“El combatiente revolucionario es un reformador; quien quiera imitarlo debe ajustar su conducta, ante la vida y los hombres […] en política como en guerra, a las más rigurosas disciplinas de ética proletaria […] El ejercicio de la austeridad, la actitud impoluta, y el espíritu de sacrificio, son las cualidades que más […] deben exigirse a todo militante”, Jaime Velásquez García
El 9 de diciembre de 1970, en el marco de una operación especial desplegada en Quito por la fuerza pública ecuatoriana, que contó con el concurso de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Usamérica, en circunstancias que 52 años después siguen sin ser esclarecidas y persistiendo aún serias dudas sobre la versión oficial de su suicidio, resultó muerto el colombiano Jaime Velásquez García, médico, insurgente, internacionalista, políglota y escritor nacido el 1 de febrero de 1931 en Ciénaga, departamento del Magdalena.
Orígenes y raíces
Hacía parte de una prestigiosa y reconocida familia de la élite ilustrada del Caribe colombiano, siendo el segundo de cinco hermanos de la pareja conformada por Silvio Velásquez Acosta, natural de Ciénaga, y Rita Mercedes García D´Marchena, nacida en Salamina. Sus abuelos paternos fueron Ricardo Velásquez y Francisca de Velásquez y sus abuelos maternos Bolívar García y Rebeca D´Marchena. Se casó muy joven, a la edad de 22 años, con una bogotana con quien tuvo sus únicos cuatro hijos y de quien varios años después se divorciaría para contraer segundas nupcias con Susana Bernard, de padres franceses y de nacionalidad canadiense.
Sus estudios de bachillerato los adelantó en acreditados colegios de la región, tales como el Biffi La Salle de Barranquilla y el Fernández Baena de Cartagena de Indias, en el que obtuvo su título de bachiller académico. En 1950, a la edad de 19 años, se muda a la capital del país para ingresar a estudiar en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, donde egresó como médico cirujano en 1955, destacándose a lo largo de toda la carrera por su excelente rendimiento.
Ejercicio militante de la medicina
Siendo estudiante de medicina se involucró activamente en el movimiento estudiantil que buscaba una reforma estructural de su Alma Mater para elevar el nivel académico y mejorar su gestión administrativa, de cara a involucrarla más activamente en la realidad del país, y que a su vez luchaba contra la dictadura militar instaurada entre 1953 y 1957 mediante un golpe de Estado por el general Gustavo Rojas Pinilla (1900-1975).
En ese sentido, participó en la primera línea de la multitudinaria marcha de protesta que, con ocasión del asesinato en el campus universitario a manos de la policía del estudiante de medicina Uriel Gutiérrez Restrepo (1930-1954) en un hecho escenificado el día inmediatamente anterior, tuvo lugar el 9 de junio de 1954 y en la que cayeron asesinados por soldados del Batallón Colombia once estudiantes, algunos de los cuales eran sus compañeros de carrera y de clase.
De sus tiempos de estudiante de medicina, uno de sus colegas, Juan Luciano Olivella, recuerda lo siguiente: “fue para mí un personaje muy querido, compartí con él, el fútbol en el estadio universitario, era muy alto, su posición de arquero, lo caracterizó por ser muy arrojado, temerario, imbatible”.
Su internacionalismo como médico cirujano
En 1956, dirigiendo el puesto de salud, realiza su año rural en Puerto López, Meta, donde establece contacto con remanentes de las guerrillas liberales más radicales, lo que le permitió contar con una aproximación a la historia de la rebeldía de la gente de la Orinoquía.
Con la finalidad de especializarse y continuar con su etapa de formación viaja al exterior para realizar cursos de profundización en Estados Unidos, Francia, Unión Soviética y Canadá, país en el que logró especializarse como cirujano. Fue notable y fecundo su intenso periplo como médico por distintas ciudades del hemisferio.
En Usamérica, en el estado de Illinois, entre marzo y julio de 1958 laboró en Chicago en el Evangelical Hospital of Chicago y entre 1958 y 1959 en la Illinois Academy of General Practice, por su parte entre 1959 y 1960 en Hinsdale, trabaja en el Hinsdale Sanitarium and Hospital. Infructuosamente intentó ingresar a una residencia en neurocirugía, pero hubo de enfrentar muchas trabas burocráticas que le resultaron insuperables.
Sobre su estancia en Chicago, Juan Luciano Olivella, un compañero de estudios, recuerda que en el año de 1961 tuvo la ocasión de visitarlo en su casa, la cual era “muy acogedora donde se abrían las puertas a muchos jóvenes latinos, con algo de ideas revolucionarias. Recuerdo el impacto de la Revolución Cubana en muchos de nosotros”.
