A modo de advertencia inicial habría que mencionar que este artículo no busca, necesariamente, aclarar los motivos sobre la mayor crisis sistémica de la historia reciente de Chile. Y si bien es en las razones profundas del conflicto donde se encuentran algún atisbo de solución a la rabia y frustración del pueblo chileno, creo que […]
A modo de advertencia inicial habría que mencionar que este artículo no busca, necesariamente, aclarar los motivos sobre la mayor crisis sistémica de la historia reciente de Chile. Y si bien es en las razones profundas del conflicto donde se encuentran algún atisbo de solución a la rabia y frustración del pueblo chileno, creo que eso ya está contenido en otros análisis.
Este artículo se enfocará, básicamente, en el rol de la prensa en periodos de crisis hegemónica, y como estaría operando en su rol de contención ideológica.
Y aunque si bien este no se trata de un artículo académico, lo primero sería dar algunas luces sobre los conceptos de «hegemonía», «crisis hegemónica» y «contra hegemonía».
El concepto de hegemonía utilizado aquí nace de los escritos de Gramsci presentes en sus «Cuadernos de la Cárcel» realizados en su encierro durante el fascismo italiano, y hace referencia al consenso ideológico que establece la clase dominante sobre valores e ideas superpuestas en la clase dominada. Es una disputa que se da en el campo cultural y se manifiesta en el «sentido común» lo que se podría traducir también como ideas ancladas con firmeza en la opinión pública.
Lógicamente la hegemonía no es algo fijo e inmutable, frente a ella se alza y siempre se alzarán (por lo menos en términos teóricos) voces disonantes (contra hegemónicas) que la ponen en tensión en cada momento y que, cada cierto tiempo, la logran fracturar e incluso romper, por lo cual la hegemonía debería ser vista como una suerte de «equilibrio móvil». [i]
Para el autor jamaicano Stuart Hall la importancia que da al estudio de los medios de comunicación desde una perspectiva gramsciana es transcendental puesto que es en ellos, junto a las instituciones educacionales, donde se codificarían los discursos que le dan sustento a la ideología dominante. Dicho de otra forma, es en los medios de comunicación donde se intenta con mayor fuerza enmascarar la dominación de clase.
Por otra parte, Hall también plantea que los medios tendrían el rol de establecer un marco cultural (referencial) en el cual los mensajes se decodifiquen de la manera esperada por la clase dominante, ya que el autor no ve nunca la comunicación como un proceso totalmente trasparente entre emisores y receptores.
Siguiendo la teoría de este autor, es en los contextos de crisis hegemónica, lo que a su vez correspondería a la ruptura del consenso ideológico dominante, donde los medios de comunicación juegan el rol de reestablecer los equilibrios, seleccionando y recogiendo elementos contra hegemónicos con el fin de crear un nuevo balance.
En relación a lo anterior se puede decir que es a lo largo de estas dos semanas, desde iniciadas las movilizaciones, que los medios de comunicación están en pleno proceso de recomposición hegemónica.
Cuando comenzó la rebelión de octubre los medios de comunicación chilenos, oligopólicos y abiertamente neoliberales, aplicaron la clásica táctica de la criminalización del movimiento social. Los aspectos icónicos catastróficos, junto con una música de permanente tensión, ponían claramente el acento en la violencia y saqueos, sin reparar en la profundidad de la crisis de credibilidad del modelo en el seno de la sociedad. Este marco de codificación se mantuvo prácticamente durante todo el fin de semana que comprendió los días 19, 20 y el lunes 21 de octubre, lo que coincidió con la militarización de la represión (estado de emergencia con toques de queda) y la declaración de «guerra» del Presidente Piñera. [ii]
En esos primeros días las portadas de los principales diarios del duopolio (El Mercurio S.A. [iii] y COPESA [iv] ) enfatizaban la violencia en un claro intento de respaldar las decisiones de la moneda. Por ejemplo El Mercurio del día sábado 19 de octubre destacaba en portada: «Estado de emergencia en Santiago: Ola de violencia azota la capital y siembra caos y destrucción» junto con una foto de un microbús en llamas además de otra iconografía que mostraba el incendio del edificio corporativo de ENEL. El domingo 20 de octubre, este mismo medio titulaba: «Ola de violencia no cede ante el toque de queda ni la suspensión de alza de tarifas» lo cual se acompañaba con una foto de un vagón de metro destruido por las llamas.
