Recomiendo:
0

Piñera y Berlusconi: Chile e Italia frente al espejo

Fuentes: Rebelión

Probablemente uno de los políticos chilenos más deshonestos, el senador Pablo Longueira señaló en una entrevista a un medio local la semana pasada que «los chilenos piden más isapres (sistema privado de salud), más universidades privadas, menos Estado, más libertad». Se trató de un preocupante adelanto de lo que espera al país si ocurre lo […]

Probablemente uno de los políticos chilenos más deshonestos, el senador Pablo Longueira señaló en una entrevista a un medio local la semana pasada que «los chilenos piden más isapres (sistema privado de salud), más universidades privadas, menos Estado, más libertad». Se trató de un preocupante adelanto de lo que espera al país si ocurre lo más probable el próximo domingo, el triunfo de Sebastián Piñera y con él la vuelta al poder la derecha chilena mediante el voto popular tras 52 años.

El análisis de Longueira es contrastable con cualquier estudio de opinión incluyendo el último estudio sondeo de la consultora local de derecha CEP que indicó precisamente lo contrario que los chilenos desean más Estado y menos «privados», en realidad la percepción que revelan todas las encuestas. Informaciones que por cierto no aparecen en destacado en la prensa local.

Sin embargo parte importante de los chilenos estima que es Piñera la mayor fortuna individual del país quien mejor expresa sus intereses.

El empresario, de 60 años de edad, con una fortuna de 1.000 millones de dólares según Forbes ha sido corrientemente presentado por sus críticos como el «Berlusconi chileno» debido a su mezcla indiferenciada entre político y hombre de negocios. El magnate posee enorme presencia en directorios de empresas locales, desde aerolíneas LAN, pasando por el club chileno de fútbol Colo Colo y el canal de televisión Chilevisión, entre muchas otras que interrogan sobre el conflicto de intereses que suscitaría su eventual administración.

Piñera como «il cavaliere» ha enfrentado además sendos procesos judiciales sobre aspectos oscuros de su rápido ascenso económico hasta ahora con el mismo destino del dueño del AC Milan, la absoluta impunidad.

La analogía con Italia es interesante. Durante la década de los setenta ambos países presentaban fuertes movimientos políticos de izquierda, que en Chile incluso lograron plasmarse en el gobierno de la Unidad Popular finalmente derrocado por Augusto Pinochet en 1973. De hecho una de las explicaciones de los Estados Unidos para la intervención abierta de la CIA en el proceso chileno de entonces era la posibilidad que el ejemplo fuera imitado por los italianos, esto es la llegada de la izquierda al gobierno por medio del voto popular.

No obstante los italianos terminarían a mediados de los noventa por abrazar a la mayor fortuna de su país y convertir en primer ministro a Berlusconi, en medio de una crisis existencial de la izquierda ejemplificado en el final del Partido Comunista italiano y en el nacimiento de una tibia fórmula de centro izquierda encabezada por el Partido Democrático. Una formación que según el respetado periodista italiano Marco Travaglio «se limita a pedir perdón por existir».

En el caso chileno entre el terrorismo y el incontrarrestable poder de facto construido por la derecha durante la dictadura militar posibilitó casi la extinción de la izquierda. En Chile en un diagnóstico compartido en forma hipócrita por la gobernante Concertación Por la Democracia, todos los periódicos, la totalidad de las radioemisoras, los canales de televisión, incluyendo una curiosa televisión pública, la cultura popular, las Fuerzas Armadas, la mayor parte de las universidades, la influyente Iglesia Católica, el Congreso Nacional, la Corte Suprema de Justicia, por cierto los empresarios y casi todos los partidos políticos responden a ideológicamente al neoliberalismo, en la escenificación de una suerte de Estado totalitario donde paradójicamente es el Estado el único garante de los derechos esenciales. En este esquema las ideas auténticamente de izquierda simplemente se encuentran proscritas no legalmente sino de hecho de la escena política.

«Y ahora quieren el gobierno» dicen en una muestra de cinismo apenas disimulado los políticos de la coalición oficialista sobre el persistente deseo de la derecha chilena por arribar al ejecutivo. Pero lo cierto es que la coalición en el poder desde 1990 ha consolidado el legado dictatorial hasta un punto que no pocos analistas consideran por ejemplo que el pluralismo informativo estaba más garantizado durante el tiempo del terror dictatorial que en la actualidad, dada la gran cantidad de revistas de izquierda existentes entonces en contraste con el desierto actual.

«Corremos el riesgo de administrar la legalidad de la dictadura» decía en 1990 el entonces dirigente político y más tarde presidente Ricardo Lagos, el mandatario que llegó al poder con el lema «crecer con igualdad» y que legó tras seis años de administración (2000-2006) la peor distribución del ingreso en la historia del país y los mayores niveles de concentración de la propiedad existentes alguna vez.

La imposibilidad de distinguir por parte del electorado entre las coaliciones de derecha y centro izquierda es fruto de años de políticas y educación en el neoliberalismo tanto de políticos de derechas como socialdemócratas en Roma y Santiago. Por lo tanto una obra con una contribución consciente y no menor de quienes después dicen lamentarse de padecer esperpentos como Berlusconi y Piñera.