Si bien el criterio formalmente utilizado para analizar los resultados, triunfos y derrotas en las elecciones municipales, es la votación de concejales, no se puede desconocer, que lo que marca la subjetividad de la ciudadanía más allá de las cifras (que se podrán explicar mal o mejor), es la conquista de alcaldías. Más aún, si […]
Si bien el criterio formalmente utilizado para analizar los resultados, triunfos y derrotas en las elecciones municipales, es la votación de concejales, no se puede desconocer, que lo que marca la subjetividad de la ciudadanía más allá de las cifras (que se podrán explicar mal o mejor), es la conquista de alcaldías. Más aún, si estas han sido definidas como «emblemáticas». En este segundo apartado, claramente la Concertación ha sufrido una derrota contundente. Podría marcar el comienzo del cierre de un ciclo. Cabe preguntarse entonces ¿cuáles son las causas de tamaña derrota?
Se consolida el rechazo electoral a la política de salón y decisiones entre cuatro paredes, promovida por la elite concertacionista. Derrotas como las de Jaime Ravinet en Santiago, Ariel Ulloa en Concepción, Abel Contreras en Talcahuano, Álvaro García en Cerro Navia o Ricardo Celis en Temuco, son demostración de aquello. Candidatos impuestos por las directivas o las cúpulas partidarias, sin sintonía con la ciudadanía, ni con la esmirriada base social concertacionista, que se ufanaban de antemano de triunfar sin mayor apremio (el caso Ravinet es el más elocuente), recibieron el aplastante rechazo del electorado. Esta ‘casta’ que cuenta con el beneplácito de las directivas de turno, no representan necesariamente la «mejor carta» del oficialismo y ello conlleva a una derrota en zonas de alto simbolismo.
Los «descolgados» han sido sindicados como los responsables de esta debacle. Discrepo de dicha conjetura. Lo cierto es que los descolgados, son muchas veces una consecuencia de la política cupular. El triunfo de Gastón Saavedra en Talcahuano muestra por ejemplo, que al interior de las filas concertacionistas estaba quien podría ganar en un municipio que ya el 2004 a Leocán Portus le costó mucho retener. Saavedra (concejal histórico de amplio apoyo popular), debió «ir por fuera» para quedarse con el sillón edilicio en la populosa comuna chorera. Otros ejemplos como el de Arica, podrán sumarse a esta línea de análisis.
La DC en caída libre es otra causal explicativa. Los de la flecha roja difícilmente recuperarán la votación que sostenían durante los dos primeros gobiernos concertacionistas. Su proyecto político parece detenido en el túnel del tiempo, al punto que es Eduardo Frei quien se erige a si mismo, como un potencial revitalizador de la tienda falangista. La candidatura de Soledad Alvear empieza a bajar la cortina. Su capacidad de negociación de ve profundamente debilitada. Las derrotas de Valparaíso y Punta Arenas son también un duro golpe. El fracaso de Ravinet se debe a sus propios errores y diseño de campaña y no pueden ser atribuidos al «factor Ricardo Israel» como se ha insinuado.
El pacto por omisión, al ser realizado solo a medias, impidió una mejor capitalización para ambos bloques involucrados. Si bien la Concertación conquistó La Florida y el PC obtuvo el triunfo en Pedro Aguirre Cerda, esta alianza quedó marcada por el «no acuerdo» de Estación Central. La posición obtusa de la DC, de llevar un candidato sin posibilidades, restó espacio a Hugo Gutiérrez quien se erigía como la mejor carta. Fue un municipio entregado «en bandeja de plata» a la Alianza que expuso ahí a un joven e inexperto candidato.
El invento de Pepe Auth, de llevar dos listas de concejales, contribuyó a esta derrota. Simbólicamente la Concertación cedió lo que había sido su mayor capital históricamente hablando: la unidad de la coalición y su capacidad para ponerse de acuerdo. Auth pensó más en como disfrazar una debacle (que se veía venir) o en explicar a los expertos electorales -sus pares- los juegos de la cifra repartidora, que de ganar efectivamente la elección.
Podríamos seguir citando ejemplos y definiendo causales. Sin embargo, la incapacidad de la Concertación de renovarse, de abrirse efectivamente a poner las demandas populares en el centro de sus intereses y de la política pública, el entronizamiento de una elite que no deja espacios a los vientos de cambio, le ha entregado las banderas del futuro a la oposición. Hoy objetivamente, la derecha funda su opción en el desgaste de una Concertación que aparece sin capacidad de reacción. Ya no servirán el carisma de una «nueva Michelle Bachelet» (en rechazo a la elite concertacionista -nadie se repetiría el plato-) o la esperanza de cambio que tiempo atrás encarnaba para el electorado concertacionista el eje PS – PPD.
¿Será este el momento del remezón al interior del oficialismo que los obligue a salir del letargo y del camino a una derrota casi segura?, o ¿será el tiempo de la construcción de una nueva amplia alianza democrática y popular que recupere las banderas del cambio social y político?
– Alexis Meza Sánchez es vicerrector académico de la Universidad ARCIS y Miembro del Taller de Ciencias Sociales Luis Vitale.