación por la vía de una reedición bufa del «Compromiso histórico» de Berlinguer con la DC italiana.
Corvalán reapareció hace algunos años ya con un par de libros que anticiparon en términos ideológicos el giro a la derecha del PC: «El gobierno de Salvador Allende» (2003) y «Los comunistas y la democracia» (2008). En el primero, retoma su vieja tesis reformista de que la causa de la derrota de la Unidad Popular fue la falta de acuerdo con la DC, desechando la tesis de 1977 sobre el «vacío histórico», que daría origen en 1980 a la Política de Rebelión Popular. En el segundo, procura construir un currículum democrático intachable del PC, lo más limpio posible de contaminaciones revolucionarias.
Luis Corvalán es el arquetipo del dirigente reformista incubado bajo el paraguas ideológico del frentepopulismo, que a partir de 1935 se convirtió en la línea oficial del Kommintern stalinista. La política de frentes populares significó un cambio del contenido del proyecto histórico, no una mera adaptación a la coyuntura de la amenaza del fascismo (respecto de la cual fracasó). Por un lado, la URSS renunció a impulsar y apoyar movimientos revolucionarios y se conformó con establecer un cordón internacional de apoyo político destinado de defender al Estado soviético. Por el otro, la mayoría de los PC’s renunciaron a la idea de revolución socialista como proyección inmediata de las revoluciones democráticas y se limitaron al objetivo de abrir espacios políticos al interior del Estado burgués.
El accionar político-histórico de la burguesía, sin embargo, socavaba las bases políticas del frentepopulismo. La llamada «traición» de González Videla (1949) fue un golpe duro a la línea de Frente Popular, que fue reemplazada por la línea de Frente de Liberación Nacional, previa liquidación de una corriente interna radical dirigida por el subsecretario del Partido, Luis Reinoso. Fue sin embargo el golpe militar de 1973 el que minó de forma más profunda la hegemonía del reformismo al interior del PC, permitiendo, por primera vez desde 1935, el surgimiento con fuerza de una corriente revolucionaria con mayoría interna, que se expresaría en la Política de Rebelión Popular (PRP) y en el crecimiento del liderazgo interno de Gladys Marín.
La corriente revolucionaria del PC falló, sin embargo, en dos cuestiones decisivas: en liquidar la ideología reformista del frentepopulismo y en colocar a la cabeza del PC a sus cuadros. La mantención de Corvalán en el principal cargo terminó minando la PRP desde dentro. El vacío político dejado por la muerte de Gladys Marín sería llenado, al cabo de seis años, por el retorno del reformismo, que culminó así su larga marcha, iniciada en 1987, por retomar el control del partido.
Como fuerza política ampliamente mayoritaria del Juntos Podemos, lo que ocurra con el PC es equivalente a lo que ocurra con aquél, en la medida que las demás fuerzas que lo componen no tienen ni la fuerza ni la voluntad política para intentar cambiar el curso político fijado por la tienda de Teillier.¿Es viable la política del PC en el nuevo período? Si es viable, ¿sirve a los trabajadores y al pueblo? En caso contrario, ¿es posible un nuevo giro hacia la izquierda?
La primera pregunta tiene una respuesta positiva, ilustrada por la elección de tres diputados del PC al amparo del pacto electoral con la Concertación. Son condiciones para la viabilidad de esta política la renuncia a la independencia respecto del conglomerado hoy opositor, rebajando el nivel de críticas a la coalición a un nivel que podríamos llamar de «discolismo extraconcertacionista», y la capacidad de contribuir a cooptar y mediatizar exitosamente las luchas populares, canalizando el descontento que inevitablemente generará el gobierno de Piñera para convertirlo en réditos electorales para la Concertación.
La segunda pregunta la responden negativamente los hechos. El más elocuente de ellos fue la puñalada por la espalda que el PC propinó a la gran huelga de contratistas del cobre el año 2008, que estaba bajo su dirección, aceptando bajar la huelga y la intervención de la CUT para poder sellar el acuerdo electoral con la Concertación para las municipales de ese año.
Toda movilización que impulse el PC estará en adelante subordinada al espacio político -más bien escaso- que le dejan sus nuevos socios, cuya voluntad de desarmar cualquier política popular independiente quedó más que comprobada en sus veinte años de gobierno.
Las posibilidades de nuevo giro a la izquierda, como el de 1980, son prácticamente nulas. Hoy no existe la gran base obrera y popular del PC radicalizada por el golpe militar y la fuerte represión; a lo más, en los remanentes de militancia que quedaron tras la debacle de los años 90 existe un fuerte sentimiento antiderechista que ha logrado ser encauzado con éxito hacia la política de conciliación con la fracción liberal de la burguesía. En términos sociales, la tradicional inserción del PC en el mundo popular ha sido reemplazada por su atrincheramiento en organizaciones cupulares como la CUT, mimetizándose con las prácticas de cooptación y corrupción extendidas que se dan en el interior de éstas. En forma similar a lo ocurrido en el PS, la burocracia del PC se ha convertido en administradora de pequeñas parcelas de poder.
Para la izquierda anticapitalista, la fuerza relativa del PC, que contrasta con su propia debilidad, es un dato. El PC tiene la necesidad política de desarmar cualquier alternativa por la izquierda e inevitablemente los proyectos políticos de construir dicha alternativa están en curso de colisión con dicho partido. Que dicha disputa se dé además en el estrecho espacio que deja la hegemonía del capitalismo neoliberal, obliga a la izquierda anticapitalista a diseñar una verdadera política de masas, que rompa con la lógica de las tribus urbanas y la retórica encendida y estéril que la ha caracterizado en los últimos años.
Es claro que se requiere un nuevo instrumento político de los trabajadores, los movimientos sociales y el pueblo. La gran tarea política inmediata es echar las bases de ese instrumento y construirlo en el plazo histórico más breve posible.
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