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¿Por qué avanza la extrema derecha?

Fuentes: Rebelión

Seamos francos: el abandono progresivo de las ideas-fuerza de quienes han querido erigirse como representantes del interés de las clases dominadas (mal llamada ‘izquierda’) ha sido el vehículo que ha impedido el desarrollo de ideas más innovadoras dentro de la sociedad. No son, por tanto, culpables de esta derrota los ‘fachos pobres’ sino quienes actuaron en su representación: los actores políticos.

“Ahora todo está en orden: el señor a administrar su castillo, el pobre a labrar la tierra y el buen cura a sus oraciones”.

Erckman/Chatrian: ‘Waterloo’

PRELIMINAR

La representación política de los sectores dominantes ―o lo que se ha dado en denominar ‘derecha’―no predomina solamente en forma amplia dentro de nuestro país, sino en todo el mundo occidental. Y en las elecciones respectivas obtiene mayoritariamente el apoyo ciudadano que requiere para gobernar. Pareciera ser que la mente colectiva de la sociedad descubre de súbito que sus problemas solamente van a encontrar solución en el completo apoyo a quienes han dominado desde el principio de los siglos. Pero, ¿acaso no sabemos que las ideas dominantes en una época no son sino las ideas de la clase dominante? Porque quien ejerce el poder material, en una sociedad, ejerce también su poder espiritual.

Sin embargo, lo que hoy sucede es más grave: el apoyo que la comunidad da a los sectores dominantes no es el que otrora se ha brindado a su representación política tradicional. No. Esta vez se le otorga a su sector más radicalizado. Pero tampoco esto es un fenómeno nuevo. El fascismo y el nazismo accedieron al gobierno en Italia y Alemania a través del voto. Y antes, también a través del voto accedieron al mando de la nación algunos caudillos que no temían dar a sus electores un trato denigrante: en Argentina, Juan Domingo Perón se atribuía el dominio de sus partidarios llamándolos ‘mis descamisados’; en Chile, Arturo Alessandri los trataba de ‘chusma inconsciente y querida’.

El fenómeno que informa esta nueva fase del sistema capitalista mundial se ha dado en Argentina con Javier Milei; en Estados Unidos con Donald Trump; en Ecuador con Daniel Noboa; en Paraguay con Santiago Peña; en El Salvador con Nayib Bukele; en Italia con Giorgia Meloni; en Suecia, Ulf Kristensson fue elegido con los votos del partido Demócratas, de tendencia ultra conservadora; y, antes, en Brasil, estuvo Jair Bolsonaro. Lo que llama la atención, y aunque parezca paradojal, es el apoyo que un amplio sector de la población presta a organizaciones cuyo objetivo explícito es extremar las condiciones de vida de los más necesitados; y que a diferencia de otros no ocultan sus ideas.

EL ULTRACONSERVANTISMO EN CHILE

En Chile la situación ha sido un tanto diferente. A diferencia de los años anteriores, las organizaciones extremas no se expresan en simples movimientos (v.g.: ‘Patria y Libertad’, ‘Comando Rolando Matus’, etc.): lo hacen en forma abierta y adoptan estructuras institucionales. Son ‘partidos’, organizaciones políticas reconocidas por la ley (partido Nacional Libertario PNL, partido Republicano PR, partido Social Cristiano PSC) lo que de por sí pone de manifiesto el extraordinario avance que las ideas conservadoras han experimentado en los últimos años.

Poseen, además, otra característica: nadie las cuestiona ‘institucionalmente’ puesto que han adoptado ese ropaje. Por lo mismo, aunque digan las barbaridades más grandes, jamás se las moteja de ‘terroristas’ como sucede con la organización mapuche Coordinadora Arauco/Malleco CAM y otras similares. Cuentan incluso con el beneplácito de la opinión pública

¿FASCISMO? ¿NAZISMO?

Este signo que recorre no solamente Chile sino todo Occidente ha hecho que no pocos analistas, molestos con su actitud, hayan calificado de ‘fascistas’ o de ‘nazis’ a tales grupos, en un afanado intento de denostarlos, vinculándolos a un pasado oprobioso. Pero esas denominaciones no nos parecen adecuadas: tanto el fascismo como el nazismo son fenómenos históricos; como tales, jamás podrán repetirse, pues se han asentado en un período determinado de la evolución social, con sus propios actores y escenarios. Es verdad que esos movimientos reproducen muchos rasgos de aquellos otros, sí. Y que algunos de sus integrantes declaran ser tales. Pero nada de eso basta para calificarlos de esa manera. Es más: la identificación inapropiada de un fenómeno puede acarrear hasta la aniquilación de la estrategia orientada a frenar su desarrollo. No olvidemos que en Medicina un mal diagnóstico puede derivar en la muerte del paciente; y en las academias de guerra la equivocada descripción del enemigo puede acarrear la derrota de quienes quieren terminar con él. En las disciplinas sociales la situación no es diferente.

