Concluía uno de mis últimos artículos “Colombia rumbo a Chile” con el siguiente párrafo: ”El camino que ha tomado Chile del desengaño y frustración ante las promesas reformistas fracasadas, no creo sea posible en Colombia, donde hay más cosas populares por considerar. Por ejemplo, que la contradicción entre reforma y revolución NO ha dejado de existir y hay mucha gente que defiende esta concepción de distintas maneras como un objetivo estratégico y de largo plazo. El detestable y repugnante pinochetismo n podrá hacer mucho ruido mediático en Colombia, por ejemplo en las páginas amarillas de la revista Semana o en los demás falsimedios, pero será el cuento del pobre y precario vendedor colombiano de helados en un pueblo de tierra caliente: Mucho tilín, tilín y más bien pocón de paletas” https://rebelion.org/colombia-rumbo-a-chile/ , figura que al parecer, por lo sintética, no ha sido captada del todo, por lo que considero una breve ampliación:
La mayoría de las comparaciones son odiosas y en efecto, podríamos preguntarnos ¿qué une a Colombia y a Chile histórica, sociológica o políticamente hablando?. Realmente poco: fuera de que ambos países forman parte de la gran Patria Grande de Bolívar, hablan el idioma castellano con diferentes acentos y, comparten la misma prolongada y genocida herencia del colonialismo imperial español luego anglosajón (Inglaterra-EEUU), con sus violentos aliados internos u oligarquía criolla que no ha dudado ni un segundo en llegar hasta el fascismo neoliberal pinochetista, y, frente a la cual es fundamental destacar la secular y larga resistencia de más de 500 años de las clases y estratos sociales subordinados de ambos pueblos: obreros, campesinos, indígenas, negros en Colombia, etc; rasgo histórico esencial y persistente que nos une como paradigma a considerar. Lo demás, han sido procesos sociopolíticos bastante diferente e incluso contradictorios, por ejemplo, en el momento actual el presidente electo de los chilenos, es un político que se presentó ante las masas como socialista con promesas socialistas de modificar el Estado pinochetista dominante, cuando en la práctica ejecutiva resultó siendo lo contrario: un vulgar promesero, que con el pasar del tiempo, el mismo pueblo que lo eligió le ha volteado la espalda posibilitando el sonado reciente triunfo del pinochetismo. Mucho tilín, tilín y más bien pocón de paletas. Que si extrapolamos la figura o la forzamos para Colombia, al aplicarla su actual presidente (quien realmente tiene un respaldo popular) tendríamos que decir algo diferente: Mucho tilín, tilín pero con paletas.
Por razones del exilio y talvez de edad, no leo prensa española muy centrada en sus propios problemas y cuando analizan los fenómenos latinoamericanos y caribeños, lo hacen con escritores tan proclives que no pueden ocultar su “eurocentrismo” decadente, y el viejo “rencor” contra Simón Bolívar por haber quebrado el colonialismo y la hegemonía hispánica en Ayacucho en 1824. Por lo que para mí no son una fuente analítica seria. Prefiero recurrir a mis recuerdos o leer los columnistas de los más importantes diarios colombianos, quienes a pesar de sus sesgos de alguna manera reflejan en sus artículos el ambiente envenenado (hay quien lo llama caótico) que se vive en el país o, tan iracundo, falto de Justicia y sumido en la impunidad (Silva Romero https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/ricardo-silva-romero/ira-columna-de-ricardo-silva-romero-771787) , y la lucha ideológica actual entre la vieja tendencia política oligárquica de polarizar la opinión pública, esta vez entre petristas y antipetristas y, una fuerte tendencia popular, que empieza a emerger con fuerza, de no caer en tan estéril dicotomía, sino a tomar distancia y a analizar los hechos objetivos como los subjetivos de manera dialéctica, buscando contextos nacionales e internacionales, contradicciones, historia objetiva maestra de toda ciencia social, la formación del Estado nacional, el desarrollo del capitalismo y el mercado nacionales, y sobre todo, procesos de lucha de clases. Todo con el fin de encontrar una salida al persistente conflicto colombiano, que ahora se empieza ver como un largo y cruento proceso histórico y social de resistencia antioligárquica y antiimperialista que sorprende a propios y extraños por su persistencia y duración .
