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Pinochet & Contreras: quebraron la sociedad

Fuentes: Rebelión

Como muchos otros periodistas, siento una enorme frustración por no haber podido cubrir en el lugar de los hechos una de las noticias más inéditas y sorprendentes de este tiempo. El careo frente a un juez de Augusto Pinochet y Manuel Contreras. Una de las parejas más terroríficas de la mitad del siglo XX en […]

Como muchos otros periodistas, siento una enorme frustración por no haber podido cubrir en el lugar de los hechos una de las noticias más inéditas y sorprendentes de este tiempo. El careo frente a un juez de Augusto Pinochet y Manuel Contreras. Una de las parejas más terroríficas de la mitad del siglo XX en nuestro país. El «Jefe» llegó desde su casa, en su Mercedes Benz blindado, color acero, con su escolta. El «Mamo» lo hizo en un carro de Gendarmería, desde el Penal Cordillera, custodiado por personal policial, en su condición de preso. Cuántas historias los unen, cuántas muertes, desapariciones, operaciones de inteligencia y financieras formaron parte de esta relación que en los primeros años posteriores al golpe conformó el núcleo de poder más temido, incluso al interior de sus propias filas, del régimen que Pinochet encabezó y que Contreras cuidó.

Porque ellos fueron como Batman y Robin del crimen -frase del abogado Eduardo Contreras- o el Doctor Jekill y Mister Hyde. Dos seres que se juntaron convencidos que podían determinar sobre la vida y la muerte de miles de chilenos a quienes consideraban sus enemigos. La labor de investigar sobre sus vidas era responsabilidad de Contreras, investido de todas las atribuciones por su jefe, quien creó la DINA y la puso bajo su mando. Todas las mañanas, Contreras y Pinochet viajaban juntos en el auto de éste último. Allí compartían la información y tomaban decisiones. Con la venia del jefe, el Mamo ponía en acción a sus agentes. La DINA contaba con un presupuesto que sólo ambos conocían. También realizaba operaciones financieras para que el dinero no faltara. Contreras quería pasar a la historia como el héroe que extirpó el cáncer marxista no sólo en Chile, sino en el continente. Y Pinochet quería ser el líder de ese mismo territorio. Ambos se necesitaban. Lo sabían y se apoyaban.

Pero, a pesar de que ambos se manifiestan fanáticos de los libros de historia, al menos uno, no tomó en cuenta experiencias conocidas. Y es que cuando falla una operación, se descubre una intriga y más aun un crimen, alguien tiene que pagar. Y ese no es precisamente el jefe. Y así sucedió con Contreras, con sus valientes agentes y todos aquellos que en algún momento lo cuidaron y creyeron en él. El mismo que, desde hace unos años decidió declararse loco para no enfrentar a la justicia. El mismo que durante años acumuló una inmensa fortuna, mientras hablaba de la probidad y transparencia de su labor de gobernante.

No debe haber sido fácil para Contreras reencontrarse con su jefe. El escenario fue el lujoso Club Militar de Lo Curro. La misma mansión que formó parte de los sueños de grandeza de Pinochet y su familia, y que quiso convertir en su casa habitación. Hay versiones que aseguran que cuando el ex dictador comenzó a tirar líneas sobre esta inversión inmobiliaria -la que compraría con platas de todos nosotros- le pidió a Contreras que hiciera un alto en sus tareas criminales en la DINA para diseñar una operación financiera para reunir los fondos que necesitaba.

La última vez que se vieron fue en 1993, cuando el dictador celebraba sus 20 años a la cabeza del Ejército con una pomposa ceremonia en la Escuela Militar. Fueron todos sus colaboradores. El Mamo se acercó a la tribuna de honor a saludarlo. Pero su ex jefe lo evitó y dándole la espalda, se puso a conversar con otros invitados. Hablaron nuevamente en 1995. Pero por teléfono, cuando Contreras, atrincherado en su fundo en Fresia, quería evitar su inminente detención por su participación en el Caso Letelier. Pinochet lo conminó a entregarse. En esos años, ya planificaba seguir con su carrera política y quería ser senador, obediente del funcionamiento de las instituciones.

Los baúles de Contreras, donde habría escondido importante documentación que demostraba que no se mandaba solo, forman parte de las tantas leyendas escuchadas estos años. Parece que Pinochet la creyó. Por eso, en su último interrogatorio en el que respondió con absoluta lucidez, declaró que muchas veces tuvo que sacarle a Contreras la información con tirabuzón, porque mentía mucho. También se acordó que tuvo que sacarlo de la DINA porque el Mamo le ofreció un «negocio»: depositar fondos en algún banco extranjero. Es decir, no sólo debe pagar por los crímenes de la DINA, sino por sus transacciones en el Riggs.

No debe haber sido fácil para Contreras, quien a la cabeza de la DINA resolvió sobre la existencia de tantas y tantos mujeres y hombres con sueños y con valores a los que castigó con la tortura, la desaparición o la muerte por oponerse al dictador, constatar que ellos tenían razón. Que Pinochet fue desleal y traicionó a su superior Carlos Prats, a Salvador Allende quien lo nombró como jefe del Ejército, a José Tohá quien lo recibía en su casa y a Orlando Letelier a quien adulaba como ministro de Defensa. Tampoco fue leal con sus subordinados a quienes convenció que su único móvil para mantenerse en el poder era defender a la patria. Y tampoco lo fue con el Ejército, una de las instituciones que es de todo el país y a la que usó de plataforma para desarrollar negocios que le permitieron acumular una fortuna con la que ningún oficial de su rango podría siquiera soñar. ¿Por qué tendría entonces que guardar lealtad con Contreras que sólo fue su fiel guardián, y que finalmente optó por manchar sus manos para conformar durante años la sociedad cuyo objetivo fue administrar el terror?

De ahí mi gran frustración de periodista y testigo de un doloroso capítulo de la historia al no poder consignar la versión original de su conversación, observar los gestos, las miradas de estos dos deteriorados ex socios y constatar que finalmente la vida devuelve lo que se hace y poco a poco va poniendo las cosas en su lugar.