En horas de la tarde del 22 de octubre de 1962, Fidel ordenó el estado de alarma de combate para todo el país, y al llamado de la Revolución y del Comandante en Jefe se movilizaron 400 000 combatientes. Se vivía así un suceso que colocó al mundo al punto de una conflagración planetaria.
Cuando aún no se habían cumplido tres años del triunfo de la Revolución, el pensamiento y la figura de Fidel Castro brillaron como estadista durante la Crisis de Octubre de 1962, por su extraordinaria actuación y fidelidad de principios.
La independencia y soberanía de la nación primaron siempre en su pensamiento y accionar ante las amenazas del poderoso enemigo imperial que anhelaba no solo destruir a la Revolución, sino también a toda la Isla del Caribe.
La frustración de Estados Unidos por la derrota sufrida en Playa Girón y tras las recomendaciones para subsanarla presentadas en el informe de la Comisión Taylor, encargada de investigar ese fracaso, el presidente John F. Kennedy encargó elaborar un programa secreto conocido como Operación Mangosta, que mediante acciones subversivas, terroristas y diversionistas socavaran la economía cubana, promovieran el descontento y la hostilidad contra el flamante Gobierno de la Isla.
Acorde con el documento de la Comisión Taylor, el Departamento de Estado aumentó sus acciones dirigidas a aislar a Cuba y lograr la complicidad de los gobiernos latinoamericanos en su cruzada anticubana. Presionó a los gobiernos de la región para que La Habana fuera expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA) en la reunión de Punta del Este, Uruguay, el 31 de enero de 1962.
Con la casi seguridad de que desde Washington se preparaba una agresión directa contra la Isla, el 29 de mayo de ese año arribó a Cuba una delegación de alto nivel de la Unión Soviética, presidida por Sharav Rashidov, miembro suplente del Presidium del Comité Central del Partido Comunista, e integrada además por el mariscal Serguei Biriuzov, jefe de las fuerzas coheteriles estratégicas y otros oficiales soviéticos, que le preguntaron a Fidel qué sería necesario para evitar una agresión directa del Norte. El Comandante en Jefe respondió que si Estados Unidos sabía que una invasión a Cuba significaba una guerra contra la Unión Soviética, esa era la mejor forma de conjurar el peligro.
Por orientaciones de Nikita Jruschov la delegación le planteó a Fidel la posibilidad de emplazar misiles de alcance medio e intermedio en Cuba, propuesta que fue aceptada tras analizarse en el Secretariado de la Dirección del Partido cubano, pues se tuvo la convicción de que sería un importante aporte a la seguridad de la Isla y al fortalecimiento del campo socialista en su conjunto.
Soviéticos y cubanos desde un principio partieron de consideraciones políticas y militares diferentes con respecto al despliegue de los misiles, pues Fidel alertó que el traslado de ese armamento debía hacerse público mediante el amparo legal de un acuerdo militar bilateral, en consonancia con las normas del Derecho Internacional. Tarde o temprano, indicó el Comandante en Jefe, la acción sería descubierta por los servicios especiales enemigos, los que podrían reaccionar de forma impredecible y violenta, a la par que los soviéticos insistieron en que solo se haría público una vez que estuvieran instalados ya que hacerlo antes haría fracasar la operación.
Fidel estaba completamente claro en sus planteamientos. Aquello resultó un gran error estratégico esencial que después Kennedy utilizó a su favor por el carácter secreto y posiblemente agresivo que tenía el despliegue.
El entonces ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Comandante Raúl Castro (hoy General de Ejército), viajó a Moscú a principios de junio, sostuvo conversaciones con Jruschov y los mariscales Malinovski y Biriuzov y se decidió que el acuerdo militar sería firmado y publicado en noviembre de ese año cuando Jruschov visitara Cuba.
La operación «Anadir» se desarrolló de julio a octubre, en la que, además de los cohetes, llegaron a la Isla alrededor de 43 000 hombres, los cuales se encontraban bajo la jefatura de un estado mayor, al mando del general de ejército Isaa Pliiev.
Para la cooperación militar y la defensa mutua
En los documentos consultados para este trabajo se indica que en los primeros días de agosto llegó a La Habana Alexander Alexeev, en calidad de embajador, y trajo la propuesta de texto del acuerdo militar. Fidel le hizo las correcciones pertinentes y redactó una nueva introducción, en la cual se fundamentaban los objetivos políticos, acordes con las normas del Derecho Internacional, que daban lugar al convenio. Se precisó, además, que el acuerdo no era solo para la defensa del territorio de Cuba, sino para la cooperación militar y la defensa mutua entre los dos países.
Pese a la discreción del despliegue coheteril, la inteligencia enemiga obtuvo datos de la actividad militar tras la cual se inició en Estados Unidos una enorme campaña agresiva.
Ante la grave situación, el Comandante en Jefe encargó al comandante Ernesto Guevara y al capitán Emilio Aragonés viajar el 26 de agosto de 1962 a la URSS, con el objetivo de exponerle a Jruschov la necesidad indispensable de publicar el acuerdo militar y enfrentar así, resueltamente, la campaña anticubana y antisoviética que llevaban a cabo los medios de prensa y los círculos políticos estadounidenses.
En definitiva, Jruschov consideró que no había que apresurarse y que no era oportuno aún dar a conocer el acuerdo militar, que si la operación era descubierta se enviaría a Cuba la Flota del Báltico.
En Estados Unidos la furibunda propaganda adquiría mayor belicosidad y su objetivo era crear las condiciones para apoyar una agresión militar directa. La posición de Cuba fue salirles al paso a las campañas de Estados Unidos. La postura soviética se basó en el mantenimiento del secreto y en negar el carácter estratégico del armamento que se dislocaba en Cuba. Esta actitud soviética, criticada por Fidel, constituyó un error político grave sumamente peligroso; el engaño, unido al secreto fueron dos realidades que nos hicieron mucho daño, señaló.
