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Presidentes de América Latina discuten y resuelven crisis andina

Fuentes: La Jornada

El presidente colombiano, Álvaro Uribe, se levantó de su lugar y extendió la mano al ecuatoriano Rafael Correa, quien correspondió el detalle, aunque todavía espetó: «El problema no se soluciona con un abrazo, acepte la intermediación internacional para resolver el problema de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)». Así se superó la crisis andina […]

El presidente colombiano, Álvaro Uribe, se levantó de su lugar y extendió la mano al ecuatoriano Rafael Correa, quien correspondió el detalle, aunque todavía espetó: «El problema no se soluciona con un abrazo, acepte la intermediación internacional para resolver el problema de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)».

Así se superó la crisis andina en la vigésima cumbre de Río y quedaron atrás seis días de guerra verbal que tuvo su peor momento con el rompimiento de relaciones entre ambos países, sumándose de última hora Nicaragua.

En seis horas, 14 mandatarios reunidos en esta capital pasaron de las recriminaciones a los abrazos, de los adjetivos duros a escuchar a un Hugo Chávez cantando una melodía dominicana y de estar al borde del precipicio a encontrar la reconciliación.

El conservador Uribe quedó cercado por el grupo de presidentes de izquierda en América Latina: Chávez, de Venezuela; Cristina Fernández, de Argentina; Evo Morales, de Bolivia, y Michelle Bachelet, de Chile, que cobijaron a Correa alzando voces de reclamo por el bombardeo del ejército colombiano a un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, el pasado primero de marzo.

Los primeros escarceos verbales confirmaron que esta cumbre iba a marcar la diferencia de las anteriores, porque el conflicto Colombia-Ecuador sirvió de marco para que los mandatarios hicieran patentes sus diferencias ideológicas en un espacio donde tradicionalmente domina la diplomacia.

Confrontación verbal

«Mi patria ha sido bombardeada, ultrajada por aeronaves y soldados extranjeros», así inició su denuncia el ecuatoriano, que catalogó de farsa la versión de Uribe sobre los hechos en que fue asesinado Raúl Reyes, el segundo jefe más importante de las FARC.

El ecuatoriano inició el recuento de agravios y describió que en su contacto con Uribe, pocas horas después de la incursión militar de Colombia en territorio ecuatoriano, recibió información falsa.

Auxiliándose con mapas y fotos, explicó a los mandatarios presentes los detalles del ataque aéreo en la frontera entre Colombia y Ecuador, donde dijo que ocurrió una verdadera «masacre».

El colombiano tuvo que ocupar una hora en su defensa y si bien reconoció que no informó del operativo a Correa, dijo que no lo hizo porque habían fracasado en cinco intentos anteriores por la falta de colaboración del ecuatoriano.

Frente a un Correa que mostraba gesto de incomodidad, arguyó que no bombardeó al pueblo ecuatoriano, sino a «tenebrosos terroristas». Pero por más que intentó justificar la acción, terminó por reconocer la incursión territorial hecha por su ejército y pidió perdón.

La confrontación verbal no quedó ahí. Correa abandonó repentinamente el salón de sesiones de la cancillería Dominicana y ante la confusión que esto provocó que la canciller de su país, María Isabel Salvador, tuvo que explicar: «fue un momento al baño».

Pero la tregua terminó cuando el ecuatoriano regresó a su lugar y acusó a Uribe de que volvería a atacar otro lugar si piensa que hay otro Raúl Reyes. Cuando el colombiano quiso interrumpirlo, fue llamado al orden: «Serénese, presidente, cálmese presidente».

Enojado, Uribe respondió: «No me aplique el cinismo que tienen los nostálgicos del comunismo». Todo ello se daba en medio de los llamados a la calma del anfitrión, el presidente Leonel Fernández.

Indignado, Correa volvió a la carga en relación con los señalamientos de que había cobijado a un grupo terrorista en su país. «¿Quién puede ser tan insensato de estar al lado de las FARC? Se necesitan fuerzas internacionales de paz que del lado de la frontera de Colombia vayan a controlar lo que el presidente Uribe no puede controlar. Basta de falacias. Los culpables no son Ecuador, Venezuela… el culpable es Colombia».

Empeñados en bajar la temperatura, los presidentes de Guatemala, Alvaro Colom; de México, Felipe Calderón, y de Chile, Michelle Bachelet, propusieron adoptar el resolutivo de hace dos días de la Organización de Estados Americanos (OEA) para crear una comisión investigadora integrada por personajes y ex presidentes.

Al presidente nicaragüense, Daniel Ortega, no le convenció el planteamiento. «No hay nada que investigar», exclamó, y con la experiencia de lo ocurrido en Nicaragua dijo que este tipo de prácticas de persecución a grupos armados simplemente se conocen como «terrorismo de Estado».

La presidenta de Argentina pidió a Colombia que combata desde la legalidad y que no se acepte la doctrina de la unilateralidad.

Observada por el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, una de las dos presidentas latinoamericanas que han hecho historia porque además surgieron de la izquierda, hizo notar que escenas que les tocó ver hasta ese momento en la cumbre «nos convierten a las mujeres en las personas más racionales del planeta», lo que después fue aplaudido por Chávez como la «doctrina de la superación de las mujeres».

Más que las propuestas pro comisión de la OEA, lo que dio un giro a la discusión fue la intervención de Chávez, que convocó a crear el «Grupo de Paz Santo Domingo». Recordó que se encontraban en la tierra del merengue y comenzó a cantar una canción.

Aunque antes hizo un parangón del operativo colombiano con la «doctrina Bush», con el «guerrerismo del imperio» y enseguida se quejó de que a la senadora colombiana Piedad Córdoba y Yolanda Pulecio, madre de Ingrid Betancourt, secuestrada por las FARC, se les negaba el acceso al salón. El presidente dominicano hizo una señal y de inmediato entraron las dos mujeres al salón.

Aún Evo Morales dio una estocada más a Uribe cuando se refirió a adjetivos que se usan para descalificar a quienes piensan diferente. «A partir del 11 de septiembre no somos narcotraficantes, somos terroristas», y como se declaró víctima de una conspiración estadunidense, dijo: «si es así, hay un terrorista sentado con ustedes».

En su papel de mediador, el dominicano le pidió a Correa, Chávez y Uribe que se dieran un abrazo con el compromiso de asumir juicios sobre la actuación en el contexto del multilateralismo y continuar un diálogo constructivo.

Avasallado con la argumentación de los diversos mandatarios, el colombiano dijo que no era un hombre de odio y que asumía sus responsabilidades, y se levantó de su lugar para buscar a Correa.

Ambos se dieron la mano, aunque el ecuatoriano de inmediato le dio la espalda y ya no llegaron al esperado abrazo. «Soy un hombre de carne y hueso y moriré indignado con los que agredieron a mi patria», dijo Correa tras declarar superado el diferendo.

Uribe luego fue a saludar a Chávez teniendo como testigo al presidente dominicano, y de pronto aquel escenario de confrontación y de debate fue de camaradería y de felicitaciones.

El colombiano también abrazó a Ortega y aún se dio un último debate por el añejo diferendo que sostienen ambos países por la isla San Andrés. «No dejemos solo a Ortega», alcanzó a decir Correa, mientras Uribe prometía pagar el boleto de regreso a Colombia del embajador nicaragüense.