Solamente contarles a todos los hermanos de la red, que el domingo en la noche, después del acto para la Mujer, en la Villa Grimaldi, nos fuimos un grupo de mujeres (Clara Tamblay, María Emilia Marchi, Marisa Matamala, Amelia Negrón, Ali Alvarado, Macarena Aguiló que como bien saben estuvo en Villa Grimaldi, a los cuatro […]
Solamente contarles a todos los hermanos de la red, que el domingo en la noche, después del acto para la Mujer, en la Villa Grimaldi, nos fuimos un grupo de mujeres (Clara Tamblay, María Emilia Marchi, Marisa Matamala, Amelia Negrón, Ali Alvarado, Macarena Aguiló que como bien saben estuvo en Villa Grimaldi, a los cuatro años, y yo)al velatorio de Gladys Marín, con el deseo de poder hacer una guardia. A pesar de que había que hacer colas de horas, para ingresar, todo fluyó armonicamente, nos hicieron pasar porque la mayoría eramos de la tercera edad, por una puerta especial que había para los más experimentados por la vida, y cuando dijimos que queríanmos hacer guardia (para lo que también había una tremenda cola), nos dijeramos que esperáramos sólo unos minutos. Y aquí viene lo emocionante, lo que todavía al escribirlo, hace que se ericen los pelos. Jamás ni por un segundo cuando ibamos deseosas de rendir un homenaje a Gladys, por su coraje, su compromiso, su coherencia, pensamos en que pasaría lo que ocurrió. Dijeron: «hará guardia una delegación de mujeres miristas, sobrevivientes de la Villa Grimaldi», y nosotros avanzamos…y los centenares (o miles, no tengo idea) que abarrotaban el salón del ex congreso, se pusieron de pié como si al instante los hubiera movido un resorte, y aplaudieron, aplaudieron y no terminaban nunca. Y seguían aplaudiendo, masivamente. Cuando la guardia terminó y por el micrófono, una voz agradeció a la delegación, nuevamente la estampida de pié, los aplausos incontenibles que acompañaron toda la salida de estas siete mujeres que representaban a todos uds. Y nosotras, sin poder contener la emoción, dejábamos que las lágrimas corrieran .Se abalanzaban los flash de decenas de cámaras fotográficas y filmadoras. Nadie quiso causar ese impacto, pero lo recibimos llorosas, como un homenaje al Mir, como un homenaje a las mujeres militantes, como un homenaje a todas las víctimas de la represión. Como si un relámpago energético borrara las desaveniencias del pasado, las diferencias políticas que nos enemistaron, las pasiones militantes que nos hicieron olvidar, lo que la dictadura nos hizo recordar: que estábamos en trincheras hermanas apuntando hacia un mismo enemigo. Que éramos parte de un mismo ideario de justicia y de construcción de una sociedad mejor. Despedíamos a Gladys, conscientes de que fue parte de la generación a la que pertenece la mayoría de nosotros, esa generación que por su juventud pudo cometer errores, pero que protagonizó la comprometida marcha, que tanto sentido le dió a nuestras vidas. Nuestro grupo salió anoche vacilante, del edificio. Apoyándonos unas con otras, tratando de mantenernos erguidas, y sin entender mucho cómo se había originado esa explosión de afecto. Nos repusimos en la Plaza de Armas, tomándonos unas cervezas. Brindamos por la Gladys, por las bases comunistas, por el Mir, por las mujeres. Y hoy, todavía emocionada, sentí que tenía que contárselos, porque ese homenaje no fue para las siete mujeres de esa delegación, sino para todos los que formamos parte de ese conglomerado de militantes, que se la jugó, por lo que creía y seguimos creyendo. Finalmente, en la víspera del Día Internacional de la Mujer, un abrazo grande a todas las hermanas mujeres de esta red y un saludo especial a la memoria de las miristas desaparecidas y asesinadas.