Ponencia en el III Encuentro Mundial de Solidaridad con la Revolución Bolivariana. reciba mis saludos cordiales
Un Diagnóstico.
No existe arma de destrucción masiva más letal que el imperialismo. Depreda la naturaleza, las sociedades y las civilizaciones. En los últimos 100 años el imperialismo multiplicó, como fase agudizada del capitalismo, sus capacidades destructivas. Frenó el desarrollo, inició un período de crisis generalizada y precipitó la expansión de la miseria en proporciones nunca vistas. Millones de cadáveres y de mutilados, víctimas de la guerra y la explotación, millones y decenas de millones de personas atemorizadas, aplastados, engañadas y alienadas. Se trata de un cataclismo descomunal. Se trata de una monstruosidad.
Hay una crisis de sobreproducción de Imágenes generadora de caos y barbarie cultural e intelectual. Se rinde culto fetichista al fetichismo. Las herramientas para la comunicación social se someten al los límites fijados por las leyes del utilitarismo convencional burgués. A pesar del avance tecnológico se ha detenido notoriamente el desarrollo de la Comunicación suplantándola con estereotipos alienantes de grupos monopólicos retrógradas.
Los trabajadores de los medios y modos de producción comunicacional viven bajo condiciones de explotación y alienación aceleradas. Tanto los independientes como los asalariados soportan estragos del modo de producción y distribución hegemónicos que sólo deparan abandono y depresión. Hay conciencia gremial limitada, poca organización y poca capacitación transformadora por miedo al desempleo y la violencia legalizada.
Un cierto clientelismo académico y científico elude el debate y la investigación crítica entre docentes y alumnos frente a los medios y modos de producción. Se incentiva poco o nada el desarrollo de protocolos o estatutos de enseñanza, investigación o creación teórica, hacia una práctica científica transformadora.
En la practica capitalista, estatal o privada, de la producción, distribución y consumo habita la censura que tiene en las «industrias del espectáculo» una de sus formas más características. Censura que no sólo sirve para manipular conciencias privándolas de su libertad de información, sino que también es resultado de una lucha por los mercados de consumo producida por la crisis de sobreproducción de imágenes. Es decir la censura es también una forma de impedir la competencia.
Cada vez es más difícil adquirir, alquilar o conseguir prestadas las herramientas para la producción de obra comunicacional. El costo de tales herramientas y la ausencia casi total de alternativas es también una forma de censura. La distribución y exhibición, están atrapadas por monopolios impagables e impenetrables.
Sin haber comprendido las raíces económicas del Imperialismo, sin un diagnóstico profundo sobre sus implicaciones políticas y sociales, y sin oponerle estrategias y tácticas de transformación revolucionaria es imposible dar el menor paso hacia la solución de tareas dirigidas a la emancipación total de los pueblos en general y los trabajadores de la comunicación en particular.
Bajo el capitalismo y el neoliberalismo las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Esto incluye a las fuerzas comunicadoras. A estas horas los progresos tecnológicos no conducen al enriquecimiento colectivo ni al desarrollo de la creatividad de todos hacia estadios de calidad comunicactiva superiores. Ante las cada día mayores, privaciones y sufrimientos de los pueblos, los mass media sólo producen circo y renta en su beneficio. Crece el desempleo, agoniza el poder adquisitivo, los gobiernos complacientes, en general, caminan de una quiebra a otra. Los pueblos pagan los platos rotos, con materia prima devastada, mano de obra regalada y sangre a raudales.
Los monopolios para la comunicación mercantil dedican su inteligencia a producir charlatanerías de toda especie, fomentan la ignorancia, el engaño salvaje, la alienación y la barbarie cultural. La civilización humana vive bajo amenazas imperiales permanentemente, los grandes usurpadores de la comunicación son serviles y voluntariosos. ¿Cómo derrumbaremos ésta miseria?
