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Poesía y rebeldía

Fuentes: CGT y Rebelión

En el nº 56 de los «Materiales de Reflexión» que los compañeros del Ateneo Confederal Rojo y Negro (sindicato CGT, Madrid, julio-agosto 2008) acaban de publicar tanto en papel como en edición digital el monográfico «Poesía y rebeldía». Allí se seleccionan poemas de 15 autores críticos actuales y se recomiendan títulos para los trabajadores/as repartidos […]

En el nº 56 de los «Materiales de Reflexión» que los compañeros del Ateneo Confederal Rojo y Negro (sindicato CGT, Madrid, julio-agosto 2008) acaban de publicar tanto en papel como en edición digital el monográfico «Poesía y rebeldía». Allí se seleccionan poemas de 15 autores críticos actuales y se recomiendan títulos para los trabajadores/as repartidos por todo el país. La monografía se puede leer, completa, pinchando aquí:

«Poesía y rebeldía: una breve muestra de poesía rebelde actual»

http://www.cgt.org.es/IMG/pdf/materiales_de_reflexion.pdf

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La selección se complementa con una conversación que los poetas Ángel Calle y Enrique Falcón mantuvieron hace un mes acerca de las relaciones entre poesía, rebeldía y subversión y que, con el mismo título se publicó en el nº 58 (esta vez se trataba de un especial sobre culturas proletarias) de la revista «Libre Pensamiento»,  papeles de reflexión y debate de la CGT (Madrid, verano de 2008):

Poesía y Rebeldía

 
(una conversación entre Enrique Falcón y Ángel Calle)

Literatura, rebeldía:

Enrique Falcón (E.F.): Quizá deberíamos empezar preguntándonos si actualmente tendría mucho sentido escribir una poesía rebelde que, concebida al margen del sistema mercantil, fuera crítica con él. O, al menos, el mismo sentido que tiene también el que tantos de nosotros podamos organizarnos en colectivos y movimientos sociales de orientación emancipatoria, cuando son otras las organizaciones que demuestran una mayor eficacia en la determinación material y espiritual del sistema de cosas dado. En mi caso creo que pocas cosas hay tan urgentes como romper -con nuestro compromiso sociopolítico de base, o con prácticas culturales de signo crítico, o con la movilización de determinados estilos de vida…- la naturalización de los consensos ideológicos tras la que esa determinación actúa en nuestras sociedades. En esto creo que la poesía puede acompañar (no creemos que ella pueda hacer más) a los movimientos sociales de signo antagonista. Hace siete años Negri y Hardt afirmaban -creo que con toda la razón- que «todos los elementos de corrupción y explotación nos son impuestos por los regímenes lingüísticos y comunicativos de producción», y que por ello «destruirlos en palabras (y así también, añado yo, en poemas) es tan urgente como hacerlo en hechos». Pues bien, para tal llamado, los poetas deberíamos profundizar todavía más en el ejercicio de nuestras estrategias comunicativas: tácticas de combate que ya se deciden en el momento de articulación inicial de cualquier poema.

Ángel Calle (A.C.): En mi caso, me inclino más por verme dentro del campo de las rebeldías poéticas, antes que en el de una poesía rebelde. Pienso que la actitud de la que emana esa articulación inicial de la que hablas condiciona, si no determina, el alcance rebelde del poema o de la representación poética (la poesía que se da en una situación, en un espacio humano concreto). Por ejemplo, ¿nos acercamos a ese momento huyendo de los grandes espectáculos? No sólo con la intención de huir, sino en claro desafío de aquello que realmente reproduce estructuras y formas de dominación, las cuales se nutren de la proclamación reiterada de sus consignas (subvencionadas o no), de la legitimación de sus circuitos de distribución y de producción mercantiles o de lógicas autoritarias, de la elección de temas que obliguen a la ausencia de otros (literatura que nada tiene que ver con la vida de las personas, como afirma Antonio Orihuela), de la elección de formas de comunicación ya nacidas para sentar barreras (tú estás abajo, tú eres sólo espectador, etc.). Rebeldía frente al espectáculo, frente a las relaciones «de siempre», las petrificadas, las huérfanas de deseo, aunque en su retórica puedan incluir palabras como «justicia», «revolución», «vida».

Palabra y resistencia frente al poder:

E.F.: Quienes mejor han profundizado en esa vocación de resistencia creo que han sido siempre los poetas andaluces del colectivo La Palabra Itinerante. Estos compañeros han desarrollado una sugerente reflexión acerca del método más común entre los poetas en resistencia: incursiones rápidas en territorio hostil para cubrir los objetivos, y luego regresar a terreno seguro. Practican así un conflictivo y violento diálogo con/contra la capacidad devoradora de sentido y verdad que tienen las ideas y los nombres que en nuestro tiempo sustituyen a la experiencia y a la materia, enmascarándolas. Desde este sentido, la poesía en resistencia sería una poesía desafío, una poesía tentativa (lo dijo Deleuze: no hay lugar para el temor, ni para la esperanza; sólo cabe buscar nuevas armas: incendios propagándose desde los márgenes) y sería, también, una poesía en derrota, necesariamente en derrota, pero -siguiendo a Claudio Rodríguez- nunca en doma.

