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Posverdad: la palabra del año 2016

Fuentes: Rebelión

«Post-truth (posverdad): «Relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales». Esta es la palabra del año para el Diccionario Oxford, que ha constatado un incremento en su uso «en el contexto del referéndum británico sobre la Unión Europea […]

«Post-truth (posverdad): «Relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales».

Esta es la palabra del año para el Diccionario Oxford, que ha constatado un incremento en su uso «en el contexto del referéndum británico sobre la Unión Europea y las elecciones presidenciales en Estados Unidos», hasta convertirse en un término habitual en los análisis políticos.

Según Oxford, el término se usó por primera vez en un artículo de Steve Tesich publicado en 1992 en la revista The Nation, en el que hablaba de la primera Guerra del Golfo. Tesich lamentaba que «nosotros, como pueblo libre, hemos decidido libremente que queremos vivir en una especie de mundo de la posverdad», es decir, un mundo en el que la verdad ya no es importante ni relevante.

Oxford cita un artículo del Independent, publicado antes de las elecciones estadounidenses, en el que se apuntaba que tras las elecciones hemos pasado a vivir en la sociedad de la posverdad: «La verdad se ha devaluado tanto que ha pasado de ser el ideal del debate político a una moneda sin valor». También otro de The Economist, titulado «El arte de la mentira», en el que se dice que «Trump es el principal exponente de la política de la posverdad, que se basa en frases que ‘se sienten verdaderas’, pero que no tienen ninguna base real».

En EL PAÍS, Soledad Gallego-Díaz escribía a finales de septiembre un artículo titulado «La era de la política posverdad», en el que recordaba que «una cosa es exagerar u ocultar, y otra, mentir descarada y continuadamente sobre los hechos».

Nada más cierto.

Entre muchos otros ejemplos, se manipulan, se omiten, se tergiversan o se falsifican desde las cifras de la desocupación o del costo de la vida, economistas muy mediatizados predican distintas variantes del TINA (no hay alternativa) thatcheriano y hasta se oculta la verdadera naturaleza del sangriento conflicto en Siria, llamando rebeldes (ya casi inexistentes como fuerza autónoma) a los terroristas (bien equipados y financiados por Occidente vía Arabia Saudita y Turquía). A los ataques de la aviación estadounidense se los llama «apoyo aéreo» y a los de la aviación rusa «masacre» y «genocidio».

La posverdad es el arma de desorientación masiva de la opinión pública que emplean los grandes medios de comunicación y todos los líderes políticos, no sólo Trump. Desorientación masiva que se revela muy útil para la preservación del sistema capitalista dominante, explotador, ecocida, represor y guerrerista.

Una de las pruebas de su eficacia son las contiendas electorales, donde la grandes mayorías creen votar por la mejor alternativa cuando en realidad están eligiendo entre la sartén y el fuego, con una tendencia manifiesta a inclinarse ahora por el populismo de derecha en sus distintas variantes.

Esta desorientación masiva se extiende y agrava a causa de la falta de propuestas alternativas coherentes y consecuentes para construir un sistema socialista auténticamente democrático y realmente participativo con rotación periódica de los dirigentes, no reelegibles y sometidos a revocación.

Y por cierto, no hay ejemplos o modelos a los cuales referirse, mal que les pese a algunos opinólogos profesionales con sus escritos apologéticos sobre gobiernos supuestamente progresistas o revolucionarios de países que nunca han salido o en franca regresión a típicas sociedades duales de explotadores y explotados.

Es verdad que en el balance del fracaso de los distintos intentos de realizar cambios sociales radicales es imprescindible también tener en cuenta, además de los factores internos, la «variable externa», dicho de otro modo, la agresión imperialista, como son los casos -entre otros- de medio siglo de embargo contra Cuba, de la «contra» armada y financiada por USA para hostigar con actos terroristas a la revolución sandinista en Nicaragua, el golpe de Estado contra Allende en Chile, la invasión a Guatemala en 1954, organizada por la CIA y financiada por la United Fruit, etc. etc.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.