A nuestro juicio, las tendencias a las que nos hemos referido constituyen más bien un producto de la evolución del sistema capitalista en la era actual. Y de ese modo nos parece deberían ser consideradas. Tanto a nivel local como a nivel internacional. De hecho, no solamente se desplazan por sobre el campo formado por el desarrollo de las nuevas tecnologías y, en especial, de ese nuevo instrumento de trabajo ―que se propaga sobre la faz del planeta anunciando una nueva era―, la inteligencia artificial IA, sino, además, dan origen a nuevas formas de organización empresarial, a una nueva división del trabajo, y al predominio sin precedentes de las empresas de servicios como sostén de la economía.

Yanis Varufakis —ex ministro de Hacienda del gobierno griego—, que se ha preocupado del fenómeno que estamos viviendo, le ha llamado ‘tecnofeudalismo’, denominación que ha sido bien recibida por algunos tratadistas. No obstante, al recurrir al pasado para identificar ciertos rasgos del fenómeno (feudalismo), no ofrece una adecuada visión de este proceso que experimentamos —por entero nuevo—, y que por lo mismo requiere de una denominación más acorde a la evolución de los tiempos y de sus actores.

QUÉ PROVOCA ESTE GIRO RADICAL DE OCCIDENTE HACIA PROPUESTAS MÁS CONSERVADORAS

No cabe duda que el predominio de las ideas conservadoras dentro de la sociedad occidental (Chile, entre muchas otras) está marcado por aquella sentencia que mencionamos al principio: las ideas dominantes en una sociedad son las ideas que impone la clase dominante: quien ejerce el poder material ejerce, igualmente, su poder espiritual. Aceptemos esa premisa. Pero esta no explica por qué ese conservantismo tan extremo empuja a gran parte de la comunidad nacional abrazar a otro que parece más extremo y descarado aún. La explicación puede ser la práctica de un juego que es necesario conocer.

Agreguemos algo más: si las ideas dominantes se imponen porque son tales, ¿cómo sería posible alterar ese fatalismo? ¿Cómo hacer que las ideas dominantes dejen de serlo y puedan empezar a hacerlo aquellas que habían sido proscritas desde tiempos inmemoriales?

FORMA TRADICIONAL DE CONTRARRESTAR EL PREDOMINIO DEL CONSERVANTISMO

Hasta ahora, los actores políticos (partidos) han intentado contrarrestar el predominio de ese conservantismo ensayando dentro de la escena política nacional la construcción de ‘alianzas’ con otros actores políticos afines. La formación de ‘alianzas’ es fundamental para enfrentar el juego al que obligan las clases y fracciones de clase dominante a participar a los sectores dominados. En consecuencia, esta forma de actuar no es equivocada: siempre ha sido necesaria para emprender las contiendas sociales. Sin embargo, no ha evitado que ese fenómeno se produzca, alterando significativamente la llamada ‘correlación de fuerzas’.

Las ‘alianzas’, sin embargo, tienen un inconveniente: a diferencia de los ‘bloques’, que se construyen con organizaciones de idéntico o muy similar fundamento teórico, las ‘alianzas’, para ser construidas, exigen a las partes contratantes hacerse concesiones mutuas. Y ahí radica la dificultad. Porque la política se decide en esos trajines. Pero ahí radica igualmente la raíz del problema.

EL JUEGO EN UNA SOCIEDAD CAPITALISTA

El juego es, en esencia, una forma de aprendizaje implícita en la naturaleza de los seres vivos como forma de defensa para cuando alcanzan la adultez y deben enfrentar solos los desafíos de la vida. Es un factor eminentemente competitivo. Puede, a la vez, explicar el ritmo que ha adoptado el desarrollo de la sociedad capitalista, eminentemente competitiva. Lo que no quiere decir no exista cooperación o colaboración al interior de ella. Simplemente señalamos que la competencia es su elemento predominante y no la cooperación.  

La máxima expresión de la competencia —se nos enseña— es la guerra. Pero antes de iniciarse el ciclo de la guerra, la competencia pasa por una fase previa que es el denominado ‘juego suma cero’, otra alta expresión de la competencia.