En Canadá, en la provincia de Quebec, entre septiembre y diciembre de 1960 en Montreal se desempeña profesionalmente en el Hôpital Saint-Luc y de febrero a junio de 1961 trabaja en el Santa Cabrini Hôpital. De otro lado, en Longueuil tuvo la ocasión de emplearse durante casi todo el año de 1961 en el Hôpital Charles Le Moyne y en Saint Lambert, entre junio de 1961 y febrero de 1962, en el Hospital General de St. Lambert.
Se forja el insurgente
En Cuba, en Matanzas, entre enero de 1962 y junio de 1963, trabajó en el Hospital Regional de Matanzas José Ramón López Tabrane y en el Centro Médico de Matanzas, Mutualismo Integrado. Este período en la Cuba postrevolucionaria se explica por la fascinación que desde el principio le despertó la Revolución Cubana, lo que lo llevó a vincularse inmediatamente a los cuerpos de milicias que combatían a los contrarrevolucionarios establecidos en esa ciudad. Durante este período, en el que recibió formación político-militar y las bases fundamentales de la guerra revolucionaria, acordó con un núcleo de 12 colombianos, prepararse para retornar lo antes posible al país y establecer un foco guerrillero.
En Colombia, en Barranquilla, en la segunda mitad de 1963, estuvo vinculado a la Clínica Colombia, y en Valledupar, a lo largo de veinte meses entre 1964 y 1965, trabajó en el Hospital Rosario Pumarejo de López. Sobre aquellos tiempos en Valledupar, un amigo, José M. Aponte Martínez, refiere que de él “recuerdo muchas cosas, su trato afable y su estampa de vikingo, pero no se me olvidan un par de perros que tenía, grandotes como él, llamados Tirofijo y Fidel”.
Aún hoy en día en Valledupar son varias las anécdotas que la gente mayor recuerda relacionadas con su actividad médica. Desde la proverbial discusión que tuvo con un miembro de una prestante familia local que se negó a pagarle la exitosa e inédita intervención quirúrgica que le había practicado a uno de sus hijos y que lo había librado de una cojera que lo afectaba, argumentando que era muy costoso sobre todo porque era un “hijo natural”, hasta el ruidoso caso de la vez en que a un médico, que de forma recurrente propalaba rumores y habladurías sobre él, decidió confrontarlo directamente, agarrándolo con fuerza y levantándolo, mientras le espetaba que se pusiera a estudiar porque de medicina tenía que aprender mucho más.
El primer foco guerrillero en el Caribe
Entre 1964 y principios de 1966, a la par que prestaba sus muy solicitados servicios como médico cirujano, se da a la tarea de materializar lo que había planeado en su viaje a Cuba y sin demora se involucra en la creación y desarrollo del que sería el primer foco insurreccional del que se tenga noticia en el Caribe. Durante varios meses se emplea a fondo en una intensa actividad organizativa compuesta de dos aristas: un trabajo legal amplio, direccionado a desatar la irrupción de procesos organizativos entre los sectores populares, y un trabajo clandestino dirigido a formar las bases de la infraestructura armada. En ese sentido inicialmente se establece en Agustín Codazzi y “organiza grupos de apoyo en las localidades urbanas adyacentes tendientes a sostener posteriormente un núcleo inicial de guerrillas en la Serranía del Perijá, limítrofe con Venezuela”.
Junto a otros connotados dirigentes, entre los que se precisa mencionar al kankuamo de Atánquez Paul Arlantt Mindiola (1934-1966) y al villanuevero Sergio Martínez (?-1966), va perfilando un foco insurreccional respaldado por una intrincada red de apoyos y colaboradores que entrelazaba a diferentes dinámicas políticas y sociales de la región, que llega a articular en los departamentos del Cesar y La Guajira a diversos lugares de la Sierra Nevada de Santa Marta, tales como Valledupar, Riohacha y Dibulla, y de la Serranía del Perijá, entre ellos Agustín Codazzi, Villanueva y Fonseca.
Dos situaciones podrían dar cuenta de la magnitud que llegó a alcanzar el experimento revolucionario liderado por Jaime Velásquez García. En primer lugar, según testimonio de su hermano Orlando Velásquez García, él hizo parte de aquel selecto grupo de dirigentes sociales de la región que en algún momento de 1965, en su fugaz paso por Valledupar antes de recalar en África, se encontró y entrevistó con el mítico internacionalista Ernesto Guevara (1928-1967), a quien ya había tenido la ocasión de conocer años atrás en Cuba. En segundo lugar, entre él y el también médico y guerrillero Tulio Bayer Jaramillo (1924-1982), que estuvo en el Caribe en dos temporadas entre 1963-1964 y entre 1966-1967, preparando el terreno y la infraestructura necesaria para la instalación en 1967 en la Sierra Nevada de Santa Marta un foco guerrillero que resultó un rotundo fracaso, se establecieron contactos que les posibilitó construir lazos de colaboración.
