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Respuesta a la respuesta de Malime

Precisiones sobre la participación en las instituciones burguesas

Fuentes: Rebelión

El compañero Malime, en su respuesta a mi artículo «Fin de la izquierda parlamentaria» («¿Fin de la izquierda parlamentaria… o de toda la izquierda incluida la extraparlamentaria?»:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=69806) comienza retrotrayendo lacuestión sobre la vía parlamentaria al socialismo en las «democracias» actuales, a la cuestión, más general, del Estado. Sin embargo, sobre esta cuestión general estamos de […]

El compañero Malime, en su respuesta a mi artículo «Fin de la izquierda parlamentaria» («¿Fin de la izquierda parlamentaria… o de toda la izquierda incluida la extraparlamentaria?»:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=69806) comienza retrotrayendo lacuestión sobre la vía parlamentaria al socialismo en las «democracias» actuales, a la cuestión, más general, del Estado. Sin embargo, sobre esta cuestión general estamos de acuerdo. Invito a Malime a que lea mi anterior artículo «Contra la «democracia»», para comprobarlo. Pero la cuestión que planteo en «Fin de la izquierda parlamentaria» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=69109) es más concreta. La conclusión de este artículo, que Malime cita al principio de su respuesta, se sigue de unas premisas. Aislada de ellas, esta conclusión vale sólo como título, o como una mera opinión. Así que reconduciré el debate a la cuestión concreta.

Como digo en el artículo al que Malime responde, estoy de acuerdo con la posición de Lenin contra el izquierdismo en su momento, es decir, en las condiciones creadas tras la toma del poder por parte de los bolcheviques, pero no con sus argumentos. Me explico: Lenin, en «La enfermedad infantil…», huyendo del formalismo, cae en el voluntarismo cuando dice: «El parlamentarismo es una forma de trabajo; el periodismo, otra. El contenido puede ser comunista en ambas, y debe serlo, si quienes actúan en una u otra esfera son verdaderos comunistas». Pero, ¿cuántos «verdaderos comunistas» quedaron en los parlamentos en 1914, por ejemplo? Lenin abunda en este error cuando dice: «Los comunistas… deben aprender a crear un parlamentarismo nuevo, desacostumbrado, no oportunista, sin arribismo»; cuando les pide que «no corran por nada del mundo tras un puestecillo en el Parlamento», o cuando habla de «descomponer el parlamentarismo desde dentro». La postura de Lenin contra el izquierdismo era correcta en su momento, pero su argumento debería haber sido más concreto: «Ahora los bolcheviques hemos tomado el poder en Rusia y podemos ofrecer, a través de la Internacional Comunista, un punto de apoyo real para contrarrestar el reformismo en los parlamentos burgueses y en los sindicatos».

Pero el argumento más general y concluyente de Lenin contra el izquierdismo es el siguiente: «en cualquier esfera de trabajo en el capitalismo… es imposible rehuir las dificultades». Esta frase de Lenin merecería un análisis, sobre todo para dilucidar los sentidos de la expresión «esferas del capitalismo»; pero digamos aquí que, al menos en un sentido restringido, lo que afirma Lenin no es correcto: en primer lugar, porque las dificultades no son las mismas en los partidos parlamentarios, en los diversos sindicatos, en las diversas organizaciones políticas extraparlamentarias o en diversas asociaciones, etc.; en segundo lugar, porque es posible rehuir las dificultades en algunas de estas esferas, principalmente mediante procedimientos democráticos. El problema es que estos procedimientos están excluidos por principio del sistema electoral, bajo el cual se hallan, en última instancia, los partidos parlamentarios.

En conclusión: podemos estar de acuerdo con la posición de Lenin en «La enfermedad infantil…» en su momento, pero no con sus argumentos. Pero, tras la degeneración y la desaparición del bloque socialista, la vía electoral, por sí sola, ha vuelto a conducir, en una palabra, a la socialdemocracia, es decir, al reformismo y la traición. La causa de esta desviación es el doble influjo corruptor que ejerce el parlamentarismo: la corrupción del discurso, debida a la búsqueda de votos (objetivo propio y prioritario de la vía electoral), y la corrupción de los cargos. (Se suele poner el ejemplo de HB como paradigma de un partido electoral que ha sabido mantenerse y resistir a las fuerzas corruptoras del parlamentarismo, hasta que ha sido finalmente ilegalizado. Pero se pasa por alto el hecho de que HB ha tenido detrás un conflicto que ha servido, y sirve, como contrapeso a las fuerzas corruptoras propias del parlamentarismo.)

