Lo grave del momento es que la situación socioeconómica no golpea por igual a la minoría que concentra los ingresos y las riquezas respecto de una abrumadora mayoría que sufre las consecuencias y penurias de una agravada coyuntura.
Es cierto que este 2020 está atravesado por el COVID19, pero el problema tiene historia, incluso muy larga, asociada al desarrollo histórico del orden capitalista.
La economía mundial en despliegue por siglos consolida un núcleo muy reducido en la cima del poder, acaparando ingresos y riquezas. El informe de la riqueza en el mundo para el 2020, elaborado por el Credit Suisse, indica que el 12,4% de la población mundial se apropia del 83,9% de toda la riqueza. En el otro extremo de la pirámide poblacional, el 53,6% apenas incorpora el 1,4% de la riqueza mundial.[1]
Resulta evidente el problema de la desigualdad. Para más dato, señalemos que América Latina y el Caribe, si ser el territorio de mayor pobreza, si es el que acumula mayor nivel de desigualdad en el ámbito mundial.
Impacto social regresivo
El Banco Mundial (BM) difunde un didáctico resumen anual del impacto del COVID19 relativo a una “crisis sin precedentes”[2], destacando que “la pandemia ha perjudicado en mayor medida a los pobres y vulnerables, y podría empujar a la pobreza a millones de personas más.”
Pero, nos interrogamos, ¿es la pandemia la que provoca el crecimiento de la pobreza? O más bien se trata de un orden socio económico que provoca efectos desastrosos en la naturaleza y en la sociedad que derivan en los dramáticos datos de más de 81 millones de personas contaminadas y casi 1,8 millones de personas muertas por el coronavirus. No es bueno señalar que américa Latina y el Caribe, con 8% de la población mundial reúne a un 30% de los afectados por la pandemia.
El problema es el capitalismo y sus políticas hegemónicas de liberalización, que en las últimas décadas transformó derechos sociales en mercancías, y así la educación o la salud se mercantilizaron.
Resalta como efecto inmediato la restricción masiva en el acceso a la salud o la educación, lo que se agrava en tiempos de pandemia. El desarme del sistema público de educación y de salud involucra a la mayoría de los países del mundo, y por ende impactó fuertemente en la región latinoamericana y caribeña. La excepción es Cuba y por eso vale el análisis comparado sobre la política pública en la región, diferenciado lo acontecido en la mayoría de los países y en sentido contrario en la experiencia cubana.
Vale al respecto un debate realizado en 2005 en La Habana con funcionarios del Banco Mundial, que analizando los “servicios públicos” de la región para el 2004, daban cuenta de la ineficiencia e ineficacia de los mismos en la región, aunque señalaban insistentemente “salvo en Cuba”, donde históricamente los indicadores de salud y educación eran altamente valorados. Nuestra reflexión hacia el informe resaltó que, si el Banco Mundial destacaba los resultados cubanos, entonces había que seguir el camino de Cuba: la revolución para la transformación de la sociedad.
No se trata solo de una anécdota o un recuerdo, sino que tiene validez para pensar el presente de agravamiento de la situación de millones de personas que en todo el mundo sufren las consecuencias del orden económico social que privilegia la ganancia por encima de la satisfacción de las amplias necesidades sociales.
En el recuento del Banco Mundial se señala que al año podría terminar con nuevos pobres que estima entre 88 y 115 millones de personas, desandando un camino de disminución de la pobreza registrado en los últimos años (más que nada por los datos de China).
Pero el crecimiento de la pobreza se deriva, según el organismo en el deterioro de la economía, con registros de aceleración negativa de los impactos respecto a la crisis del 2008/09 y de 1991. Algo similar lleva a CEPAL a decir que esta crisis es la más grave para la región latinoamericana y caribeña en 120 años.
Sobresale como problema el elevado endeudamiento público, aunque también el de las empresas y las familias, que se proyecta como fenómeno estructural y condicionante del futuro cercano y mediato. Tanto el BM como el FMI promovieron políticas de asistencia financiera que solo se proponen sustentar una recuperación del orden capitalista, muy lejos de las necesidades sociales por transformar la realidad en beneficio de los sectores explotados por el régimen del capital.
Las caídas de las remesas, importantes en variados países de la región nuestramericana, agudiza problemas de ingresos populares por los cierres de empresas, el desempleo y reducción de salarios en millones de personas empujadas a la precariedad o la exclusión del mercado de la fuerza de trabajo. Todo lo que se agudiza para jóvenes y muy especialmente para mujeres.
