De todos lo premios nacionales, es el de literatura el que mayor expectación provoca en la prensa. Se otorga cada dos años, y este 2016 corresponde conocer el nombre de un nuevo galardonado. Debido a una norma no escrita, pero aceptada como si lo fuera, el favorecido debería ser un poeta. El último ganador fue […]
De todos lo premios nacionales, es el de literatura el que mayor expectación provoca en la prensa. Se otorga cada dos años, y este 2016 corresponde conocer el nombre de un nuevo galardonado. Debido a una norma no escrita, pero aceptada como si lo fuera, el favorecido debería ser un poeta. El último ganador fue el narrador Antonio Skármeta, que por derecho propio integrará el próximo jurado, razón por la que muchos ya se estarán preguntando acerca de los gustos poéticos de Skármeta. A diferencia de años anteriores, no se vislumbra ningún candidato «fijo». El último poeta en obtener el premio fue Óscar Hahn y su triunfo era un secreto a voces. Como diría un hípico, ganó al galope. Este año, con todas las limitaciones administrativas y literarias que rodean el premio, la competencia es bastante abierta. No se observa en el horizonte un «fijo».
Dado que el tiempo transcurre rápido, los candidatos deben estar preparando sus portafolios, lo mismo que las instituciones que los respaldarán con variados tipos de lobby a través de la prensa o con directas e indirectas al jurado. Cada cual tratará de potenciar su canon. La comunidad literaria funciona por cánones que se intentan imponer desde la academia, desde sociedades o agrupaciones de escritores, desde editoriales, críticos literarios, universidades. Incluso desde cofradías y patotas que se legitiman desde posturas de género, étnicas, generacionales, «estilo», etcétera, cuando la poesía, en su fondo, no tiene nada que ver con esas definiciones. Todos quieren privilegiar su visión de la literatura a como dé lugar ante los «chilenos todos», que, para ser realistas, harto poco les importa la literatura. La canonización de poetas es un mal endémico, sobre todo entre los propios poetas. Quienes canonizan son los mismos poetas, pues en algún momento -imagino- querrán ser parte de los canonizados. En la actualidad el autobombo no es menor, acompañado de abundante falsa modestia y opiniones de oídas. Pero en fin, vamos a los candidatos.
En ese sentido, sólo puedo hablar de mis preferencias. En mi opinión, el poeta ganador debería salir de entre Patricio Manns, José Ángel Cuevas y Pedro Lastra. Sus obras los respaldan. De ser premiado un narrador, porque el jurado decidió romper la norma implícita, el triunfador debería salir de entre Luis Sepúlveda, Jorge Marchant Lazcano, Germán Marín o Ramón Díaz Eterovic. Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.