El 9 de septiembre Bogotá estalló de nuevo luego del asesinato de Javier Ordóñez a manos de la policía. Lo mataron mientras suplicaba por su vida. Fue la primera gran revuelta desde las marchas del año pasado y la policía respondió de la única forma que sabe, con una masacre de siete personas. Esta masacre a diferencia de las otras que ha vivido el país ocurre en plena capital, no en un rincón aislado, y es una masacre atribuible a la Alcaldía y también a la Presidencia del país.
Las reacciones no se hicieron esperar. Claudia López, la alcalde y máxima responsable de la Policía en Bogotá reaccionó con calma ante el asesinato de Javier Ordóñez y en un video se ve que simplemente preguntó si el caso se pasó a la Fiscalía, y el alto oficial presente le informó que no, que lo pasaron a la Justicia Penal Militar. Ella no se inmutó. Seguro no esperaba la reacción de la gente. El saldo de la noche de protestas es de siete personas asesinadas, cinco en Bogotá y dos en Soacha, 140 heridos de ellos 87 policías, ocho buses del Transmilenio incinerados y 56 instalaciones de la Policía dañadas, entre ellas 22 CAI incinerados. El ministro de Defensa ofreció hasta 50 millones por información sobre las muertes. No tiene que ir más lejos a las filas de la Policía y preguntar quien quiere delatar a sus mandos, pero no lo hará.
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