Considero que de la mano del debate sobre los problemas de la enseñanza de la Historia, va la problemática de la Filosofía, la que impartimos y también la que no entregamos en nuestras escuelas, institutos y universidades. En la prensa y los medios cubanos no emerge este tema, y solo aparece tangencialmente en algunas publicaciones […]
Considero que de la mano del debate sobre los problemas de la enseñanza de la Historia, va la problemática de la Filosofía, la que impartimos y también la que no entregamos en nuestras escuelas, institutos y universidades. En la prensa y los medios cubanos no emerge este tema, y solo aparece tangencialmente en algunas publicaciones académicas. El esfuerzo de reflexión y de propuestas, que han realizado varios colectivos de profesores en las universidades de Las Villas y La Habana, en Ciencias Médicas y en otros centros e instituciones académicas, no ha contado con la promoción que la importancia del asunto reclama. Me interesa proponer este debate para acompañar, tanto los cambios positivos que en la enseñanza se han realizado desde el Ministerio de Educación, como las transformaciones en curso en la Educación Superior, y en particular las que atañen a las carreras de Marxismo e Historia. Es muy difícil y se corren innecesarios riesgos, cuando los cambios y las transformaciones se comienzan a hacer sin tener en cuenta el balance histórico de lo que nos antecede.
Un maridaje fallido
La relación problémica entre la Enseñanzas de la Historia y la de la Filosofía, tienen como punto de partida decisiones tomadas a principios de los años setenta del pasado siglo. Entonces la Filosofía que recién nacía como disciplina marxista en la universidad cubana, fue sustituida en nomenclatura y alcance, por el contenido manualesco en el que nos formamos buena parte de quienes hoy ejercemos la enseñanza y la labor de investigación social. Con la entelequia de apellido Marxista-leninista, no solo sufrió por reduccionismo la propia filosofía revolucionaria fundada por Carlos Marx y Federico Engels, sino que de hecho se fracturó la historia de la Filosofía y del pensamiento cubano, en negación del aporte trascendental de José Martí, y de las corrientes de pensamiento nacional revolucionario y socialistas, que con la impronta de Julio César Gandarilla, Alfredo López, Carlos Baliño, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras, se mantuvieron beligerantes durante el siglo XX, y que en buena medida articularon con el marxismo y el leninismo desde la tercera década del siglo, para fundar con el liderazgo de Fidel Castro Ruz, las bases ideoteóricas que hoy reivindican los documentos y acuerdos aprobados por el Partido Comunista de Cuba en sus dos últimos congresos del 2011 y el 2015, y en la Primera Conferencia Nacional del Partido del 20121. Precisamente el pensamiento de Fidel fue y es continuidad, y a la vez ruptura dialéctica de esa fértil tradición.
En el reinado de la Filosofía Marxista-leninista, se construyó un orden jerárquico que subordinó a la Historia y a las demás ciencias sociales. De ahí los énfasis crípticos en las aulas para enseñar y evaluar regularidades, causas y consecuencias de los procesos históricos, a costa de desdibujar y hasta perder la objetividad de los hechos y sus protagonistas. Tales decisiones en el orden historiográfico dieron la prioridad -casi la exclusividad- de concentrar los recursos, para atender solo a la historia que sustentaba la tradición del primer Partido Comunista de Cuba, historia robusta y heroica, sobredimensionada -y en tanto afectada en su incuestionable aporte-, por el errático propósito de silenciar y sustituir el hacer de la totalidad del movimiento histórico, de los partidos, organizaciones, instituciones, personalidades y circunstancias, confluentes o paralelas en la Cuba real. Tal situación tuvo como colofón el reducir la enseñanza, a la historia del movimiento obrero y comunista nacional e internacional.
Durante más de treinta años los fórceps dogmáticos gravitaron en el hacer pedagógico de la Historia y la Filosofía en la escuela y la universidad cubanas. La rectificación de tendencias y errores negativos a partir de 1985-1986 en tanto revolución profunda en el pensar y el hacer de la Revolución Cubana, criticó los fenómenos más visibles que afloraban en la educación cubana, pero no tuvo tiempo para más, en medio de la abrupta crisis económica que se precipitó en el país en 1990-1991, tras el derrumbe de la URSS, la implosión y la regresión capitalista en el otrora país de los soviets y en la totalidad de los países del socialismo europeo.
El IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado en octubre de 1991, retomó el curso de prioridad a la tradición nacional, pero el hacer y el pensar dogmático enquistado en el cuerpo de la institucionalidad revolucionaria, posesionado en un sector burocratizado de sus directivos y funcionarios, y en cientos de cuadros medios y de base formados bajo su influencia, aún daría y da sus batallas retardarias, incluso a pesar de los lineamientos, objetivos y la plataforma teórico política, aprobados en los ya citados y recientes cónclaves partidistas.
Las tres capacidades de Demócrito
La formación del maestro y la maestra para el ejercicio de la enseñanza de la Filosofía requiere de un significativo número de requisitos pedagógicos y didácticos, y de dotar al futuro profesional de un grupo de herramientas teóricas que le permitan realizar con éxito su labor, entendida esta como un ejercicio de constante autoestudio y reflexión, orientado a los fines de una educación para la emancipación y transformación revolucionaria del hombre, la mujer y sus circunstancias. Para el perfeccionamiento de la formación del maestro y la maestra de Filosofía, debemos enfrentar al menos, tres problemáticas centrales, que por demás son de vieja data.
Se deben tener en cuenta las tres capacidades que en opinión de Demócrito (460-370 a. C), aporta la Filosofía: la capacidad de pensar, hablar y obrar bien2. La Filosofía es una forma peculiar y específica de conocer el mundo, pero es también una forma de ser y estar en, ante y para el mundo. Por tanto, la enseñanza de la Filosofía debe considerar esos aspectos característicos, que van más allá del ámbito epistemológico y se ubican en el nivel ontológico, y en lo axiológico, puesto que en la clase de Filosofía se ponen en juego concepciones de ser y formas del ser, así como los valores y las posibles valoraciones que el estudiante debe efectuar acerca de la naturaleza, la sociedad y de sí mismo. Esta necesidad pedagógica se manifiesta en:
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El proceso pedagógico de la construcción del conocimiento científico.
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La naturaleza del enfoque metodológico.
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El protagonismo histórico-concreto, del profesor y el estudiante.
Pensar con el corazón
Una primera problemática de partida, está en que no se ha entendido suficientemente, que si bien el proceso de la construcción científico-filosófico, da prioridad al factor racional, a la lógica y el discurso de la ciencia filosófica; el proceso pedagógico de la construcción del conocimiento científico: la enseñanza y el aprendizaje de esa teoría, discurren por otro camino. Ya Vladimir Ilich Lenin en: «Acerca de algunas particularidades del desarrollo histórico del marxismo» (1910) sistematiza el valor de la teoría revolucionaria dividiéndola en dos partes necesariamente complementarias y conexas. Lo que el genial conductor refiere como la parte del materialismo histórico (la ciencia) y la parte que compete al arte político de intervenir en la lucha de clases y fundir el socialismo (la enseñanza y divulgación) en el seno del movimiento obrero.
Para Lenin: «La dialéctica del desarrollo histórico (del marxismo) ha sido tal, que en el primer período estaba a la orden del día la realización de transformaciones inmediatas en todos los aspectos de la vida del país, y, en el segundo, el estudio de la experiencia adquirida, su asimilación por capas más amplias, su penetración, si se puede expresar así, en el subsuelo… de las clases sociales» 3.
Se trata de un proceso eminentemente educativo, y en tanto a la par y primero que lo «racional», la enseñanza como ciencia pedagógica, parte de lo ideológico, de lo ético, de lo praxiológico valorativo, lo que permite incentivar, mover y desarrollar el conocimiento científico y la inteligencia racional. «En la actualidad -definía Martha Martínez Llantada, nuestra más reconocida especialista en Filosofía de la Educación-, es imprescindible propiciar cambios conceptuales, procedimentales y actitudinales en el trabajo docente educativo, la importancia del clima del aula y los aspectos motivacionales son de vital importancia y la necesidad de un enfoque científico en su tratamiento se vuelve tarea de primer orden, si de verdad se quiere propiciar el desarrollo y enfrentar la educación a la altura de las exigencias del tercer milenio»4.
