Las movilizaciones por el hambre, así como los acopios, abastecimientos y las ollas comunes se extienden rápidamente a lo largo del país. Por otro lado, en el norte, se desarrollan huelgas obreras en mineras como Guanaco o la que se desarrolló en Franke, así como la campaña a nivel nacional que se desarrolla desde la asamblea de trabajadores despedidos de LATAM. ¿Cómo unificar estas luchas? La más completa unidad marca el camino para responder al hambre y los despidos. Hablar hoy de una alianza obrera y popular se vuelve imprescindible.
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Dos luchas contra un mismo enemigo: La necesidad de la unidad
En las últimas semanas diversos focos de movilización y resistencia se han levantado en diversas partes del país. Los más icónicos son las protestas que se extendieron desde El Bosque a La Pintana, Cerrillos, Cerro Navia, Bajos de Mena, San Bernardo -en donde incluso las ollas comunes se han extendido rápidamente por el país frente a la problemática del hambre-, así como luchas obreras en Antofagasta, con la lucha de los mineros de Guanaco, o la huelga que se desarrolló en Franke, o incluso con la organización de la asamblea de trabajadores despedidos de LATAM. Es así que las huelgas o las iniciativas a resistir los despidos, así como las ollas comunes, han cobrado peso como medida de respuesta por parte de estos sectores a problemas concretos y vigentes: El hambre y la amenaza de los despidos; todo esto atravesado por la crisis del COVID-19. Es aquí en donde es necesario preguntarse ¿cómo unificar estas dos problemáticas? Y a través de esto ¿cómo desarrollamos una unión obrera y popular que supere las acciones de movilización como las pasadas en el 12 de noviembre para dar una respuesta a estas problemáticas, pero en independencia de la parafernalia realizada por el gobierno de Sebastián Piñera?
En un artículo publicado en la edición anterior del semanario de Ideas Socialistas nos preguntamos “¿cómo se derrota la voluntad de los gobernantes y cómo ganar la voluntad de los gobernados?” [1] Desde ya es una pregunta enorme que engloba muchas discusiones, sin embargo nos gustaría detenernos en una discusión que consideramos central para el momento para articular en lo concreto la unidad entre las problemáticas de las y los pobladores, así como de las y los trabajadores: La de las posiciones estratégicas. Es decir, se trata de avanzar a romper esta barrera de cristal ficticia que algunos presentan entre ambas problemáticas, sobre todo al ser dos luchas que se encuentran profundamente hermanadas, y que tienen a un enemigo en común.
Posiciones estratégicas: Una clave en el tablero para afrontar la lucha
¿Qué son las posiciones estratégicas? El historiador John Jr. Womack, en su libro Posición estratégica y fuerza obrera, las define de la siguiente forma:
‘posiciones estratégicas’ eran cualesquiera que les permitieran a algunos obreros detener la producción de muchos otros, ya sea dentro de una compañía o en toda una economía (…) a diferencia de las otras, la del trabajo es fuerza no sólo en sentido positivo, por lo que aporta, por la producción, sino también, y en esto radica lo más especial, en sentido negativo, por lo que quita o resta a la producción cuando deja de operar, que es muchísimo en el caso de las posiciones industrial y técnicamente estratégicas. No es una fuerza que se pueda agregar o sustituir libremente. [2]
Dicho esto en otras palabras, las
posiciones estratégicas, y visto de una forma no sólo “económica”, se definen
por los espacios de trabajo que no sólo tienen un papel fundamental en la
economía de un país, sino que si una de estas posiciones paraliza, puede
afectar cual efecto dominó a toda la economía capitalista, y generar
desequilibrios profundos del régimen al afectar la cadena de valor capitalista.
Las posiciones estratégicas se podrían representar también como las cartas que
están en la base de un castillo de naipes. Si estas deciden caer, junto con
ellas pueden movilizar a muchas otras cartas. Lo mismo pasa, por ejemplo, con
la industria del transporte: Si los puertos paralizan, ya no se pueden
transportar altas mercancías de gran tonelaje. Tanto es así, que si Chile
produce toneladas y toneladas de cobre, no sirve de nada si no tiene cómo
exportarlo. Lo mismo pasa con los aeropuertos y los traslados de mercancías,
productos y personas. Sin embargo, si estas cartas no deciden caer, aunque las
que estén en la punta así lo quieran, y sean más, tendrán menos posibilidad de
echar abajo el castillo de naipes. Esta idea la explicaremos más adelante.
