Alentado por la campaña electoral, generado por la realidad política y social, alimentado por el temor de los patrones y sus políticos patronales, actualizado día a día por las luchas de la clase trabajadora y el pueblo pobre, el debate nacional sigue centrado en la discusión de la concentración de la riqueza y la desigual […]
Alentado por la campaña electoral, generado por la realidad política y social, alimentado por el temor de los patrones y sus políticos patronales, actualizado día a día por las luchas de la clase trabajadora y el pueblo pobre, el debate nacional sigue centrado en la discusión de la concentración de la riqueza y la desigual distribución de los ingresos, cuestionando el llamado modelo chileno. Todos los candidatos presidenciales deben dar cuenta de este gran debate nacional que viene incrementándose. Ninguna de sus políticas avanza en la única respuesta que puede avanzar en dar una resolución integra y efectiva a los problemas que lo generan.
Los términos del debate…
Para los obispos, voceando a ese gran partido de la reacción que es la Iglesia Católica, se trata de una escandalosa desigualdad.
Para los patrones que se suman a esta preocupación (como Felipe Lamarca), con un poco más de lucidez que aquellos otros que se mantienen en una defensa cerrada del llamado modelo (como Bruno Philippi), se trata en lo fundamental de un problema de concentración económica que impide el verdadero despliegue de las leyes del mercado, lo que generaría desigualdad, que puede deslegitimar los fundamentos del modelo, al que entonces critica- en este aspecto- para corregirlo y prevenir el curso de deslegitimación que se comienza a recorrer (lo que, por otra parte, preanuncia una línea divisoria, entre este sector que critica para relegitimar, y aquel otro sector que se niega a la sola idea de señalar la necesidad de corregir algo aunque sea para relegitimarlo).
Para los políticos patronales, se trata de recorrer esta política que marca un sector de sus jefes los patrones, enfatizándola para capturar votos de la clase trabajadora y el pueblo pobre. Así cada uno tiene su énfasis en este o aquel tema referido a la desigualdad. A la que entienden como un problema de distribución del ingreso, lo que les plantea la necesidad de acortar las brechas entre los más ricos y los más pobres.
Los tres candidatos, Bachelet, Lavin y Piñera, sin embargo, coinciden en avanzar en aumentar la sobreexplotación de la clase trabajadora, fuente principal de las ganancias multimillonarias y estratosféricas de la clase patronal, junto con el saqueo de nuestras riquezas naturales, legislando sobre la flexibilidad laboral. Así como ahora mismo todos los parlamentarios, de la Concertación y la derecha, están legislando sobre la subcontratación, que no es más que una variante de la flexibilización, que aumenta la precarización, la explotación de la clase trabajadora (y la CUT, cogobernada por el PS y el PC, nada dice hasta ahora al respecto).
Las diferencias entre los tres, en lo fundamental, están en los métodos para este fin de flexibilizar, de aumentar la explotación de la clase trabajadora enriqueciendo así a la clase patronal. La Concertación, un método más mediado, dialogado, buscando presentarse falsamente como «amigos del pueblo», canalizando las luchas de la clase trabajadora, sentándola en las siempre estériles mesas de diálogo social permanente. La derecha, recurre más a métodos de choque, directos, casi sin mediación alguna.
Por otra parte, los términos del debate para Hirsch y el pacto Juntos Podemos Mas (PH, PC, MIR, y muchos otros más), son más o menos los mismos. En palabras de T. Hirsch: «Creemos que se necesita un cambio profundo y radical, reemplazarlo por uno que mejore la distribución del ingreso» (El Mercurio, 10/9). Y no se trata sólo de T. Hirsch, también son los términos del debate del PC. Veamos un solo ejemplo, en boca de Lautaro Carmona: «Durante mucho tiempo sólo nosotros acusábamos en nuestros documentos que Chile tenía la peor distribución de la riqueza, era un discurso solitario y frecuentemente acusado de ‘añejo’, sin embargo hoy es un tema que a costa del empeño de las organizaciones sociales y sindicales, a costa de nuestro esfuerzo también, está en todas las agendas» (El Siglo, 4 al 10/11). De esta manera, criticando al modelo, en base a otras políticas, la conclusión debe ser también la necesidad de redistribuir.
… y lo que el debate es
Ya en octubre del 2004, desde estas páginas comenzamos a plantear que venía emergiendo una tendencia a nueva cuestión social. Desde entonces, el debate público nacional ha ido avanzando más y más. Se viene centrando, como acabamos de plantear, en la distribución del ingreso y la concentración de la riqueza, concluyendo en la necesidad de redistribuir mejor, y acortar la brecha entre ricos y pobres.
Lo cierto, es que la tendencia a la emergencia de una nueva cuestión social, tiene raíces en la propiedad privada de los medios de producción, que se basa fundamentalmente en el sometimiento de nuestro país al imperialismo, en el saqueo de nuestras riquezas naturales y en la sobreexplotación de la clase trabajadora.
