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Presentación de la 2ª edición de «Obreros, colonos y motilones», de Renán Vega y Mario Aguilera

Fuentes: Rebelión

Obreros, colonos y motilones

PRESENTACION DE LA SEGUNDA EDICION

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Este libro, que fue escrito hace treinta años y cuya primera edición apareció en octubre de 1995, surgió de manera accidental. Mario Aguilera me comentó, creo que fue en 1989, que tenía un amigo en el Centro de Investigaciones Socioeconómicas de Fedepetrol (Cisf) y ese amigo estaba interesando en que se escribiera un libro sobre los trabajadores petroleros de El Catatumbo, tema sobre el cual estaban recopilando información y habían entrevistado a algunos veteranos obreros de la región. Mario me preguntó si estaba interesado en participar en la recuperación de esa historia, junto con él, a quien le parecía una idea interesante. Yo le dije que sí, que la propuesta me llamaba la atención. De esa manera, Mario me presentó al amigo del que me había hablado, Oscar Jaimes, un profesor de matemáticas que dirigía el Cisf. Él nos comentó de qué se trataba el asunto, las fuentes que habían recopilado y nos señaló que no había dinero de por medio para escribir el libro. A nosotros nos pareció bien y empezamos a integrarnos a algunas actividades que realizaba el Cisf, tal como la publicación de una pequeña revista, en la que colaboramos con algunos artículos en el período 1991-1992. Yo participé en otras actividades, charlas y conferencias promovidas por Oscar Jaimes y tuvimos la ocasión de viajar al municipio de Sabana de Torres y estuvimos presentes, en febrero de 1991, en una audiencia pública de dos días sobre la reversión de unas concesiones petroleras, tema sobre el que yo escribí una pequeña cartilla informativa. En ese evento, lo recuerdo nítidamente, habló Diego Montaña Cuellar, en lo que sería una de sus últimas presentaciones en público, pues murió dos meses después.

En cuanto al libro, fuimos acopiando la información que los compañeros del Cisf habían reunido y a mi particularmente me sorprendió la calidad y riqueza de la información que tenía entre mis manos, por lo que pensé que podríamos escribir un texto llamativo sobre los trabajadores petroleros de El Catatumbo. Un hecho que me llamó la atención desde el primer momento, e influyó en mi de manera duradera, fue la existencia de un importante material visual, unas doscientas fotografías, rescatado por los trabajadores de la región. Así las cosas, con Mario Aguilera empezamos a escribir el libro en nuestros ratos libres y a finales de 1992 teníamos la versión que hoy se reedita.

El Cisf entró en crisis y Oscar Jaimes se fue a trabajar a un colegio del Departamento de Córdoba y el libro quedó engavetado durante casi tres años. Nunca pensé que se fuera a publicar algún día, pero fui sorprendido cuando a finales de 1995 me llegó un ejemplar a Paris, donde me encontraba estudiando.

El Cisf lo había logrado publicar en homenaje a los cincuenta años de la Federación de Trabajadores del Petróleo (Fedepetrol), lo cual resultó históricamente significativo ya que al poco tiempo Fedepetrol desapareció cuando se creo el Sindicato de Industria del sector petrolero y energético. De esta forma, el libro quedó como un testimonio bibliográfico de la existencia de Fedepetrol.

Desafortunadamente, la edición del libro fue bastante descuidada, con muchos problemas de diseño y de diagramación. Lo más lamentable radicó en que no se aprovechó el abundante material fotográfico que se tenía. Además, nunca supe qué paso con el libro, a dónde se distribuyó, si llegó o no a manos de los trabajadores petroleros y habitantes de El Catatumbo, sujetos protagónicos de esa investigación.

Cuando a finales de 1996 regresé a Colombia fui a solicitar otros ejemplares del libro y me entregaron uno o dos. El Cisf ya no existía, la sede del nuevo sindicato de Industria se había traslado de lugar y al hacerlo, se perdió gran parte de su archivo, incluyendo las fuentes con las que se había escrito Obreros, colonos y motilones, junto con el material fotográfico. Centenares de documentos de los trabajadores (las entrevistas transcritas, por ejemplo) y sobre ellos (información periodística y de archivo) y unas doscientas fotografías se perdieron irremediablemente. Como consuelo ya se había escrito y publicado el libro, que se convirtió, por lo menos, en un testimonio bibliográfico del naufragio documental que significó el cierre del Cisf, algo así como la botella que se envía al mar esperando que alguien la descubra.