Una derrota que lo llevó junto a los marquetalianos
Ésta experiencia foquista se vino al traste debido a la convergencia de múltiples factores. De un lado, a errores propios en el trabajo organizativo desarrollado, que además de pivotar excesivamente alrededor de la personalidad de Jaime Velásquez García, enfatizó en los aspectos militares y en la consecución de recursos económicos, descuidando lo referente al trabajo de concientización política con las comunidades y bases sociales y, de otro lado, debido a que la CIA meticulosamente había logrado infiltrar en Valledupar a uno de sus agentes y mimetizarlo bajo la fachada de funcionario de la División de Asuntos Indígenas del Ministerio de Gobierno.
Esta delación llevó, en primer lugar, a la captura y posterior ejecución extrajudicial, escenificada el 15 de febrero de 1966, de Paul Arlantt Mindiola y de Sergio Martínez, quienes fueron horriblemente torturados y objeto de todo tipo de vejámenes y, en segundo lugar, a que se sobreviniera una feroz persecución, que varias veces puso en serio riesgo su integridad personal, en contra de Jaime Velásquez García, quien para salvar su vida se ve obligado a salir de la región, esconderse unos días en Bogotá, D.C., y trasladarse al piedemonte amazónico para refugiarse entre los marquetalianos, llegando a luchar durante una buena temporada junto al legendario fundador de las FARC-EP, Pedro Antonio Marín (1930-2008).
Después de participar en distintos combates junto a las nacientes FARC-EP, período que potenció sus dotes como hábil estratega político-militar, su espíritu internacionalista lo lleva a asumir nuevos derroteros para sus convicciones revolucionarias, y es así como, junto a su segunda esposa Susana Bernard, llega a Ecuador, inicialmente a Guayaquil y a Esmeraldas y posteriormente a Quito. Para esta época ya no sólo piensa exclusivamente en la revolución colombiana, sino que considera que es necesario adelantar una revolución continental que ponga fin a la dominación imperialista y neocolonialista de los pueblos de América Latina.
Su rol en el movimiento insurgente de Ecuador
Siendo reconocido como un destacado cuadro político-militar que le daba importancia a todas las formas de lucha urbana, Jaime Velásquez García se imbricaría estrechamente con varios de los nichos revolucionarios ecuatorianos y, en el contexto del proyecto político-militar conocido como “Rumiñahui”, que pretendía la unidad de diversos frentes políticos y sociales progresistas e implantar estructuras insurgentes en Esmeraldas, asesora a la organización, creada en 1965, Vencer o Morir (VOM), así como a algunos colectivos que hacia 1982 le darían forma a Alfaro Vive ¡Carajo! (AVC), siempre teniendo como horizonte que una vez consolidadas estas columnas guerrilleras en Ecuador, se desdoblarían para ingresar a Colombia para así ampliar el espectro de la revolución y desencadenar la insurrección popular. Su muerte, que hasta la fecha ha sido presentada por las autoridades como un suicidio, en términos generales significó un duro revés para los proyectos insurgentes ecuatorianos, que a partir de este hecho entraron en una fase de reflujo y estancamiento que no todos lograron trascender.
Poco antes de su muerte, en reiteradas oportunidades fue enfático en afirmar que preferiría una muerte segura antes que caer capturado y ser sometido a torturas por el enemigo, pero que en caso de no poder evitarlo, su mística y disciplina revolucionarias le darían la fortaleza para nunca decir ni una sola palabra que pudiera delatar o poner en riesgo a sus camaradas.
Repatriación de sus restos mortales
Su muerte violenta, al igual que la captura de Susana Bernard, se conoció rápidamente en Colombia, de tal manera que al día siguiente del hecho su hermano Orlando Velásquez García pudo tomar un vuelo que inicialmente lo llevaría a Cali y posteriormente a Quito, donde solicitó al cónsul colombiano su colaboración, la cual ciertamente resultó muy efectiva al lograr en un breve lapso que las autoridades ecuatorianas entregaran el cuerpo sin cortarle las manos y permitieran sin demora su repatriación.
Dado el 1:92 metros de estatura del cuerpo, muy alto para el prototipo andino de esa época, se tuvo que mandar a construir un ataúd, que fue cubierto con un cajón metálico que se mandó fabricar ex profeso y al que le pusieron cintas y sellos diplomáticos de manera que no tuviera tropiezos en su retorno a Barranquilla.
Pese a la presencia intimidante del ejército, espontáneamente, como muestra de afecto y de admiración, personas de diversos sectores populares de Barranquilla encendieron numerosas velas ubicándolas en los alrededores de la vivienda donde estaba siendo velado y contra todo pronóstico el cortejo fúnebre fue acompañado por una gran multitud de personas.
