Recomiendo:
2

Por qué no puede el imperio “invitar”

Fuentes: Rebelión

Todos los países del mundo junto con sus líderes políticos están embarrados hasta la mierda en el ejercicio del mal. Y esa afirmación debería de ser suficiente para entender lo absurdo que es la exclusión social, racial y política. La única razón por la que “creemos” que somos “mejores” o “más buenos” que otros es porque hemos sido “educados” en la creencia que “el poder da la razón.”  

El imperio norteamericano es el más embarrado en la materia. Sin embargo, este país se rehusa a “invitar” a Nicaragua, Cuba y Venezuela a la llamada “Cumbre de las Américas” del año 2022. ¿Y por qué lo hace? Simplemente porque odia la libertad política, pero le encanta el poder y la arrogancia de controlar el continente y el mundo unilateralmente. Sus dirigentes creen ser los “escogidos de Dios” “destinados” por la “divina Providencia” a ostentar ese control, y los que se opongan son “enemigos.”  

Pero la presunción y la vanidad imperial van más allá. Para que la “invitación” a Nicaragua, Cuba y Venezuela pueda ser una realidad, el imperio tendría que derribar tres falacias que son como murallas cognitivas que obnubilan su perversión.  

La primera falacia es el “darwinismo social”; la teoría pseudocientífica que ciertos académicos, políticos y filósofos modernos todavía añoran y quieren resucitar como si fuera el gran modelo de sociedad humana. “Darwinismo social” es un aparato conceptual que sólo ha servido para “lavar el cerebro” del hombre en la creencia ciega y automática en “la ley del más fuerte” o “la sobrevivencia del más apto.” En síntesis, lo que haga o diga “el más fuerte” es lo que la falacia alega como el motor “inevitable” del progreso y desarrollo “natural” de la sociedad.  

El imperio no puede “invitar” porque tiene un bloqueo neuronal: “Yo soy el más fuerte, el más apto; si vosotros lucháis contra mí, yo os puedo aplastar. Así que, mejor obedeced, y todos somos felices.” El propio padre de la teoría, Herbert Spencer, podría decir “es mejor que se mueran” esas naciones “inferiores.”   

Tan inoculada está la falacia en la consciencia imperial que hace que la libertad política sólo sea una mera ilusión; y la discriminación y la exclusión social “algo natural.”  Pero en verdad esta teoría biológica de sociedad humana es una basura, como lo demostró monumentalmente la Alemania Nazi. Lucubraciones sobre el “racismo científico” y la “Bell Curve” en USA sólo son pataleos bizantinos de la misma falacia.  

La segunda falacia que el imperio necesita demoler emerge de la idea marxista de la “determinación de última instancia” de la economía junto con el sistema jerárquico de las “clases sociales.” Este aparato conceptual ha servido para “lavarle el cerebro” al hombre en la creencia ciega y automática en apoderarse del despotismo del capital para controlar el mundo. La clase social que se apodera del despotismo del capital es la que está en la cúspide de la pirámide, como lo demuestra las “guerras económicas” que se han desatado hoy en día por el conflicto en Ucrania. La “determinación de última instancia” de la economía ha embrutecido la mente de las élites al grado que todos los imperios (USA, Rusia, China) buscan el despotismo del capital.   

Nicaragua, Cuba y Venezuela han perdido miles de millones de dólares por causa de las sanciones y bloqueos económicos impuestos por los amos del despotismo del capital en el mundo. Mientras aquellas naciones no “obedezcan”, es decir, que no se dejen explotar económicamente, las sanciones y bloqueos continuarán. Así que, las élites del imperio no pueden “invitar” a aquellas naciones porque lo que necesitan no es “hablar” con ellas, sino más bien aplastarlas con el despotismo del capital. La libertad política de autodeterminación de estas naciones para desarrollar sus propias economías es atropellada por la violencia embustera del capitalismo imperial.    

La tercera falacia viene del concepto Nietzscheano de la “voluntad de poder.” Este concepto le ha “lavado el cerebro” al hombre en la falacia de que toda la naturaleza en la conducta del hombre se reduce a la “voluntad de poder.” A los académicos y filósofos amantes de la teoría sólo les ha faltado decirnos que la moral ya está muerta porque Nietzsche la mató.  

Para mí, el concepto Nietzscheano de la “voluntad de poder” es primo hermano del “darwinismo social.” De hecho, Nietzsche negó la libertad política del hombre en favor del “más fuerte” cuando argumentó que todo en la vida es una cuestión de “voluntad fuerte” y “voluntad débil.” Una distinción conceptual arbitraria que le sirvió al pensador alemán para argumentar que la única libertad que “es libre” es la de aquellos que tienen “voluntad fuerte”; y la libertad que “no es libre” es la de aquellos que tienen “voluntad débil”. Otro pariente en la misma pandilla es Martín Lutero cuando argumentó que la libertad de los campesinos “era libre,” pero sólo “para ordeñar vacas y construir casas, nada más”. 

Como podéis ver, todas estas falacias constituyen un desprecio brutal por el hombre, y por la libertad política del hombre. Es por eso precisamente que son falacias. Implican que el diálogo, la razón y la moral son puras tonterías. Si “la historia la hacen y la escriben los conquistadores,” ¿Por qué te vais a escandalizar que esas teorías sean falacias? El imperio es políticamente sordo y no escucha razones de aquellos que no comulgan con sus credos. No le interesa la convivencia humana internacional. Se cree el “dueño” de la “verdad absoluta” y es un monstruo que se alimenta de “mentalidades de manada.”   

¿Por qué creéis que el imperio ha hecho tantos intentos de coup d’état en aquellas tres naciones levantando la bandera de “libertad” y agitando las masas en contra de sus gobiernos? No creáis que al imperio le interesa tu libertad política. ¡Ni siquiera cerca! El anzuelo de la “libertad” del neoliberalismo es sólo un instrumento para atraer multitudes al bando imperial y aplastar a quien sea la autoridad en esas naciones. Vosotros sois cogido con aquel anzuelo y automáticamente “te bajáis los pantalones” ante el imperio, como el payaso de Juan Guaidó, por ejemplo. 

Wilfredo Gutiérrez es sociólogo 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.