CONCEPTO DE ‘JUEGO SUMA CERO’

La práctica del ‘juego suma cero’ es una tendencia que se ha puesto muy de moda a raíz de la política que impulsa el gobierno de Donald Trump. La inventaron John Von Neumann y Oskar Morgenstern y se caracteriza por ser esencialmente competitiva. Se la puede conceptuar como la situación en la que, enfrentados los intereses de dos personas —o, lo que es igual, de dos grupos humanos—, el rédito de quien prevalece sobre el otro no es sino la disminución que éste experimenta de lo suyo. No hay, en consecuencia, acrecentamiento del patrimonio conjunto, sino traspaso de uno hacia el otro. Por eso se dice que la operación solamente mantuvo la suma total del patrimonio de ambos actores y uno acrecentó su propiedad en desmedro del otro: hubo acrecentamiento cero del patrimonio total. En términos económicos, las ganancias de un participante son exactamente igual a las pérdidas del otro, por lo que el resultado de la suma total de ganancias y/o pérdidas ha de ser cero.

En el plano social y de las organizaciones políticas, especialmente en situaciones en donde las tensiones han apartado a dos grandes corrientes en sentido opuesto, la teoría del juego suma cero puede explicar el tránsito de personas de un lado a otro con un ejemplo muy sencillo que acostumbro a exponer y que se da en los colegios donde participan los niños.

Para ello se requiere de una cuerda cuyos extremos son tirados por igual número de participantes. La cuerda tiene una marca en la mitad que se coloca frente a otra marca en el suelo a fin de medir el desplazamiento de una al otro lado luego que los niños comiencen a tirar de los extremos.  Vencen quienes, luego de tirar la cuerda, hacen que el grupo contrario se desplace hacia su lado arrastrando a todos los que se encuentran en el lado opuesto. Pero este juego presupone igualdad de condiciones, lo que no se da en una sociedad previamente estructurada.

Von Neumann y Morgenstern no eran personajes de ideas socialistas: buscaban la prevalencia de unos sobre otros. En consecuencia, la teoría que inventaron no podía sino exacerbar la competencia. Invitar al ‘todo o nada’. Al presumir, en estricta teoría, igualdad de condiciones ―algo que no consideraron sus inventores y que no se da en las organizaciones humanas―, nos puede ayudar en intentar dilucidar el enigma planteado pues permite analogías interesantes y dignas de destacar.  

FORTALEZA SOCIAL DE DOMINANTES Y DOMINADOS

La fortaleza social de los sectores dominados radica en dos supuestos teóricos: el primero es que numéricamente constituyen la mayoría de la población mundial. Quienes viven de la venta de su fuerza o energía de trabajo son inmensamente más numerosos que quienes no lo hacen; incluso en el mundo actual, en donde se impone la IA. El segundo es que los argumentos que avalan la preeminencia del interés de los vendedores de fuerza o capacidad de trabajo, por sobre el de los compradores de esa mercancía, son de un peso intelectual superior al que puedan esgrimir sus oponentes. Hay una fuerza moral poderosísima. Podemos aseverar que la fuerza de estos sectores radica en el valor de sus convicciones.

La fuerza de quienes dominan, por el contrario, no está en el número de ellos ni en sus ideas, sino en una realidad abrumadora. Esa realidad es la sociedad organizada, verdad que, por cierto, es indesmentible: esa organización existe y posee su forma de funcionar. Es la verdad. Es la realidad. Y, además, es un ‘sistema’. Por lo que, desde ya, la contienda por el predominio de las ideas es ampliamente favorable a quienes pertenecen al sector dominante en esa sociedad. En consecuencia, para los sectores conservadores la tarea es tremendamente simple: no solamente intentarán conservar lo que existe sino tratarán de mejorar sus posibles fallas y robustecer su vigencia. Desde este punto de vista es poco lo que se exige a quienes defienden esas ideas. El juego está organizado para que ganen. En palabras más simples: la raya que marca la cuerda está corrida hacia el lado de ellos. En suma: en la sociedad ya no existe ‘el juego suma cero’ puro.

Por eso, para quienes quieren cambiar la sociedad, el trabajo que les espera es inmensamente mayor, tal cual lo advirtiera Ernst Mandel.

UN RECUERDO DE LA UNIDAD POPULAR

La fuerza de las ideas, no obstante, puede experimentar notorios menoscabos. Y ello sucede cuando aquellas dejan de defenderse. Porque la sociedad es un ente vivo: cuando no hay respuesta a ciertos estímulos, éstos terminan por dejar de manifestarse. Nuestro buen amigo Kalki Glauser lo dejó claro en uno de sus documentos. Refiriéndose a la dinámica que sucedía en el proceso de la Unidad Popular, recuerda haber advertido una mecánica que operaba en el desarrollo de aquel. Expliquémosla.

