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Cumbre del Clima

¿Podría el ser humano haber obrado de otro modo?

Fuentes: Rebelión

Si yo fuese uno de los asistentes a la Cumbre del clima que se va a celebrar en Madrid, diría a los circunstantes que antes de proponer iniciativas y para deducir la posibilidad de realizar propósitos, debieran hacerse los presentes esta pregunta capital: ¿podrían el ser humano y las naciones haberse conducido de manera distinta […]

Si yo fuese uno de los asistentes a la Cumbre del clima que se va a celebrar en Madrid, diría a los circunstantes que antes de proponer iniciativas y para deducir la posibilidad de realizar propósitos, debieran hacerse los presentes esta pregunta capital: ¿podrían el ser humano y las naciones haberse conducido de manera distinta de la seguida hasta ahora?

Yo, personalmente, creo que el ser humano está abocado a su destino. Soy, pues, fatalista y determinista. Sostengo que si nos creemos libres, es porque ignoramos las causas que nos impelen a obrar. Pero admito que el ser humano y las naciones podrían haberse comportado de otro modo. De hecho hay sociedades que no han seguido los pasos del occidental. Sin embargo, para ello hubiese tenido que empezar por desembarazarse del tipo de Eco­nomía por la que se ha dejado lle­var, y de los factores que han determinado esa clase de «progreso» que han elegido. Es decir, que para comportarse de otro modo, no unos países sí y otros no, no unas corpora­ciones y empre­sas sí y otras no, no unos indivi­duos sí y otros no, sino to­dos, hubiesen tenido que renunciar a la economía capitalista, luego, ahora, neoliberal desde el mo­mento en que se detectó el peligro. Hubieran debido obviar la eco­nomía de mercado, la libertad de mercado cada vez más acen­tuada, e intervenir a fondo racionalmente los estados las conduc­tas mercantiles…

Ese momento fue el año 1987, fecha en que se formuló por pri­mera vez el concepto de «desarrollo sostenible» como alterna­tiva al concepto de desarrollo habitual, en el documento cono­cido como Informe Brundtland. Y que, como consecuencia de lo ante­rior, todos los países hubiesen renunciado a su vez al «creci­miento» económico de­terminado por el PIB y por otros concep­tos economicistas que hacen trizas cualquier pronóstico hala­güeño de futuro. Así es cómo hubiesen debido actuar, como pru­dentes previsores de lo que ya tenemos encima. Pues, efectiva­mente, es en 1987 cuando la primera ministra no­ruega Gro Har­lem Brundtland presen­ta a la Comisión Mundial de Medio Am­biente y Desarrollo de Naciones Unidas el informe que contiene el concepto «desarrollo sostenible». Idea que su­pone la concilia­ción en­tre el bienestar económico, los recursos naturales y la sociedad, evitando comprometer la posibilidad de vida en el pla­neta, ni la calidad de vida de la especie humana. Pero, como he dicho antes, sólo hubiera sido posiblemente efi­caz si todos los países sin excepción, todos los gobiernos sin ex­cepción, y todos los individuos sin más excep­ción que la del criminal, se hubie­sen movilizado para ac­tuar de acuerdo con la idea y en sinergia absoluta para obviar las consecuen­cias de los excesos del desarro­llo material a secas. Sin em­bargo, una vez presentada, acep­tada y celebrada la propuesta de la primera ministra no­ruega, nadie volvió a hacerle maldito caso.

Dije antes que el ser humano podía haberse comportado de otra manera, de la manera dicha. Pero en un examen más detenido del asunto, no ha podido obrar de otro modo. Porque las condicio­nes exigibles expuestas serían pedir dema­siado a la espe­cie humana y, so­bre todo, a la marcadísima inclina­ción de las naciones, de sus go­bernantes y de los individuos a abusar de los demás, a apro­piarse de lo ajeno, a invadir territo­rios, a anexionárselos, a ven­der más que los demás y a hacer la gue­rra. Pues renunciar al cre­cimiento económico, fulcro, pivote o eje sobre el que viene gi­rando el acomodo o bienestar de unos cuan­tos desde tiempo in­memorial, sólo cabe en la fantasía.

Por eso les pregunto ahora ¿de ver­dad creen ustedes que esa siner­gia indispensable entre países e indi­viduos era posible? Treinta años después de la inicia­tiva de la primera minis­tra no­ruega, es cuando se ha desvelado la certeza de que íbamos por el peor camino. Y ahora que se proponen adoptar medidas de urgen­cia y de emergencia ¿creen que a par­tir de esta Cumbre es posible corregir todo lo que se ha hecho mal y co­rregirnos? ¿no creen ustedes que el ser humano es el mismísimo Prometeo encade­nado? ¿no creen que es el auténtico Prometeo que robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres; el benefactor de la humani­dad encadenado por Zeus a su fatal destino, sin ser nunca liberado? ¿no creen que posiblemente las civilizaciones que nos han prece­dido hayan co­rrido la misma suerte? ¿Qué clase de medidas que no sea un brusco corte a la producción en el mundo de bagatelas, que lo son ya todo, se pueden ya adop­tar? ¿están dispuestos a renunciar al capitalismo y al mercado para regular la convivencia? Y si no es así, ¿Qué hacen aquí?

Porque es mi convicción que por muchos esfuer­zos que se hagan a partir de ahora, ya es demasiado tarde. Pues… ¿dejará súbitamente de fabricar el «ser humano» el envase de plástico aunque sólo sea el destinado a un solo uso? ¿dejará de fabricar el coche para uso indi­vidual potenciando el transporte público hasta eliminar el otro? ¿será posible encontrar algún ele­mento energético no contaminante que rápidamente re­emplace gradual­mente a los utilizados hasta ahora? ¿podrían ustedes asegurar ahora que cualquiera de las posibles fuentes de energía aplica­das a la maquinaria de toda clase, no au­mentaría con el tiempo también la infec­ción de la Naturaleza y de la biosfera? En combina­ción con toda esa impres­cindible pero imposible determina­ción, ¿será posible volatili­zar billones de arte­factos superfluos que amenazan hun­dir el suelo terráqueo y dejar de fabricarse? ¿alguien de ustedes, científicos o no. piensa que pue­dan drenarse gradualmente ríos, lagos y lagu­nas y océanos encami­nados a con­tener más plásticos que peces,? ¿Es eso a lo que han venido? ¿a proponernos que toda la humanidad se ponga manos a la obra? Y aunque lo hiciese a marchas for­zadas, súbita­mente ¿creen ustedes que puede pensarse que el planeta pueda retornar a su estado natural? Me refiero a ese es­tado en que se encontraba antes de iniciarse la era industrial y a esa era que ha podido hacer felices a las generaciones que se han ido suce­diendo a lo largo de un siglo, pero durante la cual, al precio de esa felicidad artifi­cial, van a ser previsiblemente ente­rradas las siguientes…

Por cierto, también respon­deré a lo que me parece estar oyendo de ustedes como la más natural y al tiempo ingeniosa objeción a lo dicho aquí: «algo habrá qué hacer». Pues yo a eso asimismo les respondo con la misma afirmación que hizo el inefa­ble escritor Cioran: «todo en la vida es para nada».

Jaime Richart, antropólogo y jurista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.