Considerando:
Que a estas alturas la vida se ha vuelto amasijo de cadáveres equilibristas bajo graznidos de revólveres. Que nos taladran las angustias aun cuando muchos resisten y luchan. Que la miseria es estanque de muerte que secuestra al cielo con su modorra de camposanto. Que la miseria anuncia sus deseos de violencia más obscenos. Que tiembla la tierra. Que sobre la mesa de ésta historia la bestia nos da por muertos y se prepara para la autopsia. Que ha sido muy costoso. Considerando: Que a estas horas la revolución abre sus cajones llenos de pájaros tiernos. Que prepara su garganta y su voz de tempestad para insuflarnos bullicios de insurrección bien pensada. Que chapotea la revolución en todas nuestras palabras. Considerando: Que toda sociedad enferma produce enfermos, hambre y angustia para la dama y el caballero, para el bolsillo, para billetera… Que la angustia nos enloquece. Que nos condenan al patíbulo del silencio. Que se nos va la vida. Considerando: Que estamos hartos del hambre, del desempleo, de la vejez solitaria y náufraga, de la niñez desvencijada, del futuro ciego, del pasado amnésico. Que el capitalismo es una fábrica esquizofrénica de angustias y odio. Que estamos desesperados de rabia. Que no podemos entrar y salir de la noche, sin rabia, hasta para las cosas más pequeñas. Que hay que convertir la rabia tóxica en lucha militante y transformadora, como derecho y acción obligatoria. Considerando: Que el capitalismo es una noche sucia, noche de estertores, noche sorda cuya mano es veneno bandolero de ojos pétreos. Que la burguesía es un tiradero de huesos rotos y perlas machacadas, que hunde sus cuchillos televisivos en las cuencas de los ojos. Que hay fondos monetarios hambrientos como lagartos en esta noche a destiempo con sus dientes clavados como penurias. Que nos bañan con sus chorros de tinta periodística y su farándula de despojos. Que pagamos su orgía. Que la barbarie está de fiesta.
Considerando: Que no tragaremos más odio. Que jamás tendremos sosiego si seguimos así. Que cambiaremos el rencor por justicia contra los templos de la «familia», la «patria» y el fanatismo… mercados de sensiblería sórdida con dioses institucionales. Que éste mundo en decadencia acelerada sólo perdurará santificando al crimen. Que habrá que cambiarlo todo con luz inmensa, sueños grandes, luchas enormes. Que urgen más brisas, más luchas rebeldes, más almas y también más fuerzas para reunir al viento, para zarandear el trapo de las banderas dormidas y levantar como soles nuestros brazos entumidos. Que debemos organizarnos. Que debemos levantar la revolución.
Una Hipótesis.
No parece haber, en esta etapa, tarea más importante para los medios de comunicación que subordinarse a una táctica consensuada de propaganda revolucionaria. Contra subjetivismos de antojos caprichosos, contra todo vampirismo burocrático, contra la desorientación y los miedos, contra el pragmatismo y la improvisación cándida. Contra el atraso, contra los mesianismos, contra los sectarismos.
Los pueblos narran el ascenso histórico de su conciencia con símbolos, signos y comunicación libres. Si el proceso Revolucionario emprendido por los venezolanos no crea también su propio ejército de comunicadores, armados primero con un acuerdo político internacional para la comunicación revolucionaria, estaremos en condiciones muy limitadas de pensar, entender y poner en común los problemas económicos, militares y poéticos, es decir, los problemas de la cultura y del espíritu para transformarlos y renovarlos desde su raíz.
Entre otras muchas cosas la Revolución Venezolana requiere tiempo. Todos los frentes de lucha abiertos para organizar la economía y asegurarse de que la población disponga de los bienes materiales indispensables en materia de alimentación, vestido, vivienda, salud, educación… aun con su importancia, no alcanzarán a significar la victoria total del nuevo proceso revolucionario en marcha sin el progreso del pensamiento científico, del arte nuevo y de una revolución profunda de la Comunicación, sus medios, modos y relaciones de producción.
La imaginación al poder. El poder a la imaginación.
Si nos armamos con las herramientas para la Comunicación revolucionaria y la vivimos plenamente, desde el interior, será para alcanzar respuestas firmes, no absolutas, a las preguntas fundamentales sin ir a las página de la historia donde estaba todo explicado o prefabricado, sino, más bien, podremos ir con imaginación concreta hacia una revolución plena impregnada de amor bueno, loco, sonriente, espontáneo, fresco… en el ascenso de una humanidad para si.
Todos los lenguajes son un instrumento, no un fin. Sin poesía puede suceder que, si sólo sabemos los lenguajes, nada tengamos que decir. Hay que estudiar los lenguajes todos mientras se estudian otras cosas, no en lugar de estudiar. La Comunicación revolucionaria se bañará en algún piano donde brotan las imágenes, los sonidos, las voces… y nadie impedirá que se clave en el futuro para alumbramos la suerte nueva y buena. Y con nuestra carne florezca donde el aliento se corta para hinchar las campanas de todas las estrellas sobre los ríos desbordados como hoguera imperativa con olor de pasión que invadirá al orbe del futuro.
La Comunicación Revolucionaria ha de ocuparse constantemente, ante todo, de reproducir este momento ideal en que la humanidad, presa de una emoción particular, queda súbitamente a la merced de algo «más fuerte que ella» su Revolución total, que le lanza, pese ciertas limitaciones de su realidad, hacia los ámbitos de la revolución permanente. Al salto magnifico de lo cuantitativo y lo cualitativo hacia su desarrollo en contra de todo lo que lo frena. Lúcida y alerta. Lo más importante radica en que es ineludible semejante experiencia, plena de emoción, que no dejará de expresar su campanilleo misterioso, ya que, efectivamente, la humanidad comenzará a auto-pertenecerse.
La Comunicación Revolucionaria tiene un mirar de vértigos. Alborada que borda certezas sobre el cielo que tomará por asalto y del que todos tomaremos tinta sin dueños. Comunicación lengua de obra y lucha que hablaremos para siempre vertiginosos. Belleza convulsiva que abrirá para siempre esta caja de mil fondos llamada humanidad. La hora de la Comunicación Revolucionaria es también una hora de transformación de nuestras necesidades en rompecabezas bastante más refinados. Impone problemas nuevos, exige luchas nuevas y estrategias nuevas.
Seguramente lo que no avance con la revolución terminará disecado en alguna vitrina de la historia, acaso como testimonio de lo que hubo de morir para que naciera lo nuevo. Y la Comunicación Revolucionaria no está exenta de semejante dialéctica. Hubo quizá gérmenes revolucionarios en toda obra que se propuso impulsar el desarrollo humano. Probablemente estuvo presente en todo salto cualitativo que implicó avance. Pero muchas Revoluciones quedaron paralizadas, por razones endógenas y exógenas, de manera desigual y combinada, hasta el punto de impedir el desarrollo de sí y desde sí. Lo revolucionario cesó de serlo en muchos ámbitos incluso hasta romper con sus términos esenciales y cancelar incluso su definición. Por ahora nadie tiene las respuestas individualmente. Oponerse a esa parálisis del desarrollo es un deseo y una necesidad históricos y transicionales que nos toca estudiar y afinar para ensayar a toda costa una reflexión, discusión y construcción colectiva urgentes.
Una proyecto de Comunicación Revolucionaria debe elevarse exponencialmente sobre el nivel de vida actual, de la cultura media y del tiempo libertado. Elevarse no significa desprenderse de la realidad social, enajenarse, ni olvidarse. Implica la comprensión de una humanidad nueva, de las leyes de su desarrollo, y la comprensión de todas las antinomias y contradicciones de la sociedad clasista y de la división social del trabajo. Implica poner toda capacidad de abstracción al servicio dialéctico de la concreción y viceversa.
Si el pueblo venezolano quiere refrendar cotidianamente su convicción y acción revolucionaria para profundizarla y ensancharla, si quiere para sí, y para todos, la emancipación definitiva de la humanidad, si se propone incluso usar las urnas para reiterar y perfeccionar la ruta de su lucha, no puede permitir que los mass media de que dispone carezcan de una Política de Comunicación que unifique y organice, con una táctica de propaganda en transición permanente, a cuanta voluntad y herramienta quiera sumarse. En todo el mundo. Organizar el ascenso y consenso de la Comunicación, es decir la puesta en común, de la conciencia sobre las fuerzas propias, la toma del poder, sus logros y faltantes. Su autocrítica. No hay en el horizonte de lo inmediato tarea más importante que la propaganda de la revolución.
La propaganda de la revolución no es otra cosa que la poesía de la lucha.
Es preciso combatir la idea de que la propaganda revolucionaria ha de ser imposición discursiva y unilateral sobre las conductas de un pueblo. Es necesario un debate abierto y una construcción de consensos permanente y refrescante. Es preciso derrotar los lenguajes esclerotizados y los autoritarismos mediáticos. Combate que parece en un momento en que el imperialismo aplica políticas de superexplotación en todas partes. Las dos tercias partes del mundo son colonias. Ya basta.
En su pensamiento y acción las rebeldías de todo el mundo han acumulado experiencias de propaganda emancipatoria cargadas de fortalezas múltiples y contribuciones extraordinarias. Desde Chiapas con su poesía indígena hasta las asambleas barriales, desde las fábricas recuperadas hasta las organizaciones campesinas. Con periódicos, radiodifusoras y televisoras comunitarias y de base, con megáfonos y volantes, con muros y correos electrónicos… con documentales, reuniones, conferencias, talleres, páginas de Internet… se hace oír un lenguaje de imágenes y sonidos rebeldes que buscan, como se puede y con lo que se tiene, el ascenso de sus convocatorias para la unidad no uniforme de una lucha mundial revolucionaria y antiimperialista. De sur a norte, de este u oeste. De abajo hacia arriba.
Repertorio de experiencias desigual y combinado que en su desarrollo traza pautas fundamentales hacia la construcción de los lenguajes Revolucionarios nuevos. De sus características, aportes y descubrimientos es necesario aprender mil cosas. Reconocer la diversidad de sus sintaxis, la invención de tácticas, la maduración de sus innovaciones. Ninguna idea de consenso puede pasar de largo sobre este repertorio y es suicida menospreciar la fortaleza alcanzada. Sería suicida pasar de largo incluso las tareas de crítica y autocrítica solidarias con semejante experiencia.
Este repertorio es la base material hacia una táctica de propaganda revolucionaria obediente a las urgencias y emergencias de estas horas. Es el campo de construcción hacia un consenso de praxis inmediata y renovada. Es ineludiblemente la fuerza que, en el momento actual, podrá darle legitimidad y contundencia a la tarea de propagar los triunfos y los atrasos del proceso revolucionario en marcha. Es el espacio donde debe discutirse y encarnarse la identificación precisa de los interlocutores, la dialéctica el debate y la consigna del acuerdo incluso con disensos. Es el lugar donde habrá que hacer visible y audible el reclamo y el proyecto de los excluidos, de los explotados, de los pueblos alienados, de los campesinos y de los obreros. Sin mesianismos y con poesía revolucionaria.
Es el lugar y espacio donde se debe construir consensos sin autocomplacencias, sin veleidades caudillistas, sin trampas burocráticas… con las herramientas de la ciencia y la poesía, de la lucha desde las bases, de las mejores aportaciones de los intelectuales, de los trabajadores de los mass media, de los artistas, de los técnicos, de los politólogos y los educadores, los universitarios y los investigadores… en suma de todos los que logran elevar su consiencia para elevar la conciencia Revolucionaria, no uniforme, de todos y en todos.
Es un desafío monumental que exige rapidez. Capacidad de adaptación y acción inmediata incluso con acuerdos mínimos. Antes de que el enemigo imponga las condiciones o vuelva a imponerlas. Una táctica mundial de propaganda revolucionaria para estas horas exige estar alerta para no incurrir en complacencias acríticas de coyuntura. Todo consenso, aun transicional, debe someterse de inmediato a evaluaciones y transformaciones permanentes si no se quiere esclerotizar la lucha en consignas muertas. Para ello además de la comunicación hacia fuera es imprescindible la comunicación hacia adentro de las organizaciones y de los individuos.
Así la propia idea de propaganda reclama un tratamiento crítico especial. Su definición en estos momentos no puede avanzar sin un transito de re-semantización urgente que la vuelva objeto de estudio popular e inspiración de praxis nuevas. No para empantanarnos en una ontología escolástica de la propaganda sino para permitirnos entenderla como herramienta perfeccionable y no como fin en si. Y eso sólo se logra con el crisol de la práctica. No con el pragmatismo.
Tal ejercicio de resemantización para la Propaganda bien puede ayudarse de una lectura correcta sobre los signos concretos con que los pueblos narran el ascenso de su lucha, sus conquistas y conciencia. De hecho serviría de poco redefinir las tareas de propaganda al margen de tal narración. Pero es inexcusable interrogarnos todos sobre nuestra capacidad efectiva para leer con precisión el lenguaje con que los pueblos cantan su lucha. Saber a ciencia cierta si nuestras antenas están en sintonía correcta con tales signos, símbolos, imágenes y sonidos y si realmente caminamos con ellos en la búsqueda de su emancipación definitiva. Se trata de un interrogatorio permanente que también es arma de lucha.
Saber por ejemplo si todas las fuerzas comunicacionales revolucionarias pueden unirse en una táctica de Propaganda Revolucionaria para poner prioridad a la organización de los obreros y los campesinos, los estudiantes y los explotados en general hacia la toma del poder en cada una o de los frentes posibles que reclaman ser transformados a fondo. ¿Hay algo más urgente ahora?
Saber por ejemplo si pudiésemos emprender una táctica mundial consensuada para priorizar el derecho de los pueblos a tomar las armas para defenderse del exterminio, no sólo por la vía de las balas, sino por cierto también por la vía de la guerra ideológica emprendida desde los máss media del capitalismo.
Saber por ejemplo si podemos priorizar entre los temas urgentes para las tareas de comunicación rebelde la urgencia de la educación no alienante, la importancia del estudio y el debate, la jerarquía impostergable de la investigación y la experimentación en todas las ramas del saber y contra los monopolios de la cultura.
Saber entre todos si es de jerarquía táctica mundial fortalecer con los medios disponibles un lenguaje revolucionario en las ciencias, y artes, capaz de levantar y enriquecer el entusiasmo por la lucha, contra la depresión, el miedo, los derrotismos más diversos y la desconfianza en la fuerza de los pueblos. ¿Hay tareas más importantes ahora?
Pero no bastaría con estar de acuerdo en los contenidos para la propaganda revolucionaria es imprescindible estar de acuerdo también en las revolución de las formas sin uniformidad. Y eso acaso signifique un esfuerzo de creatividad que ya tiene una larga tradición de reclamos y auto-reclamos en los luchadores de la comunicación. No son pocos los casos en que la forma traiciona al contenido y nos son pocos incluso los episodios en que por más revolucionario que se presente un ideario político si el lenguaje de los medios es acartonado, solemnizado, academicista, racionalista o autoritario, pobre o conformista corre el peligro de diluirse en su propia trampa formal.
Así la propaganda revolucionaria necesaria en este momento histórico exige potenciar el poder de la creatividad revolucionaria. Exige estudiar y experimentar responsablemente, con tal creatividad, hacia su propia desalineación y emancipación definitivas. Ignorar esto por soberbia o por prepotencia sería un error que debe discutirse ampliamente. No hay recetarios para la creatividad pero podemos emprender abiertamente la construcción colectiva de nuevas metodologías rebeldes que se alimenten con la experiencia revolucionaria de los pueblos para impulsarla y enriquecerla. ¿Hay algo más interesante y apasionante que eso?
1) Priorizar la organización de los trabajadores, obreros, campesinos, estudiantes y sus luchas hacia la toma del poder y de los mass media.
2) Priorizar toda forma de ascenso de la conciencia y la acumulación de fuerzas contra la alienación y la explotación.
3) Combatir el individualismo.
4) Combatir todo lo que frena o destruye el desarrollo humano: el capitalismo y el imperialismo.
5) Acabar con la propiedad privada.
6) Priorizar la tarea de explicar la revolución y ganar adeptos.
7) Priorizar la tarea de caracterizar y desmontar al enemigo.
8) Afirmar que las instituciones no son la solución, a menos que sean revolucionarias y en manso de los trabajadores.
9) Pensar siempre desde la perspectiva de las bases sociales.
Política de comunicación como acuerdo para la Intervención:
Contra las ilusiones y las rapsodias de empresarios o burócratas con banderas reformistas camaleónicas. Contra las transfusiones ideológicas alienantes, las amenazas, la pesadilla y la fatalidad capitalista en boca de un idiota. Démonos la unidad, no uniforme, como flor de manos en acción plena de concreciones rebeldes. Para que los mundos galopen en órbitas sin angustia. Para que se rompan los candados del cerebro y un huracán de poesía arrastre la podredumbre. Para que resuene otro violín gutural acompañando al piano de la revolución. Para que otra voz embrujadora traiga su gramática olorosa y triunfal como tempestad ardiente en nuestros cráneos.
Toda acción revolucionaria de la comunicación debe vivir de la savia de la economía, pero no exclusivamente. Para poder construir consensos en materia de Comunicación Revolucionaria y revolución cultural de los trabajadores y los pueblos, los obreros y los campesinos, es preciso preparar un la formación de una cultura de la comunicación, de la puesta en común, nueva, es decir, no sobre la base de nuestra pobreza, necesidades e ignorancia, sino a partir de los mejores medios sociales, económicos y culturales. De una conciencia superior sobre las fuerzas propias y el espíritu de lucha.
No serán los «comunicadores» quienes hagan la revolución, serán los obreros y los campesinos organizados bajo un programa en el que no estará ausente una táctica y estrategia de comunicación aportadas por revolucionarios comunicadores llamados a sumarse en la lucha como un guerrero más, bajo crítica y autocrítica permanente, acompañante de los protagonistas y protagonista a su vez.
Démonos una Comunicación Revolucionaria que sepa aprovechar los logros más avanzados de la tecnología y la filosofía, de las artes y de los oficios, con más abundancia incluso. Mayor ubicuidad y velocidad, mayor creatividad y claridad para intervenir revolucionariamente, y sin paternalismos, en la superación de la miseria, las taras, los silencios y las ignorancias a que han sido sometidos los pueblos. No encima, no delante de los pueblos. A su lado y ayudando.
Démonos una Política de Comunicación como herramienta no como un fin. Arma de lucha basada en consensos que entienden lo mediato y lo inmediato. Arma de ataque y defensa como campo fértil y fruto de todos. Arma organizadora estimulante, divertida, seria y movilizadora. Arma para intervenir, transformar y madurar colectivamente. Arma de la Revolución.
Toda vieja práctica de comunicación en las fábricas y en las aulas, en las casas y en las calles, en las organizaciones y en las emociones… bien podría ser superada… transformada con una Política de Comunicación Revolucionaria capaz de entender la lucha local como una lucha mundial. Se trata de derrotar a la comunicación de la burguesía capitalista y neoliberal que secuestró las herramientas para la comunicación prostituyéndolas con la vorágine del raiting mercantil y los valores más decadentes.
Démonos una Política de Comunicación Revolucionaria que no se construya por decreto ni por fuera de los pueblos. Démoslos el desafío que reserva un lugar exigente para todo revolucionario empeñado en superar el estado actual de la comunicación superándose incluso a sí mismo, es decir superando sus prácticas, prejuicios y atrasos. Por queridos que estos sean.
Démonos una Política de Comunicación Revolucionaria para la Revolución permanente de la Comunicación incluso. Una Política de Comunicación que todavía no existe, que pudiéramos impulsar ayudados por contribuciones de toda índole para que exista verdadera, concreta y prácticamente. Que no dependa, que no pueda ni deba depender de iluminaciones individuales ni de genialidades esporádicas. Política de Comunicación que requiere participación dinámica y comprometida, significativa y científica. Política de Comunicación que debería acaso arribar a un estadio inicial de acuerdos con rutas claras y prioridades específicas basadas en la precisión de tácticas de propaganda revolucionaria necesarias en estos momentos pero en transición.
Política de Comunicación que venga de las luchas más avanzadas para ponerse en manos de todos como objeto de estudio, debate, construcción y participación hacia la organización de las fuerzas comunicacionales que deben intervenir socialmente para transformarnos todos de pies a cabeza, desde la cultura hasta la ciencia, desde las ates hasta las tecnologías, desde los campos hasta las fábricas, de ida y vuelta, de abajo a arriba. Pues.
Política de Comunicación para que nadie se halle incapacitado, orgánicamente, para fundirse uno con el otro, como partes de un todo que avanza en la misma dirección, sin confundirse. Es muy posible que los trabajadores de la comunicación, los estudiantes y las organizaciones rebeldes victimados por la desorganización y el aislamiento difiera entre si por las formas para salir de sus contradicciones y el modo en que puedan contribuir a construir una Política de Comunicación Revolucionaria que los incluya y nos incluya. Superar misticismos, romanticismo y griteríos. Construir con independencia métodos para superar contradicciones. La comunicación deberá ser obra de personas que realizan un trabajo que debe ser revolucionado él mismo para superar totalmente la separación entre las prácticas.
La creación de una Política de Comunicación Revolucionaria es una tarea que bien pudiésemos impulsar y realizar a pesar de las resistencias y los prejuicios posibles incluso entre algunos revolucionarios de frentes diversos. Porque no siempre fue fácil hacer consensos es preciso crear ahora una oportunidad nueva. ¿Estaremos a la altura?
Es ridículo e incluso estúpido permanecer indiferentes a los signos, símbolos, imágenes e imaginarios revolucionarios de este momento aunque no se presenten como algunos esquemas lo hubieren previsto. Incluso por ello mismo. Acaso este momento reclame preparar el acontecimiento exigente de un consenso para la praxis revolucionaria de la comunicación, realizarla para actuar con los pueblos y desde los pueblos para transformarnos todos. Porque pueblos e individuos acarreamos, y no pocas veces atesoramos, atrasos y vicios de los cuales solemos no ser del todo conscientes.
Una Política de Comunicación bien puede ser un llamado a unirse en un frente único mundial por la investigación crítica y la transformación de medios, modos y relaciones para la producción de comunicacional. Frente en movimiento para ganar espacios hacia la transformación y resignificación del concepto Comunicación y su práctica rumbo a su liberación definitiva. Frente para quebrar todo exclusivismo en la producción y distribución. Frente y lucha en el campo filosófico, científico, técnico e ideológico.
Unidad no es uniformidad.
En nuestros días es necesaria una Política de Comunicación Revolucionaria por todas partes, plena de términos nuevos para que espíritu rebelde alcance la idea absoluta de la necesidad revolucionaria, en el sístole y el diástole, que pondrá en marcha la unidad, no uniforme, de todos los que trabaja, estudian y practican estrategias y tácticas comunicacionales. Esta Polític de Comunicación debe ser hecha por todos, no por uno, y lo mejor es agruparse, no amontonarse, pero no para hacer triunfar intereses individuales o de secta, sino para cambiar la vida, las estructuras sociales y la realidad del individuo. Que la Política de Comunicación Revolucionaria se conquiste gracias al ascenso de la conciencia y al contacto con muchas experiencias concretas, que no sea la conciencia la que haga a la realidad sino la realidad la que hace a la conciencia, y que la maduración de la Comunicación Revolucionaria sea la maduración organizada de la personalidad de todos. En este sentido es necesaria una revolución total de las armas obreras y una revolución total de las armas de la comunicación. Incluida la Política de Comunicación como arma y herramienta transformadora.
Unidad como salto cualitativo
Tomemos el derecho de construir una Política de Comunicación no limitada, de llevar adelante, con el arte, la ciencia, la educación, la agricultura y la carpintería… cuanta tarea garantice a la humanidad la libertad de continuar profundizando su desarrollo. Opongámonos a cualquier tentativa de limitación del campo de observación y de acción que la humanidad aspire a crear intelectualmente para atender sus necesidades cambiantes. Logremos un acuerdo sobre las condiciones que, desde un punto de vista revolucionario faculte a la Comunicación Revolucionaria a participar en la lucha emancipadora, permaneciendo enteramente libre. Sin que libertad implique indiferencia, sin que libertad suponga falta de solidaridad con la lucha obrera y campesina.
Coincidamos cuanto antes en que bajo las condiciones actuales de genocidio, en todas sus formas, la tarea suprema de la Comunicación Revolucionaria es participar conciente y activamente en la preparación y desarrollo de la revolución. Acordemos que ni científicos, ni intelectuales, ni aristas pueden servir a la lucha emancipadora a no ser que estén subjetivamente penetrados por la necesidad revolucionaria organizada, social e individual, que traduzca el sentido y drama de la revolución en sus nervios para que procure libremente dar una encarnación artística, científica etc. a su mundo interior y exterior.
Coincidamos en no someternos a burocracia o secta alguna. En no aceptar la felicidad por etapas o en un solo país. Coincidamos en que es necesario organizarnos, que si la organización es, en lo posible, expresión de avance, nuestra situación es francamente atrasada, poco inteligente y acaso miserable. Aunque nos cueste a muchos será necesario someter a crítica atenta ciertos pensamientos nuestros que nos impiden luchar juntos. ¿Queremos, podremos?
Acaso seremos capaces de encontrar acuerdos para la Comunicación Revolucionaria si expresamos principios, estrategias y tácticas abiertamente en una Política de Comunicación incluyente, abierta y trotamundos… si trabamos un conflicto universal contra la lógica de la miseria. Si nos oponemos a cuanto reduce la Comunicación a un marco farandulero y alienante. Si reunimos fuerzas de sobra para dar fin a toda farsa siniestra, a esta pulsión burguesa delirante y enloquecida que nos explota, a este circo de bestias asesinas. Todo está aún por hacer, lo estará siempre. No hay obra acabada. No se admiten compromisos dubitativos.
Quizá para eso debamos evitar todo «posibilismo», todo conformismo y toda tibieza para que la Política de Comunicación Revolucionaria se impulse con fuerzas renovadas. Cuantos se impongan la misión de construir una Política de Comunicación Revolucionaria lucharán contra los sacerdotes de la «inteligencia» burguesa, y apuntarán, contra todas las miserias, las mejores armas ideadas por los pueblos. Y nos urge organizarnos. Es necesario que se sepa, es necesario que digamos con voz de mariposa milenaria, profeta de constelaciones, que andará por la tierra una Política de Comunicación Revolucionaria atesorando miríadas de frases y constelaciones de ideas. Que andará por el mundo sobre las rutas de la revolución ahora luciérnaga-volcán del futuro.
No hay métodos rápidos ni técnicas milagreras para Unidad ni para la Política de Comunicación Revolucionaria. Hemos de saber que toda oficina, toda fábrica tiene su buena cuota de ritualistas obsesivos, de sádicos, de petulantes… aguardando la hora de tirar sus zarpazos. El sadismo de la burguesía sabihonda a costa del ignorante tiene una larga historia, densa y amarga…¿Y hoy? ¿Dónde estamos parados? ¿Qué nos une? ¿Quién fabrica nuestra incapacidad organizativa, de unidad, de lucha, juntos… no revueltos? La Comunicación Revolucionaria exige un programa expresado en Política de Comunicación ¿Se escucha? Está detrás del ruido siniestro en los pechos cerrados. Hay que abrir las puertas del alma con suspiros de huracán. ¿Acudiremos?
No se aceptan sectarios.
Estrictamente prohibida la entrada a todo sectarismo. Y la tarea primera sigue siendo contribuir, sin dogmas, con la organización revolucionaria de los trabajadores de la comunicación. No hay puerta de salida sin la revolución y sin su poesía que producirá grietas al fondo del infortunio, del tiempo y de nosotros mismos… por ahí se filtrará, a través de todos los espacios y todas las edades, el viento de la revolución que se enredará en la voz contra esta noche fría de gruta en huesos de miseria. ¿Eso es poco? Desorganizados somos como un barco que se hunde y apaga sus luces en las aguas de la impotencia, mientras, los perros empresariales y burócratas ladran al tiempo que perdemos.
Acordemos la unidad porque muchos siguen haciendo pasar por «Comunicación» una escalada alienante y perversa dedicada a disfrazar de carnaval la miseria, el crimen y la explotación. Siguen haciendo pasar por «Comunicación» el adoctrinamiento para la sumisión consumista, el encantamiento de los fetiches más rentables y la alienación que aseina esperanzas y rebeldias. Pongamos nuestras manos sobre las piedras que estallarán contra los cristales de la farsa. Pongamos nuestras manos a que levanten las vidas y las casas nuevas para que las mismas piedras nos hagan nuevos.
Coincidamos en unirnos en torno a una Política de Comunicación Revolucionaria como Frente Mundial para disentir y construir. Política que no nos diluya, que no nos corporativice. Política para no dejar de ser lo que pensamos y somos y para dejar de serlo sólo si lo deseamos y acordamos. Política para ganar, no para que nos ganen. Política para acompañar la revolución obrera y campesina, no para ilustrarla ni usufructuarla. Política de Comunicación Revolucionaria para la unidad no para la uniformidad. Coincidamos, porque es urgente, para lo inmediato y lo mediato. Para lo de hoy y lo de siempre. Por lo legal y por lo legítimo. Por la esperanza y por la panza. Por la dignidad y por la espontaneidad. Por el humor y por el amor. Por el salario y por el ideario.
Dejemos de esquivar, levantemos una Política de Comunicación Revolucionaria contra la vida miserable a que nos condenan a vivir. Levantemos unidos la Comunicación Revolucionaria como ejército de luz, contra las emboscadas. Al lado (o detrás) de millones de obreros que levantan al cielo sus banderas de aurora, la única esperanza, la última esperanza contra el hambre eterna y el descorazonamiento, contra la angustia que cuelga de los pechos.
En el examen de la historia no sólo hay que saber, sino que hay que saber de una cierta manera poética. Que tiemblen los farsantes, uno conoce muy bien sus estrategias. Estamos en pie de guerra con nuestro cielo lleno de estrellas que esperan convertirse en Comunicación Revolucionaria con su Política, sus tácticas y estrategias, con salpicaduras de astro que sopla sobre el pecho montañas a altura de los deseos. Con el entusiasmo intacto. Vivitos y coleando. Nos daremos la vida, desde esta muerte que nos dan y contra ella, si juntamos todas las frases revolucionarias, la Comunicación Revolucionaria, si las organizamos y nos organizamos, aquí y allá, para tomar el cielo por asalto, hoy cercado con balas.
El caso es que una buen día quizá cuando el cansancio y la rabia nos antesalen a la noche, antes de caer dormidos, percibiremos nítidamente articulada, hasta el punto de que resulte imposible cambiar ni un solo elemento, la imagen de una revolución plena, no ajena al sonido de nuestra voz, de cualquier voz, como una frase nueva que llegará hasta nosotros sin llevar en sí el menor rastro de distancia y que, según ciertas revelaciones de la conciencia, nos ocupara el resto de la vida. Esa frase, la frase revolucionaria, parecerá, en un insistente, casi atrevida como el cristal. Aparecerá como un lenguaje nuevo de guerra poética, que no podrá entenderse más que hundiendo sus raíces en el humus revolucionario de los obreros y los campesinos para nacer como una planta nueva siempre. Grabemos rápidamente tal frase en la memoria, y, cuando nos dispongamos a pasar a otro asunto, el carácter orgánico de la frase retendrá nuestra atención. Y entonces poblaremos su vientre con una militancia nueva que se prolongara en la sangre a que responderemos sobre el surco de un arado de luz y ojos enaltecidos.