La situación de la inversión ha marcado la pauta de la desaceleración de la economía. Según los últimos datos del Banco Central, desde mediados de 2013 la inversión en maquinaria y equipos acumula siete trimestres consecutivos de contracción anual. La inversión es el motor que mueve las modernas economías capitalistas. Esta es llevada a cabo […]
La situación de la inversión ha marcado la pauta de la desaceleración de la economía. Según los últimos datos del Banco Central, desde mediados de 2013 la inversión en maquinaria y equipos acumula siete trimestres consecutivos de contracción anual.
La inversión es el motor que mueve las modernas economías capitalistas. Esta es llevada a cabo por las empresas cuyo afán es la permanente búsqueda y ampliación de sus ganancias. La relevancia de la inversión radica no solo en que forma parte de la demanda, sino también en que define las posibilidades de la economía de seguir expandiéndose en el futuro. De aquí que resulte importante seguir su trayectoria para explicar las tendencias del capitalismo chileno en los últimos años, y la coyuntura actual.
TENDENCIAS: INVERSION Y GANANCIAS
Terminado el boom de las materias primas en los mercados internacionales, el ritmo de crecimiento de la inversión disminuyó hasta llegar a contraerse. Esto se explicó en un primer momento por el fin del ciclo de proyectos de la gran minería del cobre, que como alto componente en la construcción generó importantes encadenamientos productivos con el resto de la economía, provocando efectos sobre el empleo y los salarios.
Las características del crecimiento económico durante el periodo previo a la actual desaceleración fueron típicamente rentistas, impulsado por actividades explotadoras de recursos naturales. De ahí que a pesar de las grandes inversiones éstas no lograron generar avances significativos de productividad. El caso más dramático lo constituyó el sector minero, que exhibió sistemáticamente caídas en los niveles de productividad.
La caída de los precios de las materias primas gatilló una caída en la rentabilidad del capital invertido en la minería. Sin embargo, esta situación no basta para explicar el retroceso global que exhibe la inversión. A nuestro juicio la clave está en que este cuadro vino de la mano de un debilitamiento de la rentabilidad general de la economía, que explicaría el porqué el capital no ha podido impulsar el crecimiento por un redireccionamiento del proceso de acumulación hacia otras esferas productivas.
La rentabilidad tiene dos aspectos que los capitalistas sopesan al momento de tomar decisiones de inversión. Uno se refiere al monto total de ganancias que pueden obtener. El otro, al porcentaje que representan los ingresos en relación al esfuerzo realizado.
En relación al primero, la economía chilena exhibe un crecimiento débil de las ganancias. Consideramos aquí las ganancias provenientes de actividades operacionales de las empresas según lo informa por la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) para resaltar que el problema no radica en la política impositiva, sino que es previo a ésta. En tanto que los márgenes de ganancias sobre ingresos muestran una tendencia general a la baja en los últimos años.
En términos sectoriales, aparte de la minería, el sector transable de la economía, donde destaca la industria, viene arrastrando una caída en su rentabilidad que se remonta a antes de la presente desaceleración. Otros, como el comercio minorista ( retail ), han visto estancarse sus ganancias debido al encarecimiento de los bienes transados de origen importado. Otro grupo de actividades pertenecientes al otrora pujante sector no transable han mermado sus ganancias fruto de la saturación del mercado. Este es el caso de la construcción y el negocio inmobiliario, que además evidencia preocupantes elementos especulativos.
PERSPECTIVAS
En el corto plazo resulta difícil que el capital sea capaz de impulsar un proceso de crecimiento vigoroso y sostenido de la economía chilena. Requeriría encontrar esferas potenciales de acumulación que gocen de rentabilidades tan atractivas como las que en su momento tuvo la minería; que posean una escala de producción tan grande como ésta, de modo de absorber grandes montos de inversión; y que además sean capaces de generar encadenamientos con el resto de las actividades económicas.
No hay ningún sector económico que hoy cumpla esas condiciones, y tampoco se avizora un mejoramiento significativo de las ganancias que incentive la actividad inversora.
LA DISCUSION SOBRE LA DESACELERACION
La posición del gran empresariado y la derecha sitúa el origen de la caída de la inversión y la desaceleración económica en la pérdida de confianza producto de las reformas impulsadas por el gobierno. El objetivo es claro: encausar según sus propios intereses las tímidas reformas de la Nueva Mayoría.
A causa del empeoramiento de la situación de la economía y de su propia debilidad política, el gobierno cedió al chantaje del gran capital dando mayor cabida en la conducción político-económica del gabinete a los sectores más conservadores de la coalición. El ministro de Hacienda, Alberto Arenas, fue removido en aras de mejorar el entendimiento con el empresariado y recomponer las confianzas. A esto obedecen las declaraciones del nuevo ministro, Rodrigo Valdés, de que por sobre cualquier reforma están los derechos de propiedad, intervención que fue jubilosamente saludada por El Mercurio .
Sin embargo, lo que se oculta es que la caída de la inversión y la desaceleración comenzaron a manifestarse en la administración de Piñera, incluso antes que se tuviera claridad acerca de las reformas del actual gobierno. La debilidad en el crecimiento de las ganancias y la caída de los márgenes -base del retroceso de la inversión y estancamiento de la actividad- responden a tendencias que escapan a la entrada en vigor de la reforma tributaria.
Por otra parte, los burócratas del gobierno y los cuadros afines a la Nueva Mayoría han sostenido que el origen de la desaceleración sería el contexto internacional.
La discusión se enmarca dentro del reacomodo permanente de las distintas fracciones de la clase dominante. Lo relevante es saber qué se juega cada una de ellas, y cómo afecta al proyecto general de la burguesía.
En contraste, es importante tener claro que la actual coyuntura responde a la típica fase de estancamiento del ciclo capitalista, en donde las empresas ya no podían seguir ampliando sus ganancias como venían haciéndolo. De no mediar algún elemento que obligue a lo contrario, el consenso que tarde o temprano se impondrá entre las distintas fracciones en pugna será el de descargar los costos sobre los trabajadores con el fin de recomponer los niveles de rentabilidad perdidos.
(*) Economista, miembro de Estudios Nueva Economía (ENE).
Publicado en «Punto Final», edición Nº 833, 24 de julio, 2015