Actualmente sus restos mortales se encuentran en una tumba localizada en el sector llamado Padre Nuestro de los Jardines del Recuerdo en Barranquilla. Al principio, y durante algunos años, su tumba fue muy frecuentada por intelectuales y trabajadores y mucha gente anónima le dejaba flores, sin embargo, hoy en día ya nadie la visita y sobre ella se ha tendido un manto de olvido.
¿Ejecución extrajudicial?
En el 2019, la Universidad Andina Simón Bolívar, publicó el libro intitulado “Los muertos de la política. Crímenes políticos en el Ecuador, 1960-2018”, en el que se incluye un capítulo especial dedicado a Jaime Velásquez García. En el referido capítulo, escrito por Carlos Belduma y Enrique Ayala Mora, que lleva por título “La muerte de un “extremista colombiano”, ¿asesinato o suicidio?”, además de cuestionar la manida versión oficial del suicidio, contextualiza y ubica en su entera dimensión las implicaciones de su muerte, calificándola como un crimen político.
Uno de los frutos más acabados de su amplia experiencia como insurgente e internacionalista es su obra “Contrainsurgencia y guerra revolucionaria”, escrita entre 1968 y 1969, publicada póstumamente y de manera simultánea en español y francés en 1971, en la que están consignadas tanto sus vivencias y experiencias más personales en su rol de guerrillero, como sus reflexiones teóricas acerca del qué hacer revolucionario. De acuerdo a lo consignado en su contraportada, “la obra es un relato pormenorizado de las acciones guerrilleras. Los detalles, que parecieran nimios al lector desprevenido, aparecen como fundamentales en la descripción de los acontecimientos, que no son más que la diaria y vital experiencia del autor”.
A 52 años de su trágica muerte, sea este un modesto homenaje para que la densa bruma de la desmemoria no arrebate el recuerdo de este hombre de su tiempo, que llevado por unas convicciones éticas y morales profundas y sin esperar para sí nada a cambio, equivocado o no, pero siempre honesto y auténtico, entregó lo mejor de sus capacidades mágicas, heroicas y creativas, a luchar por construir una sociedad acorde con sus nobles ideales de igualdad y de justicia social.
Bibliografía
- José M. Aponte Martínez (2014). OVG. En: El Pilón. Valledupar. 21 de noviembre. Ver en línea: https://elpilon.com.co/ovg/.
- Carlos Belduma & Enrique Ayala Mora (2019). La muerte de un “extremista colombiano”, ¿asesinato o suicidio? En: Enrique Ayala Mora (Editor). Los muertos de la política. Crímenes políticos en el Ecuador, 1960-2018. Universidad Andina Simón Bolívar (UASB). Dinediciones. Quito. [268p].
- Luis Felipe Castrillón (2021). Shock y resistencia. La resiliencia, un acto de la imaginación moral. Tesis doctoral. Programa Oficial de Postgrado en Historia y Estudios Humanísticos: Europa, América, Arte y Lenguas. Departamento de Geografía, Historia y Filosofía. Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Sevilla. Pp. 201, 204 y 258.
- Ceiba de la Memoria & Rueda Suelta (2019). Jaime Velásquez García, un legado de dignidad. Vídeo de 2:34 minutos. Rueda Suelta. Valledupar. Ver en línea: https://www.youtube.com/watch?v=8CwWalSpsy8.
- Juancarlos Gamboa-Martínez (2022). Paul Arlantt Mindiola, el atanquero rebelde. En Rebelion.org. 7 de marzo. Ver en línea: https://rebelion.org/paul-arlantt-mindiola-el-atanquero-rebelde/.
- Juancarlos Gamboa-Martínez (2020). Jaime Velásquez García: médico y revolucionario caribeño. En: semanario Voz. Bogotá, D.C. 31 de marzo. Ver en línea: https://semanariovoz.com/medico-revolucionario-caribeno/. Este mismo artículo, con el título de Jaime Velásquez García, legado de dignidad de un médico y revolucionario caribeño, fue publicado el 21 de abril de 2020 en Agencia de Prensa Rural, en línea: https://prensarural.org/spip/spip.php?article25312.
- Juancarlos Gamboa-Martínez (2019). Entrevista a Orlando Velásquez García. Valledupar. 29 de agosto.
- Jaime Gómez-González et al. (2006). Bodas de Oro Profesionales. Asociación de Médicos de la Universidad Nacional de Colombia (AMUN) 1955-2005. II Tomo. Facultad de Medicina. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, D.C. [297p.] Ver: https://repositorio.unal.edu.co/bitstream/handle/unal/30778/TXT.pdf?sequence=6&isAllowed=y.
- Jaime Velásquez García (1975). Contrainsurgencia y guerra revolucionaria. Ediciones La Tinta Roja. Bogotá, D.C. Pp. xi-xv [Introducción] y 2-4 [Biografía].
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