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Paz en la sórdida realidad para reinventar las luchas

Fuentes: Rebelión

Tratar de la sórdida realidad hará indistribuible la película, es lo que le dice una niña a su tío cineasta. La frase se constituye en la columna vertebral del film Taxi Teherán, que muestra situaciones de injusticia grabadas con una pequeña cámara fija adentro de un taxi, tratando de explorar lo que es negado, lo […]

Tratar de la sórdida realidad hará indistribuible la película, es lo que le dice una niña a su tío cineasta. La frase se constituye en la columna vertebral del film Taxi Teherán, que muestra situaciones de injusticia grabadas con una pequeña cámara fija adentro de un taxi, tratando de explorar lo que es negado, lo que define la sórdida realidad, la que todos ven, oyen, huelen y pisan pero que es negada, ocultada, naturalizada, menospreciada, reducida a ser invisible por virtud del poder.

En la sórdida realidad tiene sentido la definición de las formas de lucha y resistencia, es allí donde los pueblos establecen las lógicas de acción propia contra del poder que restringe, castiga e impone su realidad de éxitos ocultando la otra realidad material de los negados. Adentro de la sórdida realidad se organizan y levantan las resistencias humanas, unas veces con las armas cuando las tiranías están en su esplendor y en ese caso ejercen el derecho de rebelión y definen al otro como su enemigo a confrontar; otras veces acuden a resistencias desarmadas en ejercicio del derecho a la protesta cuando encuentran que es posible dialogar y ser escuchados y atendidos como adversarios validos.

El actuar del poder hegemónico se define en que gira sobre sí mismo, con una lógica de club privado, de circulo de privilegiados que acomodan los bienes públicos y los instrumentos coactivos y represivos del estado a su favor para negar a los otros, que son sus victimas a quienes les impide mostrar lo sórdida que es su realidad cotidiana. Los niega para borrar las consecuencias de sus injusticias y sus estrategias de humillación forjadas con el común espíritu depredador de las elites de estos y de todos los tiempos, que han mantenido vigente una conspiración de silencio que oculta su responsabilidad sobre sus victimas, a quienes obliga a asumir como propia la desgracia que les provocaron, ocurre con los pobres reducidos exponer su vida por salir de la miseria que les causaron, ocurre con los desterrados, sacados de sus territorios y tirados al vacío a deambular su tragedia ante los ojos ciegos de sus victimarios, ocurre con los que fueron arrastrados a invadir alcantarillas y basureros de quienes también obtendrán ganancias como las obtienen de los demás desechos.

La cotidianidad de ese mundo de excluidos y marginados que habita y sobrevive en medio de la sórdida realidad, no cabe en los informes y los documentos oficiales de Colombia, no se reflejan en ellos las voces de indios, afros, mujeres, campesinos, estudiantes, obreros, opositores políticos, no tienen en cuenta la existencia de la sórdida realidad que habitan esos otros que parecen extraterrestres, condenados a ser subsidiarios, subalternos, sobrevivientes despreciados, que no cuentan en sus millones de éxitos reportados y menos como sustancia de las aterradoras consecuencias de dolor y sufrimiento provocado. La llamada globalización amplió sus coordenadas hasta el firmamento, ya colonizado en su totalidad, por los mismos que con bombas atómicas frenaron la expansión nazi y hoy usan sus métodos pero mejorados para expandirse, desde el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, trazan orientaciones a la acumulación, al amparo de las cenizas de una torres gemelas usadas para ratificar su poderío de crueldad inimaginable y sin limite pero con limites a sus adversarios.

Las practicas de negación de la sórdida realidad provocada por el modelo de acumulación con destrucción ilimitada, no resulta coherente con la civilización invocada, sus métodos de tortura son despreciables, iguales o peores que en otras épocas, han superado la rueda y los descoyuntamientos y sus medios de guerra superan toda capacidad invocada por el DIH, usan armas biológicas, químicas, crean virus, asesinan con drones que no reconocen entre población civil y combatientes, emplean mercenarios como contratistas. Notifican que la humanidad son ellos y niegan lo demás, dejando a quienes viven en la sórdida realidad solamente la opción de invocar derechos y promover resistencias para ser oídos, para impedirles la tranquilidad en sus paraísos, opacar el brillo de sus placeres y dificultar la velocidad de sus éxitos contados en billones y trillones, en dólares, yenes y euros.

En Colombia la sórdida realidad es espantosa, cruel, desigual y llena de barbaries acumuladas. Por eso es necesario un respiro para darle oportunidad a la construcción de paz con justicia social y garantías de inclusión política, para olvidar un poco y reconciliar los demás. La desigualdad ha atravesado hasta lo mas intimo de los cuerpos y mentes de hermanos enlazados en una disputa a muerte, que produce rentas al paraíso de las elites, unas en dinero, otras en sangre. América Latina junta nunca alcanzó cifras tan altas de vergüenza como Colombia. Desaparecidos forzosos cuyas cifras oscilan entre 35000 y 100000, un cuarto de millón de asesinados, riquezas arrancadas con metralla. Nada hay comparable ni con todas las dictaduras juntas y nada mas despreciable que el silencio de las elites, que conspiren para ocultar la verdad y negar el compromiso que tuvieron con la eliminación de humanos arrancados a su familia y entorno por haberse atrevido a invocar justicia, pensar, luchar y ser distintos en un país diverso y plural según lo anuncian la constitución y las leyes.

La sórdida realidad no una es metáfora para la Paz, es una realidad material que ocurre en el país negado, que pronto tendrá que reiniciar sus luchas desarmadas para seguir avanzando hacia el cese definitivo del despojo y acumulación de pocos que provoca odios, hambre y muerte. Adentro de cada Colombiano hay un trozo de angustia diaria y de dolor y un sentimiento por ya no querer tener a mas gentes humildes convertidas en victimas y empujadas a seguir a ciegas el grito fanático de sus victimarios que con cinismo los convocan a matarse otra vez mientras en el paraíso de las elites llevan la contabilidad de la muerte. En la sórdida realidad es claro que la paz es su derecho luchado y conquistado, no una regalo del poder que controla sus cuerpos con comida y sus mentes con ficciones.

P.D. En la sórdida realidad solo habrá un Si de Paz al plebiscito, jamás un no porque ya no hay alientos para enterrar mas hijos ni seguir muriendo a cuenta gotas. Se necesita Paz para visitar los muertos y prometerles luchas desarmadas libres de temor y humillación. Decir Si es un compromiso por la la vida misma y por dejar de ser negados, no solo una tarea electoral de improvisaciones.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.