Artista de la acción simbólica, el ruso Piotr Pavlenski llegó a Francia en 2017 huyendo de la persecución que sufría en su país por denunciar la represión del Estado. Solo unos meses después, le prendía fuego a la fachada del Banco de Francia en París como recordatorio de que las herramientas de control estatales son las mismas en todas partes
La última acción de Piotr Pavlenski, Iluminación, consistió en prender fuego a la fachada de una sucursal del Banco de Francia. Foto cortesía del archivo de Piotr Pavlenski
Piotr Pavlenski (San Petersburgo, 1984) no necesita palabras muy complicadas o frases alambicadas para explicarse. Cuando en 2012 se cosió los labios en protesta por la detención de las Pussy Riot, aquello le pareció un símbolo de que el Estado nos quiere callados, sin poder expresarnos, afirma.
Artista político, Pavlenski se ha hecho muy conocido desde entonces por llevar a cabo acciones donde convierte su cuerpo en un campo de batalla contra el Estado. Acciones como cortarse el lóbulo de una oreja o clavarse el escroto a la plaza Roja de Moscú que, para Pavlenski, sirven para visibilizar cómo el Estado se apropia del único «capital» del que gozan las personas, su cuerpo: usándolo y agotándolo hasta que ya es viejo y no puede dar más, sentencia.
Declarado cuerdo por una institución psiquiátrica de la capital rusa, su activismo artístico, sin embargo, ha desencadenado la persecución del régimen de Vladimir Putin, que busca encausarle por un delito de violación del que Pavlenski se declara inocente. Huido a Francia con su compañera y sus dos hijas, unos meses después de que se le concediera el asilo político en el país, Pavlenski realizaba su última acción, Iluminación, en la plaza de la Bastilla de París, un espacio muy simbólico de la Revolución francesa donde, en su opinión, «el Estado expresa su control con instituciones de poder, como el Banco de Francia».
Su primera acción en Francia, Iluminación, que consistió en incendiar la fachada del Banco de Francia, llega en octubre de 2017, solo unos meses después de haber obtenido el asilo en ese país. Fue condenado a 13 meses de detención provisional, ¿por qué decidió seguir con el activismo artístico al dejar Rusia?
Es mi forma de agradecerle el asilo a Francia. No, en serio, cuando en las entrevistas para el asilo me preguntaban qué pensaba hacer con mi vida, yo les respondía que iba a seguir siendo artista político, no mentía, estaba siendo sincero. Le han dado el asilo a un artista político, ¿qué esperaban que hiciera?
Pero mi trabajo se centra en los mecanismos del poder, no en denunciar a tal o cual régimen o presidente del Gobierno. En Rusia resulta que era Putin y, en Francia, Macron, pero no son más que meros representantes, podrían poner a cualquier otro que el funcionamiento del sistema sería el mismo.
En ese sentido, ¿qué quería denunciar atacando una sucursal del Banco de Francia en la plaza de la Bastilla de París?
Cada día que aguanta esa sucursal en la plaza de la Bastilla es un insulto a la historia política de Francia. Cuando el pueblo destruye la prisión de la Bastilla, durante la Revolución, está atacando a un símbolo del poder de los monarcas. Durante algún tiempo, los revolucionarios pensaron ese espacio como un terreno vacío donde la gente pudiera ir a bailar sobre las cenizas de la prisión.
En el momento de la Comuna de París, Francia era la vanguardia del movimiento obrero y el Banco de Francia, que debía financiar los gastos de la Comuna, traicionó a la ciudad financiando la represión de los versalleses contra el pueblo. Al poder le gusta actuar de forma muy racional pero también es simbólico, por eso, cuando colocan en ese espacio a una institución como el Banco de Francia, el poder te está diciendo: «Quitamos la prisión para construir otro elemento de dominación». Es muy metafórico.
Durante el juicio posterior, citó en su defensa al marqués de Sade, («que había descubierto la verdadera naturaleza del poder») y gritó un «viva» a los chalecos amarillos, ¿es su manera de continuar la acción artística?
En el arte político, tal y como yo lo hago, hay un proceso entre la acción y sus consecuencias. La acción es muy importante porque da visibilidad a tu mensaje, solo dura unos segundos y a escala del Estado es algo minúsculo, pero abre una ventana hacia las mecánicas internas del control, y yo necesito ver el interior de ese sistema.
No busco convertir el tribunal en un teatro porque ya es una función teatral de por sí, donde cada actor tiene unos roles asignados muy delimitados. Pero yo no he firmado ningún contrato para actuar en esa obra, y no estoy de acuerdo con el papel que se me ha asignado, así que intento boicotearla desde dentro, romper su ritual.
Cuando actúas así en un juicio, empiezan a ocurrir cosas interesantes. Por ejemplo, en París, intenté hablar en primer lugar, en lugar del juez, pero el intérprete se negó a traducirme. ¡Pero si te están pagando para eso!
Ha rechazado toda ayuda pública del Estado para el alojamiento o de renta.
