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Si queremos, podemos

Preguntó un trabajador ¿compañero, que es ser socialista?

Fuentes: Pulso sindical

Preguntó un trabajador ¿compañero que es ser socialista? Hasta donde se entiende, le respondimos, adscriben a esta concepción quienes aspiran al término de las desigualdades, luchando incansablemente por construir una sociedad distinta, sociedad en la que la educación, la salud, la vivienda y otros derechos de los seres humanos, claramente indicados en la Declaración Universal, […]

Preguntó un trabajador ¿compañero que es ser socialista? Hasta donde se entiende, le respondimos, adscriben a esta concepción quienes aspiran al término de las desigualdades, luchando incansablemente por construir una sociedad distinta, sociedad en la que la educación, la salud, la vivienda y otros derechos de los seres humanos, claramente indicados en la Declaración Universal, sean respetados sin limitación alguna.

También se supone que desde esa visión de sociedad, se aspira a terminar con la explotación y el abuso generado por el capital, limitar en una primera etapa y luego eliminar las granjerías de las que disfrutan los dueños de grandes fortunas, y por último avanzar hacía una sociedad menos discriminadora, mas inclusiva, la que debiera terminar con males propios del capital como delincuencia, drogadicción, corrupción, entre otros. Todo eso y más es ser socialistas.

Y entonces, vuelve a preguntar, ¿hay en nuestro país socialistas de verdad?. Para contestar esta pregunta necesariamente deberemos hacer una separación.

Están por un lado todos aquellos que de verdad, de corazón, trabajan incansablemente por que se haga realidad lo que aquí hemos ya definido, que podríamos llamar «la base social» y que no claudican ni claudicaran en su lucha, que es de convicciones profundas.

Por el otro lado tenemos a la elite (que mas que socialistas son socioslistos), que se codea sin asco ni escrúpulos con los dueños del capital o que le sirven ciegamente, individuos que hace ya mucho tiempo renunciaron sin vergüenza a la aspiración socialista, pero que siguen usufructuando del rótulo. En este grupo necesariamente debemos incorporar a los oportunistas de todo tipo, incluso aquellos que provienen o están aún en la base social y que hacen el trabajo sucio, trabajo que posibilita que los descarados sigan haciendo de las suyas.

Es vergonzoso leer y escuchar a quienes se definen como socialistas (que no son solo los que reconocen militancia en partidos que llevan ese nombre, si no todos los frescos que se llenan la boca hablando del socialismo).

Se desviven buscando soluciones a los problemas del capital y sus servidores, ignorando e incluso despreciando al «estado llano». Participan en la generación de leyes de mierda, promueven o se hacen los tontos ante los arreglines más escandalosos, abandonan la lucha por el respeto irrestricto a los derechos humanos, les importa un comino que los ciudadanos ni siquiera cuenten con mínimas condiciones en trasporte público, acceso igualitario a electricidad y agua potable, sueldos mínimos decentes, pensiones dignas.

Amnesia?, oportunismo?, traición?, puede llamarse como se quiera, pero lo que es claro es que nunca aspiraron al socialismo y que no son socialistas.

Seguir aspirando al socialismo según aquí hemos definido, parece ser una locura por estos días. El modelo se ha encargado de satanizar las ideas de cambio social y muchos reniegan de lo que antes defendieron.

Los trabajadores no siempre tienen claro para donde va la moto. Son abusados pero no logran todavía determinar claramente al abusador ni la forma de confrontarlo.

Por lo mismo debemos explicar con paciencia, pedagógicamente, que es esto del capitalismo, como se confronta al que abusa, por que hablamos de nueva sociedad.

Tendremos tiempo de definir cual será el nombre de esa nueva sociedad, sin abusos ni explotación, ese mundo distinto. Lo que debemos tener claro por ahora es que será a los trabajadores, al pueblo, a quien corresponderá la construcción de ella.

Como sea que la llamemos, los que han mentido hasta ahora no estarán en ese espacio.