Pero emerge ante lo que también hemos denominado desde estas páginas una tendencia al agotamiento lento y controlado del neoliberalismo en Chile, planteando que los políticos patronales no pueden seguir gobernando como hasta ahora. Que, más allá del enlentecimiento aún mayor por el moderado veranito de san juan económico, a la Concertación le resulta cada vez más difícil seguir presentándose como «amigos del pueblo», que la derecha se debe ir reposicionando como un «polo reaccionario» (ver CcC n° 88). Todo lo que se ve reflejado en las continuas y múltiples crisis de los partidos patronales (más en la derecha que en la Concertación, pero también en esta) por cualquier evento. En los pretenciosos intentos de reingeniería política- con la ilusión aristocrática de que las clases no existen o son arcilla maleable- y las federaciones socialdemócratas (PS, PPD, PRSD y algo más), las nuevas alianzas de centro (RN, DC, UDI replanteada), los partidos populares, etc. Todo reflejando realineamientos de las bases sociales de los partidos, que tienden a perder raíces entre las clases sociales.
Y es el efecto de que la Concertación y la derecha administran los intereses de sus jefes, los patrones. Por eso es que la clase trabajadora y el pueblo pobre no debe votar por sus verdugos.
Así que de lo que el debate verdaderamente se trata, es de que se van planteando mejores condiciones para el cuestionamiento no a los efectos distributivos, sino a las causas de la desigualdad que la tendencia a la emergencia de una nueva cuestión social comienza a poner nuevamente en el tapete: la propiedad privada de os medios de producción, que se basa fundamentalmente en el sometimiento al imperialismo, en el saqueo de nuestras riquezas naturales, y en la sobreexplotación de la clase trabajadora.
¿Será canalizado el debate a la discusión de los efectos, de la distribución del ingreso, dejando intactas una vez más las causas?
La clase trabajadora pugna por comenzar a entrar en escena
En este escenario que tiende a emerger, hay un elemento más, la tendencia a la recomposición de la clase trabajadora, que también venimos planteando desde hace tiempo en estas páginas.
Y que plantea la necesidad de avanzar a una política de la clase trabajadora independiente de toda variante patronal que, presentándose como amigos del pueblo, progresistas, democráticos, la lleven nuevamente a subordinarse a algún sector de la clase patronal, medianos o pequeños, castigado por el neoliberalismo, como plantean en su programa, tanto el Pacto Juntos Podemos Más como el PC.
Por eso el Pacto Juntos Podemos Más tampoco es una alternativa. Porque entra en los términos del debate: la distribución del ingreso. No lucha porque la clase trabajadora y al pueblo pobre se vaya preparando para volver a luchar contra las causas del debate nacional que se viene planteando: la propiedad privada de los medios de producción, que se basa fundamentalmente en el sometimiento de nuestro país al imperialismo, en el saqueo de nuestras riquezas naturales y en la sobreexplotación de la clase trabajadora.
Por el contrario. Llaman en sus programas a la alianza amplia con otros sectores sociales, extendiéndolo hasta los sectores de los patrones medianos y pequeños. En este sentido, por ejemplo, y en términos electorales, dejan abierto el voto de la segunda vuelta, con sectores progresistas del pacto que votarían por Bachelet. Y se plantean el problema de la distribución de la riqueza, pero dejando la fuente de la desigualdad intocable. De esta manera, reafirman su política de colaboración de clases, que es la subordinación de la clase trabajadora a alguna variante patronal.
Es así que, para tomar sólo un ejemplo (y podría ser cualquier otro), candidatos del pacto tienen como preocupación que la mala distribución del ingreso sea motivo de «estallidos sociales», que no son más que la justa lucha de la clase trabajadora contra la explotación patronal: «el acento de la campaña en la redistribución del ingreso y en el pago de los impuestos a las grandes empresas que hoy pagan sus impuestos en Santiago y no en regiones (…) fortalecimiento de las micro y pequeñas empresas de nuestra región y de nuestro país (…) La concentración de la riqueza en pocas manos (y especialmente en las grandes corporaciones transnacionales) nos coloca en una situación explosiva desde el punto de vista social, al que debemos atender con urgencia» (Tomás Bize Brintrup, candidato a senador por la X Región de Loa Lagos- El Siglo, 11 al 17/11).
Por esto, es que tampoco llamamos a votar por el pacto Juntos Podemos Más. Sino que llamamos a anular el voto o a no votar.
Planteamos que es necesario luchar por construir un partido de trabajadores revolucionario, con una política de clase independiente, para que la clase trabajadora, en alianza con el resto de los explotados y oprimidos, se prepare para retomar la lucha- que será larga y llena de obstáculos- por una República de los Trabajadores y el pueblo pobre basado en sus organismos de democracia directa de la clase trabajadora.