A.C.: La rebeldía poética busca crear cortocircuitos en los diccionarios del poder: que quien la lea, la escuche o la aporte, se sepa compelido a desear cierta liberación y a liberar cierto deseo. Llevamos dos años recreando en Córdoba las Jornadas de Poéticas frente al Poder, mirando poéticamente al mundo desde diversos lenguajes (palabra escrita, audiovisuales, teatro, fotografía), buscando -en la medida de lo posible- transformar espacios de tránsito (una calle, un local, un patio) en un espacio de encuentro en el que fluyan conversaciones (en el sentido de sentir, hacer y amar que le da el biólogo Maturana). Tratamos de suspender momentánemante las relaciones de poder que nos amordazan o nos desencuentran, con el objetivo (a veces lo conseguimos, a veces no) de que aquello no termine allí, sino que lleve a la problematización de cuestiones esenciales de la vida, a la constitución de procesos, de nuevos imaginarios, de nuevos encuentros, de renovadas poéticas. Removemos, nos re-emocionamos, tratamos de no volver a nuestras casas, al menos no por separado.

Utilidad e inutilidad de la poesía:

E.F.: Desde ahí este tipo de poesía podría ser entonces útil, vinculantemente útil. Pero no en el sentido en que puedan ser útiles (en el sentido de «utilitarias») otras cosas o, incluso, otros discursos lingüísticos. Quede claro entonces que no estamos por esa poesía instrumentalizada (al-servicio-de) que al capitalismo avanzado tanto le gusta. En todo caso, te he de ser sincero para reconocer ahora que en algunas ocasiones yo mismo me había sentido medianamente «peleado» con esa vocación de utilidad de las prácticas literarias. Existen experiencias de recitales en vivo, cara a cara, que se han convertido para muchas personas en una práctica colectiva de celebración y de comunicación junto con otros (gente alejada de la lectura de poesía contemporánea, jóvenes y adolescentes, ciudadanos de barrios y organizados en variadísimos colectivos sociales, … por supuesto también aficionados a la poesía) que cuestiona, en la práctica, la absoluta inutilidad de la palabra poética. Las jornadas en Córdoba que tú mencionas van por ese camino. Pero no cabe, y creo que en casi ningún caso, desvincular esta experiencia colectiva de la radical utilidad de los intentos transformadores que -fuera ya del ámbito literario- encarnaría la acción social políticamente organizada. Jorge Riechmann lo ha expresado mucho mejor al señalar que la transformación social orientada por fines emancipatorios se busca a través de una praxis colectiva que exige un nivel apreciable de disciplina militante, y que la poesía -que es indagación sin fin (no glorificación burguesa del yo, no autoexpresión narcisista)- no soporta ese tipo de disciplina.

A.C.: Estoy de acuerdo. La poesía rebelde (o las acciones que perpetran rebeldes poéticos) no está hecha para esa utilidad, no en el sentido del mango de una sartén. Su rebeldía reside en la capacidad de vincular lo que está siendo desligado o descartado por un orden social y moral dado, por lo general férreo y extremadamente feo. No va a servir para que aumenten los votos de un partido, ni para que la gente salga satisfecha tras la celebración coqueta de un repetido cumpleaños. Pienso que la poesía rebelde debe servir para rev(b)elar: tú y yo compartimos más de lo que ellos nos dicen; existe belleza en tu actitud de levantar la voz frente a un mundo precario; lo que llevas muy por dentro y de manera muy sencilla es digno y honorable de ser escuchado, y es por tanto poesía (tal como sugiere Viñals).

Poesía, belleza, conmoción:

E.F.: Belleza: un asunto bien serio para la poesía política, como ocurre con cualquier otro tipo de práctica literaria. Coincido contigo: la sed, el hambre, de belleza que convoca un poema ha de darse, sobre todo, también en un poema político, en cuya conmoción concurren -además- otras y nuevas hambres, como las de las heridas compartidas de su tiempo. Creo por eso que, en cualquier circunstancia, además de lo propiamente ideológico, el llamado estilo presupone siempre un acto de elección moral.

A.C.: Y siempre estamos «en medio»: hablamos palabras prestadas, habitamos un mundo biológico que nos constituye a nosotros y a nuestros millones de células, nos educamos desde lo inculcado, etc. No existe, por lo tanto, posición neutra moral o estéticamente, aunque sí matices y muchos continuos. Los fascismos ya demostraron que se puede construir una «bella escenificación» en pro de un orden degradante. Y mucha poesía social -efectivamente- es social, pero requiere de algo más que buenas intenciones para encandilar, para construir vínculos. Creo que es una obligación ir contra todo canon (estilístico o digital), pero a mí personalmente -y no estoy aún para dar consejos- si una palabra o un acto no me arranca una conmoción estética, me busco otros versos.

