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Piñera asesino

Fuentes: Rebelión

Los equipos de la policía militarizada, transformada en una desenfrenada fuerza de ocupación que actúa peor aún que durante la dictadura, fue presentada por Sebastián Piñera como su manera de enfrentar su propia «Pacificación de la Araucanía». Con bombos y platillos y evidenciando su más absoluto desprecio por la vida, integridad y bienestar de las […]

Los equipos de la policía militarizada, transformada en una desenfrenada fuerza de ocupación que actúa peor aún que durante la dictadura, fue presentada por Sebastián Piñera como su manera de enfrentar su propia «Pacificación de la Araucanía».

Con bombos y platillos y evidenciando su más absoluto desprecio por la vida, integridad y bienestar de las comunidades mapuche, hizo su debut como mandatario presentando una tropa entrenada para cualquier cosa menos para terminar con la violencia, la pobreza, la marginación, el racismo y la usurpación, origen de todo el conflicto.

Y ese batallón de encapuchados, ha cobrado su primera víctima. Habrán celebrado en sus cuarteles secretos su victoria.

Dista mucho la actitud cobarde de los policías cuando se enfrentan a mapuche desarmados en sus propias comunidades en las que residen sus familias, a la actitud temerosa y sencillamente inoperante cuando se trata de bandas armadas y grupos de traficantes.

Barrios completos tomados por bandas armadas que hacen lo que se les da la gana a vista y paciencia de los temerosos policías. Delincuentes que huyen de las mismas barbas de carabineros, incapaces de hacer algo más que ponerse a buen recaudo.

Pero no se trate de estudiantes, de trabajadores o mapuche indefensos.

Es entonces cuando aflora en sus pechos inflamados de patriotismo sin par, el ánima de guerreros inmortales, capaces de todas las proezas posibles para salvaguardar el orden y sobre todo la propiedad privada, ante el avance de feroces enemigos de segundo o tercero de Enseñanza Media.

Policía cobarde, criminal y corrupta

No hay semana del año en que verdaderas mafias vistiendo soberbios uniformes de apariencia honesta y honrada, charreteras y condecoraciones, se hagan conocidas por robarse a manos llenas la plata del Estado, por vender armas a los delincuentes, por asaltar a honestos comerciantes o transeúntes o por colaborar con bandas de delincuentes mediante el apoyo y la información.

Indignos, se han transformado en el brazo armado de los poderosos y enemigos brutales de todo aquel que ose levantar la voz para hacer saber su descontento o reclamar por sus derechos.

Han profundizado de una manera irreversible la enorme distancia que hay entre la seguridad pública y el miedo. Irreflexivos y brutales, sus mandantes poderosos han hecho de esos seres despreciables, autómatas a los que no les cabe pensar acerca de su ocupación indigna sino como un supuesto deber patriótico y no son más que forajidos que utilizan el terror como arma de sus poderosos patrones.

Los carabineros posdictadura jamás se sacudieron del baldón traidor de aquel sancionado para siempre como general rastrero por el presidente Allende. Los Carabineros de hoy son fieles herederos de quienes asesinaros de la manera más cobarde a Nattino, Guerrero y Parada y a miles de otros hombres, mujeres y niños

Hoy fue el turno de Camilo

Camilo Catrillanca fue víctima del odio aceitado y encubierto como parte de la buena vecindad política en la que se trocó la otrora dictadura. Pero también de la incapacidad para proponer otra cosa alejada de la indecencia que se hace llamar democracia y no es sino una dictadura encubierta.

Catrillanca fue víctima de apellidos y linajes que se trenzan en una danza de intolerancia en la que siempre ganan los mismos, asignados su rol por un dios que mira para otro lado y levita.

Catrillanca fue víctima de una religión ciega, sorda y muda pero que se alimenta de la ignorancia y el egoísmo. Y sabe contar las contribuciones de sus piadosos parroquianos en contante y sonante en sus templos bancarios.

Y casi sin darnos cuenta también tenemos responsabilidad quienes no hemos sabido combatir la suave y confortable inercia del no poder, del no saber, del dejar que otros lo hagan. De sentirnos sobrevivientes no disponibles para otra batalla.

Catrillanca fue víctima del miedo al diferente, cuna de todos los odios. Y también de quienes han apostado a ganar traicionando sus consignas, cánticos e historias.

De cierta manera, quienes nos situamos irremediable y angustiosamente en el lado opuesto de los criminales, no hemos hecho lo necesario para poner las cosas en su lugar, los traidores en el olvido y los asesinos en las cárceles.

Muchos siguen atrapados en el optimismo que repite, falso y sin destino, que las cosas van a cambiar. Y luego de un tercio de siglo las cosas siguen no igual, sino peor.

Atrapados en la angustia del no saber, se nos sigue matando por bala. Atrapados en el no poder, seguimos muriendo por vergüenza.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.