Se hace necesario partir desde la inteligencia emocional, la psicología colectiva, las circunstancias histórico-culturales, y las características personológicas de los sujetos del proceso, de los estudiantes y del maestro y la maestra, que en tanto educan, son educados. No son pocos los autores que de una forma u otra analizan, desde diversos puntos de vista esta problemática. Quizás el más conocido internacionalmente sea Paulo Freire (1921-1997), y en Cuba tenemos un maravilloso libro que se titula Pedagogía de la ternura, de la autoría de una pedagoga mayor Lidia Turner Martí, y la profesora Balbina Pita Céspedes5.
Pensar desde los principios
La neutralidad no es posible en el oficio y en el acto educativo. El punto de vista del marxismo es el de la dignificación del ser de los explotados, excluidos y discriminados, el de los pueblos y los individuos en emancipación.
El marxismo primero que ciencia, es una ideología política de profundo contenido ético, al colocar en el centro de su pensar y hacer, los principios de la justicia, la honradez, la igualdad y la solidaridad, como condiciones de existencia de la dignificación, lo que se expresa de manera radical en la crítica a la depredación de la naturaleza y el medioambiente, a la explotación y dominación de unos hombres sobre otros, a la inmoralidad de los hombres que se convierten en lobos de otros hombres, a la indignidad de la explotación de la mujer en la pareja, la familia y la sociedad, a la maldad del racismo y de todas las discriminaciones, a la manipulación de sentimientos, en particular del sentimiento religioso de los pueblos.
En segundo lugar, por ser una ética del humanismo, posee un contenido estético, en tanto lo mejor del ser humano resulta una y otra vez, en explosión de sensibilidades que se afirman desde lo bueno en lo bello.
En tercer lugar, por ser una hermosa propuesta de significación, organización y realización de la vida social que se propone adelantar un reino de armonía y comunión con la naturaleza, de felicidad para todos y todas, resulta una propuesta que por más utópica que parezca, merece luchar por ella, merece dedicarle la vida.
En cuarto lugar, esta teoría justa, hermosa, que reclama todo nuestro entusiasmo y dedicación: es realizable. Resulta una posibilidad de presente y futuro posible, porque se sustenta en un sólido basamento científico, con demostrada capacidad para interpretar el mundo, intervenirlo y pronosticarlo.
Y lo más trascendental de esta teoría es, que a diferencia de todas las propuestas existentes, lo científico en el marxismo, no solo se valoriza «en la ciencia», sino que existe para realizarse y preciarse en la práctica revolucionaria, lo que nos coloca en el punto de partida de lo ideológico y ético, y en consecuencia confirma la validez del camino del conocimiento pedagógico que proponemos. La comunicación desde la moralidad, la ética y la necesidad y belleza de la lucha revolucionaria, resulta mucho más rápida y convincente, por estar más cerca de las praxis de vida.
La expresión del enfoque didáctico que refiero está una y otra vez, en la lógica pedagógica de Fidel: Felicito a todos los que luchan, a los que no desisten jamás ante las dificultades; a los que creen en las capacidades humanas para crear, sembrar y cultivar valores e ideas; a los que apuestan por la humanidad; ¡a todos los que comparten la hermosa convicción de que un mundo mejor es posible!»6
Pensar con modestia
«Se busca hoy una filosofía clara, que concilie todas las fuerzas, que no tenga la soberbia de la infalibilidad»7, recomendaba José Martí. Lenin siempre criticó como uno de los principales males, el engreimiento de los comunistas, y es que querámoslo o no, siempre habrá una cuota de vanidad y petulancia, cuando nos comunicamos con quien no sabe, quien duda, o tiene otro punto de vista, desde la afirmación de la pretendida cientificidad y la superioridad del marxismo. Esa postura nos crea barreras a veces infranqueables.
Proclamarse «marxista» no otorga por generación espontánea sabiduría. Hay que estudiar muchísimo y obrar bien, porque de muy poco vale el estudio si no se le emplea en acciones concretas.