La cuestión de la participación en las instituciones burguesas sólo puede (tratar de) resolverse, como dice Marx acerca de la cuestión del Estado, científicamente. Las instituciones burguesas están constituidas para servir a la burguesía, aunque, en determinadas condiciones y hasta cierto punto, pueden servir a la clase asalariada. Así, su utilización por parte de la clase asalariada debe estar condicionada por la capacidad de ésta para contrarrestar y superar las dificultades (como las llama Lenin) propias de las instituciones burguesas. Se trata de un problema de fuerzas, y ante todo es necesario hacer un análisis y un balance de fuerzas. La participación en las instituciones debe estar condicionada, en última instancia, por una fuerza suficiente por parte del partido, que supere, o al menos contrarreste, la fuerza de las instituciones burguesas. La fuerza del partido depende de factores internos (organización democrática, nivel de preparación de los militantes, etc.) y, por supuesto, externos (situación de la clase asalariada, situación general, económica y política, del Estado y situación mundial); obviamente, los factores internos y externos se hallan relacionados. La participación en las instituciones burguesas debe estar dirigida siempre por un análisis de la correlación de fuerzas. Debe ser construida a base de avances, pero también de retrocesos, de ofensivas, pero también, y en principio con más frecuencia, de defensivas. La organización no debe dejarse llevar por los factores externos, descuidando los internos, error muy frecuente.

Desde esta perspectiva teórica, la larga deriva socialdemócrata del PCE revela un hecho: que el partido no ha tenido, ni tiene, de momento, fuerza suficiente para frenar esta deriva, es decir, para contrarrestar las tendencias burguesas propias de la vía parlamentaria. La cuestión principal es entonces la de las causas internas de dicha incapacidad.

Ante todo debemos dejar claro cuál es nuestra perspectiva: reformista o revolucionaria. En contra de la perspectiva reformista, la vía parlamentaria al socialismo ha revelado por segunda vez su fracaso. Es en este sentido en el que hablamos del fin de la vía parlamentaria al socialismo. La frase de Marx según la cual la historia se repite una vez como tragedia y otra vez como farsa, vale también para la historia de la socialdemocracia y de los partidos comunistas, que se enfangaron por segunda vez en la vía parlamentaria, y han terminado siendo una copia de los partidos socialdemócratas. Si esta historia se repitiera por tercera vez, no sabríamos si reír o llorar. La vía electoral al socialismo ya ha sido agotada, y conduce a la socialdemocracia. Pero la socialdemocracia ya existe (no hace falta recrearla una y otra vez) y cumple su función ambivalente, entre el reformismo y la traición.

La crisis del «proyecto estratégico» del PCE está determinada por la contradicción entre el proyecto reformista socialdemócrata de IU y el proyecto revolucionario que debe mantener todo partido comunista. Aunque la crisis del PCE tiene causas más profundas que su «proyecto estratégico», la superación de su crisis debe empezar por la ruptura con IU. Esta ruptura implicaría, en primer lugar, una retirada respecto a la vía electoral, y cabría esperar un proceso de reflexión dentro del partido y, junto con ello, una democratización de su organización, que diera como resultado una mayor cohesión ideológica. La falta de democracia interna es el problema fundamental del partido, la causa interna principal de su deriva socialdemócrata. La democratización del partido es condición necesaria para su recuperación. El tema de la democratización merecería un artículo aparte, pero advirtamos aquí, ante todo, que no se trataría de «abrir el partido», sin más: el partido ya está abierto, demasiado abierto (a IU, la izquierda «alternativa», «transformadora» y arcoíris…); de lo que se trata es de abrirlo a los comunistas, para empezar a los comunistas dentro del partido, es decir, a sus propias bases. Pero, mientras el PCE no lleve a cabo este proceso, empezando por la ruptura con IU (es decir, mientras siga otorgando prioridad a la vía institucional), la participación en las luchas de la clase asalariada (avivadas por la crisis) seguirán corriendo a cargo de algunas organizaciones extraparlamentarias, muchas de ellas salidas del PCE.