En el caso de la Últimas Noticias (medio perteneciente al grupo de Edwards dirigido a un público masivo de capas medias y bajas) destacaba el día 19 «Santiago en estado de emergencia», junto con la imagen del general Javier Iturriaga en tenida de combate. Al día siguiente el LUN [v] titulaba «Gobierno suspende alza de pasajes del metro». El día lunes 21 este medio insistía con la condena a la violencia con una portada donde destacaba un mensaje de twitter del arquero Claudio Bravo: «Cuida lo que amas» en clara alusión a los desmanes y el vandalismo.
Otro medio escrito que sirve para mostrar la forma de codificación hegemónica en estos primeros días del estallido social chileno es el diario La Cuarta. Este medio que se auto arroga el título de «prensa popular» [vi] y que pertenece al grupo COPESA, titulaba el día 19: «Emergencia de un metro» lo cual se acompañó de una foto de carabineros resguardando el incendio de ENEL. El día 20 titulaba: «Toque de queda en la ciudad de la furia» junto con una fotografía de un manifestante con las manos en alto sosteniendo una bandera chilena frente a un militar.
Pese a lo anterior, esta vez algo era diferente. En esos mismos días los canales de televisión y la radio no podían esconder el profundo desgaste de la ideología neoliberal en la población. En los distintos letreros y rayados en la calle, además de los hashtags en redes sociales, los mensajes de la población eran ilustrativos sobre la profundidad del estallido social: «Basta de abusos», «Chile despertó», «Renuncia Piñera», «Nueva Constitución» y «Asamblea Constituyente».
Al escenario anterior se sumaba un importante descrédito de la prensa por su rol histórico de criminalización de la manifestaciones sociales [vii] a lo que se agregaría la creciente influencia y difusión de contenidos en redes sociales, denominadas con agudeza por Castells como «medios de auto comunicación de masas», por lo cual los medios de comunicación se vieron forzados a cambiar de estrategia en la medida que se viralizaban por internet imágenes sobre la crudeza de la represión de agentes estatales (militares y policiales), junto con la transmisión de las demandas ciudadanas con un marcado carácter contra hegemónico.
En este sentido, es que a lo largo de la semana ante pasada, y en vista del alcance de la crisis, la prensa se puso a la tarea de balancear el equilibrio perdido. Mientras las marchas adquirían cada día mayor masividad, el gobierno y los medios comprendían que la mejor forma de contener la movilización social pasaba por separar elementos de forma y de fondo. Si bien mantenían una amplia cobertura a la violencia, también comenzaron a mostrar segmentos de conversación sobre las razones profundas del estallido social.
A esta altura las ideas contra hegemónicas sobre el abuso generalizado se habían extendido a tal magnitud que era difícil intentar taparlas simplemente con criminalización. Comenzaron entonces a apuntalar discursos de cohesión social en base a dos ideas fuerzas. Primero que el «mensaje había sido escuchado», es decir que el gobierno tenía conciencia de las profundas desigualdades sociales que generaba el modelo el cual debía ser corregido y/o reformado pero nunca reemplazado, lo cual se asocia con la segunda idea a codificar: «la unidad nacional». Esto porque frente a la incapacidad de contener los elementos contra hegemónicos de la crisis (que en su base guardan un serio cuestionamiento de la funcionalidad modelo neoliberal en la protección de derechos sociales), los medios hacían desesperados llamados al diálogo entre los partidos políticos recogiendo el guante de los mensajes enviados por el Gobierno.
