A pocas horas de la segunda vuelta presidencial, Sebastián Piñera delineó aspectos sustantivos de lo que será su política exterior. En reunión con corresponsales extranjeros se mostró partidario de componer un «eje» con los presidentes derechistas Calderón, de México; Uribe, de Colombia; García del Perú, y aunque no los mencionó, sí considera en esa correlación […]
A pocas horas de la segunda vuelta presidencial, Sebastián Piñera delineó aspectos sustantivos de lo que será su política exterior. En reunión con corresponsales extranjeros se mostró partidario de componer un «eje» con los presidentes derechistas Calderón, de México; Uribe, de Colombia; García del Perú, y aunque no los mencionó, sí considera en esa correlación al jefe de estado de Panamá.
En forma simultánea a esas declaraciones, Piñera lanzó una directa crítica al Presidente Hugo Chávez y a la Revolución Bolivariana, adelantando incluso contenidos de lo que será su presencia como Presidente electo en la próxima Cumbre del Grupo de Río.
Sus cuestionamientos a Venezuela apuntaron a lo que denominó como «populismo» e intentos «totalitarios». Hay que recordar que el Grupo de Río tuvo una muy positiva transformación reciente, al incorporarse con plenos derechos Cuba. Pero Piñera no quedó sólo ahí.
Se mostró «amigo y admirador» de Sarkozy, y señaló que su modelo de relaciones exteriores para la región será «la integración» al estilo europeo, esto es, búsqueda de espacios comunes sobre la hegemonía gravitante de un capital especulativo que se nutre de la usura que proviene, principalmente, de las economías de países del tercer y cuarto mundo.
No pasaron muchas horas de estos primeros anuncios del nuevo jefe de estado chileno, cuando el vocero del Departamento de Estado norteamericano se apresuró a mostrar su alegría por la «ejemplar elección» de Piñera y señalar que esperan ansiosos trabajar con su nuevo «socio».
LO QUE VIENE
Chile, formalmente, es parte de UNASUR, aún cuando la derecha ha votado en contra en el Parlamento para su incorporación oficial.
De hecho, Michelle Bachelet fue presidenta pro tempore de UNASUR y su momento más relevante fue cuando en Santiago de Chile, UNASUR se reunió para condenar los intentos golpistas norteamericanos en Bolivia y expresó su respaldo claro al Presidente Evo Morales.
En esa misma reunión quedaron bastantes descolocados García y Uribe.
Es bien probable que Piñera trate de cerrar la participación de Chile en UNASUR y debilitar su incidencia como sub-sistema de integración multilateral.
Con esa línea buscará debilitar la potente política exterior del gobierno de Lula y por cierto del Presidente Hugo Chávez.
Lo más probable es que la expresión del «nuevo eje» se abra paso en el Cono Sur también sobre la base de una fuerte alianza con los capitales financieros y la derecha de Argentina.
Si hay un paso estratégico para intentar detener el avance emancipador de los pueblos de América, en estos momentos, es «minando» las bases que sustentan los desarrollos de integración y que se expresan, claramente, en sub sistemas como UNASUR.
Luego, desde esa nueva posición de fuerza internacional, resulta coherente que Piñera pretenda frenar la creciente influencia del sub-sistema de integración más avanzando en el continente, el ALBA, y desde una línea pro norteamericana fortalecer la hegemonía estratégica de la OEA, hasta ahora interpelada y cuestionada por esos mismos avances populares e integracionistas.
Ciertamente, la elección de Piñera ha sido un potente aliento a las derechas de América, las mismas que en décadas pasadas respaldaron e impulsaron golpes de estado, dictaduras y la imposición del capitalismo en su expresión más salvaje, especulativa y depredadora.
Hay que reconocer que la temprana inserción de Chile en el mundo globalizado capitalista, en esta nueva fase, la impulsaron los gobiernos de la Concertación.
Tal línea de política exterior sólo sufrió un corrimiento hacia posturas de cercanía y de lazos de intercambio con América Latina y El Caribe en el gobierno de Michelle Bachelet.
Ante eso la derecha criolla reaccionó con fuerza y dura crítica.
Se va a requerir una fuerte profundización de la solidaridad con los pueblos del continente.
Del mismo modo, una denuncia clarificadora de la real situación política chilena y el papel de cada uno de los actores políticos que fueron parte, en más o menor grado, del triunfo de la derecha y de Piñera.
Hay que asumirlo, en el continente no es fácil la compresión de la real situación política de Chile. Hay confusión y también ciertas distorsiones evidentes.
Se requiere superar todo eso y abrir paso a un proceso en el cual, efectivamente, surjan las verdades.