La Democracia Cristiana DC era el partido con mayor cantidad de militantes que existía en esos años; participaba, junto al Partido Nacional PN y a la Democracia Radical, en la oposición al gobierno de Salvador Allende; sin embargo, aglutinaba en su seno tanto a sectores medios como a proletariado del campo y de la ciudad. Y era el protagonista de un hecho tremendamente curioso.

En tanto los sectores de la Unidad Popular multiplicaban sus esfuerzos en el cumplimiento del programa de Gobierno  —‘Avanzar sin transar’ o ‘Sólo avanzando se consolida’—, el rol que ejercía la DC como conductora de la alianza opositora se debilitaba ostensiblemente; dicha conducción pasaba, entonces, automáticamente, a manos del PN; de la DC, entonces, comenzaba a desprenderse militancia que confiaba en las tareas que emprendía el gobierno Popular y en consecuencia lo apoyaba. Pero cuando la Unidad Popular detenía su marcha, volvía sobre sí misma, ponía en duda lo que hacía y vacilaba, escuchando las voces críticas de la oposición —‘Consolidar lo avanzado’—, la conducción de la alianza opositora pasaba a manos de la DC, el PN asumía un rol secundario, y los sectores que habían mirado con esperanza los actos de la Unidad Popular volvían al reducto al que pertenecían. Y era que la fortaleza ideológica se ponía a prueba. Podría pensarse que era la aplicación in situ de la teoría del juego suma cero; pero no.

DEBILITAMIENTO DE LAS CONVICCIONES EN LAS ORGANIZACIONES INNOVADORAS

Así, pues, para quienes hemos contemplado el desarrollo de las contiendas políticas, en el presente siglo y finales del que ya terminó, una de las razones que puede explicar el fuerte incremento de apoyo a las fuerzas más conservadoras de la sociedad pareciera haber sido la pérdida sucesiva de la fortaleza ideológica experimentada por la representación política de los sectores populares. Porque, lo que uno pierde lo gana el otro.

Pero en una sociedad estructurada de determinada forma, la ‘realidad’ tiene su juego: la ideología imperante se hace más intensa de la mano de los agentes (actores) políticos porque la teoría del juego suma cero, para ellos, no marca un camino propio a seguir sino un juego que ha de mantener a los dos bandos eternamente tirando de la cuerda, objetivo que no oculta el gerente de Asuntos Públicos de Imaginacción: “La falta de consensos en la élite política trae consigo consecuencias profundas que reverberan en toda la sociedad. Desde la inmovilización en la toma de decisiones hasta el fortalecimiento del populismo, estas implicaciones no solo debilitan nuestra democracia, sino que amenazan la estabilidad y el avance de nuestra nación”.

El trasvasije, sin embargo, no llega solamente hasta allí. Un comportamiento repetido conforma un modelo sobre el cual copia el suyo la sociedad: así opera la reproducción social para que después sus integrantes se pregunten extrañados, ‘¿Qué hemos hecho?’ O tal vez, ‘No podemos hacer los cambios porque la correlación de fuerzas nos es desfavorable’. ¡Y es precisamente, esa ‘correlación’ lo que es necesario cambiar!

Seamos francos: el abandono progresivo de las ideas-fuerza de quienes han querido erigirse como representantes del interés de las clases dominadas (mal llamada ‘izquierda’) ha sido el vehículo que ha impedido el desarrollo de ideas más innovadoras dentro de la sociedad. No son, por tanto, culpables de esta derrota los ‘fachos pobres’ sino quienes actuaron en su representación: los actores políticos.

Referencias

Veáse, al respecto, la obra de Karl Marx y Friedrich Engels ‘La Ideología Alemana’.

Véase la obra de Yanis Varufakis, intitulada ‘Tecnofeudalismo’ y publicada en Chile por Editorial Ariel.

No olvidemos que Marx se molestaba mucho cuando otros analistas empleaban la expresión ‘cesarismo’ para identificar el carácter de clase de una dictadura, pues no aceptaba que personas con determinados conocimientos recurrieran a ciertas ‘analogías anacrónicas’ para identificar un nuevo fenómeno social.

En el tomo primero de ‘El Capital’, Karl Marx dedica un título a lo denomina de ‘la cooperación capitalista’. Para el filósofo la cooperación capitalista fue una de las causas directas del perfeccionamiento del producto final en una fábrica.

La frase de Allende, al respecto, era ‘Con la fortaleza de ser mayoría, con la pasión del revolucionario, venceremos, compañeros’.

Véase, al respecto, la obra de Ernst Mandel: ‘Teoría leninista de la organización”.

 Véase de Glauser. Kalki su documento ‘Unidad en lo táctico, lucha en lo estratégico’

 Imas, Ignacio: “Juego suma cero en nuestra política”, ExAnte, 14 de agosto de 2023. Con negrita en el original.