Un claro ejemplo de lo anterior son las portadas de El Mercurio en los días posteriores al fin de semana del 18 de octubre. El día lunes 21 de octubre este diario titulaba: «Autoridades intentan recuperar la normalidad con gestos de unidad y cambio en las prioridades políticas». El martes 22 presentaba en portada: «Presidente convoca a líderes políticos de todos los sectores para a concordar una agenda social que permita superar la crisis». El miércoles 23 de octubre el diario destaca: «Presidente Sebastián Piñera hace mea culpa y presenta agenda social tras abrir diálogo con sectores de oposición».
Estos llamados iban dirigidos a la «clase política« [viii] , concepto que por lo demás me parece digno de cuestionamiento, e intentaban crear la sensación de que esto era un problema de una élite que siempre se mueve en base a los intereses de distintas facciones que pugnan por el poder, lo cual también pasaría a ser parte de las razones de la crisis. En medio de este panorama los medios esbozaban implícitamente que era hora de dejar de lado estas rencillas e intentar solucionar la crisis sin mezquindades, entendiendo la política como una suerte de partido de futbol en donde las barras, en base a una rivalidad sin sentido, estarían destruyendo el estadio. Esta manera de comprender la política como una suerte de competencia de facciones, no de ideologías (ni que decir de clases), fue instalada en la dictadura y mantenida con firmeza hasta hoy, con lo cual, y frente a la posibilidad del derrumbe del estadio completo, sería necesaria la unidad de todas las hinchadas.
Es justamente en base a estas ideas donde se intenta afirmar hoy la hegemonía neoliberal, puesto que el principal mensaje a codificar en los medios de comunicación consiste en que el estallido social chileno sería transversal (pluriclasista), [ix] apolítico (crítica generalizada a la «clase política»), [x] y que se debería a una suerte de cansancio frente a los excesos del sistema (abusos). Esto no es más que otra trampa discursiva, en la que se condena a todos los partidos y movimientos políticos (incluida toda la izquierda), como corresponsables de la crisis, lo cual tendría, a mí entender, un claro fin estratégico.
Ya en 2011 la derecha ocupó esta estrategia para plantear la idea de los «problemas reales de la gente» (que podrían ser resueltos con reformas parciales en cada ítem llámese educación, pensiones, salud, etc., lo que vería reflejado hoy en la agenda social de La Moneda) versus los «problemas de los políticos» en referencia a trasformaciones estructurales como por ejemplo una Nueva Constitución vía asamblea constituyente.
Ya sin estado de emergencia y sin militares en las calles, hemos visto como se despliega la táctica de desgaste de la movilización utilizada ampliamente con anterioridad. Por sólo nombrar un caso, en el año 2011 frente a la ruptura hegemónica en materia de educación el discurso de los medios se modera y ruega por la calma ya que «el mensaje ya ha sido escuchado» y ahora es el momento de la política partidista dialogante, de la institucionalización de la protesta y del fin de la «pelea chica» (faccionalista) [xi] .
Pese a ello, lo anterior tendría un efecto contraproducente. Al tener un discurso contradictorio sobre la solución a la crisis, en el sentido de que la política institucionalizada aún podría resolverla legislativamente y, al mismo tiempo, apuntar a los partidos como corresponsables de esta, se genera un efecto de confusión y, en muchos casos, un mayor descontento. A pesar de esto la derecha político económica, con traducción en sus medios de comunicación, parecerían insistir en la lógica de que una Asamblea Constituyente sería cosa de «políticos» y no un medio legítimo, quizás el más, de participación ciudadana.
Con el cambio de gabinete y con la vuelta a la «normalidad» de estas semanas, el discurso ha mutado a darle relevancia la unidad, tanto en la condena a los saqueos y la delincuencia, como a la resolución institucional del conflicto expresado en un frenesí legislativo de la autodenominada «agenda social del Gobierno«, es decir, un gatopardismo de carácter bidimensional que pretende mantener el statu quo en materia constitucional.
Pese a ello, creo que las iniciativas de cabildos impulsadas desde las mismas organizaciones sociales activas en la sociedad tienen la clara posibilidad de reafirmar las ideas contra hegemónicas y lograr defenderlas con fuerza frente a la ofensiva comunicacional impulsada desde el Gobierno con la venia de los medios.