Es imprescindible la modestia. Siempre vamos a estar lejos del dominio que realmente necesitaríamos para solucionar con conocimiento y profesionalidad pedagógica, cada uno de los muchos retos que se abren en un debate filosófico, más en la medida que nos acerquemos a la búsqueda de soluciones prácticas a problemas concretos. No conocemos toda la teoría creada por los fundadores y sus más brillantes continuadores, somos hombres normales y ellos fueron genios. De ahí el valor del trabajo colectivo. No se equivocó el General de Ejército Raúl Castro Ruz, cuando afirmó que el más genuino sustituto de Fidel es el Partido. Comunista de Cuba.
Formar en la cultura de la inteligencia de masas, resulta un objetivo decisivo, en el que el debate filosófico tiene un lugar no despreciable. Y es que la labor colectiva es tan importante por el resultado que promueve las fortalezas, como en la trascendencia ejemplarizante del hecho colaborativo en sí mismo.
Además de modestia, para romper con las resistencias y el no saber de los sujetos de nuestra práctica docente, se necesita de paciencia y tolerancia. Si además pretendemos enseñar Filosofía, y ganar para el marxismo a esos interlocutores, el hacer pedagógico y didáctico precisa de una alta y eficaz suma de delicadezas y calidades inteligentes, del logro de la máxima atención por la vía del compromiso y la autodisciplina, necesita tiempo y condiciones para el aprendizaje personalizado. Si preparamos y realizamos en la clase de Filosofía las acciones instructivas y educativas que refiero, estaremos también abriendo el proceso a las diversidades, las inteligencias, los talentos y los muchos saberes presentes. La clase de Filosofía puede aspirar a ser el ágora pedagógica donde se comparte y aprende, donde se estimule la especulación y la duda, y el error no abochorne ni «preocupe», pues unos y otro acompañan la construcción de las certezas.
Pensar en el compañero
La clase de Filosofía Marxista es para los que saben que no saben, y quieren aprender en ejercicio de sus conocimientos y reto a sus valores humanistas. Incluso la clase puede ser también para los que estén ganados por los postmodernos-viejos prejuicios antimarxistas, y los nihilismos y eclecticismos en boga. Con la sencillez de la sabiduría, Isabel Monal, la figura más importante de la Filosofía marxista cubana contemporánea, explica: «Hoy vemos todavía a muchos compañeros negar el marxismo o ignorarlo. Creo que es un grave error. Y muestra, entre otras cosas, una incomprensión de lo que realmente ha ocurrido en el mundo. Hoy no se puede ser revolucionario si no se es antiimperialista, y el marxismo y el leninismo es la única concepción que ofrece una interpretación y comprensión del fenómeno imperialista contemporáneo: un arma tremenda de lucha»8. Insisto en fijar el concepto y el método que refiere la profesora Monal: Concepto, de compañeros que todavía no han entendido… Y compañero es un concepto muy distinto al término demoburgués de «ciudadano», con sus esencias ya prostituidas por la dictadura implacable del capital. El término compañero es una conquista epistemológica del movimiento socialista y comunista: Hablamos de nuestro camarada, hermanado en derechos y deberes democráticos, en tareas, aspiraciones y retos comunes dentro de la Revolución.
Mientras la docencia esté organizada para «vencer» contenidos, y el dictado del discurso sabio y profesoral sea lo prevaleciente, no avanzaremos en la aspiración de lograr una enseñanza eficiente de la Filosofía Marxista. Podemos desplegar toda una batería de «métodos activos», mejorar la calidad de la clase, la comunicación y el rendimiento, pero no alcanzaremos trascender la disciplina escolar, en el objetivo de convertir la Filosofía revolucionaria en convicción profunda y el ejercicio de filosofar en recurso, en arma de lucha para la actuación y vitalidad social de cada alumno y alumna, de los estudiantes.
La clase no se piensa y realiza por el profesor solo para cumplir un programa, ni para aprender a prender Filosofía. Tengo la opinión y al menos mi práctica como maestro me lo ha confirmado, que lo primero a lograr está en trabajar con el criterio de que nuestros interlocutores antes, durante y después de la clase, son NUESTROS COMPAÑEROS. Y no les vamos a dar y evaluar en clase «contenidos», los vamos a dotar de herramientas teóricas para pensar, hacer y defender la emancipación en la Revolución martiana y socialista.
