Vale la pena inquietarse sobre el por qué del destino de un premio como «el principe de Asturias» a Ingrid Betancur. Por qué a ella y no al profesor Moncayo, por ejemplo. Que ha recorrido caminos, carreteras, cancillerías, buscando la liberación de su hijo, prisionero de guerra en la montaña, pero también proponiendo medidas […]
Vale la pena inquietarse sobre el por qué del destino de un premio como «el principe de Asturias» a Ingrid Betancur.
Por qué a ella y no al profesor Moncayo, por ejemplo. Que ha recorrido caminos, carreteras, cancillerías, buscando la liberación de su hijo, prisionero de guerra en la montaña, pero también proponiendo medidas para conseguir la paz en Colombia..
Porqué a Ingrid y no al abogado Camilo Umaña, por poner un ejemplo, cuyo padre Eduardo Umaña, de los más prestigiosos defensores de derechos humanos, fue asesinado hace 10 años, y el estado colombiano ha «inmunizado» y decretado Impunidad para este crimen.
Por qué a la señora Betancur, y no a Ivan Cepeda, por decir otro ejemplo, cuyo padre, el senador Cepeda, es uno de los cuatro mil asesinados de la Unión Patriótica, genocidio político reconocido, pero que permanece en el presente porque a los poquitos sobrevivientes de aquella esperanza electoral se los van asesinando cada día, sin compasión ni descanso de la estructura mafiosa y paramilitar del establecimiento colombiano.
Por qué a ella y no a cualquier familia de los siete mil presos políticos que se pudren en las cárceles colombianas, muchos de ellos por ejercer su labor sindical, o agraria, o estudiantil, o simplemente por opinar sobre la injusticia del país, mantenida a sangre y fuego de una violencia de más de 50 años.
En efecto el premio que se concede en territorio asturiano tiene mucho contenido de clase. Y ahí están para ejemplo los que se dan a ricachones este año y otros. Los empresarios de microsof, los de google, y tantos más, aunque de vez en vez, como excepción, «se pueda poner un pobre a su mesa» como en la mejor época franquista.
No nos referimos solo al traje impecable, y a los lujos manifiestos, que han salido a relucir en Le Figaró: nos referimos a hechos más profundos: Cómo contribuir a la Paz, de verdad, en Colombia.
Cómo procurar reparación integral, memoria y verdad, buscando la Justicia para 140.000 asesinados por el estado colombiano, según los datos de la ambigua OEA.
La opción no es por los trajes caros, que cuadran bien a los obcenos beneficios de las multinacionales en medio de la guerra que desangra a Colombia. La opción debiera ser por el Diálogo, la Justicia, La Paz, y para ello ningún guiño a los guerreristas es sostenible.