La Unión Demócrata Independiente (UDI) ha tomado el control del poder ejecutivo. En otras palabras la cápsula ideológica de la dictadura (chicago boys) ha vuelto al poder político. La misma red de poder que gobernó con Augusto Pinochet ha entrado en pleno al dominio de la actividad económica y política del país. Piñera se ha […]
La Unión Demócrata Independiente (UDI) ha tomado el control del poder ejecutivo. En otras palabras la cápsula ideológica de la dictadura (chicago boys) ha vuelto al poder político. La misma red de poder que gobernó con Augusto Pinochet ha entrado en pleno al dominio de la actividad económica y política del país. Piñera se ha visto compulsado a someterse a los gestores, entre otras cosas del actual desastre educacional. Se han reposicionado en el control de ministerios claves del gobierno. Debemos recordar que estos son los individuos que introdujeron las «mejoras» del sistema de educación pública chileno entre ellas subsidios estatales para escuelas privadas cuestión que se amplió posteriormente a todo el sistema educacional. Se replicó la entrada a saco en las empresas productivas del área estatal en escuelas e institutos, que originalmente fueron creadas y construidas por el Estado. Las Universidades han sido y siguen siendo un elemento estratégico en el control del país de los grupos ligados a la UDI. Las Universidades privadas fueron diseñadas por ellos y también los esfuerzos permanentes por liquidar y/o privatizar a la Universidad de Chile y el sistema estatal universitario.
El tema es que para estos individuos, todos discípulos de Milton Friedman, el gran tótem del capitalismo de libre mercado y creador de la carta de navegación de la economía global, el concepto de educación pública debe ser borrado de la faz de la tierra.
Desde su punto de vista las únicas funciones válidas del Estado son defender la ley y el orden, garantizar los contratos privados y mantener el marco para mercados competitivos. Es decir policías y soldados; cualquier otra cosa, incluyendo educación gratuita e igualitaria es una aberrante intromisión en las leyes del mercado.
Todos estos años desde la dictadura donde se realizó la primera parte de este atraco a la educación chilena que fue incorporada a las «atractivas oportunidades de mercado», es decir, durante más de tres décadas los poderosos seguidores de Friedman que tienen su propio partido político y de buenos negocios, han ido perfeccionando su estrategia de vender al mejor postor esta función esencial del Estado transformándola en una simple mercancía sometida a la ley de la oferta y la demanda.
Piñera y sus buenos muchachos creyeron dar vuelta la página haciendo tabla rasa de la historia del país y en particular de las luchas de la clase obrera; pero, como en tantas otras cosas se han equivocado rotundamente. Su ideologismo les ha impedido leer los signos de los tiempos. Leyeron mal el mensaje de las elecciones que llevaron a Piñera al gobierno. El pueblo chileno que votó por ellos no lo hizo para darle carta blanca a la derecha chilena, sino para terminar con una Concertación que, de más en más adhería en su práctica política y económica a los mismos principios nefastos de la dictadura. Era necesario terminar con la casta política fatua y prepotente de los socialistas de la Concertación, de demócratas cristianos de la Concertación de los del Partido por la Democracia de la Concertación, de los radicales de la Concertación que en su quehacer práctico adhería sin remilgos a laissez faire laissez passer y a la corrupción que lleva inevitablemente adherida. Estos tipos profitaron y profitan del «atraco a la educación pública» realizada por la dictadura militar. Los chilenos contemplaron a través del tiempo como sus escuelas públicas iban desapareciendo en medio de la transformación capitalista más radical que ha llevado a cabo en ningún lugar: los «chicago boys» tuvieron el país a su disposición para el tratamiento de shock cuyas consecuencias perduran hasta hoy con la vigencia rampante de la santísima trinidad neoliberal: eliminación del rol público del Estado, la absoluta libertad de movimientos de las empresas y un gasto social cada vez menor. Los epígonos del modelo a través de sus medios de comunicación intoxicaron al pueblo chileno con la creencia de que no había alternativas. El incremento del gasto vía endeudamiento parecía ser un maná inextinguible que permitía un acceso a todos los bienes de la tierra. Pero como lo demuestra la realidad, el endeudamiento no está destinado a favorecer el consumo de los sectores populares sino a exprimir hasta el último centavo de sus víctimas. ¿No es esto lo que han comprobado los miles de estudiantes sometidos al poder del capital vía endeudamiento? ¿O quienes han suscrito compromisos a plazo con las empresas del retail? Llegar y llevar.
Olvidó Piñera y los suyos algo elemental: la permanencia inextinguible de los ríos profundos de la memoria colectiva. Lo sucedido en la historia social no es producto de un azar absoluto es también y en mayor medida fruto de la necesidad; y la necesidad emergerá una y otra vez.