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El libro que ahora se edita en su segunda edición es una rareza bibliográfica, difícilmente se encuentra y ni siquiera está en bibliotecas públicas. Muy poca gente sabe de su existencia, lo cual es una razón que justifica esta nueva edición. Al margen de este hecho, este libro tiene para mí un profundo significado. Para empezar, en el momento en que participé en su escritura no tenía la más mínima idea de que era el comienzo de una obra amplia y diversa sobre los trabajadores colombianos, labor a la que he dedicado gran parte de mis energías en los últimos treinta años, y sobre lo que he escrito y publicado una decena de libros. En este escrito ya se plasmaban, y eso lo he visto claro al preparar esta segunda edición, los grandes temas que me han preocupado sobre los trabajadores: el intento de escribir una “historia total” de índole social, en la que se interconectan cuestiones económicas, sociales, culturales, políticas, simbólicas en un esfuerzo de integrar múltiples miradas y de escuchar diversas voces del mundo del trabajo. Cuestiones que después he reconstruido en otras obras ya están presentes en Obreros, colonos y motilones. Entre esas cuestiones están el impacto de los enclaves y las inversiones de capital extranjero en la vida de pobladores locales y en las diversas generaciones de trabajadores, la destrucción ambiental y humana que generan esos enclaves, las formas de lucha y resistencia de los trabajadores, entre ellas las huelgas, la relación de los obreros con su entorno social y cultural, la vida cotidiana y el uso del tiempo libre, destacando el papel que desempeñan las mujeres en un medio machista, lo que llevo a indagar sobre la función desempeñada por la prostitución en esos enclaves patriarcales.

Igualmente, con este libro entendí la importancia de las fuentes generadas por los mismos trabajadores en la reconstrucción de su historia, una idea que después la he mantenido como una obsesión permanente en mi quehacer investigativo. En esa misma dirección, al examinar ese extraordinario material fotográfico ‒lamentablemente perdido‒ empecé a entender, de una parte, la importancia de usarlo como fuente para entender diversos aspectos de la vida laboral y privada de los trabajadores y, de otra parte, la urgencia de incorporar ese material visual en los libros de historia para ilustrarlos, hacerlos gratos y llamativos y acercar a los lectores a una época determinada mediante la presentación de algunas imágenes visuales.

Además, con este libro entendí la importancia de una labor investigativa independiente y artesanal, no sometida al canon mercantil ni sujeta a los intereses de las factorías de investigación que, es evidente, cuentan con grandes recursos económicos y con gran cantidad de personal subalterno.  Con este libro comprendí lo que significa investigar con y para los trabajadores, sin pensar ni en dinero, ni en reconocimientos académicos y burocráticos.

En esa medida, y en concordancia con los aspectos señalados, este libro delineó la agenda investigativa que ha guiado mi labor intelectual en los últimos veinticinco años.

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Una pequeña clarificación de vocabulario. En este libro se utiliza el término genérico de motilones, cuando nos referimos a los indígenas que fueron sometidos en los territorios de la Concesión Barco. Ahora se habla de Los Barí y, aunque desde hoy somos conscientes que a esas comunidades se les debe llamar con este nombre, no lo hacemos por dos razones: porque estamos editando un libro que utiliza ese vocabulario hoy desueto de motilones, porque en el momento en que se redactó todavía tenía algún peso ‒aunque reconocemos que varios investigadores que conocían de cerca y sobre el terreno a las comunidades indígenas de El Catatumbo ya hablaban de los Barí‒ y no queremos desnaturalizar el escrito original; segundo, lo que puede parecer una razón trivial y sin fundamento, porque en el título del libro rima y suena con mas ritmo el título original de Obreros, colonos y motilones, lo que no sucede con el de Obreros, colonos y Bari. Adicionalmente, ese fue el título original de esta obra y a la hora de reeditarla no creemos que deba modificarse.

De antemano, nos disculpamos con los investigadores especializados en los Bari, como con las comunidades indígenas por usar un vocablo impreciso y que, por supuesto, tiene connotaciones eurocéntricas, pero no se ha querido escribir un nuevo libro, sino recuperar un texto que se escribió hace tres décadas y en el que se relata la historia de la Concesión Barco y el papel desempeñado por los trabajadores, los colonos y los habitantes ancestrales de la zona de El Catatumbo.

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Esta segunda edición se corrigió y amplió, pero eso no quiere decir que sea un libro esencialmente diferente. No lo es, porque se conserva la estructura original, con los cinco capítulos inicialmente previstos. Lo que se ha hecho es enmendar los problemas de diseño y diagramación, reducir el tamaño de las notas a pie de página e incorporar parte de ese material en el cuerpo del texto. Asimismo, se incluyen ilustraciones que no aparecieron en la primera edición y se agrega una Antología Documental, donde se publican importantes piezas informativas sobre los trabajadores e indígenas de la región.

Esperamos que esta segunda edición pueda ser conocida por un público más amplio que el de la primera de 1995 y ojalá llegue a los trabajadores petroleros de Tibú y El Catatumbo, a quienes se brinda este modesto esfuerzo de recuperar una parte de su amplia historia de lucha y dignidad.

Bogotá, septiembre 1 de 2021

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.