«Vuelve el latinoamericano a lo suyo y empieza a entender muchas cosas» Alejo Carpentier «La excitación que tengo por entender las conversaciones y la posibilidad de pedir empanadas en mi propio idioma, me hace tamborilear en el mostrador y tararerar la canción que muchos de los que están acá no pueden comprender y yo sí. […]
«La excitación que tengo por entender las conversaciones y la posibilidad de pedir empanadas en mi propio idioma, me hace tamborilear en el mostrador y tararerar la canción que muchos de los que están acá no pueden comprender y yo sí. Eso me hace muy feliz» (Fragmento de la novela Frankfurt, de Ana Vidal, citado en Aquí AL, p.)
La felicidad que siente el migrante al poder hablar en su propia lengua atraviesa las páginas de Aquí América Latina. La encontramos desde el inicio de una de sus partes más largas, el «Diario Sabático,» cuando Josefina Ludmer llega a Buenos Aires y dice tener una sensación de pertenencia y felicidad. Luego, en encuentros con amigos, en conversaciones intelectuales que el diario íntimo hace públicas, esta felicidad se renueva. La lengua recobrada -mucho más que un «idioma»- es la base de estas charlas en las que, no sólo por entender las palabras, el migrante se siente comprendido: «¡Felicidad!», exclama Ludmer, y con esto abre un espacio de escritura y de reflexión en donde el diálogo cotidiano, lo afectivo y lo íntimo -un «caminarhablarcontar» (105)- se vuelven herramientas de intervención crítica y signan el transcurso de la lectura.
Pero así como las aves migratorias lo primero que perciben al volar de un presente a otro es el recuerdo del presente que han dejado atrás (23), para el que ha vivido -al decir de Gilberto Freyre- «la aventura del exilio,» la pertenencia ya no es unívoca: hay un doblez que siempre refiere a otro tiempo y lugar. Es desde esta doble temporalidad o doble pertenencia -desde un «exteriorinterior»- que se escribe el «diario sabático» y que el nuevo libro de Josefina Ludmer se consituye como pensamiento crítico y como pensamiento crítico latinoamericano. Con la mirada de alguien que pone en paralelo y compara «esta» temporalidad con «aquella» y que extraña aquello que de otro modo se le presentaría como obvio y natural («sensación de que aquí hay otra temporalidad, otro código de tiempo» 25), Ludmer se inserta en una genealogía de pensamiento crítico latinoamericano que, bajo diversos conceptos y con diferentes matices («ideas fuera de lugar,»»dislocación» o «entre lugar» son algunos de los que se me ocurren ahora), se ha posicionado dentro de un registro similar, un registro que constantemente subraya aquello que es «impuro.» En este caso, el «time-lag», la laguna temporal que nos constituye como latinoamericanos en una historia pensada de un modo desarrollista, se vuelve lugar, espacio, territorio de enunciación: Aquí America Latina, o «¿Cómo especular o imaginar desde la laguna temporal […]?»(28).
Se trata del «aquí y ahora» -horadado, negativo- en donde ancla la especulación, género elegido por Ludmer para pensar una nueva configuración cultural -el «nuevo mundo»(9)- en el que se borran las distinciones entre lo individual y lo social, lo externo y lo interno, lo íntimo y lo público, la cultura y la economía, lo literario y lo no literario, la realidad y la ficción. Según Ludmer, para pensar este nuevo modo de «imaginación pública,» o para tratar de entender cómo se «fabrica realidad» en nuestro presente, es necesario recurrir a nuevos «moldes, géneros, especies»(9), en donde estas distinciones queden también abolidas. Así, la especulación es «íntimapública,» no es «ni verdadera ni falsa, se mueve en el como si, en el imaginemos y el supongamos»(10). Es por eso que cuando leemos el «Diario sabático» -que consitutuye casi toda la primera parte del libro, llamada «Temporalidades»- nos encontramos con una suerte de juego especular, en donde lo que se busca describir se refleja en lo que se lee y viceversa. Es decir, en el diario mismo todas las distinciones anteriores se entremezclan. Es por un lado un registro de la realidad cotidiana, pública y social del año 2000, pero también es un diario íntimo, privado y ficticio. Y es ficticio no porque haya entradas que sean «inventadas»(cosa que nunca sabremos), sino porque a pesar de que se proponga como diario, la idea misma de diario referido a un momento preciso y circunscripto a una fecha determinada es ficcional. En él hay una doble temporalidad: una fecha es la de la escritura del diario-diario (el 2000, el «tiempo cero») y otra la de la escritura del diario-libro, más cercana a la fecha de publicación, el 2010. En la reescritura hay comentarios que Ludmer agrega, referencias al futuro de la fecha de la entrada del diario (ver por ejemplo la entrada del miércoles 31 de mayo). Así, el diario es una ficción de diario y al mismo tiempo no lo es. El presente aparece como algo denso, como algo sin límites precisos.
