A casi 35 años del golpe militar, las circunstancias exactas de la muerte del presidente Salvador Allende no han sido establecidas. Nunca se han dado a conocer los peritajes realizados por la Policía de Investigaciones ni el informe de su exhumación realizada en septiembre de 1990. En el centenario de su nacimiento se impone la […]
A casi 35 años del golpe militar, las circunstancias exactas de la muerte del presidente Salvador Allende no han sido establecidas. Nunca se han dado a conocer los peritajes realizados por la Policía de Investigaciones ni el informe de su exhumación realizada en septiembre de 1990. En el centenario de su nacimiento se impone la necesidad que se esclarezca este importante episodio histórico. Los antecedentes están: los tiene el ejército. Deben ser desclasificados.
Aunque después de los funerales oficiales -4 de septiembre de 1990- la tesis del suicidio terminó por imponerse, nunca ha quedado claro como fue que realmente murió Salvador Allende Gossens.
La junta militar nunca dio a conocer el informe forense realizado por la Policía Técnica de Investigaciones. Tampoco, el examen de la autopsia practicado al cadáver del presidente la noche del 11 de septiembre.
El escenario de la muerte fue adulterado por oficiales del ejército que entraron al salón Independencia poco después que Allende murió. Al mando del general Javier Palacios, quien comandó el asalto a La Moneda, los militares se quedaron con varias evidencias de lo allí sucedido como un cartucho de pistola de calibre no especificado, «presumiblemente un arma corta, vainillas y proyectiles de calibres igualmente indeterminados», como se señala en lo poco que se ha conocido del acta del Departamento de la Policía Técnica de Investigaciones, del 11 de septiembre de 1973. En este informe no se hizo específico las medidas ni las trayectorias de las balas alojadas en la parte superior de los gruesos muros que rodearon su muerte.
Lo único que realmente se sabe es que ese día fue un luchador ejemplar, que comandó la defensa de La Moneda y que no titubeó de disparar para repeler la embestida militar e imperial. Incluso inhabilitó un tanque de un bazukaso, según contó en exclusiva a este medio un testigo clave de la refriega. «El día del golpe el presidente Allende se mostró como un gran combatiente, se mantuvo tranquilo y muy dueño de la situación. Prueba de ello es su histórico discurso de despedida, que pude presenciar, y la decisión y valentía con que enfrentó la adversidad», dice Renato González, mejor conocido como Eladio, que fue uno de los 16 miembros de la guardia personal de Allende (GAP) que estuvo con el presidente en La Moneda. Sólo cuatro de ellos vivirían para contarla.
A Eladio se le adjudica en numerosos libros sobre los sucesos del «once», haberle dicho a Fidel Castro que el presidente chileno murió acribillado por militares tras rechazar rendirse. En entrevista, de 8 horas, Eladio niega completamente el haber sido el autor de esta versión, añadiendo que él no presenció su muerte y que ninguno de todos los autores que lo citan como autor de estos dichos le ha hecho una entrevista. Entre ellos está el ex embajador de Estados Unidos en Chile Nataniel Davis que escribió Los dos últimos años de Salvador Allende.
El testimonio de Eladio aporta mucho para esclarecer lo sucedido. «Entré de guardia a Tomás Moro a las 06:00. Luego de las primeras noticias, me incorporé a la escolta junto a otros compañeros. Al llegar a La Moneda bajamos el armamento por calle Morandé: una ametralladora punto 30, una bazooka RPG-7 y algunas cajas de balas. Subimos al segundo piso, a la oficina de seguridad presidencial. Allende se instaló en su gabinete. Hizo y recibió varias llamadas. Y nos dijo: -‘Prepárense'».
El golpe militar se inició cuando tropas de la Marina y efectivos del regimiento Maipo ocuparon las calles de Valparaíso. El presidente Allende a las 7 de la mañana se dirigió a La Moneda acompañado por miembros de su dispositivo de seguridad que se movilizaban en 5 vehículos. A las 7:55 habló por radio Corporación. Eladio testimonia: «A eso de las 8:30 Allende se reunió con nosotros -16 GAP- que permanecíamos allí. Dijo que entendía que militarmente quedarse ‘era ponerse en una ratonera, era un suicidio… y que aquellos que discreparan podían abandonar el Palacio, para defender al gobierno desde el exterior’. Justificó su decisión de combatir al decir que había que ‘dejar un ejemplo’. Pidió que dieran un paso al frente quienes discreparan. Ninguno avanzó. Éramos concientes de a qué nos quedábamos… Eso emocionó al presidente… Luego llegó personal de Investigaciones, unos 12 hombres al mando del inspector jefe de la escolta presidencial, Juan Seoane. Traían una subametralladora y otras armas. Recuerdo que cerca de las 9:30 fue el primer enfrentamiento: un tanque comenzó el fuego. Allende nos había advertido de no disparar primero… Pero una vez comenzado el fuego él fue el más bravo combatiente, había que estar sacándolo de las ventanas de su gabinete que daban a la Plaza de la Constitución».
