Recomiendo:
3

Piedad Córdoba, la mujer de acero

Fuentes: Rebelión

No tiene pelos en la lengua y dice lo que se le viene en gana, es cierto, pero a diferencia de otros, como el expresidente Uribe, por ejemplo, sus palabras están sólidamente ajustadas a lo que le dictan el corazón, la honestidad política y la firmeza ideológica y no a los rebotes del oportunismo o […]

No tiene pelos en la lengua y dice lo que se le viene en gana, es cierto, pero a diferencia de otros, como el expresidente Uribe, por ejemplo, sus palabras están sólidamente ajustadas a lo que le dictan el corazón, la honestidad política y la firmeza ideológica y no a los rebotes del oportunismo o al uso y abuso de la perfidia para tirarse a los demás mientras construye lo suyo.

Qué carácter y qué formidable capacidad de lucha. Y qué resistencia a los embates de sus malquerientes. Nunca antes en la historia reciente del país, al menos que yo recuerde, a una figura pública se la había perseguido, calumniado y vapuleado tanto como a esta intrépida mujer. Los depredadores de prestigios, casi todos ellos encuevados en la extrema derecha «del Puro Centro», no le dan tregua. La recalcitrante caterva uribista vela porque sus movilidad política, el cause natural de sus principios ideológicos al que tiene tanto derecho como cualquier otro, sus opiniones y desplazamientos físicos, su actividad humanitaria y hasta el mismo aire vital que respira, expiren.

Pero hay a su favor, sin embargo, en la frenética persecución minuciosamente elaborada que optaron por montarle, un contenido de envidia… y miedo, y por ello desgastan a diario sus ajadas camándulas rezando sin cesar por todas sus muertes.

Cuando Piedad Córdoba propone no importa cuál fórmula para la liberación de los secuestrados, o para buscarle una solución pacífica al conflicto armado, o cuando con su voz libertaria levanta el tono para defender las minorías y denunciar las injusticias, los desplazamientos, la desigualdad social, el hambre y la pobreza que desde Uribe hasta Timochenko todos sabemos ahí y aquí, es una tal «Teodora Bolívar» la que hace estas denuncias, o una «fariana» deschavetada a la que no solo no se le debe escuchar, sino que bueno sería silenciar en una mazmorra o en la hermética profundidad de una tumba.

Los colmos en ella no se sacian. Si habla en México o en Ecuador para decir lo que otros decimos con extrema precisión en tertulias, protestas callejeras, columnas de prensa, quejas escritas a las autoridades, o «cartas a la redacción», al decir de nadie menos que de la cabeza del Ministerio Público quien representa a los ciudadanos ante el Estado ejerciendo la facultad de intervención «siempre que se desarrolle en defensa de los derechos y las garantías fundamentales», pudo haber «incurrido en los delitos de concierto para delinquir, incitación a la violencia y asonada». ¡Hágame el favor!

Y es que para el Procurador Ordoñez, Piedad Córdoba, por ejercer su sagrado derecho de expresión, bien amparado como lo está por la Constitución Nacional, por decir sin tapujos lo que millones de colombianos nos restringimos a pensar, delinque. Es decir, ha cometido un claro y execrable «delito de opinión». ¡Cuánta nostalgia dictatorial y fascista!

Cuando le llegó la información del video de Piedad en el Cauca dirigiéndose a los indígenas, y tuvo en sus manos «el cuerpo del delito», llamó aquello «noticia criminal» añadiendo que como estaba por fuera de su competencia cualquier investigación al respecto, «exigía» la inmediata intervención de la Fiscalía General de la Nación. ¡Qué afán! ¡Qué dicha!

Ella delinque, pues, por lo que debe ser judicializada, juzgada y condenada. ¿Y de nosotros, y los otros y todos aquellos colombianos que decimos o pensamos lo mismo, Señor, qué será? ¿Será que como usted dice estamos también incursos en el delito por arrogarnos ese mismo derecho al que usted llama «un fuero especial para delinquir»? Ahora bien, cuando el señor Procurador se ensaña con esta valiente mujer ante la mirada cómplice del establecimiento, la orquestada simpatía de tantos medios de comunicación, el aplauso rabioso de la derecha política, parapolítica y narcotraficante, ¿cuál responsabilidad judicial le cabría a él al probablemente violar con sus instigaciones desde su alta responsabilidad como jefe del Ministerio Público los artículos 13 y 20 de la Constitución Política de Colombia?

Porque es que quienes quieren ver a Piedad Córdoba en la cárcel o muerta, no podrán jamás justificarlo por el desconocimiento de la Constitución o las leyes, simplemente lo desean porque la propaganda política trabajada en filigrana por sus opositores desde la radio, la prensa y la televisión, les ha lavado el cerebro y los tiene en un estado de alienación y vergonzosa postración, o porque, aunque conscientes de los mandatos de la Carta, ven en ella la dinamita que terminaría por erosionar sus privilegios, o porque, simplemente es mujer y por añadidura, negra, lo cual para los machistas de ambos géneros es francamente imperdonable.

Y como si lo anterior fuera poco, el Jefe del Partido Liberal, su partido, el joven Simón Gaviria Muñoz, investido por la veleidad que le proporcionan su delfinazgo y su fugaz estrella, en un arrebato más humorístico que político, vacía sobre ella su resentimiento personal a nombre de la «democracia»: «intolerable, desleal y antidemocrática… (sus palabras) no sólo pueden constituir una incitación al caos y a la anarquía, sino que distan profundamente de los postulados ideológicos del Partido Liberal».

En fin, «Negra».

¡Vaya «insulto» infeliz que a esta mujer verraca, estoy seguro, la hace feliz!

(*) Germán Uribe es escritor colombiano.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.