Finalmente, si bien es claro que la rebelión de octubre se inició como una movilización inorgánica, cada vez gana más espacio en la opinión pública la idea de una Nueva Constitución por medio de una Asamblea Constituyente y, pese a que esto se encuentra en plena disputa, se puede afirmar que la consolidación de este mecanismo implicaría el principio del fin del neoliberalismo en Chile.
* Periodista (UPLA). Profesor y Licenciado en Historia (UV).
[i] Concepto tomado del artículo de Antonio Martín Cabello titulado Comunicación, cultura e ideología en la obra de Stuart Hall.
[ii] https://www.cnnchile.com/pais/pinera-estamos-en-guerra-contra-un-enemigo-poderoso_20191021/
[iii] El Mercurio S. A. es el holding periodístico de mayor antigüedad en Chile. Ligado a la familia Edwards tiene un claro carácter conservador y es el principal defensor de la ideología neoliberal y su implantación en Dictadura. Cabe destacar que su penúltimo dueño, Agustín Edwards, fue expulsado en 2015 del Colegio de Periodistas de Chile por su implicación en el encubrimiento de diversos crímenes de lesa humanidad en la Dictadura del General Pinochet.
[iv] El grupo COPESA (Consorcio Periodístico de Chile) es el segundo holding de prensa escrita en cuanto a tiraje y tiene 3 diarios importantes y de gran lectura: La Tercera, La Cuarta y La Hora. Su dueño es el multimillonario Álvaro Saieh, cuarta fortuna del país con acciones en la banca, retail, inmobiliarias, hotelería y medios de comunicación.
[v] LUN es la sigla con la se conoce en Chile a Las Últimas Noticias.
[vi] Digo que se auto arroga este título puesto que existe una clara diferencia con la prensa popular ligada al mundo social lo que se conoce también como prensa obrera. En el caso de la Cuarta corresponde a un tipo de prensa sensacionalista, lo que para Guillermo Sunkel corresponde a un «medio de masificación de temas, lenguaje y una estética simbólico -dramática presente en la cultura popular». Para mayor información consultar al autor en su texto Razón y Pasión en la prensa popular.
[vii] Desde hace varios años la prensa chilena ya mostraba grandes signos de falta de credibilidad en la población debido a su estrecha relación con la derecha político- económica. Esto se puede ver reflejado en distintas encuestas de opinión, la agresión a periodistas de grandes medios y en el popular grito «la prensa burguesa no nos interesa».
[viii] Concepto extraído de la obra del politólogo conservador Gaetano Mosca que hace referencia a la presencia de una élite política dominante y hereditaria que estaría por encima de las disputas ideológicas en beneficio propio. En el caso chileno este concepto también es utilizado ampliamente por Gabriel Salazar entendido como un grupo de políticos especialistas que ponen sus intereses sobre los del pueblo. Para mayor información revisar el siguiente enlace: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-50492016000400011
[ix] Portada de la cuarta del día miércoles 28 de octubre: «Se aleja el lumpen y llega la familia» con foto de dos mujeres del barrio alto protestando.
[x] Portada de La Cuarta jueves 24 de octubre: «Faltaron los puros guantes» y de El Mercurio mismo día: Sesión de la Cámara de Diputados para abrir diálogo sobre la crisis en el país deriva en empujones, insultos y descontrol». Estas portadas hacen alusión al altercado producido luego de que varias diputas de derecha rompieran fotos de asesinados por agentes del Estado y con las cuales otro grupo de diputadas de izquierda intentaban encarar al entonces Ministro del Interior Andrés Chadwick. Este conflicto solidificó el discurso de que la «clase política» no estaba a la altura de la crisis, y que estarían más preocupados de problemas de «políticos» (destitución del Ministro) que de una real solución a las razones que motivaron el estallido social.
[xi] Todos los medios destacaron la masividad de la marcha del día viernes 25 de octubre y dejaban entre ver de que era una manifestación ciudadana trasversal. El Mercurio el día sábado 26 de octubre titulaba «Santiago y regiones viven las mayores manifestaciones públicas registradas en Chile». En la bajada de esta noticia el diario destacó:
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