Sin duda puede hablarse de un «deja vu».

Y es que se repite lo mismo que ya vivimos en 1990 y 2001.

Una propuesta de gobierno, previamente tratada en extenso entre éste, los empresarios y algunos representantes de organizaciones sindicales, se presenta públicamente como «importante reforma laboral», concita un desfile de opiniones a favor y en contra para culminar transformada en una ley anodina, que para nada termina con el abuso y sigue sin reconocer los mas mínimos derechos de los trabajadores.

¿Como es posible que dichas propuestas lleguen a ser ley si son tan malas?.

Primero, por la falta de organización de los trabajadores. Para nadie es un misterio que en la medida en que se mantenga el bajo nivel de organización sindical, seguirán aprobándose leyes que poco y nada nos ayudan.

Segundo, por el bajo nivel de educación y el desconocimiento de la historia pasada y reciente. Si parece creer la mayoría que nuestra prehistoria fue la dictadura y que desde ahí se ha comenzado a reparar el daño y las carencias.

Tercero, la falta de propuestas claras. Desde el sindicalismo «no oficialista» no hay alternativas ni propuestas claras que vayan a la raíz de las carencias y eso provoca desorientación en los explotados.

Cuarto, la falta de unidad de los descontentos y su débil accionar, provoca que se discutan y aprueben leyes que no tocan al corazón del modelo.

Este proyecto laboral es más de lo mismo y sin embargo se cae en la tentación de creer que si se participa en las instancias que el sistema ha creado, se podrá conseguir cambios de fondo que modifiquen la propuesta inicial. No seamos ilusos. Los que tienen el poder y quienes les rinden pleitesía ya resolvieron, nada que se haga o diga modificará lo que ya tienen resuelto.

Se equivocó no mas la señora Figueroa, presidenta de la CUT cuando dijo a fines del 2014 que «la presentación del proyecto de reforma laboral del Gobierno implica un gran paso para la organización sindical. Hemos comenzado a desmantelar el plan laboral de José Piñera, que lleva 35 años y cuatro meses.»

La reforma es mala y deficiente y hay que hacer todo lo que esté a mano para explicarlo a los trabajadores. No sirve para desarrollar la sindicalización ni la negociación colectiva y abre grandes espacios a la flexibilidad laboral. No termina con la ley de la dictadura, la eterniza. Hay que decirlo con claridad, exponer los riesgos utilizando todos los espacios de que se dispone. Debemos incluso presentar propuestas que hagan menos mala la reforma, aunque es claro que no serán recogidas.

¿Por que hacerlo, si no creemos en la reforma?, Porque nuestro adversario de clase pretende mostrarnos como negados a todo, faltos de capacidad de análisis, carentes de fuerza social, incapaces de pensar e incidir sobre esta realidad impuesta por ellos.

Lo que no se puede perder de vista, es que con o sin modificaciones esta reforma no va a satisfacer las aspiraciones mínimas de los explotados. Y eso hay que decirlo.

Y es desde estas constataciones que debemos construir la propuesta, elaborar un Pliego de los Trabajadores, que represente verdaderamente el sentir de millones.

Una propuesta que de cuentas de las grandes aspiraciones de la clase trabajadora y que a la vez considere elementos mínimos, sobre los que luchar para iniciar la reconstrucción del movimiento.

Esas demandas, que llamaremos básicas, deben ser entregadas a las grandes masas desorganizadas para que las hagan suyas. Negociación por rama?, ya pues, construyamos la base sobre la que orientar la lucha. Sobre esa base se deben construir organizaciones, sobre esa base se debe preparar la huelga, sobre esa base se debe avanzar hacía la construcción de un instrumento que reúna a todos los descontentos y desde allí comenzar a dibujar la idea de nueva sociedad, a la que no hemos renunciado.

Si queremos, podemos.

MANUEL AHUMADA LILL, Presidente C.G.T. CHILE

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