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Por una nueva primavera de los pueblos

Fuentes: Rebelión

1.- Vivimos una nueva situación internacional. El supuesto siglo norteamericano ha naufragado en medio de una tremenda crisis económica y de sucesivos fracasos militares que evidencian el declive inexorable de la hegemonía estadounidense. La crisis actual tiene el epicentro en EEUU y es la resultante del extremismo neoliberal progresivamente impuesto en todo el planeta desde […]

1.- Vivimos una nueva situación internacional.

El supuesto siglo norteamericano ha naufragado en medio de una tremenda crisis económica y de sucesivos fracasos militares que evidencian el declive inexorable de la hegemonía estadounidense.

La crisis actual tiene el epicentro en EEUU y es la resultante del extremismo neoliberal progresivamente impuesto en todo el planeta desde finales de la década de los setenta.

El modelo propuesto e impulsado por el capital financiero anglosajón se encuentra agotado. No tienen nada que ofrecer salvo dolor y miseria para los pueblos.

La Unión Europea, controlada por la banca y servida por políticos que han seguido a pies juntillas el dogma neoliberal, también ha fracasado en medio de una crisis sin final. El ejemplo más cercano es el fiasco del mal llamado «rescate de Grecia».

El denominado softpower (ideología) de EEUU y Europa se halla en una situación agonizante. El hardporwer (poderío militar) permite todavía ganar alguna batalla, pero ya no puede ganar una guerra. A pesar de la enorme destrucción causada, en los próximos años posiblemente deberán retirarse de los teatros bélicos.

Entre tanto, nuevos actores internacionales salen a la palestra. Ya tienen nombre, BRIC, que es el acrónimo de Brasil, Rusia, India y China. Son las potencias emergentes. La mayoría de estas naciones desarrollan otra forma de capitalismo; capitalismo de Estado.

Está por ver qué papel van a jugar en este nuevo siglo, pero sin lugar a dudas se preparan para disputar la hegemonía del imperialismo de la triada, hasta hace poco dueños del mundo, Estados Unidos, Europa y Japón.

El neoliberalismo ha perdido la batalla ideológica , lo que vemos en la actualidad es la inercia de sus voceros de pago. No tiene nada que ofrecer Su ideología esta muerta y no lo sabe. Debemos enterrar su cadáver insepulto.

 

2.- Nueva ola revolucionaria.

Un nuevo actor ha irrumpido en la gran escena internacional globalizada y mediatizada. Son los pueblos que se hacen oír. El 2011 ha empezado refrendando el aserto de Samir Amin, que hace tres años afirmó que viviríamos una nueva ola revolucionaria en los pueblos del tercer mundo.

Estas revoluciones ya han empezado por los países del Magreb. Por el momento, las revueltas han podido ser relativamente controladas por EEUU y Europa.

Entre otros factores esto ha ocurrido porque, como en muchas revoluciones, parte de estos levantamientos han sido espontáneos y como tal estos movimientos populares no contaron con una dirección consecuentemente revolucionaria.

El imperio ha logrado un pequeño triunfo de contención de última hora, pero la situación ya no volverá a ser como antes, con los tiranos de turno apoyados por Europa Y EEUU.

Se ha abierto un nuevo campo de enfrentamiento en un lugar estratégico que cuenta con las mayores riquezas de energías fósiles del planeta .El conflicto entre los intereses de los pueblos árabes y el imperialismo de la triada no está resuelto, está solo en una nueva fase.

Pero la ola revolucionaria del Magreb es contagiosa, está llegando a Europa y es probable que se instale en los países ubicados en el sur del continente: Grecia, España, Portugal.

 

3.- La izquierda europea ante la crisis.

La crisis ha demostrado una vez más la ferocidad del capitalismo. Se trata de la vieja lucha de clases de los propietarios contra el pueblo. En este combate, el primero en caer está siendo el «estado de bienestar».

Han pasado más de 20 años desde la caída del muro y aquella socialdemocracia triunfante en más de la mitad los países europeos hoy sólo tiene el gobierno en los tres más vulnerables: Grecia, España y Portugal.

Analistas independientes observan con preocupación la bancarrota de la socialdemocracia. Desde que se plegó al neoliberalismo con la sedicente «tercera vía» auspiciada por Tony Blair, ha ido renunciando a sus principales objetivos para someterse a los «mercados», es decir, a los dictados del capital financiero.

