“Boludo, críticas el capitalismo desde una computadora y desde Estados Unidos. ¿Por qué no te vas a vivir a Cuba o a Venezuela?”
Clásico argumento ad hominem y pro cretin. Me tomaré unos minutos entre dos clases sólo poque se trata de un clásico de su género (alguna vez pensé escribir una letra para una murga, pero no tengo ni el tiempo y mucho menos el talento para hacerlo):
“Si defiendes tanto a los inmigrantes, por qué no llevas uno a dormir al cuarto de tu hijo”.
“Si defiendes tanto a los pobres ¿por qué no les donas tu casa a los que viven debajo de un puente?”
“Si defiendes tanto a los que sufren bombardeos, ¿por qué no vas a rescatarlos de las bombas y de paso le explicas que mueren porque son terroristas?”
“Si no estás de acuerdo con la venta de órganos en el libre mercado, ¿por qué no le regalas tus riñones a quienes están en diálisis?”
“Si defiendes tanto a los gays y lesbianas, ¿por qué no te acuestas con un marica y te casas con una tortillera?”
En fin, voy a responder a la primera pregunta (o como se llame), con la esperanza que sirva para las muchas otras: “Criticas al capitalismo desde una computadora y desde Estados Unidos. ¿Por qué no te vas a vivir a Cuba o a Venezuela?” Lo peor que uno puede hacer ante alguien con complejo de hacendado, es ponerse en una posición de peón empleado.
Primero, porque casi nada del progreso tecnológico (menos social) se debe al capitalismo, pero no quiero volver sobre algo tan viejo y tan obvio, sobre lo cual ya hemos publicado tanto desde hace décadas.
Segundo, porque vivo donde puedo y donde se me antoja, y me da lo mismo lo que pueda opinar usted de mi vida privada, al menos que usted se decida a pagar mis cuentas y a cubrir las necesidades de mi familia.
Tercero porque todavía no encontré el contrato de compraventa donde dice que unos países le pertenecen a gente que profesa su ideología, su religión y sus frustraciones.
Cuarto, porque mi trabajo está aquí. Si fuera capitalista, podría elegir donde vivir, pero como soy un asalariado tengo que ganarme la vida trabajando, por lo que vivo donde trabajo.
Quinto, no estoy seguro, pero tal vez una parte de mí se parece a usted y disfruto viéndolo sufrir de sus propias frustraciones.
Sexto, porque sus frustraciones personales me valen un reverendo carajo.
Ahora, siguiendo su lógica, si usted es tan capitalista,
¿Por qué no vive en algún barrio oligarca de su país?
¿Por qué no vive en Estados Unidos?
Mejor dicho, ¿por qué no vive en alguno de los barrios de Estados Unidos donde las casas de los verdaderos capitalistas cuestan millones de dólares, no en los barrios obreros de Estados Unidos?
¿No será que no puede?
¿No será que no lo dejan?
¿No será que no lo quieren aquí?
¿No será que usted se siente mal por eso?
¿No será que el famoso resentido es usted?
Por otro lado, déjeme confesarle que no encuentro ninguna mejora yéndome a su colonia a vivir rodeado de fanáticos cipayos como usted, que insiste en meterse en mi vida privada para descargar sus propias frustraciones sobre un sistema que debe sufrir de forma miserable pero que defiende ciegamente, a muerte.
Eso es lo que quisieran, que aquellos que tenemos algo que decir contra el poder hegemónico, contra las injusticias de las pseudo democracias imperiales nos fuésemos a vivir a una isla de la Micronesia y nos callásemos de una vez por todas.
Pues, si eso es lo que quieren, eso es lo que jamás tendrán. Continúe sangrando por la herida que se abrió usted mismo. Capisci?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.