«Allende pasaba por nuestros puestos, preguntándonos cómo estábamos, si había heridos… Él rechazó cualquier elemento de protección física. Se puso a nuestra par… (En un momento) Arturo Jirón le tiró de los pies para sacarlo de una ventana -que daba a la Plaza de la Constitución- por donde disparaba. ‘Suéltame, conche tu madre’, dijo y se dio media vuelta y cuando se dio cuenta que quien lo jalaba era Jirón quien fue su médico personal, que había sido su ministro de Salud expresó: ‘Ah, eras tú Jironcito'».
Eladio señala que fueron más de cinco las horas de combate y resistencia. «Tras varios intentos de asalto y el empleo de artillería, bombas lacrimógenas, fusiles, granadas, y bombardeo por aire, no podían vencernos ni teníamos bajas. No lo podían creer», dice Eladio muy dueño de sí.
Este ex miembro de los GAP señala que el objetivo de la defensa era esperar que distintos sectores de la Unidad Popular ejecutaran el previamente establecido Plan Santiago, por el que se haría ocupación de distintos puntos cercanos a La Moneda. «Nadie llegó», agrega con algo de frustración.
Eladio da a conocer un episodio de enorme importancia y casi desconocido del combate que ocurrió en el gabinete del presidente esa mañana: «Mientras había un intenso tiroteo y un tanque nos disparaba balas de ametralladora desde el nivel de la Plaza de la Constitución, Allende le pidió a Jano (GAP), que era como su hijo putativo, la bazooka RPG-7 con la que contábamos. Hizo el ademán que iba a disparar contra un tanque que pretendía entrar a la plaza por la calle Moneda. Entonces nosotros con Jano lo cubrimos disparando desde la ventana de al lado. Allende se asomó por el balcón y al primer disparo dio con el tanque sacándolo de combate». Agrega Eladio que no hubo tiempo para felicitaciones pero que alcanzó recordar la inscripción del blindado: E-28. Este hecho fue mencionado también por la secretaria privada de Allende Miria Contreras, Payita, en una carta escrita a Beatriz Allende, la hija mayor del presidente, en noviembre de 1973, pero ha sido ignorado, hasta ahora, por la historiografía y la prensa.
Eladio dice que Allende también dirigió una pequeña operación al interior del Palacio por la que mediante la explosión de una granada casera, se abrió el depósito de armas de la Guardia de Palacio, que había abandonado al presidente a primera hora de la mañana.
Eladio señala que sólo después de las 13:00 horas, cuando el incendio se expandía por toda La Moneda es que el ejército logró entrar: «Lo hicieron por la entrada de Morandé 80 y por la que da a la Plaza de la Constitución. Hubo combate. Los militares coparon la segunda planta y fuimos hechos prisioneros. Me sacaron a golpes y culatazos por Morandé 80. Yo estaba combatiendo en el gabinete del presidente mientras él estaba 50 metros más al sur, en el salón Independencia (…) Lo acompañaban algunos de sus colaboradores y médicos mientras en los pasillos seguían los disparos que propinaba otro dispositivo GAP que se mantuvo en combate frente a la entrada de Morande».
«Allende andaba en sus manos con el Kalashnikov plegable que le regaló Fidel (…) Óscar Soto me dijo, cuando ya estábamos en el suelo fuera de La Moneda amenazados de que nos pasaría por encima un tanque, que Allende ‘había muerto'».
Para salvar su vida Eladio aprovecho el paso de un jeep de de sanidad del Ejército. Fingió, con la complicidad del doctor Soto, un ataque de peritonitis y el oficial Jaime Puccio quien comandaba ese vehículo y que era hermano de Osvaldo Puccio, se apiadó y lo envió a la Posta Central.
Allí, algunos trabajadores de la salud a quienes había conocido en su calidad de miembro de la escolta presidencial, lo disfrazaron de camillero para salvarlo. Incluso le tocó cargar a Payita cuando está llegó a ese centro asistencial. Eladio se asiló en la Embajada de México el 16 de septiembre. Es mismo día partía a ese país en el avión presidencial que fue a buscar a las hijas y a la esposa de Allende, Hortensia Bussi.