Es así que la articulación de estos puestos de trabajo con los procesos de
movilización y lucha social cumplen un rol fundamental para el avance de las
conquistas de la población, pues a través de la paralización a nivel de la
industria del transporte, o de la minería o incluso de los puertos, o todas al
mismo tiempo a través de una huelga general, pondría en un jaque absoluto no
sólo a los empresarios, sino que al régimen en su conjunto.
Aquí nos encontramos con una de las claves que anuncia Womack cuando afirma que “[la clase obrera] No es una fuerza que se pueda agregar o sustituir libremente” [3]. Es decir, se trata de una potencia y de una letalidad de la cual sólo disponen sectores de la clase obrera, por lo que cualquier planteamiento que se proponga una salida a la crisis de manera revolucionaria debe contemplar este elemento. La alianza a desarrollar para darle una solución a todas las familias que hoy en día no tienen más opción que salir a las calles a exigir soluciones por el hambre pasa por desarrollar enlaces y engranajes entre ambos sectores. Se trata de una alianza de donde se mueve el dinero bajo el cual los empresarios sostienen su gobierno, y de los sectores más radicalizados frente a la miseria a la que nos empujan.
Posiciones estratégicas y control obrero: Claves para encarar el hambre y los despidos
Ahora, pasando a términos mucho más claros ¿cómo se articulan concretamente estas problemáticas entre pobladoras/es y trabajadoras/es?
Esta alianza que discutimos en este artículo, entre sectores populares y la clase trabajadora, pasa justamente por lo que nombrábamos anteriormente con las trincheras de las que disponen las y los trabajadores para utilizar los mecanismos del régimen en su contra. Es decir, cómo las y los trabajadores avanzan a reconocerse a sí mismos como el pilar central que puede derribar al régimen capitalista, y a través de este ejercicio, movilizarse y activarse no sólo paralizando en sus lugares de trabajo -como una medida de combate contra de los empresarios y los poderosos- sino que buscando extender la unidad de la clase obrera y otros sectores sociales y populares.
Un ejemplo de esto frente a los problemas del hambre y los despidos: ¿Cómo sería si empresas como LATAM, empresa que se declara en quiebra cuando recibe utilidades millonarias, tuviese como sus tareas de primer orden la entrega masiva de insumos para prevenir el contagio de COVID-19, o incluso de la distribución de alimentos, a través de un control obrero de la empresa? O incluso, ¿cómo podría influir para la lucha de pobladores y trabajadores que una empresa minera, por su rol central en la economía chilena, fuese controlada justamente por sus trabajadores y las comunidades aledañas? Las riquezas de la industria del cobre podrían ir destinadas a la distribución masiva de alimentos y productos de primera necesidad. Se trata de retomar una experiencia que tuvo Chile con los Cordones industriales -organismos de trabajadores en donde ellos controlaban la producción, el destino de los dineros e incluso las jornadas de trabajo- y su vinculación con Juntas de Abastecimiento y Precios (JAP). El fortalecimiento de organismos como estos en la actualidad, entre pobladores y trabajadores, haciendo propias estas posiciones estratégicas podría llevar adelante una verdadera respuesta profunda a las miserias que nos arroja el capitalismo: Una coordinación de este nivel sería el anuncio de la construcción de un nuevo modelo de sociedad a favor de las grandes mayorías.
Ahora, ¿por qué es importante el control obrero de estas posiciones estratégicas? Principalmente por dos razones. 1) Si los trabajadores controlaran sus lugares de trabajo y la producción, tendrían una mayor fuerza, pues tienen uno de los pilares del Estado en sus manos. Por lo que se vuelve una tarea que sí o sí hay que llevar adelante para dar respuesta al hambre, la salud y el empleo. De otra forma sólo siguen sirviendo para la estabilidad del Gobierno. 2) Pues el control obrero de los lugares de trabajo, y fundamentalmente de las posiciones estratégicas de la economía, traza el camino hacia la lucha por la toma del poder, es decir, arrebatarles el Estado a los empresarios, los ricos, los poderosos y los uniformados asesinos, para disponer de todos sus recursos y medios a dar respuesta a las problemáticas de las amplias mayorías. El Estallido Social demostró que este Estado no es más que una oficina custodiada por botas y fusiles para perpetuar los abusos contra jubilados, jóvenes, trabajadores, mapuche, disidencias sexuales, y todos los sectores oprimidos.