Pensar, hablar y obrar bien
No me siento responsable de los errores pasados. También pienso que yo no lo hubiera hecho mejor. Como hombre agradecido estoy muy comprometido con el esfuerzo de todos los que con desaciertos incluidos, hicieron posible que llegáramos hasta aquí. Pero ya en el hoy, nada puede justificar que no pongamos en acción lo aprendido, tanto en política como en ciencia. Y asumo por cada hora de no obrar bien, crece nuestra responsabilidad.
Desafortunadamente en el caso que nos ocupa, no todos los que se adentran en la crítica, para buscar soluciones, reparan en la infertilidad y trascendencia negativa que tuvo y aún tiene, el maridaje que se produjo entre el filosofismo dogmático y el historicismo sectario. Me refiero a los que buscan soluciones, porque abundan bastante los eternos adoradores de la mujer de Lot, los patriotas oficiales, y los que intentan militar a la izquierda de la izquierda revolucionaria, a unos los caracteriza el escudo de la desconfianza, a otros el creerse que ellos son la historia misma, y todo lo pasado fue un «imperdonable» error. Coinciden en el inmovilismo de buscar culpables, en repetirse y auto flagelarse continuamente. Les es crónica la falta de confianza en las potencialidades humanistas, en los valores y la inteligencia creada por la Revolución. En estos compañeros abunda el no implicarse personalmente en acciones concretas en la profundidad y cotidianidad del movimiento social cubano. Con unos y otros no van a avanzar en lo inmediato y mediato las tareas del perfeccionamiento de la enseñanza de la Filosofía y de la Historia
De urgencias importantes vivimos, y si queremos avanzar las soluciones, hay que tomar no uno -la enseñanza de la Historia en este caso-, sino todos los toros por sus cuernos, aún a riesgo de las cornadas que provocará nuestra impericia, y en su accidente o defecto, la probable ingratitud de los hombres que -como lo predijo Martí-, siempre asecha cuan miseria perversa en la vorágine del acontecer humano. Quienes somos maestros, por demás, no podemos dejar pasar un solo día sin hacer pedagogía, historia y filosofía para el cambio, pedagogía de y para la Revolución: martiana, marxista, leninista, fidelista. Enseñar y estudiar. Educar y educarnos.
Notas:
1 El Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba se celebró en la Ciudad de La Habana, entre los días 16 y 19 de abril de 2011. El séptimo también se realizó en La Habana entre el 16 al 18 de abril de 2016. La Primera Conferencia Nacional del Partido se realizó en La Habana los días 28 y 29 de enero del 2012.
2 Según Sexto Empírico (IX, 24), Demócrito creía, como otros pensadores, en tres principios: pensar bien , bien hablar y obrar bien. Ver: José García López: La religión griega, Ediciones AKAL, 1975, p 237
3 Ver: V. I. Lenin: «Acerca de algunas particularidades del desarrollo histórico del marxismo». Ver: V. I. Lenin: «Acerca de algunas particularidades del desarrollo histórico del marxismo«. En: V. I. Lenin, Marx Engels. Marxismo Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1980, p 321-27.
4 Martha Martínez Llantada: «Vigencia de la Filosofía martiana de la educación ante las demandas del siglo XXI», Universidad de Ciencias Pedagógicas «Enrique José Varona», La Habana, 2009 (Centro de Documentación Pedagógica. Documento inédito), p 11-12
5 Ver: Lidia Turner Martí, y Balbina Pita Céspedes: Pedagogía de la Ternura. Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2002.
6 Ver: Fidel Castro Ruz: «Discurso pronunciado por el Presidente de la República de Cuba Fidel Castro Ruz, en ocasión del aniversario 45 del triunfo de la Revolución Cubana, en el teatro «Carlos Marx», el 3 de enero de 2004″, http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2004/esp/f030104e.html
7 José Martí: Escenas mexicanas, México. 21 de septiembre de 1875. En: Obras Completas. Editorial Nacional de Cuba. La Habana, 1963, Tomo 6, p. 332
8Ver: Paquita Armas Fonseca: Isabel Monal: una autoridad política, La Jiribilla, La Habana, Año V, 28 de octubre-4 de noviembre del 2006, http://www.lajiribilla.co.cu/rss/dossier.xml
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