Ya definidos los candidatos a la presidencia de la república y al parlamento, los chilenos se aprestan a recibir la andanada de propaganda que se avecina. Pero antes de referirnos a la elección misma, hay que decir, claramente, que el 99 % de los candidatos fueron impuestos por los partidos políticos que actualmente poseen representación […]
Ya definidos los candidatos a la presidencia de la república y al parlamento, los chilenos se aprestan a recibir la andanada de propaganda que se avecina. Pero antes de referirnos a la elección misma, hay que decir, claramente, que el 99 % de los candidatos fueron impuestos por los partidos políticos que actualmente poseen representación parlamentaria, sólo unos pocos independientes o militantes de partidos sociales pudieron inscribir sus candidaturas. Es decir, las opciones mayoritarias, entre las que deberá elegir la ciudadanía están acotadas a lo que impusieron las cúpulas de los partidos binominales. En la «Nueva Mayoría» ninguna junta de vecino, sindicato o agrupación comunitaria ha podido presentar a Juan el zapatero, a Benjamín el campesino o a María la costurera como candidatos, pues ninguno de éstos pertenece a la autodenominada «clase política», a pesar de que por cultura y conocimientos, y siendo autodidactas, superan en capacidad intelectual a Roberto Ignacio, a Gloria Petunia y a Carlos Francisco, candidatos pudientes.
Dicho lo anterior, veamos cómo están las cosas. Existen candidatos, fuera de los partidos binominales, que de verdad quieren realizar cambios profundos; o sea, gobernar con un programa absolutamente opuesto al de la derecha porque, como expresaba en un artículo anterior: Derrotar a la derecha no es gobernar con el programa de la derecha, derrotar a la derecha es gobernar con el pueblo y con un programa absolutamente opuesto al de la derecha. Hoy, Marcel Claude y Roxana Miranda, con sus propuestas, representan esa alternativa presidencial. En el caso del parlamento, opciones como las de Sergio Flores, Carlos Muñoz, Luis Vega, Paula Ormeño, Cristian Orellana y Daniela López, entre otros, también representan cambios estructurales al sistema. Respecto a los ex dirigentes estudiantiles, si bien se debería dar por hecho que velarán por imponer la voz y decisiones de la calle, oponiéndose a cualquier componenda, su comportamiento como parlamentarios es incierto, sobre todo teniendo presente que ninguno de ellos es Jean-Paul Marat. En mi opinión, el más confiable, en ese sentido, es Gabriel Boric, y también, por lo menos a mí, Karol Cariola me parece honesta y de fiar.
Por otro lado, de los parlamentarios de la Concertación no puede esperarse nada consecuente, su pasado los condena y recondena, y el hecho de que el Partido Comunista llegara a elegir, hipotéticamente, a todos sus postulantes tampoco es garantía de nada, puesto que su integración a la «Nueva Mayoría» es producto de un pacto coyuntural desligado de las masas y la Concertación les pasará tarde o temprano huevo de pato. Un recuerdo: Cuando en 1921 Luis Emilio Recabarren, en su segunda postulación, es electo diputado por Antofagasta, el Partido Obrero Socialista (PC desde 1922) hace un acuerdo con la Alianza Liberal que respaldaba a Arturo Alessandri Palma, acuerdo que efectivamente tuvo sus resultados en el plano electoral, pero avanzado el gobierno de Alessandri, éste hizo todo lo contrario a lo prometido hacer en favor del pueblo, matanza de San Gregorio incluida, lo que dejó claro que es un error pactar con tramposos reconocidos. Lo mismo le sucedió al PC cuando apoyó a Gabriel González Videla. Y con Bachelet, guardando las proporciones históricas, no me cabe duda de que pasará lo mismo. La candidata ya dio muestras el 2006 de su habilidad para pasar gato por liebre. Si tiene dudas, pregúntenles a los Pingüinos.
Entonces: ¿Qué hacer? ¿Votar o no votar? ¿Votar nulo? ¿Seguir sumidos en lo mismo o prender la luz? ¿Ser o no ser?, como dijo Hamlet, he ahí el dilema. En mi opinión, considero que hay que votar y jugársela, en esta elección, sufragando por Marcel Claude, pues de ser electo se iniciará de inmediato un proceso para poner fin a las AFPs e Isapres, se llamará a una Asamblea Constituyente para crear una nueva Constitución, se recuperarán los recursos naturales, se impulsará la educación gratuita, una nueva ley laboral, etcétera. Pero ojo, para que esto suceda los chilenos deben elegir una mayoría parlamentaria que sea capaz de apoyar sin tregua los cambios propuestos. Y hoy esa oportunidad está, los millones de chilenos que reclaman contra los abusos, y salieron a la calle el 2011, pueden lograr los cambios necesarios eligiendo un presidente y parlamentarios consecuentes con lo que expresan y que no tienen el menor temor a la derecha y sus empresarios. De suceder lo contrario, y que ya todos vaticinan, seguirá el pueblo consumiendo más de lo mismo y significará que los chilenos, en su mayoría, están a gusto con las migajas que entrega el neoliberalismo . Lo que además revelaría que los reclamos son sólo berrinches incapaces de transformarse en opción concreta de justicia, democracia y libertad. La protesta social no es una moda ni una acción pintoresca, tampoco debe quedarse en las batucadas o en frases febles como «Llegamos para quedarnos» o «No estamos para perder independencia, sino para generar incidencia».
Si es por retórica, me quedó con la frase «Todos a La Moneda con Marcel Claude».
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