Tácticas de combate:

E.F.: Posiblemente el punto de partida para estas poéticas rebeldes podría consistir entonces en aprender a mirar de una forma nueva el espesor de un tiempo herido -el nuestro- con claves diferentes a las dominantes. Y estas claves dominantes serían, básicamente, estas tres: la bomba, el dinero y el éter. En otras palabras, la naturalización de una fuerte injusticia social (la gente que se organiza en los movimientos sociales de base sabe bien de esos ocho millones de personas que, en España, viven por debajo del umbral de la pobreza); la irracionalidad de un modelo de producción, distribución y consumo en contra del hombre y de los nichos ecológicos del planeta; y la resignación ante un proyecto de tranquilización y narcotización social amparado en las políticas desmovilizadoras del miedo. La escritora Belén Gopegui nos ha planteado recientemente la posibilidad de que ya haya llegado el momento de combatir el capitalismo también desde el lugar en que se producen las ficciones y ofrecer así una resistencia coordinada a la invasión. La reflexión de Belén se apoya en una memorable pieza teatral de Brecht («Los horacios y los curiacios») que recomendaríamos a todo poeta actual que se proponga reflexionar sobre el alcance táctico de, digamos, un poema. En fin, deberíamos empezar a pensar que para la práctica de una literatura crítica de vocación emancipatoria y rebelde, quizá hasta clandestinamente insurgente, debería sernos siempre insatisfactorio y desde luego molesto o sospechoso el principio mounierista de que nuestra acción se tenga que dirigir menos al éxito que al testimonio.

A.C.: Efectivamente. Como afirma Jorge Riechmann, la poesía está más para ser disciplinada y combativa en el marco de una guerrilla, de unos maquis que huyesen de los diccionarios del poder. No queda otra, siendo la poesía minoritaría, y la rebeldía, un acto, por lo general, ausente. Sin embargo, esa condición de ausencia se da bajo los actuales prismas de visibilización de las relaciones humanas. Yo escucho poesía en las asambleas que son constructivas, en los niños y niñas que se acercan por primera vez a una huerta, en las personas mayores que te explican -con ojos experimentados y críticos- por qué no deberían mandar quienes nos gobiernan. Oigo rebeldías por la calle, y las escucho atentamente, porque igual es descontento que se está arremolinando para ejercitar sus vínculos en beneficio de todas. Me basta con ir creando condiciones, con ir sembrando nuevas relaciones sociales, pues el mundo seguirá siendo bastante imperfecto unos miles de años más. Si una actitud rebelde se puede reflejar y contagiar a través de la poesía, pues no lo sé, …pero soy disciplinado y creativo en ese empeño.

Posibilidades de una poesía socialmente crítica:

E.F.: Pues precisamente, para ese mismo empeño y para evitar ser fijada (mortalmente fijada), la llamada poesía crítica debería renunciar a definirse a partir de pilares: el adversario enseguida sabría demolerlos tan pronto se pudieran identificar las técnicas de su anclaje. Por lo que sabemos, las estrategias y hasta los fundamentos de esa poesía de signo rebelde actualmente estarían, por el contrario, profundizándose no tanto desde una lógica «de anclaje» como desde una lógica -dispersa y diversísima- de inaprensibles pasos «de baile»: apenas sin centro reconocible, aunque con un elevado grado de complicidad común, se ha abierto un tiempo para el ensayo de posibilidades de diversas poéticas críticas que se encuentran experimentando hoy estrategias muy diferenciadas. En el libro Once poetas críticos en la poesía española reciente (Baile del Sol, 2007) ya se indicaba que la poesía política debería ser la más insatisfactoria de las prácticas literarias de nuestro tiempo y que las posibilidades de su dicción se volverían, así, ilimitadas. Estas posibilidades se moverían hoy del objetivismo documental a la deriva libertaria, de la poesía de la conciencia al torrencialismo irracional, del vitalismo en resistencia a la reflexión distanciada, del vanguardismo crítico al realismo más contundente, del relato narrativo al discurso atomizado, de la historia de la memoria al ejercicio de la ironía, del impulso visionario a las prácticas saludables de la lucidez, y de las tácticas disidentes de la sugestión a las estrategias materialistas del extrañamiento. En todo caso, todas ellas se negarían a naturalizar la brutal separación que la cultura neoliberal marca para «lo público» y para «lo privado», lo personal y lo político; todas ellas hurgarían en la fecundidad de esas grietas capaces de resquebrajar, un tanto, ese miserable «cerco de consensos» que el capitalismo va tejiendo entre todos nosotros.

Enrique Falcón (Valencia, 1968) y Ángel Calle (Madrid, 1969). Ambos son poetas y compañeros de CGT. El primero ha publicado libros de poesía como Para un tiempo herido (Ediciones Amargord, 2008) y ensayos como El amor, la ira: escritos políticos sobre poesía (Planeta Clandestino, 2005). El segundo ha publicado poemarios como Los vínculos (Isla Varia ediciones, 2006) y ensayos como Los nuevos movimientos globales: hacia la radicalidad democrática (Ed. Popular, 2003).