En mis recuerdos políticos, el cuento y recuento del viejo truco oligárquico de polarizar la sociedad entre el gobierno y oposición que se enraíza en la historia colombiana con los dos partidos Liberal Conservador (copia del bipartidismo del Estado de los EEUU), el que nos ha llevado desde su nacimiento en Colombia a la guerra civil perpetua hasta hoy, ha descendido desde las alturas hasta las bases populares como pensamiento binario que pronto fructificó sobre el antiguo pensamiento escolástico dominante. Por ejemplo, si uno mira la historia del pensamiento marxista en el país, siempre se encontrará con algún ISMO enfrentado. En el inicio Estalinismo versus Trotskismo. Luego Vieirismo versus Duranismo. Más tarde Eurocomunismo versus Maoísmo. Y dentro de este, ya en los primeros años de la sopa de letras de los 70: La LOI versus la TOD (línea oportunista de izquierda contra la tendencia oportunista de derecha) o, marxismo-leninismo-maoísmo versus Mosquerismo moirista. En el Trotskismo algo semejante: Posadismo versus Internacionalismo cuatrista, etc. Procesos casi todos centrados en una personalidad o en la mayor parte en una persona y su círculo cercano, cuyo rasgo persistente o tendencia ha sido el fracaso de cada unos de esos proyectos políticos, o su debilitamiento paulatino, precariedad e ineficacia política y frustración popular.
Hoy, dado que ha elegido con respaldo popular un presidente que se autonombra de “izquierda progresista”, para mayor confusión ha tomado fuerza dentro de la llamada izquierda esta vieja práctica reaccionaria, y como si se tratara del viejo juego gobierno-oposición, quien desde la izquierda tenga una actitud crítica con el actual gobierno o no apoye incondicionalmente al presidente es tildado inmediatamente de antipetrista y colocado en las huestes de hierro de la pareja neonazi Polo-Polo y Cabal.
¿Cómo no alarmarse frente a la lectura de una somero y quizas rápido análisis que hace desde el diario El Espectador.com 26.05.2023) el columnista Juan Carlos Botero en su artículo ¿La tormenta perfecta de Petro? Que concluye de la siguiente manera “ En resumen: En el primer año de gobierno, inflación, aumento de inseguridad, caída de precios del petróleo, desaceleración económica, reformas urgentes pero inciertas, protestas en contra, caída de la imagen, choques con los medios y sequía de El Niño. Esta suma de factores representa una tormenta perfecta que puede llevar a una crisis de gobierno”… https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/juan-carlos-botero/la-tormenta-perfecta-de-petro/ . No se si el columnista Botero sea parte de la “oposición” al gobierno Petro, aunque no parece un “antipetrista”, sino más bien, como él mismo lo hace notar al final de su nota, del grupo grande de columnistas dedicados a darle consejos al mandatario para que le vaya bien en su gestión.
O, pasar por alto lo que escribe el columnista Oscar Sevillano en la misma edición citada arriba, coincidente con su colega Botero cuando describe la siguiente situación, para darle consejos al mandatario: “ Hay una queja generalizada en el Palacio de Nariño y es la falta de diálogo de Petro con su equipo de Gobierno, hecho que sí resulta bastante preocupante porque para dirigir un país tan complejo como el nuestro se requiere liderar procesos. Para esto hay que coordinar y para coordinar es necesario hablar con quienes están al frente de cada trabajo que se ha encomendado y así conocer las debilidades y fortalezas que cada quien presenta”. https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/oscar-sevillano/petro-y-su-extrana-manera-de-gobernar/
Dos opiniones periodísticas coincidentes, frente a las cuales uno debe preguntarse si se trata de opiniones interesadas, sesgadas o infladas artificialmente, o si reflejan una situación real, definitivamente nada idílica. Con ellas me quedo, aunque con la impresión de que lentamente se están acabando las paletas.
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