Eladio nos señala que aunque la mayoría se inclina por la tesis del suicidio, él estima que hay «cosas que no concuerdan». Dice que su primera convicción nace del hecho que «Allende siempre luchó y de haber querido morir hubiera preferido hacerlo en combate». Y añade: «Una primera versión del ejército fue que un GAP lo había ajusticiado. Después no permitieron una autopsia independiente ni el acceso a la prensa. Además, todos saben que el objetivo de (Augusto) Pinochet no era ‘respetarle la vida’, como lo confirman las grabaciones captadas por radioaficionados donde Pinochet aparece planeando el derribo de un avión con tal de matarlo (…) Todos los que rodeaban a Allende coinciden que (este) les habría dado la orden de salir, pero las versiones sobre qué ocurrió después, no coinciden (…) Yo no descartó que se haya suicidado, pero tampoco que pueda haber intervenido el Ejército en su muerte, puede que lo hayan rematado». Y sentencia: «Pero más allá de cómo haya sido su muerte, yo rescato su siempre correcta actitud y enorme ejemplo y legado».
Versiones de la muerte
A las 14.50 la junta anunció que La Moneda había sido ocupada. 42 civiles, entre GAP y policías, resistieron por casi 5 horas el asedio de tanques Sherman, dos cañones sin retroceso de 75 mm. montados en jeep, y a 200 militares de dos regimientos, más el bombardeo de dos aviones de caza a reacción que lanzaron -entre las 11.56 y las 12.15-, 18 cohetes, además de ametrallar el techo y segundo piso del palacio.
Ignacio González, en El día que murió Allende, recoge la versión del doctor Patricio Guijón. Según esta Allende habría aceptado entregarse, ordenando que se formara una fila para salir por la puerta de Morandé. Se habría ubicado al final de esta, devolviéndose y suicidándose solo en el Salón Independencia.
Pero persisten dudas y versiones contradictorias. Para el periodista Camilo Taufic, la metralleta con la que se habría matado «no estuvo en La Moneda ese día». Varias versiones coinciden que el sitio del suceso y la posición del cuerpo «podrían haber sido adulteradas».
Según la versión oficialmente aceptada, el doctor Guijón alcanzó a ver el suicidio de Allende. Luego, se sentó junto al cuerpo, tomó la metralleta y la puso atravesada sobre las piernas de Allende. Incluso le tomó el pulso. Habría estado unos 10 minutos velándolo, hasta que los militares irrumpieron. Lo cierto es que Palacios se comunicó con el almirante Carvajal, para que le retransmitiera a Pinochet: ‘Misión cumplida, Moneda tomada, Presidente muerto’.
La periodista Patricia Verdugo en su libro Interferencia Secreta, dice: «El inspector Espinoza y el subinspector Navarro -de la Brigada de Homicidios- reciben la orden de partir a La Moneda. Deben llevar todos los elementos para hacer un peritaje, incluido un experto planimetrista, un fotógrafo y un perito balístico. Un vehículo militar los lleva primero al Ministerio de Defensa. Sólo entonces se enterarán de quién es el muerto. ‘Lo asesinó un GAP’, informa allí el general Herman Brady, quien era comandante de la Guarnición de Santiago al momento de la asonada militar. Cuando llegan los peritos de Investigaciones a La Moneda, entran al ‘sitio del suceso’ y reciben una segunda y contradictoria versión: ‘Se suicidó -dice el general Palacios-, en el Salón Independencia'».
La BH, que inició las diligencias, fue relevada por la Policía Técnica. Se ha conjeturado que se debió a la desconfianza de los golpistas que la consideraban proclive a Allende y a la UP; y por el hecho de que «el solo nombre de esta repartición pudo ser interpretado, dentro y fuera de Chile, como un reconocimiento tácito de que Allende había sido asesinado», dice Hermes Benítez, autor de Las muertes de Salvador Allende. Otro aspecto poco claro recogido por Benítez, es la posibilidad que Allende se hubiese quitado la vida no con su fusil, sino con un arma corta: «La interferencia y adulteración del escenario de la muerte por obra del general Palacios y sus hombres, que quedó registrada en el propio informe del acta de los peritajes realizados en el Salón Independencia por personal de la BH y de la Policía Técnica, habría tenido por objeto ocultar aquella arma corta y convencer al mundo de que Allende se había dado muerte con el fusil que le obsequiara Fidel», dice.