Desde este diario y desde las diversas capas de este presente que dura hasta hoy, Ludmer se dirige a la literatura para entender los modos de subjetivación del tiempo y se enfoca en la literatura nacional argentina identificando dos grandes temporalidades: la de la nación (dividida a su vez en tres órdenes temporales: historia, memoria y golpe militar) y la global, en donde ubica a los que considera -sin establecer una jerarquía de valores- «más vanguardistas, más experimentales, más secretos: más literarios.»(89)
A medida que avanza en sus clasificaciones, Ludmer las complica, las ramifica y las saca de un presente inmediato para relacionarlas con el resto de la historia literaria. Así, propone cuestiones metodológicas o modos de lectura que nos desafían y nos obligan constantemente a mirar una literatura determinada como desde su reverso o desde un tiempo o esfera que le son ajenos. Nuevamente, la posición es fuera y dentro de la literatura: se lee la literatura desde lo no literario, el presente por cómo mira el pasado, y la literatura del presente por cómo lee el pasado literario (la sección en la que se muestran los modos en que aparecen Lugones y Borges en el 2000 es un ejemplo de este modo de lectura).
En una de las últimas entradas del diario, Ludmer inserta un texto de Libertella que cuenta un paseo de ambos por la ciudad y en el cual diversas capas del pasado se yuxtaponen con el presente del paseo. El modo en el cual piensa Libertella aquí, dice Ludmer en un texto bellísimo, es el modo de pensar de la imaginación pública del presente y puede ser propuesto como un modelo para pensar la literatura de hoy, pues en ésta, toda la historia de la literatura se despliega de un modo simultáneo o «en sincro.»
Esta forma «sincro» cristaliza como modo de lectura en la segunda parte del libro, llamada «Territorios,» en la cual se pasa de la literatura argentina a la latinoamericana y se recorren diversos territorios -la isla urbana, la literatura posautónoma, la nación profanada y el territorio de la lengua- que condensan diversas categorías, temporalidades y espacios, y que hacen estallar la oposición entre esferas y pares binarios. Una de las hipótesis más audaces del libro es, quizá, la de la caída de las oposiciones entre lo literario y lo no literario y entre lo exterior y lo interior (a la nación, a la propia lengua). Al mismo tiempo, se trata de una ruptura que funciona también como condición de posibilidad de la escritura, como territorio de enunciación, pues es desde esta posición -externa e interna, posnacional- desde donde se habla, y es desde esta idea -de la posautonomía y la posliteratura- que se puede usar a la literatura como un elemento más (casi de laboratorio) para entender el presente, la fábrica de realidad.
En la sección final del libro, titulada «Imperio,» Ludmer muestra cómo una de las temporalidades del pasado (la imperial) encarna en el territorio de la lengua del presente a través de políticas culturales y económicas, determinando qué se publica, cómo se usa el idioma, qué se lee y cómo se lee. En esta parte del libro, el deíctico del título manifiesta toda su potencia política: es desde «aquí» -entendido siempre de un modo dislocado, desplazado, agujereado-que se denuncian las políticas imperiales y que se analizan los modosde fabricar realidad en el 2000 en América Latina.
Al analizar la imaginación pública del presente o la fábrica de realidad, el libro de Ludmer también fabrica realidad. Se trata de un libro raro y original que -quizá justamente porque pertenece a este nuevo mundo que es el que describe- resulta aún difícil de catalogar; un libro que inaugura nuevos modos de pensar la literatura y nuevas formas de entender la cultura latinoamericana y que, sin dudas,le contagia al lector la felicidad desde la cual se escribe.