El régimen Uribe, en sus primeros 8 años de Gobierno, no alcanzó a consolidar un poder íntegro. Escándalos por corrupción, crímenes de lesa humanidad, ejecuciones extrajudiciales, espionaje y quiebra económica, comprometieron su mandato obligándolo a ceder un terreno, que con persistencia ha recuperado. En ese receso (Gobierno Santos) Uribe se preocupo por demostrar que la […]
El régimen Uribe, en sus primeros 8 años de Gobierno, no alcanzó a consolidar un poder íntegro. Escándalos por corrupción, crímenes de lesa humanidad, ejecuciones extrajudiciales, espionaje y quiebra económica, comprometieron su mandato obligándolo a ceder un terreno, que con persistencia ha recuperado. En ese receso (Gobierno Santos) Uribe se preocupo por demostrar que la historia de Colombia sin él hubiera sido distinta y, con su absoluta falta de escrúpulos, ratificó que estaba dispuesto a sacrificar lo que fuera o considerara necesario para lograr sus objetivos de poder, lo que le valió para convertirse en el único e infalible líder, capaz de determinar lo que es correcto, aceptable o incluso ético para su partido y para el país y ser correspondido con total lealtad. Logró desacreditar a la democracia liberal, rechazar el racionalismo, ridiculizar la inteligencia, mezclar mitos con prejuicios, aprovechar la crisis ideológica del país y posicionar su potencial de ultraderecha.
Reconocido como líder decantó su circulo estratégico conformando una elite de congresistas, grupos y alianzas en las regiones y formación de juventudes para confrontar y hostigar a sus enemigos sociales. Creó un modo de oposición, a la manera de Gobierno paralelo, y reforzó la resonancia mediática con técnicas de propaganda basadas en repetición y replicas de imágenes fuertes y mensajes simples, que lo mostraban como el salvador de un país que señalaban estaba derrotado por una paz de concesiones al terrorismo. Santos, desatendió su papel de salvaguarda de la derecha liberal y no supo afrontar el momento de lucha entre las elites, por reacomodarse a la paz que parecía segura, y se concentró en desarmar al enemigo alzado en armas (FARC) y ganar el premio nobel, que no pudo legitimar, por su incapacidad para defender el tratado de paz pactado ni tomar posiciones contra la barbarie. Uribe aprovecho el momento para distribuir tareas y con el plebiscito ganó la disputa de elites por el control del estado. Organizó la ideología de ultraderecha, con la lógica de desacreditar al Gobierno «poniendo a la vista» y con cizaña desde las mas pequeñas hasta las mas grandes actuaciones del Gobierno, con el propósito de reconquistar su espacio político y posicionar su propia agenda.
Santos desarmó a las farc al menor costo para las elites y los pronósticos muestran que Uribe viene a desarmar el acuerdo firmado, fragmentarlo, desacreditarlo, meterlo entre confusiones, acechar, acosar y hostigar social y judicialmente a los excombatientes, obstaculizar e impedir el funcionamiento de la Justicia especial de paz (JEP), que como han afirmado no aceptan, porque según ellos, fue hecho por expertos del comunismo internacional. En paralelo negar las conquistas de las victimas, con apoyo de ya alineada derecha huérfana de poder.
Retomar el poder integro, para empollar los tres huevitos: » la seguridad desde la democracia, la confianza inversionista desde la responsabilidad social y la cohesión social desde las libertades » les permitirá bloquear interferencias a la sistemática negación y absolución de cualquier mancha que enturbie o involucre al líder, a partir de convertir a Colombia en centro de la ultraderecha de América latina, con el respaldo de Trump defensor de los negocios que vendrán en su favor y extender juntos la Guerra contra las Drogas, como eje local-global de intervención e injerencia que permita: poner , en operación las 7 bases militares, apropiar y privatizar biodiversidad estratégica de la amazonia, reorganizar una nueva guerra interna y ejecutar un presumible plan militar contra Venezuela.
Ganar en elecciones, tuvo que ver con una sucesión de episodios que coinciden con el recorrido del Furher que llegó al poder por el Partido Obrero Alemán y al año siguiente le cambio el nombre por el de Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi, antimarxista, opuesto al Tratado de Paz de Versalles y al Gobierno democrático de posguerra. Uribe inició en el partido liberal (1977-2001) el de Gaviria, Santos, Vargas Lleras, Serpa, Samper, Galán y para ser presidente creó el Partido Primero Colombia (2002-2010) al que cambio el nombre por Partido de Unidad Nacional (2010-2013), que dejo para crear en 2013 el Partido Centro Democrático, identificado con su propia figura mítico religiosa con la mano en el corazón, dejando claro que cuando el partido o cualquier elegido (Duque) se hace visible allí esta presente él, quien encarna la totalidad del genio político, del presidente eterno y del jefe insustituible, al que se debe seguir y demostrar lealtad publica. Es un partido anticomunista, antiizquierda, radicalmente opuesto al acuerdo de paz.
En su esencia «no reconoce la existencia del conflicto armado» y por tanto no acepta el derecho de resistencia o rebelión y señala a las insurgencias como aparatos criminales y terroristas, es decir, tampoco reconoce victimas. Por principio es enfáticamente opuesto a cualquier acuerdo de paz negociada entre enemigos políticos. Tampoco socialmente reconoce derechos de diversidad y diferencias sean culturales, étnicas, sexuales o raciales y, propende por homogeneizar y someter, lo que se sintetiza en impedir la vida con dignidad.
Con esa perspectiva cabría preguntar si frente a una solida oposición política y social que enfrente y confronte su Gobierno, como seguramente habrá de ocurrir ¿aceptarían gobernar con las reglas de la democracia, no crear un contexto donde la gente tenga miedo, no ponerse por encima de la ley, no inventar una guerra total contra las drogas o el terrorismo para sobrepasar limites y criminalizar adversarios? o, ¿contrariamente acudirían a imponer una «Ley de Plenos Poderes» (como lo hizo el partido nazi) para que el presidente (régimen Uribe) tenga la capacidad de ejercer constitucionalmente un «poder dictatorial en presente» sin objeciones legales?, o de ¿crear un «estado de excepción» para mantener vigente la constitución y la norma sin aplicarla (ponerse por fuera del orden legal, pero pertenecer a él) que habilite al Gobierno para «desatender e invalidar el pasado» del líder y su partido y su enorme archivo de delitos, desaciertos, crímenes y violaciones y «proclamarse herederos del futuro», dueños de la soberanía y de los derechos ajenos (como los conquistadores)?. En cualquier caso con el apoyo de Trump y la OEA y con rigurosa combinación de agudeza política, capacidad de engaño y astucia para rediseñar la violencia en su favor y avanzar rápidamente en sus objetivos políticos de convertirse en el único partido con poder real de decisión sin contrapesos ni regulaciones, como corresponde a una democracia?.
El uribismo no parece dispuesto a atender ni reconocer lo que venga del pasado, ni a comprometerse con el futuro y demandas del país, pero si parece empeñado en actuar (con sus propias reglas) en un presente que pretende hacer eterno, lo que tendera a empujar hacia una lucha social y política sostenida, que le impida gobernar e inclusive llegue a provocar la entrada en sucesivas movilizaciones de huelga general con exigencias de dimisión y disolución del Gobierno de ultraderecha.
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