Allende fue enterrado en secreto en el Cementerio Santa Inés, de Viña del Mar. A sus deudos no se les permitió ver el cuerpo. El féretro iba sellado con soldadura. En el informe de la autopsia hecho en el Hospital Militar se afirma y que sólo se conociera el año dos mil, tras la publicación de La Conjura: Los mil y un días del Golpe, de Mónica González: «La causa de la muerte es una herida a bala cérvico-buco-cráneo-encefálica, con salida de proyectil… el disparo corresponde a los llamados ‘de corta distancia’ en medicina legal… el disparo ha podido ser hecho por la propia persona. En ambas manos hay salpicaduras de sangre, especialmente en la derecha».
La autopsia que fue realizada por médicos militares de las cuatro ramas de als fuerzas armadas dice también: «En la región submentoniana, inmediatamente por detrás del borde inferior del hueso maxilar inferior, se observa un orificio de entrada de proyectil. El proyectil perfora el piso de la boca».
Para la Policía Técnica «la muerte se produjo como consecuencia de una herida a bala… (aunque) no se descarta la posibilidad de que se trate de dos disparos de rápida sucesión».
El 2003 surgió una versión que sostiene que instantes antes de morir había al menos 8 personas, la mayoría médicos, muy cerca de él. Según relata el doctor José Quiroga no sólo el doctor Guijón lo vio morir, sino también el entonces ministro de Salud, Arturo Jirón, Hernán Ruiz, el subsecretario Arsenio Poupin, el intendente de Palacio, Enrique Huerta, y el detective Garrido. También dos o tres GAP. Según Benítez sólo los doctores Quiroga y Guijón vieron efectivamente cuando Allende se habría disparado: «El resto de los ‘testigos’ no sólo no presenciaron el alzamiento del cuerpo del presidente por efecto del disparo, en medio del humo y la oscuridad, sino que tampoco ingresaron posteriormente al Salón Independencia. El único que tuvo la presencia de ánimo, y el valor, para hacerlo, fue el doctor Guijón» dice.
Una fotografía mostraría a Salvador Allende muerto, tendido en el sofá «hasta donde al parecer fue arrastrado, cargado sobre una frazada doblada puesta bajo su espalda. El cineasta Patricio Guzmán, declaró que, con anterioridad a esta foto, el cuerpo yacía tendido en el suelo», escribió el periodista Taufic. Agrega que ningún informe indicó «el calibre de la o las balas» ni se determinó si eran de metralleta o de pistola.
Eugene Propper en Laberinto afirma: «El jefe de Investigaciones, general Ernesto Baeza, ordena a los detectives de la Brigada de Homicidios entrar en La Moneda y realizar una investigación a fondo sobre la muerte de Allende. Esta medida provoca la primera controversia entre los nuevos gobernantes militares, la mayor parte de los cuales se opone violentamente a que el ‘sitio del suceso’ sea examinado por profesionales… Querían presentar la muerte de Allende como un suicidio». Al día siguiente el General Ernesto Baeza renuncia a su cargo de jefe de Investigaciones pero Pinochet le persuade que permanezca.
Propper entrega el nombre de un oficial de Ejército «que había matado a Allende». Su fuente: es el delegado del FBI, Robert Scherrer: «El capitán René Riveros era un héroe especial para algunos de sus colegas de las FFAA, porque él fue quien mató al presidente Allende en el asalto a La Moneda».
Uno de los oficiales que entró a la escena de la muerte fue Armando Fernández Larios, quien permanece preso en Estados Unidos bajo protección federal por su autoría del crimen del ex canciller de Allende Orlando Letelier, ocurrido el 21 de septiembre de 1976. Él siempre ha fue considerado como un hombre de la CIA en el Ejército.
El fusil Kalashnikov plegable que Fidel le regalara a Allende y que, según la versión de El Mercurio y los militares habría sido el arma del suicidio, permanece desaparecido a pesar de ser una pieza de alto contenido histórico. Ni siquiera el informe completo de la exhumación, realizada con ocasión de su funeral el 4 de septiembre de 1990 ha sido dado a conocer.
Aumenta estas dudas, el hecho que Pinochet ordenó personalmente el fusilamiento inmediato del estrecho colaborador de Allende Enrique Paris, quien lo acompañó esa jornada hasta el final y pudo ser testigo de su muerte. También mandó a matar a todos los guardias presidenciales (GAP) que estuvieron con Allende ese día.