Es decir, “si la burguesía no es ya la dueña de la situación en su fábrica, si no es ya enteramente la dueña, de ahí se desprende que tampoco es ya enteramente dueña de su Estado.” [4]
Ahora, ¿cuáles son los límites para que se desarrollen en toda su potencialidad de las posiciones estratégicas en favor de la lucha de la clase obrera y los sectores populares?
Para responder a esta pregunta nos centraremos en las burocracias sindicales –las cuales se encuentran muy extendidas justamente en los lugares denominados como posiciones estratégicas– quienes, o prefieren negociar a puertas cerradas con los jefes y los empresarios para obtener su billete por debajo de la mesa con tal de no “alborotar el gallinero”, o de buscar mantener la pasividad a favor de los empresarios, con la excusa de que “no se puede hacer nada más porque la ley es así”, mientras reposan en sus cómodas oficinas o en sus días sindicales por fuera de las plantas de trabajo, rehusándose a activar la enorme fuerza de la clase obrera en el transporte, en las mineras, en los puertos, etc. Esto por mantener su situación de privilegio en relación a la mayoría de las y los trabajadores que no forman parte de la directiva sindical, lo que en definitiva hace que la posición estratégica esté a favor de quienes gobiernan y no de quienes están luchando.
Ahora, ¿es acaso que los sindicatos son un tope para el desarrollo de esta fuerza? De ninguna forma. El fortalecimiento de los sindicatos como verdaderos organismos profundamente democráticos, sin persecuciones ni “sapeos” a los jefes, así como la participación con delegados por sección, comités de huelgas, comisiones de higiene y seguridad para enfrentar con medidas reales los contagios o la propia integridad del conjunto de las y los trabajadores, etc, es una tarea fundamental para el desarrollo de la confianza y de la fuerza para la clase trabajadora. Los sindicatos pueden cumplir un rol de ser la escuela de la preparación de las y los trabajadores para el combate. Los sindicatos en este momento deben articularse como verdaderos laboratorios de preparación de la resistencia y la lucha para afrontar esta crisis que vive la sociedad. Y es tarea de las centrales sindicales, como la CUT –que hasta el día de hoy se mantiene desaparecida como parte de la gestión que ha tenido el Partido Comunista desde sus puestos sindicales-, y los sindicatos más grandes y con mayor peso, unirse a los sindicatos más pequeños, para que de esta no se transformen en ataques en contra de los sindicatos con menos cantidad de afiliados por empresa.
Este es un detalle no menor, pues en Antofagasta durante rebelión de octubre se extendió un sentimiento de rechazo hacia los trabajadores mineros, con rayados en las calles que consignaban “mineros cagones”. ¿Acaso puede haber una consigna que busque más la desunión y el debilitar la fuerza que puede desarrollar la clase trabajadora desde los principales centros de la economía, en unidad a pobladores y la juventud, en donde incluso efectivamente habían mineros luchando en las calles, pero actuando diluídamente en el movimiento producto de las burocracias sindicales que no apostaron por movilizar a la minería? Quienes han extendido conscientemente esta consigna no pueden rechazar de manera más profunda el desafío de la unidad entre trabajadores y pobladores, pues no sólo crean anti-cuerpos y resquemores dentro quienes pueden luchar juntos y unidos, sino que además crean una división que solo favorece al gobierno y a los empresarios, restándole además de toda responsabilidad a aquellos dirigentes sindicales que prefirieron posar alegres con sus jefes en vez de paralizar los principales centros de producción, como la minería, y bajar a la ciudad a marchar junto a pobladores y jóvenes, y enfrentar juntos la represión policial en primera línea, superando con creces la movilización del 12 de noviembre. Incluso, hubieron mineros contratistas y de planta en las calles, pero no actuando como un bloque producto de lo mismo. Se trata de un debate importantísimo, pero que para los objetivos de este artículo –y de extensión- nos proponemos desarrollar en una próxima entrega.
