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¿Pausa en el paro?

Fuentes: Rebelión

El más potente movimiento social después de las revueltas del 9 de abril de 1948, cuando la criminal oligarquía colombiana asesino al caudillo Jorge Eliecer Gaitán, completa casi 12 días de sostenidas acciones en los principales centros urbanos del país. Aunque sometido a la más cruel campaña de violento exterminio por los aparatos armados del gobierno de Duque (Esmad, policía militar y grupos neo paramilitares), que se ha cobrado docenas de victimas jóvenes, cientos de detenidos y desaparecidos, su acción, en vez de caer o atenuarse, arrecia al día 13 de las manifestaciones y bloqueos que no ceden en los principales centros urbanos del país como Cali y Medellín.

A pesar de la maniobra del llamado al dialogo hecho desde la Casa de Nariño y las toldas del uribismo, al que han acudido un grupo de parlamentarios y fichas del reformismo conciliador del llamado Pacto de la Esperanza, coordinado por el ex gobernador paisa Sergio Fajardo (responsable directo del mayor descalabro de la represa de Hidroituango donde se robaron casi 10 billones de pesos) y al que parece también atenderá el Comité Nacional del paro en reunión prevista para este lunes 10 de mayo, para lo que se ha proyectado la cortina de humo de una supuesta negociación del Pliego elaborado desde noviembre del 2019, el levantamiento y la rebelión se extienden por los espacios urbanos de mayor concentración demográfica.

A estas alturas y desde una perspectiva estratégica en la disputa por el poder con el núcleo más siniestro de la política colombiana (el fascismo uribista), se plantea el desafío de analizar y trazar la ruta del curso del alzamiento social, obrero y popular contra el régimen neoliberal sangriento de la oligarquía colombiana.

Lo que se pretende no es imponer dogmáticamente unas tesis sino formular unas ideas que contribuyan a potenciar la rebelión en la perspectiva del desalojo de Iván Duque de la presidencia de la república y con él, de todo el régimen de dominación de la plutocracia oligárquica imperante en el Estado colombiano.

La premisa que apalanca nuestra reflexión parte de reconocer que en este proceso el movimiento no lo es todo. Por supuesto que la organización y los repertorios de lucha son claves, pero hay que considerar que lo fundamental son los objetivos estratégicos de la huelga en curso desde el pasado 28 de abril cuando se hizo el llamado al Paro General.

En mi opinión el propósito central del paro es desalojar del poder la rosca fascista que controla los nodos centrales del régimen de dominación encabezado por Duque y el General Zapateiro, con el respaldo y la determinación central del ex Presidente Alvaro Uribe, el verdadero cerebro de toda esta infernal maquinaria de muerte y destrucción política y social.

En ese sentido hay que considerar que las energías del movimiento no son infinitas y llegara el momento en que declinen. Así sucedió en las movilizaciones del 2013 y en procesos anteriores. No se trata de insinuar el repliegue, ni la desactivación del movimiento con pausas derrotistas a la manera como lo plantean sectores adictos a la conciliación y a la maniobra electoral, pues el voto es su arma preferida en la contienda como supuesta alternativa transformadora.

Pero, dado que el movimiento en curso muestra otros niveles de organización, conciencia y combatividad, que lo hacen cualitativamente superior, es necesario identificar nuevos escenarios de presión e intervención que permitan consolidar los espacios ganados.

Así como la ultraderecha uribista ha perfilado sus nuevos campos de combate para aplastar el levantamiento popular con otros instrumentos de violencia como la “(contra) rrevolución molecular disipada” que invierte el enfoque de Guatari sobre la revolución molecular postmoderna como forma de alterar los sistemas de dominación oligárquica (https://bit.ly/3eubh9i ), a la manera como la derecha fascista global y británica han tomado el cuerpo ideológico de la Escuela de Frankfort para distorsionarlo y encausarlo en su ataque contrarrevolucionario (https://bit.ly/2Q3p9Os );    y la “guerra urbana”, sugerida como escenario de combate militar/paramilitar por la revista Semana en su reciente edición (https://bit.ly/3eY7Oik ); desde el campo social y revolucionario es pertinente establecer los nuevos campos de la carga insurreccional. Me refiero a la hipótesis de la sostenibilidad del movimiento mediante la conformación de Asambleas populares y la realización de centenares de miles de micro movilizaciones que desplieguen el potencial popular en los territorios con sus demandas específicas. Que es lo que se ha determinado en Cali para que entre hoy, mañana y el lunes se desate una gigantesca movilización popular que involucre un millón de personas en movimientos para imponer formas de gobierno popular en un cuestionamiento radical al poder del Clan mafioso de Dilian Francisco Toro-Clara Luz Roldan-Jorge Ivan Ospina-General Zapateiro, amangualados en la simulación para proseguir en el infame asesinato de la ciudadanía.

Además, me refiero a la necesaria presión en redes y con otros repertorios de acción social (plantones, bloqueos situacionales), para que una eventual negociación entre el Comando del paro con Duque, o lo que pueda salir de una “sorpresiva” reunión de Petro con Duque, para rescatarlo de las “garras” de Uribe, incluya el desmonte inmediato del Esmad (con el que ya los gringos tomaron distancia), la caída de la cúpula policial del Valle del Cauca, la destitución inmediata de Zapateiro, la suspensión de la reforma pensional del Decreto 1174, la renta de un millón de pesos para 10 millones de hogares, la reforma rural integral, la suspensión de las fumigaciones con glifosato, la caída de nuevos ministros y la eventual convocatoria a nuevas elecciones que cada vez gana más espacio en el imaginario popular por la salida de Duque.

Lo cierto es que la potencia del levantamiento popular en curso exige imaginar nuevas formas del poder alternativo que lleven a la conservación de los recursos de lucha acumulados históricamente. Y cuando digo lo anterior me refiero a la necesidad de pensar la histórica resistencia armada agraria colombiana en términos distintos a los de los diálogos y negociaciones que llevaron a desastres como el que hemos presenciado con los mentirosos Acuerdos de paz de Santos con Timochenko, que implicaron el desarme de importantes núcleos de la lucha armada; afortunadamente hoy en reconstrucción permanente en los territorios de la nación.

La superación de los problemas de violencia en Colombia y el el salto hacia la revolución socialista, hacia el futuro, no necesariamente deben llevar a la entrega de las armas por parte de los movimientos guerrilleros, mismas que deben ser conservadas por los combatientes como garantía de reformas profunda en el sistema económico, social y político de la nación. Que es lo que no ocurrió con el mentado proceso de la Mesa de La Habana.

Fernando Rubio/CCO