Recomiendo:
0

Los Cinco siguen en las cárceles de EE.UU.

¿Por qué siguen presos?

Fuentes: InSurGente

Otro diciembre se fue. Gerardo, René, Antonio, Fernando y Ramón suman siete años de cárcel, cuatro de ellos desde que finalizó en Miami el juicio bochornoso que manchó la historia del Derecho en la nación de Washington, Jefferson y Lincoln. En 2005, sin embargo, dos hechos sacaron a la palestra -para aquellos ciegos que aún […]

Otro diciembre se fue. Gerardo, René, Antonio, Fernando y Ramón suman siete años de cárcel, cuatro de ellos desde que finalizó en Miami el juicio bochornoso que manchó la historia del Derecho en la nación de Washington, Jefferson y Lincoln. En 2005, sin embargo, dos hechos sacaron a la palestra -para aquellos ciegos que aún no habían querido ver- una verdad que Cuba ha repetido mil veces: la verdadera naturaleza de este proceso no es legal, sino política.

El pasado 9 de agosto, un panel de tres jueces del Onceno Circuito de Apelaciones de Atlanta -reputados profesionales de las leyes, sin vínculo con la Isla- declaró nulo el amañado proceso celebrado en Miami entre diciembre de 2000 y junio de 2001.

En una seria argumentación de 93 páginas, los magistrados dejaron sin efecto las sentencias nacidas de aquel proceso torcido: aludieron a las varias solicitudes de los defensores para un cambio de sede que fueron desatendidas por la jueza; señalaron las evidencias presentadas acerca del clima agresivo de Miami, bien nocivo para un buen juicio y mencionaron el asedio a los jurados, que incluso protestaron porque la televisión local los estaba filmando en el momento de las deliberaciones. También repararon en la desatinada actuación de los fiscales.

Pero los Cinco siguen tras las rejas. Y por obra y gracia de las marañas dilatorias del Gobierno estadounidense, su caso está ahora en manos de la bancada completa de los doce jueces de Atlanta, que tiene prevista la vista pública para la semana del próximo 13 de febrero. Por si fuera poco, la importantísima decisión de los tres magistrados en agosto, completamente unánime, tuvo un antecedente significativo el 27 de mayo del propio 2005. El Grupo de Trabajo Sobre Detenciones Arbitrarias de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas declaró ilegal y violatoria del derecho internacional la detención de los Cinco.

El panel de expertos de Naciones Unidas basó su decisión fundamentalmente en tres consideraciones: después del arresto, René, Ramón, Fernando, Gerardo y Antonio fueron mantenidos en confinamiento solitario por 17 meses, durante los cuales se afectó la comunicación con sus abogados; los defensores tuvieron un acceso muy limitado a la evidencia y el clima de predisposición y prejuicio contra los acusados en Miami persistió y contribuyó a presentar a los acusados como culpables desde el principio.

Los especialistas de Naciones Unidas -hombres y mujeres con autoridad sobrada en lides de justicia – concluyeron que esos tres elementos «en conjunto, son de tal gravedad que confieren a la privación de libertad de estas cinco personas un carácter arbitrario». En consecuencia, solicitaron al Gobierno de Estados Unidos que adoptara las medidas necesarias para remediarlo.

La Casa Blanca hizo caso omiso, a pesar de que los órganos de la ONU están capacitados para exigir el cumplimiento de la ley internacional, independientemente de las peculiaridades de los sistemas legales de cada país. Así lo estipula el artículo 14 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, paradójicamente, el único de los trece instrumentos jurídicos del subsistema de Derechos Humanos de Naciones Unidas que el Gobierno estadounidense ha ratificado en los últimos años.

¿Entonces, por qué siguen presos?

El asunto trasciende a la justicia y se instala en la vieja pugna del Imperio por vencer a la pequeña Isla que se atreve a ser soberana en sus narices. Con los Cinco, ponen a Cuba en el banquillo. Cualquier dilación es bienvenida para condenar la rebeldía, complacer a sus compinches contrarrevolucionarios de Miami y justificar, de paso, la membresía de este pequeño país a las listas de presuntas naciones terroristas que supuestamente amenazan al nuevo amo del mundo. Mientras, Estados Unidos practica el terrorismo a diestra y siniestra, incluso, contra su propio sistema de justicia -remember las torturas en Iraq, Guantánamo o contra los miles de prisioneros que mantienen en un limbo jurídico, perdidos por todo el orbe. Han convertido la crueldad en texto sagrado y las cárceles en secuestros.

Con los nuestros, ya no cabe otra decisión que liberarlos. Lo dictan la moral y la vergüenza. Cualquier otro camino lleva a la Casa Blanca y sus mafiosos secuaces a seguirse hundiendo en el descrédito.

Pero mientras estos sórdidos años se van acumulando -lo dijo René en su alegato hace unos diciembres- «nosotros seguiremos apelando a la vocación por la verdad del pueblo norteamericano con toda la paciencia, la fe y el coraje que nos puede infundir el crimen de ser dignos».