Para los que viven dentro de la burbuja del poder y la riqueza nada debiera obstaculizar el intercambio de favores que garantiza su derecho de apropiarse de todos los recursos que antes eran públicos: el transporte vial, ferrocarriles, salud, servicios básicos, agua, luz, salud, educación, justicia: todos son medios para el lucro. Es a este estado de cosas al que ha venido a pararle los pies el movimiento popular. Revertir el abuso y la enorme transferencia de riqueza social a mano de «los vivos» y el incremento de la brecha entre los inmensamente ricos y los demás.
Las señales que la soberbia y prepotencia derechista no les permitió ver, se habían venido acumulando desde que asumieron el gobierno: el gran alzamiento popular en Magallanes fue el signo más claro de que algo había cambiado definitivamente en el estado de ánimo popular y que la derecha debía cumplir con lo que fue su consigna electoral: una nueva forma de gobernar.
Esta promesa claramente era una tarea imposible. Lo que estos tipos se traen entre manos es retrotraer el estado de cosas a las formas de hacer que campearon durante «la noche chilena» que se impuso en Chile durante la dictadura.
Lo que muestra hoy el movimiento de los estudiantes y su masivo respaldo social es que los chilenos tienen claridad que hay que detener definitivamente la santa alianza entre las multinacionales y políticos corruptos y enriquecidos que acumulan un inmenso poder y se sienten dueños de hacer lo que se le venga en gana. Un mercado libre puede y debe coexistir con una industria nacional, con un sistema de salud público, con educación como un bien público, y el cobre como la parte más vital de la economía nacionalizado. También es de mínima humanidad que las empresas paguen sueldos decentes (no vamos a hablar del término de la explotación) y que se respeten los derechos laborales y los sindicatos; que el gobierno juegue un papel central en una equilibrada distribución de la riqueza vía impuestos y subvenciones. Ya, incluso voces del sector empresarial, hacen una aceptación abierta de un alza en el impuesto a la renta ante la posibilidad concreta de un imprevisible derrumbe. (Los hermanos Cueto dueños y socios de Piñera en LAN. Declaraciones a El Mercurio)
El movimiento estudiantil es lo más notable de los últimos tiempos. Pero no debemos olvidar que las transnacionales y sus sirvientes son enemigos poderosos y tienen un amplio prontuario y experiencia en «quebrar las fuentes que se resisten a cooperar». No existe el cuento de hadas, de los procesos libres de toda violencia. El capitalismo ha surgido de la violencia y la coerción ilimitada. Hay mucho en juego. Y no está dentro de las costumbres de la derecha buscar el consenso público. Ellos convocarán a los jinetes de la violencia creciente para alcanzar sus objetivos. Esto es lo que han hecho por lo demás en estos últimos 40 años. Los golpes de Estado, las guerras, la tortura las desapariciones, el crimen forman parte de la caja de herramientas elemental de los defensores del sistema.
En este esquema no es casualidad que el primero en desbancarse del movimiento de los rectores haya sido el rector de la Universidad Católica. Fue una y señal y un recordatorio. Esta universidad cobijó el plan ideológico más audaz y de mayores consecuencias para Latinoamérica del Departamento de Estado de los Estados Unidos. A través de este plan se concretó la formación ideológica de quienes construirían las bases del golpe de Estado que derrocaría al gobierno popular y asumirían la conducción económica una vez perpetrado este. Cuando el hombre de Washington Albion Paterson contactó al rector de la Universidad de Chile y le ofreció una donación para financiar el proyecto este la rechazó por su claro contenido intervencionista. El Rector de la Universidad Católica (El cura y rector Alfredo Silva Santiago) a través del Decano de la Facultad C. Económicas de la época (1956) Julio Chana acepto la oferta con la Universidad de Chicago dentro del paquete: el «Proyecto Chile». Fue un logro extraordinario para el imperialismo estadounidense. La Universidad Católica, hogar de los Chicago Boys se convirtió posteriormente en el epicentro ideológico del golpe de Estado. Nunca, que yo sepa, la Universidad Católica ha respondido por su responsabilidad moral y política en todo esto y algunos de quienes se formaron en este esquema son hombres claves en las relaciones políticas del gobierno de Piñera. Lavín y Larroulet no son los únicos ni los más importantes. Los otros están camuflados en la Comisión Política de la UDI y en distintas fundaciones, institutos y medios de comunicación.
Nadie puede predecir lo que viene, sin embargo el itinerario de la derecha es cada vez más difícil. No recordaron o no leyeron lo que les dejó escrito Friedman: «cualquier nueva administración disfruta de seis o nueve meses para poner en marcha cambios legislativos importantes; si no aprovecha la oportunidad de actuar durante ese período concreto, no volverá a disfrutar de una ocasión igual«. Para el caso, quisieron, pero no pudieron, el azar y la necesidad, esta vez, estuvieron en su contra y el movimiento popular está en alerta y en movimiento.
Santiago, julio, 2011
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