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Pequeño tributo al Gabo

Fuentes: Rebelión

Por estos días se está celebrando el natalicio del más grande, e insigne de las letras hispanoamericanas, de los últimos tiempos Gabriel García Márquez. Nacido en un pueblo enclavado en el Magdalena Medio de Colombia, (Aracataca) un 6 de Marzo de 1927, este pueblo fue testigo del revoloteo de una gigantesca mariposa amarilla, que poso […]

Por estos días se está celebrando el natalicio del más grande, e insigne de las letras hispanoamericanas, de los últimos tiempos Gabriel García Márquez. Nacido en un pueblo enclavado en el Magdalena Medio de Colombia, (Aracataca) un 6 de Marzo de 1927, este pueblo fue testigo del revoloteo de una gigantesca mariposa amarilla, que poso por todo un hermoso jardín llamado Macondo, con reflejos de oro y plata en sus bellas alas, esparciendo la aroma de claveles y rosas de nuestras montañas andinas, llegando hasta los Alpes de las gélidas tierras de Estocolmo Suecia un 21 de Octubre, de 1982, en la entrega del Premio Nobel de Literatura.

Allí mismo, la pequeña figura de ese gigantesco portento de las letras latinoamericanas, cobró extraordinarias dimensiones a partir de su obra cumbre, «Cien años de Soledad», logrando que el complejo mundo de las letras se rindiera a sus pies.

Gabriel García Márquez, en sus extraordinarias obras magistrales, le enseñó al mundo que en la vida, los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez. Una frase de Gabriel García Márquez muy iluminadora sobre las miles de veces que nos transformamos y reinventamos a nosotros mismos.

También nos enseñó ver el amor y la forma ingeniosa de ver la belleza de la Mujer, de su maravilloso cuento «El avión de la Bella Durmiente» (…) Era bella, elástica, con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras verdes, y tenía el cabello liso y negro y largo hasta la espalda y un aura de antigüedad que lo mismo podía ser de Indonesia que de los Andes (…).

Las mariposas amarillas de aquel mágico Macondo, son como el traje que viste el sentimiento de amor que debemos tener por un país como Colombia, que se resiste a la indiferencia, e intolerancia de la mezquina Política, regentada por gobernantes avaros de poder, en más de Cien Años de orfandad y soledad.

Colombia, envuelta en dos océanos, flanqueada por tres cordilleras y ondeada a través de chispeantes cascadas de montañas inconmensurables, aves multicolor, el vistoso entramado multiétnico que la caracterizan, con sus aires folclóricos autóctonos, armonizan y se entremezclan con la prosa literaria de nuestro distinguidísimo escriba, el premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez, quien permitió poner de relieve ante los ojos del mundo entero, ese país que él, en su extraordinaria grandeza, osó bautizar como «Macondo».

Ojalá no sigamos siendo epopeya de un pueblo olvidado, donde lastimosamente nos hemos forjado en la tragedia de la guerra, la miseria y exclusión. Por el contrario que gigantescas mariposas amarillas esparzan el amor, la paz, y la felicidad en una nación al alcance de nuestras futuras generaciones y quedarnos en la memoria quemada del sol.

Quiero terminar este pequeño tributo, con un breve párrafo de la proclama de un país al alcance de los niños del Maestro, de Maestros, el Gabo : «Nos indigna la mala imagen del país en el exterior, pero no nos atrevemos a admitir que la realidad es peor. Somos capaces de los actos más nobles y de los más abyectos, de poemas sublimes y asesinatos dementes, de funerales jubilosos y parrandas mortales. No porque unos seamos buenos y otros malos, sino porque todos participamos de ambos extremos. Llegado el caso -y Dios nos libre- todos somos capaces de todo».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.