El estado de bienestar europeo fue posible por la expansión del capitalismo a nivel global y la extracción de las riquezas del tercer mundo.

La crisis del capitalismo globalizado y la emergencia de un nuevo sistema internacional suponen un cuestionamiento del modelo de acumulación que arranca tras la Segunda Guerra Mundial.

Ya no hay espacio para soluciones al estilo de la socialdemocracia. No hay nada que repartir, porque el capital financiero necesita para sobrevivir aumentar su tasa de ganancia de manera permanente y no parece dispuesto a renunciar a sus irritantes privilegios. El capital sino crece muere.

Quienes se presenten exclusivamente como defensores del llamado «estado de bienestar» están equivocados o no logran comprender la magnitud de la crisis.

El ejemplo de España es esclarecedor. Aquí la democracia ha sido secuestrada por el capital financiero con la complicidad del Gobierno de Zapatero.

Ya son muchos los que piensan que la democracia parlamentaria ha perdido gran parte de su significado cuando los partidos mayoritarios han abdicado frente a «los mercados».

Las elecciones aparecen para la ciudadanía como un mero trámite y un circo de unos políticos desprestigiados e incapaces de hacer nada para mitigar los problemas existentes.

 

4.- Hay vida después de las elecciones

Lamentablemente, en las próximas elecciones municipales y autonómicas constataremos una vez más que el sistema binominal margina y desplaza a fuerzas como Izquierda Unida.

Si llegase a duplicar los magros resultados obtenidos en convocatorias anteriores a lo que más podría aspirar es a salvar para el PSOE algunos ayuntamientos y tal vez alguna Comunidad Autónoma.

Evidentemente, hay que participar en las elecciones, pero debemos ser conscientes de que sus limitaciones se han multiplicado.

La primera exigencia de la izquierda debe ser, por tanto, una democracia real y participativa que ponga fin a la farsa de un sistema que hurta a los ciudadanos la posibilidad de decidir sobre cuestiones fundamentales que afectan a la sociedad, empezando por la economía.

Cada día es más patente que hacer política no puede tener como objetivo tener unos cuantos concejales o unos cuantos diputados. Más claro, agua. La consigna del movimiento ciudadano Democracia real YA traduce claramente el sentimiento de amplias mayorías sociales.

Necesitamos una Revolución Ciudadana que devuelva el poder al pueblo. Que plante cara a los intereses de la banca y de unos políticos corruptos.

Una Revolución Ciudadana que construya un nuevo tipo de democracia participativa y ponga freno a la corrupción, la enorme corrupción, del poder político.

Este sentimiento ha penetrado en mucha gente. Ya son cientos de miles los jóvenes que en España lo han entendido, se han autoconvocados por medio de Internet, están organizados en 50 ciudades de todo el territorio y en estos momentos están en movilización permanente.

Puede que haya gente que no haya comprendido tiempo el tremendo malestar que ha empujado a los ciudadanos a las calles y que además les cueste entender este nuevo mundo donde Internet se ha transformado en una gran medio de comunicación de los de abajo.

Pero los hechos hablan por sí solos. El Domingo 15 de Mayo ha sido solo el comienzo de una heterogénea movilización popular que en estos momentos está siendo reprimida y que no sabemos que posibilidades abre para el futuro.

No nos confundamos, el movimiento no está contra la política está contra el sistema binominal y contra aquellos políticos que se han plegado a las exigencias del capital.

La dirección de cualquier movimiento será, sin lugar a dudas, un espacio de disputa entre quienes quieren realmente luchan por un cambio de sistema, quienes solo desean pequeñas reformas o aquellos que desean aprovechar su diversidad para posiciones de extrema derecha.

No podemos temer a ello . Al contrario, debe ser un acicate para el combate ideológico y conseguir que la protesta y rebeldía se transformen en un fuerte movimiento que empuje una revolución ciudadana.

Está claro que hay mucha vida después de las elecciones. Tenemos la razón y habrá que tejer con generosidad las alianzas necesarias para juntar la fuerza necesaria para un cambio democrático y revolucionario.

El capitalismo ha recuperado su versión más salvaje, violenta y opresiva, demoliendo las conquistas que las clases populares habían obtenido tras largos años de lucha. Están destruyendo nuestros derechos y nos están escamoteando la democracia.

Ha llegado la hora de devolved la voz al pueblo.

La Revolución Ciudadana que proponemos debe llegar para quedarse .

 

 

* Los autores son miembros de Socialismo 21, Valencia