Desde las grandes cadenas mundiales y en los poderosos medios locales se difunde la supuesta existencia de una competencia electoral en Colombia entre un candidato de extrema derecha, Iván Duque, y uno de la izquierda radical, Gustavo Petro, que luego de las votaciones del pasado domingo se disputarán la segunda vuelva. Y eso nos es […]
Desde las grandes cadenas mundiales y en los poderosos medios locales se difunde la supuesta existencia de una competencia electoral en Colombia entre un candidato de extrema derecha, Iván Duque, y uno de la izquierda radical, Gustavo Petro, que luego de las votaciones del pasado domingo se disputarán la segunda vuelva.
Y eso nos es ni mediamente así en el caso de Petro.
Es del interés de la dictadura mediática a escala global atribuirle a las izquierdas roles electorales y gestiones gubernamentales de candidatos y fuerzas que dejaron de serlo (sensiblemente derechizadas), para aprovechar sus insuficiencias, influir negativamente y desacreditar el término y la alternativa que pueda representar.
Igual les conviene presentar como «opciones democráticas» a las derechas y extremas derechas que encarnan el neofascismo de estos tiempos, lo que le ayuda a derechizar el escenario electoral y favorecer mecanismos de relevo bajo su control.
Pasa con Petro lo primero y con Duque lo segundo, de quien se esconde que esa derecha es realmente neofascismo mafioso.
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PETRO AYER Y HOY
En verdad Petro fue de izquierda, incluso de la izquierda guerrillera (M-19), pero hace tiempo dejó de serlo hasta convertirse en dirigente de una corriente del establecimiento político colombiano que acepta no solo la cuestionable institucionalidad vigente en ese país, sino también la tutela de EEUU sobre esa nación hermana. Más próximo al Leonel Fernández de los 90, que al Lula de Brasil e incluso al Funes convertido en Presidente de El Salvador.
Existe incluso el recurso de calificar de «izquierda» a quienes sencillamente no son de extrema derecha o simplemente conservadores, para pescar en las confusiones que tales adulteraciones generan..
Está pasando con Gustavo Petro, a quien por demás recientemente se «le salió el cobre» -más que antes- cuando calificó las elecciones de Venezuela de «fraudulentas» y anunció que «no reconocerá el Gobierno de Maduro»; lo califican de izquierda a pesar de que sus vínculos con sectores de poder de EEUU son muy conocidos y a pesar de no objeta ni las 7 bases gringas en territorio colombiano, ni la incorporación de ese país a la OTAN.
Petro se ha cuidado de no condenar la infamia contra Santrich, poniendo a depender la acusación mentirosa de las «pruebas» de EEUU y la decisión de un sistema judicial viciado; sin mostrar beligerancia frente al vulnerable acuerdo de paz firmado en la Habana y las groseras violaciones del mismo por el poder constituido.
Igual, en clara señal de genuflexión frente a EEUU y la gran burguesía colombiana, Petro estigmatiza y descalifica radicalmente al acosado y agredido proceso bolivariano de Venezuela y no dice ni ji frente a las dictaduras constitucionales mafiosas de Honduras, México, Paraguay, Brasil, Argentina, Dominicana, Haití…
Ni hablar lo que significa valorar como democracia a Colombia, condenar a Venezuela como «régimen de la muerte» y obviar las referidas dictaduras mafiosas dependientes de EEUU.
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FAJARDO LE SUMARÍA MÁS DERECHISMO
La alianza en segunda vuelta con SERGIO FAJARDO (pro-Santos y pro-oligarquía) -si se da- le imprimiría más derechismo a la fórmula que competirá en segunda vuelta contra Duque (pupilo de Uribe); sin de paso garantizar el flujo de todos esos votos a favor de Petro, puesto que ese electorado intermedio a favor de Fajardo podría correrse parcialmente tanto hacia el uribismo como hacia petrismo, al margen de la orientación oficial.
Gobernar con esa institucionalidad y con un gobierno así constituido, montado sobre un Estado terrorista intervenido por EEUU, independientemente de que Petro no sea ni fascista ni mafioso, no augura cambios significativos, por lo que hay que tener mucho cuidado en promover ilusiones o exagerar posibilidades de transformaciones y de paz duradera, previamente bloqueadas por el poder establecido; o también con crear grandes expectativas sin bases fuertes y sin un contrapeso (dado el desarme unilateral de las FARC-EP y la permanencia de un Estado y un paramilitarismo terroristas aupados por las corporaciones estadounidenses, CIA, Pentágono y Mosaad).
Advierto, además, sobre las posturas inconsistentes (con matices variados) de un gran espectro de derecha (liberal y conservadora) y del social-pendejismo de origen izquierdoso, que al parecer sindican al componente neofascista que encabeza Uribe y su representante Duque como la única causa de los crímenes, corrupción, coloniaje y neoliberalismo en ese país; obviando la feroz oligarquía, el rol perverso de Santos (ministro de los «falsos positivos» y presidente de varias matanzas), así como el papel determinante de EEUU como cabeza rapaz y violenta del Imperialismo Occidental.
El único diablo no es URIBE. Tampoco el único narco-político o «paraco», ni el único terrorista neoliberal pro-gringo. Y los hay liberales y hasta seudo-izquierdistas que contemporizan con todo eso en el contexto de esa dictadura terrorista disfrazada de democracia y Estado de Derecho (mejor dicho, de derecha).
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