En definitiva, y para retomar lo planteado sobre el control obrero, se trata de que las y los trabajadores le demuestren en su propia acción a los capitalistas y al Gobierno quién manda a quién, pues es sobre los hombros y las manos del conjunto del pueblo trabajador que se ha cimentado la riqueza de ellos y este sistema. Y si la clase obrera en lucha, supera a sus dirigencias sindicales burocráticas, y se une junto a los sectores populares movilizados en contra de la carestía de la vida y el hambre, nadie podrá hacerle frente. Se trata de una fuerza poderosa que no sólo puede reducir a cenizas y escombros las fisuras que ya se abrieron con el estallido social, sino que es la condición primera para el desarrollo de un gobierno de las amplias mayorías, en clave obrera y popular. El control obrero, articulado en las posiciones estratégicas es una preparación activa para esto. Es así que:
Hay que avanzar también a establecer el control obrero de las industrias básicas de alimentación, sanidad y de abastecimiento, y que con sus comités y en alianza con la población, se vaya planificando el abastecimiento. Asimismo, con comités obreros y populares de control de precios frente a la especulación de los capitalistas que aumentan los precios. [5]
Necesitamos la más amplia unidad en la acción: La alianza obrera y popular
Frente a la profundización de la crisis, que cada día tiene a más bocas hambrientas, familias en la calle sin dinero producto de la cesantía, las suspensiones de contrato o incluso los recortes de sueldo, o incluso las enormes cifras de contagio –que ya superan las 90 mil- y las exponenciales de fallecidos, que marca la postal a la que nos empuja este sistema, es necesario que se unifiquen las luchas por la defensa de los puestos de trabajo, las huelgas y las movilizaciones por el hambre.
Ahora uno podría preguntarse ¿pero acaso no son problemas distintos? Sí, pero se debe a una larga cadena: Si no tienes trabajo, no tienes dinero, si no tienes dinero, no tienes ni comida ni salud, siendo indispensables para la vida. Se trata de un problema de clase. Es así que la lucha por la defensa de los puestos de trabajo es una lucha en clave de preparación para mayores cifras de desempleo. Piñera y su séquito de empresarios ya se preparan para que en este segundo trimestre las cifras aumenten exponencialmente, y ya lo vemos con los anuncios de despidos en LATAM, por ejemplo, o incluso con las amenazas de 70 mil despidos por parte de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) [6]. Es así que la lucha por la defensa de los puestos de trabajo, y las huelgas, deben unificarse indispensablemente con las acciones que está desarrollando el pueblo pobre en diversas comunas del país, a través de la extensión de la olla común. Se trata de una coordinación de las luchas para conquistar no sólo el pan que los empresarios le quita de la boca a nuestras familias, sino que una lucha por la autoorganización y la creación de organismos de acción en común para el fortalecimiento de la unidad y la conquista de nuestras demandas frente a un régimen podrido de miseria, que nos sentencia a la muerte por hambre o a la muerte por COVID-19.
Se abre así una posibilidad de unidad histórica para el desarrollo de la lucha por la liberación de la humanidad de la explotación, la opresión, el hambre y la miseria. Sólo la más amplia unidad obrera y popular puede dar una respuesta a esto, a través de su propia auto-organización. Toda organización que se proponga un horizonte revolucionario debe luchar por esta articulación de la clase trabajadora desde sus posiciones estratégicas junto a los sectores populares, para aumentar así exponencialmente su potencia de fuego para cambiar el curso de la historia.
[1] Muñoz, G. (2020) 1983: El rol de las “marchas del hambre” y las Jornadas de Protesta contra la crisis económica y la Dictadura. Ideas Socialistas. Recuperado el 29 de mayo del 2020, desde: http://www.laizquierdadiario.cl/1983-El-rol-de-las-marchas-del-hambre-y-las-Jornadas-de-Protesta-contra-la-crisis-economica-y-la
[2] Womack, Jr. J. (2007) Posición estratégica y fuerza obrera. Hacia una nueva historia de los movimientos obreros (p.50-51) FCE, Colmex, Fideicomiso Historia de las Américas: México.
[3] Ibídem
[4] Trotsky, L. (1931) El control obrero de la producción. Recuperado el 29 de mayo de 2020, desde: https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/08_31.htm
[5] Torres, P. & Tótoro, D. (28 de mayo de 2020) Frente al acuerdo nacional de Piñera: Trabajadores y pobladores por una salida de fondo a la desocupación y el hambre. La Izquierda Diario Chile. Recuperado el 29 de mayo del 2020, desde: http://www.laizquierdadiario.cl/Frente-al-acuerdo-nacional-de-Pinera-Trabajadores-y-pobladores-por-una-salida-de-fondo-a-la
[6] Melita, F (23 de mayo de 2020) El chantaje de los empresarios sin moral: Aerolíneas amenazan con 70 mil despidos si no reciben dineros del Estado. La Izquierda Diario Chile. Recuperado el 29 de mayo de 2020, desde: https://www.laizquierdadiario.cl/El-chantaje-de-los-empresarios-sin-moral-Aerolineas-amenazan-con-70-mil-despidos-si-no-reciben