Colombia vive una cruenta y trágica contradicción, desde hace casi dos siglos. Una dura guerra nos enfrenta, sin final a la vista. Dos conceptos enemigos sobre la naturaleza de la paz y la interpretación de la existencia, nos dividen y desangran. El país es víctima de su exigua mirada sobre el mundo. Esta […]
Colombia vive una cruenta y trágica contradicción, desde hace casi dos siglos. Una dura guerra nos enfrenta, sin final a la vista. Dos conceptos enemigos sobre la naturaleza de la paz y la interpretación de la existencia, nos dividen y desangran. El país es víctima de su exigua mirada sobre el mundo. Esta prolongación del olvido de nuestra amarga leyenda latinoamericana, prueba que sin la poesía, como memoria del sueño esplendoroso de un nuevo tiempo revolucionario del espíritu, no habrá en Colombia una paz digna y justa, ni una vida renacida de los escombros como la nueva historia sobre nuestro suelo rescatado.
La utopía de la paz colombiana no llegará por el acatamiento servil a la autoritaria exigencia de unanimidad y consenso, para aceptar en cabal resignación que la vida era la larga espera de una fosa común donde yace una legión de niebla, las incontables víctimas de las armas de sucesivas guerras civiles, ya sin compensación ni reposo.
Somos víctimas de la indigente mirada de los verdugos sobre el mundo. ¿Y quiénes son los verdugos, que revelan con voz estridente ser propietarios de todo lo existente?
En los orígenes del espíritu de la poesía y de las artes está el sueño y demanda de una humanidad joven, sin guerra ni miseria, sin capitulación ni dolor. Y nos preguntamos ¿cómo habrán sobrevivido las especies animales y las reservas forestales, el agua y el viento, cruelmente avasallados por los imperios del pasado y del presente, por un mandato de expoliación de todos los vivientes?
No será éste el mundo que aceptamos, quienes hemos hecho de la poesía un camino, una resistencia, una elección distinta a la guerra y a la muerte violenta, a la humillación de las formas de la vida, al sometimiento de las sociedades a la pulsión de matar y de morir que imponen quienes buscan exterminar el pensamiento emancipado y emancipador.
La suprema aspiración de la poesía y de los poemas es la fundación de un diálogo invencible y creador, para desmontar la maquinaria de sombras de la muerte y de la guerra inútil entre los colombianos, que materialice una visionaria sociedad incluyente, para abrir las compuertas al ancho río de la libertad y la fraterna justicia.
El Festival Internacional de Poesía de Medellín invita a todos los poetas y artistas colombianos, a los académicos e intelectuales de signo progresista, a los estudiantes que colman los escenarios del Festival, a los trabajadores, hombres y mujeres que constituyen la energía creadora del país, a tomar parte en la Gran Marcha del 6 de Marzo, al lado de las víctimas de los crímenes del terrorismo de estado, por los desaparecidos, por los masacrados y ejecutados, por los desplazados, por los amenazados y por los desposeídos de la riqueza material y cultural, y a no detenerse ya más hasta hacer de Colombia el país que demandamos, que queremos, que soñamos y que nos hará libres bajo el sol de una nueva patria, ya sin guerra, sin dolor ni expoliación.