Resultado de todo lo dicho, el impacto se siente en la alimentación, la salud y la educación de la mayoría de la sociedad, donde destaca la discriminación hacia las mujeres y la diversidad.
¿Qué pensar y cómo actuar?
Más allá de la atenta lectura del informe del BM o de otros similares del FMI o de la CEPAL, entre muchos organismos que hoy dan cuenta de la gravedad de la situación mundial, conviene encarar un enfoque crítico sobre las causas. Como señalamos, no se trata de la pandemia por el coronavirus o una nueva que pueda emerger, sino del capitalismo. Por ello hacia allí debe enfocarse la crítica y el intento por pensar y actuar otra realidad socioeconómica para los pueblos del mundo.
En rigor, la crítica apunta a la realidad del orden socioeconómico, tanto como a las lecturas de la realidad que se sustentan mayoritariamente desde la academia o los medios de comunicación. Desde esos ámbitos proviene la construcción del sentido común, en tanto consenso mayoritario instalado en la sociedad y una consecuencia relativa a la imposibilidad de transitar caminos alternativos.
La primera década del Siglo XXI habilitó expectativas de cambio en la región y dio origen a una serie de iniciativas que prosperaron y dejaron su impronta en nuestras sociedades.
Remito a cambios institucionales que renovaron el imaginario de un rumbo alternativo, lo que se visibiliza en nuevos cuerpos constitucionales, casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, donde la “democracia” y la participación popular en la toma de decisiones define la potencialidad de un nuevo orden político.
En el mismo sentido destaco la incorporación de lo “plurinacional” para pensar nuestras identidades en la dinámica histórica cultural, tanto como las subjetividades emergentes desde el protagonismo de los pueblos originarios, los movimientos feministas y por las diversidades y el protagonismo juvenil, diversificando la tradición de lucha obrera, campesina y popular en Nuestramérica.
Las expectativas se asentaron en nuevas propuestas de articulación regional con tímidos avances en articulaciones productivas y comerciales para inducir una integración no subordinada que amalgame una perspectiva común de la región en contra la dependencia y por la liberación.
Ese imaginario al que aludimos fue el resultado de acciones colectivas que animaron campañas compartidas por los movimientos sindicales, territoriales, sociales, que recogían la diversidad de demandas del movimiento popular, y que en algunos casos pudieron construir estrategias de gobierno.
Un límite de esas experiencias electorales estuvo en los alcances de la crítica, los que se limitaron a denunciar los efectos del neoliberalismo sin confrontar con el sustento capitalista de las políticas neoliberales. Aun así, esas experiencias fueron resistidas y en casos derrotadas por el accionar deliberado del poder local y mundial.
En algunos casos, la reversión de la ofensiva reaccionaria se obturó con relativa rapidez, caso de Bolivia, en donde el golpe fue ampliamente derrotado en un año. Venezuela es demostración de una dificultosa resistencia ante las agresiones y sanciones externas que obstaculizan un proceso político autónomo. Cuba, en un intento renovado de construcción soberana, ahora concentrado en el ordenamiento monetario reitera una definición por un rumbo de independencia y construcción no capitalista. México y Argentina pueden aportar a recrear las expectativas de una región que se piense y reconstruya desde una perspectiva no dependiente.
Como siempre sostenemos, lo definitivo será la dinámica de la lucha y la organización social consciente, en donde el pensamiento crítico tiene importancia, no solo para un adecuado diagnóstico del acontecer, sino para sistematizar las novedades de emergen de la práctica social cotidiana en la producción y reproducción de la cotidianeidad bajo formas de autogestión y solidarias, que en esencia cuestionan al régimen del capital. Todo ello supone la discusión sobre el programa de la transición del capitalismo al socialismo, el papel del estado en la transición y la capacidad de innovación del movimiento popular para construir subjetividad para un sentido común alternativo.
El tiempo de crisis recesiva y extendido impacto social sanitario y económico social demanda respuestas innovadoras de superación en beneficio de los pueblos. La llegada del 2021 habilita esperanzadoras expectativas de transformación social si así lo deciden los pueblos de Nuestramérica. ¡¡¡Felices fiestas!!!
Notas:
[1] Credit Suisse. Reporte sobre la riqueza 2020, en: file:///C:/Users/jcgam/Downloads/global-wealth-report-2020-en.pdf
[2] Banco Mundial. “Resumen anual 2020: El impacto de la COVID-19 (coronavirus) en 12 gráficos”, del 14/12/2020, en: https://blogs.worldbank.org/es/voices/resumen-anual-2020-el-impacto-de-la-covid-19-coronavirus-en-12-graficos
Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP