Los últimos hechos en el espacio político – económico chileno, que los medios de comunicación, tan originales como siempre, sustantivan como «pentagate» han puesto brutalmente en descubierto la ligazón intrínseca existente entre el poder económico y los partidos políticos de derecha, reservorio natural de clase de la burguesía y estructurado en su composición principalmente por […]
Los últimos hechos en el espacio político – económico chileno, que los medios de comunicación, tan originales como siempre, sustantivan como «pentagate» han puesto brutalmente en descubierto la ligazón intrínseca existente entre el poder económico y los partidos políticos de derecha, reservorio natural de clase de la burguesía y estructurado en su composición principalmente por elementos de la pequeña burguesía y elementos desclasados que hacen de correa transportadora de sus intereses.
Su quehacer es esencialmente corrupto e hipócrita. Nótese como la derecha chilena reacciona ante los supuestos atropellos humanos en Venezuela y al genocidio real de estudiantes en México: para los primeros, hicieron un montaje comunicacional; para lo segundo, han guardado un riguroso silencio: nada de comisiones ni envío de investigadores.
Hoy en Chile, detonado por las grandes movilizaciones sociales de los últimos año se han abierto caminos para que la corruptela y el mangoneo pinochetista y de los poderes fácticos, emerjan a la luz pública. Están quedando al descubierto los dineros dispuestos por conglomerados económicos para elegir políticos en forma fraudulenta. Lo sorprendente, porque lo de las platas no debiera sorprender a nadie, es el comportamiento de esta pequeña burguesía y las capas sociales aspiracionales y arribistas que mediante sus voceros declaran como inédita y sin precedentes la situación. Pero, ¿quién pudiera sorprenderse del financiamiento del partido político Unión Demócrata Independiente (UDI) a través del las maniobras financieras del Banco Penta?
¿Quién pudiera no saber del financiamiento del gran y mediano empresariado a los partidos de derecha y de centro? ¿De dónde iban a sacar las enormes cantidades de dinero del derroche publicitario en las campañas políticas? ¿Creyó alguien que este financiamiento era gratis?
Mírese el comportamiento de algunos de los próceres de la Democracia Cristiana y la Derecha, incluso de la Concertación, con la excepción del Partido Comunista, que cuando se legisló sobre el cobre, la principal riqueza del país, fijaron un impuestito disfrazado de royalty.
Para qué hablar del silencio casi absoluto sobre la recuperación de esta fabulosa riqueza que está siendo arrasada por la voracidad de las transnacionales; o cuando se legisló sobre la ley de pesca favorable a los grandes consorcios pesqueros.
Claro que a la derecha, pese a sus declaraciones y pedidas de perdón, su comportamiento no sólo les parece algo natural, sino parte de sus derechos, de su libertad de emprendedores «sagaces». Proclaman y defienden su libertad de elegir, su libertad para profitar del aparato estatal y declararse anti estatistas, su libertad para impedir la fijación de salarios dignos bajo el seudo argumento económico de que estos generan desempleo. Les tiene sin cuidado obtener remuneraciones 20 o 30 veces superior a un obrero medio. Como si el obrero que barre las calles o corre tras un camión no mereciera llevar una vida digna. Pequeña burguesía que se declara apolítica pero llegado el caso se transforma en un abnegado «servidor público» con dietas millonarias y jubilaciones que superan muchas veces a las de cualquier chileno. Y no pocos de ellos «servidores públicos» a perpetuidad, como si esta fuera una condición genética.
Son y han sido una minoría pero para desgracia del país, a ellos se une esa masa de chilenos semi-analfabetos sociales a los cuales la derecha convence de que pertenecen a una fantasmal «clase media» y que han asimilado el visceral miedo a los cambios. Que creen que si pagan por la educación tendrán mejores posibilidades en una sociedad altamente estratificada; que creen que deben existir colegios que deben seleccionar a un niño o niña por las razones que sea, ciegos al hecho de que en una sociedad capitalista dependiente como la nuestra y con esta distribución del ingreso los pobres y ellos, salvo casualidad de por medio, jamás tendrán igualdad de oportunidades.
