Siendo honestos y rigurosos con los resultados electorales del pasado domingo, se debe concluir que la consulta no fue aprobada. Es decir, los que le apostaron a hundirla y a hacer imposible su éxito, lo lograron. Y los que apostaron a alcanzar la aprobación de siete iniciativas haciendo el esguince al peaje politiquero del Congreso […]
Siendo honestos y rigurosos con los resultados electorales del pasado domingo, se debe concluir que la consulta no fue aprobada. Es decir, los que le apostaron a hundirla y a hacer imposible su éxito, lo lograron. Y los que apostaron a alcanzar la aprobación de siete iniciativas haciendo el esguince al peaje politiquero del Congreso fracasaron. Que el resultado fue importante e histórico nadie lo duda. Sin embargo, este resultado engrosará nuestra memoria colectiva como muchos otros triunfos frustrados, que quedan grabados como el gran éxito al que le faltó el centavo para el peso, y de ahí su valía.
En esta dirección se encuentran el 1-1 contra Alemania en el mundial de fútbol de Italia 90, el 2-1 contra el dueño de casa en el mundial de Brasil del 2014, los 8 millones de votos en la segunda vuelta presidencial con Petro y por supuesto la frustrada Ola Verde con el profesor Móckus.
Claro, la política se nutre de mensajes comunicativos para sacar provecho a cualquier realidad por muy adversa que sea. No obstante, ello no produce ningún rédito si no se estudia a fondo, el por qué no se supera esa metáfora cultural del «centavo para el peso». Los derrotados siempre aplauden en la derrota para darse ánimo, y eso está bien, pero otra cosa es que se aplaudan para esconder una realidad y como mitómanos se crean su propia mentira.
¡Ganó el clientelismo, eso debe quedar claro! Ganaron los Char, los Ñoños, los Musas y los Kiko Gómez en la Costa Caribe. Ganaron los furibistas y su jefe en Antioquia, el eje cafetero y los Santanderes. Es verdad, triunfaron con poco esfuerzo, solo tuvieron que guardar silencio y hacer guerra sucia. Y no era para más. La tarea no era de ellos, sino de la ciudadanía que les quería domar y aconductar.
Ganó la jugarreta del Centro Democrático y sus flamantes voceros, que con trampas en el Congreso y discursos mal intencionados en la posesión presidencial llevaron al agotamiento de la consulta y a la confusión de los electores con la presentación de posibles reformas constitucionales que incluso para hacerlas realidad deberán necesitar algo de mermelada.
Ganaron los ciudadanos que aún conciben, como la clase política tradicional, que primero van por delante sus intereses personales, sus pensiones suntuosas, sus sueldos inequitativos y sus privilegios. Lograron el éxito esperado, que ni siquiera se le hiciera cosquillas a su modus vivendi en el que prima su condición de élite, así el resto de los colombianos tenga que rogar para poder disfrutar de manera correcta, la riqueza producida por todos y a la que todos tenemos derecho.
También están en el grupo de ganadores los ciudadanos de a pie, que sin compartir la corrupción se declararon escépticos de su posible triunfo. Los que ven la realidad como reality show, convencidos de saber cual es el final del espectáculo. Para esos, el mensaje sí es contundente. Casi doce millones de colombianos dijeron que están dispuestos a cambiar la inercia de las cosas. Basta ver si esto les decide a pararse del sillón.
Luego de terminada la contienda hay que señalar sin ambages que fue la clase política tradicional y corrupta y un segmento de la sociedad conservadora y elitista la que logró domar a la ciudadanía rebelde. Logró imponer sus reglas de juego y demostrar que no será fácil desbancarlos de sus privilegios.
Eso sí, como se diría en el argot futbolístico, «¡jugamos como nunca y perdimos para siempre!».
Fuente original: http://www.ipc.org.co/agenciadeprensa/index.php/2018/09/01/perdieron-los-rebeldes/