Eh, ¿se ha percatado alguien de que Cuento de Navidad es un peligroso panfleto izquierdista? Vamos, piensen en la escena, al principio del libro, en la que Ebenezer Scrooge se niega con toda la razón a hacer una aportación a un fondo de ayuda para los pobres. «Me niego a dar dinero a la gente […]
Eh, ¿se ha percatado alguien de que Cuento de Navidad es un peligroso panfleto izquierdista? Vamos, piensen en la escena, al principio del libro, en la que Ebenezer Scrooge se niega con toda la razón a hacer una aportación a un fondo de ayuda para los pobres. «Me niego a dar dinero a la gente por no hacer nada», declara. Pero esperen, ese no era Scrooge. Ese era Newt Gingrich (la semana pasada). Lo que afirma realmente Scrooge es: «¿No hay cárceles?». Pero es más o menos lo mismo.
En cualquier caso, en vez de alabar a Scrooge por su postura contraria al Estado de bienestar como cuestión de principio, Charles Dickens hace que parezca una especie de tipo malo. ¿Hasta qué punto es eso de izquierdas?
Como pueden ver, las cuestiones esenciales de la política no han cambiado desde la época victoriana. Aun así, algunas cosas son distintas. Concretamente, la producción de patrañas -que todavía era un oficio de aficionados cuando Dickens escribía- se ha convertido hoy en día en un proceso sistemático e incluso industrial.
Permítanme mostrarles un buen ejemplo, uno que he estado siguiendo últimamente. Si escuchan los últimos discursos de los aspirantes republicanos a la Presidencia, descubrirán que varios de ellos hablan largo y tendido del perjuicio causado por los funcionarios sindicalizados, quienes, según dicen, se han multiplicado con el Gobierno de Obama. Un reciente ejemplo lo constituía un artículo de opinión de Tim Pawlenty, gobernador saliente de Minnesota, que declaró que «gracias al presidente Obama», el Gobierno es el único sector en auge de nuestra economía: «Desde enero de 2008″ -tonto de mí, que pensaba que Obama no fue investido hasta 2009- «el sector privado ha perdido cerca de ocho millones de puestos de trabajo, mientras que los Gobiernos locales, estatales y federales crearon 590.000 más».
¡Qué horror! Salvo que, según la Oficina de Estadísticas Laborales, el empleo público ha disminuido desde enero de 2008. Y desde enero de 2009, cuando Obama accedió realmente al cargo, el empleo público ha perdido más de 300.000 trabajadores, ya que los Gobiernos estatales y locales que pasan apuros se han visto obligados a despedir a maestros, agentes de policía, bomberos y otros trabajadores.
Entonces, ¿cómo arraigó la idea de que las nóminas públicas han aumentado con Obama? Resulta que la pasada primavera hubo, de hecho, un aumento del empleo público. Tanto los políticos como los investigadores de las fábricas de patrañas -me refiero a los think tanks conservadores- rápidamente vieron en ese aumento la prueba de una explosión del sector público. A lo largo del verano empezaron a aparecer artículos y discursos que destacaban el alza del empleo público y que emitían unas advertencias funestas sobre lo que ello presagiaba para el futuro de EE.UU.
Pero cualquiera que prestase atención sabía por qué había aumentado el empleo público y que no tenía nada que ver con el Gran Gobierno. Se debió, por el contrario, al hecho de que el Gobierno federal tuvo que contratar a muchos trabajadores temporales para realizar el censo de 2010, unos trabajadores que, en su gran mayoría, dejaron de estar en nómina una vez que se realizó el censo.
¿Es realmente posible que los autores de esos artículos y discursos sobre el aumento del empleo público no supieran lo que estaba sucediendo? Bien, supongo que nunca debemos dar por sentado que se trata de mala intención cuando la ignorancia sigue siendo una posibilidad.
Sin embargo, no se ha realizado esfuerzo evidente alguno por retirar esas afirmaciones erróneas. Y este no es el único caso en el que se afirma que se ha producido un enorme aumento del gasto público que resulta no ser tal. ¿Han oído aquel sobre que se ha producido una explosión del número de reguladores federales? Mike Konczal, del Instituto Roosevelt, ha estudiado las cifras que hay detrás de esa afirmación y resulta que la mayoría de esos «reguladores» adicionales trabajan para el Departamento de Seguridad Nacional protegiéndonos de los terroristas.
Aun así, ¿qué importancia tiene lo que digan algunos políticos y think tanks? La respuesta es que existe una infraestructura de medios de comunicación de derechas bien desarrollada y lista para catapultar propaganda, como decía el ex presidente George W. Bush, con el fin de difundir análisis falsos entre un amplio público de modo que se convierten en parte de lo que «todo el mundo sabe». (No existe nada comparable en la izquierda, que ha quedado muy rezagada en la carrera de patrañas).
Y es un procedimiento muy eficaz. Al hablar del supuesto incremento enorme del gasto público con Obama, me he encontrado en repetidas ocasiones con que la gente simplemente no me cree cuando trato de señalar que nunca ha ocurrido. Da por sentado que estoy mintiendo o que estoy seleccionado cuidadosamente los datos. Después de todo, ha oído una y otra vez que el empleo público y el gasto del Gobierno han aumentado y no se da cuenta de que todo lo que ha oído era una entrega especial a domicilio de patrañas exprés.
Por eso, en esta temporada navideña debemos recordar la sabiduría de Ebenezer Scrooge. No la parte de negar comida y asistencia médica a aquellos que la necesitan: el fracaso de EE.UU. a la hora de cuidar a sus ciudadanos menos favorecidos es una vergüenza nacional. Pero Scrooge tenía razón en lo del predominio de las patrañas. Y nos iría mucho mejor como nación si hubiera más gente que tuviera el valor de decir: «¡Bah!».