Los sucesos se desarrollaron rápidamente. Tras descubrirse mediante los vuelos de los U-2 la existencia de los emplazamientos, el 22 de octubre Kennedy, en una alocución por radio y televisión, informó la decisión de realizar un bloqueo naval a Cuba, denominado «cuarentena»; se comenzaron a desconcentrar los bombarderos B-47 del Comando Aéreo Estratégico (SAC), con sus cargas nucleares, en 33 aeropuertos civiles estadounidenses; se evacuó al personal civil de la base de Guantánamo y se decretó el estado de máxima alerta para las tropas en Europa Occidental, en el Lejano Oriente y las de la OTAN, mientras los submarinos con cohetes Polaris ocuparon sus posiciones para intimidar a la URSS y a los demás países socialistas.
Alarma para todo el país
En horas de la tarde del 22 de octubre, Fidel ordenó el estado de alarma de combate para todo el país, y al llamado de la Revolución y del Comandante en Jefe se movilizaron 400 000 combatientes.
El 23 por la noche, en transmisiones por radio y televisión, Fidel respondió al agresivo discurso de Kennedy al que calificó de no digno de un estadista, sino de un pirata, y denunció la política agresiva del Gobierno de Estados Unidos desde 1959.
Kennedy dispuso el día 26 incrementar hasta 12 veces al día las incursiones aéreas rasantes y debido a lo que esto significaba para la defensa del país, Fidel ordenó que a partir del día 27 se abriera fuego contra todo avión enemigo en vuelo a baja altura.
Ese día, sobre las diez de la mañana, un U-2 fue ubicado por los medios de radiolocalización soviético y en cumplimiento de la orden de Fidel, el mando de la Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS) transmitió las indicaciones al jefe de la defensa antiaérea de la región oriental, general mayor Georgui. A. Voronkov, y fue derribado el avión espía en la zona de Banes, donde pereció su piloto Rudolph Anderson.
Esta acción resultó una firme respuesta al imperialismo que, hasta entonces, estaba acostumbrado a violar sin consecuencias la soberanía de los estados latinoamericanos.
Un día antes, el 26 de octubre, el Comandante en Jefe se dirigió a la sede de la embajada soviética en La Habana para, desde allí, enviar un mensaje al líder soviético. Pero lo que no conocía Fidel, ni nadie en Cuba, era que desde el día 25, Jruschov y Kennedy llevaban a cabo un intercambio de correspondencia secreta para la búsqueda de un arreglo entre ambas superpotencias.
Las conversaciones entre Moscú y Washington dieron como resultado que el 28 de octubre, la URSS comunicara a Estados Unidos que se habían impartido las órdenes pertinentes para interrumpir la construcción de los emplazamientos, desmantelar las instalaciones y retirar las armas nucleares desplegadas en Cuba, además de aceptar que la ONU verificara el desmantelamiento de los cohetes.
La Habana se enteró de ese paso por las agencias internacionales de prensa, el cual se tomó sin tener en cuenta la posición del Gobierno cubano ni de su conformidad, y nada justificaba dicha actitud.
Ese mismo día 28, en una declaración pública el Gobierno comunicó en cinco puntos la posición de la Revolución para que se pudiera alcanzar la verdadera paz frente a las agresiones del imperio estadounidense.
Los halcones imperiales desconocieron la declaración de principios de Cuba y a la par exigieron la inspección del territorio cubano, como forma de verificación del compromiso soviético.
Fidel se opuso tajantemente a la inspección basándose en aspectos jurídicos y morales. Enfatizó en que, en primer lugar, el país no estaba dispuesto a sacrificar ningún principio de su soberanía, sobre todo cuando lo exigía Estados Unidos, que había violado innumerables derechos y pretendían inmiscuirse en los asuntos internos de Cuba, y en segundo aspecto se trataba de exigencias desde posiciones de fuerza, a las cuales no se cedería jamás.
Esas concepciones las expuso Fidel al entonces, secretario general de la ONU, U Thant, cuando visitó a Cuba los días 30 y 31 de octubre, para negociar el desenlace de la crisis.
Para el 31 de octubre, en cumplimiento del compromiso contraído por Moscú, se inició la retirada de los proyectiles, a la cual no se le puso ningún tipo de obstáculo por el Gobierno cubano, mientras sobre la verificación del armamento se llegó al acuerdo de que se realizaran en aguas internacionales, por medio de las fuerzas aeronavales estadounidenses, que supervisaron los cohetes colocados en la cubierta de los barcos y verificó el desplazamiento de los buques hasta sus puertos de origen.
Lo cierto es que la Crisis de Octubre fue provocada por las constantes agresiones, amenazas y ataques de todo tipo lanzados por Washington desde el triunfo de la Revolución en 1959, y que el pensamiento, la firmeza y la figura de Fidel se alzaron enormemente en esos días tensos y difíciles.
El Guerrillero Heroico, Ernesto Che Guevara, en su carta de despedida antes de partir hacia Bolivia, leída por Fidel el 3 de octubre de 1965 durante la creación del Partido Comunista de Cuba, sentenció: He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.
Los cinco puntos de la dignidad
Primero: Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económicas que ejerce Estados Unidos en todas las partes del mundo contra nuestro país.
Segundo: Cesen todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltración de espías y saboteadores, acciones todas que se llevan a cabo desde territorio de Estados Unidos y de algunos países cómplices.
Tercero: Cesen los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases existentes en Estados Unidos y Puerto Rico.
Cuarto: Cesen todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos.
Quinto: Retirada de la base naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos.
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