Por supuesto, no sería coherente que critique al Estado pero luego cobre sus ayudas. Si no, el Estado sería como mis padres, que te dan comida y casa a un hijo un poco descarriado y, a cambio, te controlan. Puedes vivir tranquilo, cambiar de trabajo y pensar que eres libre, pero para mí, la vida tiene un gran valor, y no voy a perder mi tiempo, lo único que tengo, entregándoselo al Estado.
Lo primero que hago antes de cada acción es trabajar el argumentario y repartirlo a los medios, porque seguramente esa noche voy a dormir en prisión y, por lo tanto, privado de comunicación con el exterior
En todas sus acciones, los medios de comunicación juegan también un papel principal. Les convoca y se expone ante ellos de manera evidente, ¿forman parte del espectáculo?
Son muy importantes durante la acción. Hay una frase de Guy Debord con la que me identifico mucho: «No trabajeis nunca» y que se opone al «Arbeit macht frei» de Auschwitz. En ese sentido, sí, necesito que los medios trabajen para mí, pero no solo ellos, tanto la policía como la justicia o la psiquiatría pasan a formar parte de la situación que he construido, y del arte político, por lo tanto.
Lo primero que hago antes de cada acción es trabajar el argumentario y repartirlo a los medios, porque seguramente esa noche voy a dormir en prisión y, por lo tanto, privado de comunicación con el exterior. Con esto evito que los medios puedan hacer su propia interpretación de la acción y manipularla: son mis palabras las que cuentan lo ocurrido.
Por ejemplo, con Peligro, cuando prendí fuego a las puertas de la Lubianka, la sede de la antigua KGB, los medios bautizaran la acción como «Las puertas del Infierno», y es un título ridículo porque conecta con unas imágenes y un sistema religioso que yo no quiero darle porque soy ateo.
¿Cómo decide que una acción se va a entender mejor a través de su cuerpo que prendiendole fuego a una fachada, por ejemplo?
Todo lo que hago se basa en mi cuerpo porque, incluso aunque queme algo, seguramente mi cuerpo acabe en prisión. Al mismo tiempo, es un símbolo de cómo las herramientas del poder se relacionan con los cuerpos, cuánto tiempo pueden usarlo y cómo destruirle.
Cuando preparo una acción, lo primero que tengo que saber es qué quiero decir. Nunca se crea de la nada, mis acciones parten de elementos que ya han sido usados anterioremente. Tomo un gesto político y lo llevo a un contexto diferente. Por ejemplo, Costura surge de lo que hacían los prisioneros rusos como protesta en situaciones extremas, cosiéndose los labios.
Cuando hice Fijación era el Día Nacional de la Policía, el 10 de noviembre, uno de los festivos más importantes en Rusia. La idea de clavarme en la plaza Roja de Moscú la tomé también de las prisiones. Y creo que es importante sacar al exterior, lejos de los barrotes, un elemento así, que expresa que todo en el Estado es como una gran prisión.
Mi meta como artista político es hacer visible el mecanismo invisible del poder, una mecánica que coloca al arte y a los artistas como meros elementos decorativos de la sociedad
Sus acciones recuerdan a las perfomances de los accionistas vieneses de los años 60, ¿los considera una inspiración?
Antes de nada, yo no hago performances, sino acciones artisticas, que son políticas. Después, con respecto a los accionistas tengo una diferencia muy importante, ellos buscan destruir tabúes, sobre todo sexuales. Yo, sin embargo, me focalizo en señalar los centros de poder. Para mí, el arte político es un tipo de arte que fuerza al aparato del Estado a revelar su existencia.
Mi meta como artista político es hacer visible el mecanismo invisible del poder, una mecánica que coloca al arte y a los artistas como meros elementos decorativos de la sociedad. En ese sentido, el poder se sirve de todas las disciplinas del saber humano como de una herramienta de control y gobierno. Esa es la esencia del poder. Y, por lo tanto, cada persona en su campo del saber es responsable de evitar esa manipulación.
Su primera acción conocida fue en 2012, Costura, como protesta por la detención de las Pussy Riot, ¿qué ocurrió en su vida en ese momento para que, con 28 años, decidiera lanzarse a realizar una forma de arte tan radical?
Llevaba diez años formándome como artista en varias escuelas de arte contemporáneo y monumental de San Petersburgo. En 2012, cuando detienen a las Pussy Riot, hacía poco que había ido a una exposición de artistas jóvenes y a las Pussy Riot ni se las mencionaba. Todo eso me parecía extremadamente hipócrita, porque las Pussy Riot eran muy importantes en ese momento. Fueron unos meses complicados para mí porque, de repente, todo en lo que me había estado formando durante diez años ya no tenía sentido. Tenías por un lado a unos jóvenes artistas expuestos que no valían nada y, por el otro, a las Pussy Riot en prisión.
¿Teme acabar algún día expuesto en un museo de arte moderno tipo MOMA o Pompidou?
En octubre, en Moscú, expusieron en una galería algunas fotos mías, junto con cosas de Pussy Riot y Voïna, pero lo hicieron a mis espaldas. Todo lo que yo hago está disponible por internet y cualquiera lo puede usar. Solo yo podría sacarle un beneficio económico y ni se me pasa por la cabeza montar una tienda de productos míos.
(Con la ayuda de la intérprete de ruso Agathe Mykhajlyna Bo.