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Piñata de caramelos militares

Fuentes: Rebelión

La noticia dice: «De oficial de reserva del Ejército de Chile, con el grado de alférez, se graduó esta noche el Ministro Secretario General de Gobierno, Francisco Vidal, junto con 16 reconocidos ejecutivos y empresarios con quienes participó durante poco más de tres meses y medio en el primer Curso de Aspirantes a Oficiales en […]

La noticia dice: «De oficial de reserva del Ejército de Chile, con el grado de alférez, se graduó esta noche el Ministro Secretario General de Gobierno, Francisco Vidal, junto con 16 reconocidos ejecutivos y empresarios con quienes participó durante poco más de tres meses y medio en el primer Curso de Aspirantes a Oficiales en Retiro, impartido por la institución.

La ceremonia se realizó en la Escuela Militar y a ella asistieron el Ministro de Defensa, José Goñi, y el Comandante en Jefe del Ejército, Oscar Izurieta, además de familiares y amigos de los recién graduados, entre los cuales están, además del Ministro Vocero, Andrónico Luksic y Pablo Granifo, Presidente del directorio y Gerente General del Banco de Chile; Pablo
Yrarrázabal, Presidente de la Bolsa de Comercio y Enersis; Alfredo Moreno, Vicepresidente de Dersa; Jorge Bunster, Gerente General de Copec; y Enrique Cibié, Gerente General Corporativo de MASISA…
« .

 

Me imagino que usted que ahora o antes se enteró de tamaño descaro del Poder también esboza una sonrisa nerviosa y casi trivial. Como cuando uno ve gente que se cuela en la fila del almacén, del banco o de la Boletería del Metrotren y entonces no queda más que encogerse de hombros pensando brevemente en la brutalidad y descaro del ser humano, que tiene límites insondables. Algo así como la llamada «vergüenza ajena».

Acá la certera comprobación del amiguismo, el familiarismo, el concubinato entre quienes toman decisiones personales como cualquier empresario con intereses multimillonarios y quienes, por otro lado supuestamente, están llamados a defender a la patria, y obviamente «Patria» son aquellos con los cuales cenamos, vamos a misa, nos facilitan pertrechos desde Alemania, EEUU o cualquier país dispuesto a vender armas. Si pensamos como militares, «Patria» son aquellos que no usan camiseta sino en el golf o la práctica de tenis, quienes solo beben a destajo en clubes y parcelas retiradas de las metrópolis (donde podemos, incluso veranear y llevar los yates de nuestros hijos este verano), son aquellos que pronuncian bien cualquier apellido extranjero, quienes urden y alucinan con complots y brebajes estratégicos contra los países vecinos o enemigos internos que justifiquen el monopolio de la violencia y las millonarias ventas de armamento, quienes en definitiva injieren en la política para financiar el hoyo sin fondo del gasto militar, que en Chile significa aun el 10% de la producción del Cobre (a través de parlamentarios o funcionarios de Estado sobrinos y civiles vendidos a bajo precio o asustadizos ex idealistas con poder, o arrinconados maridos que «se deben a la familia» y firman hasta la venta del agua que beben sus propias madres).

Ser milico intelectual y con poder activo significa pensar en aquellas cosas para el bienestar actual y a futuro, porque nunca se sabe lo que al díscolo pueblo se le ocurra en lo porvenir y «Patria» entonces es todo aquel de pelos brillosos y quien produce ganancias, o los hijos de aquellos que amamantan la importancia de las Glorias Militares, aquellos que rezan y cantan el himno con furia y desprecio hacia la mitad más uno del roterío nacional que no sabe calcular el PIB ni jamás podría hablar de Viena, Boston o Jerusalén, ni siquiera calcular cuánto gasta durante el 18 de Septiembre, y que además deja cargamentos de basura en el Parque O’Higgins el día de la Parada Militar. «Patria» no son siquiera los familiares de los conscriptos, ni los carabineros, salvo si son oficiales de alto rango y apellido de Viña.

Acá la demostración del proselitismo «Cívico- Militar», donde unos empresarios sin más ni menos alcanzan honores militares sin haber siquiera realizado la Carrera de Oficial de ejército que cuesta millones de pesos, millones de datos y formularios, seguimientos, millones de horas de estudio y práctica. Ellos son envestidos por sobre todo orden bajo decretillos inmundos de acomodamiento e interés que nuestra débil y prosaica Constitución «republicana» avala. Un alférez puede ser la carne de cañón en una guerra, pero no lo serán estos señores, el simbolismo que guarda es lo preocupante.

Patético además ver cómo el único personaje venido del mundo político no es digno de vestir uniforme blanco invierno como el resto de los beneficiados, de corbata elegante y terno el nuevamente Vocero de gobierno debe conformarse con ¡»cuadrarse» frente al Comandante en Jefe del ejército!.

¿Existirá una persona tan ingenua que crea que al momento de un conflicto interno los milicos van a ponerse en contra de estos señores, parientes o negociados? ¿No es esto el significado concreto del Poder que se reparten frente a nuestras narices? ¿Alguien ha escarbado entre las páginas sucias del Estado de Derecho el vacío del cual se agarró el General Izurieta para fijar este tipo de arbitrariedades clasistas, monopólicas y acomodadas? ¿Podré postular yo, como cualquier civil, a este tipo de cursos fugaces y condecoraciones arregladas, y Financiadas por el Estado chileno? ¿En qué parte de los Impuestos que pagamos todos dice que esto es una práctica normal y necesaria para la Defensa Nacional o «sana práctica» para las relaciones entre el mundo civil y militar? ¿Podrían formar parte de este tipo de «acercamiento» los dirigentes sindicales, estudiantiles u otras personas y dirigentes políticos o sociales que han sentido inclinación por sables y prácticas militares? ¿Le nacen a usted más preguntas? Hágalas.

Repartija de caramelos verdes entre venas de sangre azul, tamaña corrupción ética me deja un sabor ventoso y a ortiga en el paladar. Si antes tenía recelo con aquel secreto y conspirativo mundo militar, hoy tengo la certeza que no puedo contar con ningún militar conocedor y tejedor de este tema salido o cómplice de esta Era al menos. Acá vuelvo a discrepar con aquellos hermanos que piensan que los militares forman parte de un «poder virtual», que durante el Golpe de 1973 las FFAA «se salieron de su tradición democrática» y solo se deben al orden y respeto hacia la mayoría. Hay que revisar la historia desde la génesis del aparato militar y su conducta altamente reprochable por intervención u omisión en estos suelos.

Yo no soy «Patria», no podría sentirme como tal de esta vil manera, ni aunque me ofrecieran una columna en el New York Times o en el diario regional de San Vicente. Al menos una bala en algún casillero de la Escuela Militar, de Aviadores o de la Marina lleva mi nombre y el de mis hijos en caso de explosión social, y de seguro usted, que me lee, cuenta con cuatro o cinco proyectiles que llevan su nombre, a menos, claro, que venda su alma a destajo en la subasta de los seres humanos o logre casar a uno de sus hijos con alguna doncella refinada educada en Londres nieta o sobrina de alguno de estos tipos. Matones que llenos de medallas que no han ganado y sables ungidos por curas de dudoso origen e ideología lucen batallas baratas en el brillo de la bandera patria, justo al filo de las puntas de la estrella, en el origen enfermo del himno patrio que habla de «Por la Razón o la Fuerza», en la cresta y garras ensangrentadas del buitre cóndor y en el Huemul que rasga con sus patas en extinción el cuadriguero del símbolo patrio.