A estos estratos pertenecen esos funcionarios de Impuestos Internos que se dedicaron a detener la investigación del caso Penta – UDI y que usaron conocimientos en el fructífero negocio de manipular cifras de las Declaraciones de Renta para que las empresas y sus dueños pudiesen evadir impuestos. Que un Ministro de Estado militante 20 años de la ultra derecha chilena, reciba dineros de parte de quien tiene la obligación, como Ministro de fiscalizar, es un hecho que no puede sorprender a nadie, lo nuevo es que esté siendo procesado.
Habrá que ver si esto llega a alguna parte. Ya un fiscal a cargo, que se inhabilitó a medias, en una figura sorprendente, por haber trabajado como abogado para una empresa como Soquimich, que también está siendo investigada, habló que esto iba para largo, y con una laxitud curiosa dijo que esto podría durar «uno o dos años».
Recordemos que Soquimich fue prácticamente regalada por Pinochet a su yerno de entonces y actual controlador de ella, Julio Ponce que maneja la producción de salitre y yodo, una parte de las riquezas más grandes de Chile junto al cobre, que hoy vale 16 mil millones de dólares.
De paso, no olvidar que el conglomerado Penta también tiene su origen en una empresa estatal regalada por la dictadura: El Instituto de Seguros del Estado (ISE).
Esta masa desclasada es parapeto donde se afirma la burguesía para frenar todo tipo de progreso. Olvidan que sus mentores si hubieran podido, jamás les habrían permitido votar, que la mujer seguiría confinada en la cocina y a tener hijos.
La derecha chilena ha instalado en el subconsciente colectivo ideas que menoscaban el trabajo humano como formador de una ética superior, de un hombre nuevo, de un nuevo tipo de humanidad. Trabajar no sirve, proclaman en la mayoría de sus actos, lo que sirve es la movida, la astucia: el apoderarse del trabajo ajeno, el tráfico de drogas, la estafa, el asalto a mano armada, la explotación de niños y mujeres, la colusión empresarial, los interese usureros.
¿Qué otra cosa si no parte de esto fue la gran maniobra de apoderarse de los fondos de pensiones de los trabajadores que impera hasta hoy?, o lo que denunció con una diafanidad notable María Olivia Monckeberg , premio nacional de periodismo, de una valentía extraordinaria, sobre el saqueo de los grupos económicos al Estado de Chile.
Situación no investigada, como defraudación pública desde que el ex Presidente Patricio Aylwin puso una lápida a toda investigación en 1999 presionado por los poderes fácticos. Pero todo tiene o debería tener su hora.
En este escenario la UDI por primera vez está acosada y siente que su existencia como depositarios y garantes de la dictadura llega a su fin.
Es gente peligrosa, acostumbrados a mandar sin fijarse en gastos. Han salido a la ofensiva política con la consigna de «todos estamos metidos». No han trepidado para ello en atacar a dos dirigentas de la Juventud Comunista que hoy están en la primera línea de la defensa de los intereses del pueblo chileno y los jóvenes: Camila Vallejos y Carol Cariola. Ambas diputadas.
Camila Vallejo, lejos de amilanarse, ha puesto en descubierto la base inmoral de la estrategia comunicacional que la UDI está poniendo en práctica para salvar su desastre.
Todos los chilenos debieran conocer el documento que fija los 11 puntos de la estrategia comunicacional con que se manejan la UDI y que está siendo puesta en práctica punto por punto. Desnuda la enorme inmoralidad social de esta asociación político -financiera.
La investigación que se lleva a cabo, que seguramente si no pasa nada debiera mostrar muchas otras aristas, derrumba ya el mito entre muchos chilenos de que la probidad pública es parte de la idiosincrasia del país y sus funcionarios.
Naturalmente no pensamos que el desenmascaramiento de los parlamentarios de la UDI y sus financistas vaya a provocar una revolución en Chile, pero sería un paso notable que aquellos miles de chilenos, con el resabio sub- consciente de apoyar al «patroncito», entiendan cual es la realidad imperante en Chile y que quien no lucha por su libertad y dignidad quizá tampoco la merece.
Santiago, enero 2015
Patricio Malatrassi A: Economista. Mg. Filosofía Política.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.