Martín Almada preside la Fundación Celestina Pérez de Almada, que recibe el nombre en homenaje a su esposa asesinada, organismo que se dedica al desarrollo de la educación en derechos humanos y a diversos programas en materia de ecología. El 22 de diciembre de 1992 descubrió el denominado «Archivo del Terror» en Paraguay. Entre toneladas de documentos sobre la represión política en ese país, acumulados desde principios del Siglo XX, encontró también fichas y testimonios de lo que había sido el mayor proyecto represivo del cono sur americano: la Operación Cóndor.
De paso por Santiago, donde participó en el Foro Internacional Operación Cóndor, en homenajes a Sola Sierra y en el traslado al Memorial del Detenido Desaparecido y el Ejecutado Político de ocho víctimas de la dictadura, Martín Almada se hizo un tiempo para recibir a El Siglo y contarnos su experiencia, la de los días oscuros de la dictadura de Stroessner y lo que le ha tocado vivir luego de su importante descubrimiento.
-¿Cómo ocurrió su «encuentro» con la Operación Cóndor?
«Yo fui secuestrado el 26 de noviembre de 1974, en San Lorenzo de Paraguay, para ser llevado directamente a la jefatura de la Policía Política donde fui sometido a un ‘Tribunal Cóndor’ -lo que yo sabría después-, interrogado por los agregados militares de Chile, Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay, a los que identifiqué por su acento. El chileno era un coronel de la Fuerza Aérea, Jorge Oteiza López, que quería saber sobre mi vinculación con la Universidad del Norte de Arica, donde yo hice estudios de Sociología de la Educación. El argentino era un jefe de policía de Córdoba, que me interrogaba sobre la Universidad de La Plata, donde hice mi doctorado en Educación.
Fueron 30 días de interrogatorio, donde especialmente se me preguntaba por la práctica que realizamos de una experiencia educativa denominada ‘La democracia en el aula’, por promover el cooperativismo docente y por mi tesis universitaria, por la que me pusieron la etiqueta de ‘terrorista intelectual’. En esos 30 días, vi pasar por esa prisión más de mil personas, después me trasladaron a la Comisaría Primera, sede de INTERPOL que estaba naciendo en esos momentos en Paraguay. Allí estuvimos 43 prisioneros, que veíamos como los sábados llegaban los torturadores a practicar pin-pon y juegos de salón».
-Y su inquietud por saber más de esto, ¿cómo va surgiendo?
«A nosotros nos torturaban a cara descubierta, por lo que ubicábamos a los agentes aunque no sabíamos sus nombres, los que vinimos a conocer cuando fue detenido un policía que no había querido delatar a su hijo, un joven dirigente estudiantil. Yo quería saber dos cosas: cómo murió mi esposa y por qué me interrogaban extranjeros. Allí fue cuando escuché por primera vez la palabra Cóndor. Me dijo el comisario Mario Mancuello: ‘estamos en las garras del Cóndor’, ¿el bicho? le pregunté. ‘No -me dijo-, de Pinochet y Contreras’. Eso fue en marzo o abril de 1975, pero la Operación Cóndor se conformó oficialmente a fines de ese año. Es decir que meses antes de su organización oficial ya se sabía de su existencia, al menos en estos círculos, pues el comisario integraba el equipo de telecomunicación de la policía. El también me alertó sobre la existencia de la Revista Policial Paraguaya, me dijo ‘si tú lees eso y sabes leer, ahí están todas las cosas hechas por la policía’.
Me trasladaron a la Comisaría Tercera, denominada el «sepulcro de los vivos» pues era una cárcel de alta seguridad y de castigo. Aquí estaba todo el Comité Central del Partido Comunista Paraguayo, encabezado por Antonio Maidana, y pude compartir con el dirigente del ERP argentino Amílcar Santucho, quien me cuenta que venía desde Buenos Aires con el chileno Jorge Fuentes Alarcón cuando fueron detenidos y también fueron interrogados por este grupo internacional de militares, este ‘Tribunal Cóndor’.
Pasó el tiempo, descubrimos los archivos y encontramos documentos que hablan de la presión del gobierno alemán, de Amnistía Internacional y de la Asociación Internacional de Juristas, todos pidiendo la libertad de Santucho y Fuentes. Stroessner cedió a la presión y liberó a Santucho, pero Fuentes Alarcón fue entregado a la DINA, en manos de Cevallos Jones».
-¿Cómo dio finalmente con el «Archivo del Terror»?
«Del ‘sepulcro de los vivos’ me trasladaron al campo de concentración ‘Emboscada’, donde había cerca de 500 prisioneros, y escucho por tercera vez hablar del Cóndor, ahora por el relato de una doctora paraguaya que fue secuestrada en Argentina y entregada a la policía de nuestro país, Gladys Maillinger de Sannemann, hoy autora de varios libros sobre la Operación Cóndor.
Finalmente hice 30 días de huelga de hambre, puesto en libertad por la presión internacional y luego partí de refugiado a Panamá, donde gracias al gobierno progresista de Torrijos conseguí un nombramiento como responsable del Programa de Desarrollo para América Latina de Naciones Unidas. Desde París, donde estuve 15 años, comencé a buscar la Revista Policial siguiendo la pista del Cóndor. Cae la dictadura de Stroessner, vuelvo a Paraguay y hago una querella criminal contra el dictador y su banda delictiva, además el cambio de la Constitución incorporó el uso del Habeas Datas y permitía pedir información sobre los antecedentes. Eso hice para tratar de entender por qué fui detenido y qué significaba eso de ‘terrorista intelectual’, pero la policía informa que nunca estuve preso, que no se registran antecedentes del hecho, que suponen que los documentos pueden haber sido destruidos antes de la caída del régimen. Pero yo insisto con los recursos, hasta que el 22 de diciembre de 1992 fuimos a un lugar un poco oculto, a unos 10 kilómetros de Asunción, encontramos las toneladas de documentos que hoy obran en manos de la Corte Suprema».
-¿Qué es lo que encuentra en esos documentos?
«Los archivos contienen la historia represiva de mi país desde el año 1929, cuando comienzan con la persecución a los anarquistas, la segunda etapa fue contra los comunistas y la tercera dirigida hacia los denominados ‘subversivos’. El ‘Archivo del Terror’, como le llaman los periodistas, contiene interesantes antecedentes sobre la Operación Cóndor, la conexión nazi -con datos sobre Martin Bormann y Joseph Mengele, y el tráfico de armas.
En mi país sirvió este material para fortalecer las acciones judiciales y la condena de nueve torturadores, entre ellos el jefe de la represión política. También sirvió para las acciones judiciales contra Pinochet en Europa y en América Latina. Los antecedentes han sido entregados a Alemania, Suiza, Italia, Francia y España, por acá están en los tribunales de Argentina y en el caso que lleva el ministro Juan Guzmán Tapia en Chile».
-¿A qué conclusiones llevan los documentos?
«Primero, que lo novedoso de la Operación Cóndor es la creación de la Red AGREMIL, compuesta por los agregados militares de cada país que tienen más poder que los mismos embajadores, contando incluso con inmunidad diplomática. Estados Unidos había creado ya varios instrumentos represivos, como el TIAR, la Conferencia de Ejércitos Americanos, la Escuela de las Américas, el Tratado de Chapultepec; tenían todas las condiciones para actuar impunemente, pero además Pinochet crea este nuevo aparato para facilitar la acción a nivel regional y mundial.
Existía una división del trabajo, en la que Paraguay fue el sitio donde se guardaron estos antecedentes, Argentina usó su gran infraestructura y Chile puso a la gente, sirviendo de base de operaciones. En Chile, Cóndor 1 era Manuel Contreras, mientras el Cóndor 2 lo asumía quien estuviese como subdirector de la DINA. En Argentina Cóndor 1 era Otto Paladino, general de Ejército creador del gripo OT18, en Uruguay un militar de apellido o nombre Washington, y en Paraguay era Alejandro Fretes Dávalos, que llegó a ser Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.
También queda claro que fue un pacto entre ejércitos, Carabineros y la policía en algunos casos fueron los que hicieron el trabajo sucio, pero el cerebro estaba en los militares».
-¿Cómo ve el presente y el futuro de la lucha por la justicia?
«Hay mucho que hacer en la internacionalización de la justicia, aunque ya hemos tenido grandes avances, como la detención de Pinochet en Londres y el hecho de que en España se haya escuchado el clamor de chilenos, argentinos y uruguayos. Para nosotros el que hubiese sido detenido Pinochet ya era una sanción muy alta moralmente; podrá estar libre en Chile por el accionar de sus tribunales, pero es culpable para toda la sociedad mundial. Las aberraciones que pueda cometer la Justicia chilena sólo demuestran que aquí no se ha fortalecido la independencia del Poder Judicial, que aún se sigue utilizando la Justicia al servicio del mal, por eso está libre, pero paso a paso vemos como esto aún puede cambiar.
Sabemos que todo lo hemos logrado con el aporte de mucha gente. No es una idea de Garzón el enjuiciar a Pinochet; son los requerimientos de los familiares, como Sola Sierra, que llevaron esta petición incansablemente a los tribunales internacionales. Es el triunfo de todo ese movimiento.
Este mismo foro que hacemos hoy es el anti Cóndor. La Operación se conformó con seis países y hoy estamos reunidos representantes de tres de ellos, ojalá podamos ampliarlo y unirnos todos en el reclamo de justicia. Así como Pinochet globalizó el terrorismo de Estado, actualmente hay una globalización de la justicia. Así como Pinochet internacionalizó el neoliberalismo, impuesto a sangre y fuego en Chile, todos los defensores de los derechos humanos debemos luchar por la internacionalización de la solidaridad. El que Pinochet esté desaforado por la corte no es un tema sólo de Chile, es un punto de referencia para todo Latinoamérica. El que siga siendo enjuiciado será un triunfo para todo el mundo que está por el respeto a los derechos humanos».